La magnificencia de monolitos prehispánicos, indeleble en los dibujos
Bienes arqueológicos, paleontológicos

La magnificencia de monolitos prehispánicos, indeleble en los dibujos de Dupaix

 

 

23/05/2015 Fuente inah. *** La muestra El capitán Dupaix y su álbum arqueológico de 1794 presenta el documento, así como 16 de las 19 piezas referidas en él

 

 

*** Inaugurada en el Museo Nacional de Antropología, la exposición “permite mirar hacia los orígenes en México de una de las disciplinas humanistas que rigen la vocación del INAH: la arqueología”, expresó Teresa Franco

 

 La Descripcion de Monumentos antiguos Mexicanos, documento del siglo XVIII considerado “un testimonio invaluable de los orígenes de la arqueología mexicana”, es mostrado en el Museo Nacional de Antropología (MNA) junto con 16 piezas prehispánicas que en él fueron registrados en esa época, cuando las creaciones artísticas indígenas comenzaron a ser revaloradas y se sentaban las bases de una nación independiente.

 

 La exposición “El capitán Dupaix y su álbum arqueológico de 1794 representa un proyecto inédito, cuya propuesta temática nos obliga a mirar hacia los orígenes en México de una de las disciplinas humanistas que rigen la vocación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH): la arqueología”, expresó Teresa Franco, directora general de la institución, al inaugurar anoche esta muestra temporal.

 

 En esta exhibición los visitantes tendrán la posibilidad de comprender formas de pensar, enfoques e incluso la misma plástica de los vestigios sobre los cuales, desde tiempos del capitán Dupaix hasta la actualidad, se han venido haciendo trabajos de exploración, investigación y conservación.

 

 Teresa Franco destacó que el capitán Dupaix fue un hombre del siglo XVIII, extranjero de origen y curioso por vocación, quien con su obra Descripcion de Monumentos antiguos Mexicanos nos convoca a detenernos y mirar los vestigios consignados en él, imaginar su uso, entender su significado y extraviar la mirada antropológica hacia el arte, y recuperar las formas novohispanas de documentar el legado prehispánico.

 

 A decir de la directora general del INAH, en la exposición se reúnen tres líneas: la primera tiene que ver con refrendar la vocación educativa del Museo Nacional de Antropología.

 

 La segunda invita a volver la mirada a los amplios acervos documentales y materiales que distinguen a los archivos, bibliotecas y museos del INAH. Y la tercera, dijo, tiene que ver con la construcción de nuevas aproximaciones a la historia moderna de México, “en este caso, la historia de la disciplina arqueológica entre nosotros”.

 

La muestra El capitán Dupaix y su álbum arqueológico de 1794, que permanecerá hasta agosto próximo en la Sala Culturas Indígenas, del MNA, es una oportunidad única para confrontar la Descripcion…, de Dupaix, con 16 de las 19 esculturas referidas en él. La mayor parte de la colección asentada en este antiguo catálogo se encuentra bajo resguardo en diversos recintos del INAH, mayoritariamente en la Sala Mexica, del Museo Nacional de Antropología.

 

 El visitante podrá apreciar los valores que el propio Dupaix advertía en estas tallas en piedra volcánica. Se encuentran el monumento conocido como “Indio triste”, las esculturas de un lobo y de un par de serpientes de cascabel enroscadas, deidades como Tláloc y Chalchiuhtlicue, un Chac Mool, un cuauhxicalli o piedra de sacrificio y una escultura circular, cuyas caras representan a los dioses Tlaltecuhtli y Quetzalcóatl.

 

 El arqueólogo Leonardo López Luján, curador de la exposición y director del Proyecto Templo Mayor, en agosto de 2005, junto con su equipo, logró localizar uno de los monolitos referidos por Dupaix como una “corpulenta culebra” que atraviesa por el centro “varios círculos concéntricos… Tres garras monstruosas… sirven de sus tentáculos”.

 

El monolito fue bautizado como Piedra de la Librería Porrúa por haberse encontrado ahí; sin embargo, hubo una corrección a la descripción de Dupaix, pues en realidad se trata de la representación de una biznaga, cactácea que para los mexicas era un símbolo de las tierras áridas y, por tanto, de sus orígenes norteños, dijo López Luján.

 

 Explicó que “Dupaix muestra en su cuadernillo de 1794 una loable obstinación por registrar en forma sistemática el lugar del hallazgo o en que se encontraba cada monumento cuando lo vio; la densidad y el color de la piedra en que fue esculpido; sus dimensiones en varas; las características formales de los seres o motivos representados y sus ideas —tanto vagas como desconcertantes— sobre la función y significado.

 

“Entre tantos datos llanos, la admiración de Dupaix por el legado material indígena surge de repente, por ejemplo, cuando califica a una obra como de ‘mucho mérito’, ‘bastante bien executada’ o ‘primorosamente esculpida’”.

 

Incluso calificaba algo como “digno de la antigua Roma”, comparando su calidad y belleza con algunas obras que conoció en su periplo por Italia y Grecia, a la edad de treinta años. Dos décadas más tarde, ya en la Nueva España y cuando sus aspiraciones militares se vieron truncas, Dupaix se emplearía a fondo en su labor anticuaria.

 

 La historiadora Sonia Arlette Pérez, adscrita a la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, institución del INAH que custodia este álbum arqueológico, detalló que se trata de un cuadernillo manuscrito y 22 dibujos. Éste consigna en total 19 objetos que datan del periodo Posclásico Tardío (1325-1521), descubiertos en la Ciudad de México y sus alrededores a finales del XVIII.