El Amor Enamorado 1. Primera entrega
de Lope de Vega

El Amor Enamorado 1. Primera entrega

 

 

Fuente Artelope. Autor Lope de Vega

 

 

Personas

 

Sirena, nympha

Alcino, labrador

Daphne, nympha

Silvia, labradora

Bato, villano

Phebo

Peneo, río

Corebo, criado

Venus, diosa

Cupido

La Luna

Diana, diosa

Júpiter

Aristeo, príncipe de Thesalia

Una voz

Liseno, padre de Sirena

Músicos

 

Jornada I

 

Sale SIRENA, ninfa, huyendo.

SIRENA

  Júpiter, sacra deidad,

piedad si no falta en vos,

que dejarais de ser dios

si os faltase la piedad:

5

blasón de la majestad

es tenerla aunque castigue,

y a que la espere me obligue;

que no me hubiérades hecho

para ser alma del pecho

10

de una fiera que me sigue.

ALCINO

  No sé por dónde dilate

el pecho, de temor lleno;

¡cielos, volvedme veneno

porque al comerme le mate!

15

Cuando esta venganza trate,

justo fue si muero ansí;

pero, ¡qué necia, ¡ay de mí!,

que fuera veneno poco

a tal remedio os provoco

20

para el que ella tiene en sí!

  Ya, Silvia, pues no hay favor

en los dioses, montes, dadme

socorro, o precipitadme:

será piadoso rigor;

25

no hay muerte como el temor,

aunque después me la den;

peñas, encubridme bien,

creced, robles, aumentad

las ramas; ¡cielos, piedad,

30

mis padres matáis también!

(Sale ALCINO, labrador, galán.)

ALCINO

  Por aquí pienso que fue;

éstas son, ¡ay suerte mía!,

de las flores que cogía,

y debe el prado a su pie.

35

¿Si la hallaré? ¿Si podré?...

¡Oh, esperanzas! ¡Oh, temores!

Pero ¿qué señas mejores

que pies de tal perfección?

aunque no sé cuáles son

40

las estampas o las flores.

  ¡Oh, prado, que no me des

nuevas della en tantas penas,

por donde van azucenas

las de sus hermosos pies!

45

Jazmín, pues morir me ves,

¿por dónde va mi jazmín?

Poned a su curso fin,

tenedla, campos helados,

si os queréis volver en prados,

50

que va corriendo un jardín.

  Aquí cayeron ahora,

y aún con lágrimas también,

que como perlas se ven

sí pasó como la aurora;

55

pues si en vuestras hojas llora,

habla, azahar; habla, clavel;

pero ¿qué bulto es aquel

que detrás de aquella peña

más temor que cuerpo enseña,

60

si está mi esperanza en él?

  ¿Eres tú, Sirena mía?

¿Eres tú, mi bien?

SIRENA

¿Quién es?

ALCINO

Quien te ha llorado después

que tu muerte presumía:

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creí que muerto te había

el fiero animal impío;

pero fue gran desvarío,

pues ningún cuerpo vivió

después que el alma faltó;

70

que eres tú el alma del mío.

  Desciende, mi luz, desciende.

SIRENA

Estoy temblando.

ALCINO

No impida

temor tus pies; que mi vida

es quien la tuya defiende.

SIRENA

75

Temor, Alcino, me ofende,

de nieve mi vuelve el pie.

ALCINO

Antes, señora, lo fue.

SIRENA

Desciendo en tu confianza.

ALCINO

Ven a alentar mi esperanza,

80

ya que no puedes la fe.

(Ella baja.)

SIRENA

  ¿Cómo me hallaste?

ALCINO

Seguí

las flores que habías perdido,

lenguas por donde he venido,

que me dijeron de ti.

SIRENA

85

¿Las flores te hablaron?

ALCINO

Sí;

y no fue la vez primera,

ni fuera error, aunque fuera

para peligros mayores,

el preguntar a las flores

90

por la misma primavera.

SIRENA

  Sólo tú pudieras ser

de mi corazón sosiego.

ALCINO

Pagado me has todo el fuego

en que el mío siento arder;

95

en la sangre puede hacer

esa inquietud algún mal.

¿En qué te traeré el cristal

desta fuente, que algún día

en mis ojos le traía,

100

del alma fuente inmortal?

SIRENA

  Esos eran los cristales

que la mía estima en más:

voy a beber.

ALCINO

Beberás

en búcaro de corales:

105

ya que a recibirla sales

para ser cristal en rosa,

no heredes, fuente dichosa,

la lisonja de Narciso:

pero ya tarde te aviso;

110

que es la causa más hermosa.

  Ya que su boca a tus hielos

hizo tan alto favor,

no dejes beber, pastor,

que me matarás de celos;

115

luego te convierte en hielos;

siendo en tu campo sereno

copa de ardiente veneno,

y agua de ámbar para mí.

SIRENA

Yo bebí, Alcino.

ALCINO

Y yo vi

120

el clavel de perlas lleno;

  pero en esta envidia loca,

tu boca fue el instrumento,

y el agua mi pensamiento,

que se acercaba a tu boca.

SIRENA

125

  Galán estás y discreto.

ALCINO

¡Qué cosas hace el pensar,

si fuese en todo lugar

la imaginación efeto!

SIRENA

  Puesto que me has obligado

130

con tal fácil desatino,

más que discreto, mi Alcino,

te quisiera enamorado.

(Salen DAFNE, ninfa, SILVIA y BATO, villanos rústicos.)

DAFNE

  ¿Que tú la viste?

BATO

Alahé,

que la vi subido en somo

135

de un cerro, y que tiene el lomo,

que de conchas no se ve.

  ¿No habéis visto la corteza

de un jaspe? Tal es la piel

como que arrojó el pincel

140

sobre la naturaleza;

  como murciélago son

las alas, y llenas de ojos

verdes, dorados y rojos,

sin ser ruedas de pavón;

145

  en lo que es dellas más tierno,

estrellas se dejan ver

de plata, si puede haber

estrellas en el infierno;

  en la reverenda cola,

150

bien puede, Dafne, caber

la tienda de un mercader:

¿qué digo una tienda sola?

  ¡Voto al sol, toda una praza!

SILVIA

Entre las gracias de Bato,

155

como le cuesta barato,

es mentir con linda traza.

BATO

  Luego ¿tampoco creerás

que tien la barriga verde

en redondo, Dios me acuerde,

160

cuarenta varas y más?

SILVIA

  ¡Qué graciosa impertinencia!

¿Cómo se puede saber?

BATO

Un sastre lo dijo ayer,

hombre de buena conciencia,

165

  que le tomó la medida

para hacelle mi verdugado.

DAFNE

Silvia, a mí me da cuidado

o verdadera o fingida:

  y la cara ¿cómo es?

BATO

170

Eso no es cosa tan fea;

mas no hay hombre que la vea

que pueda vivir después;

  un reinoceronte es nada,

es un peñasco de hielos,

175

es una mujer con celos,

es una suegra enojada;

  un pedregoso barranco

es la frente, y tien por crin

las cerdas de un puerco espín

180

labradas de negro y branco;

  la nariz como guadaña,

y los ojos dos incendios

cercados de escolopendrios

en vez de ceja y pestaña.

SILVIA

185

  Dafnes, el miedo sería

quien a mentir le provoca.

BATO

Tres varas tiene de boca.

SILVIA

¿Tres varas?

BATO

Si cada día,

  como a los ganados venga,

190

se almuerza cuatro cochinos

y diez corderos añinos,

¿qué boca quieres que tenga?

  Ayer se comió un pastor,

que le alcanzó de una encina.

DAFNE

195

¡Ay dioses, tanta rüina

tanto mal, tanto rigor!

  ¿Es Sirena aquélla?

SILVIA

Sí,

y Alcino el que está con ella.

DAFNE

¡Mi Sirena!

SIRENA

Dafne bella,

200

¿adónde vais por aquí?

DAFNE

  Amaneció con el día

esta serpiente cruel

en el prado; y como en él

tan poco reparo había,

205

  venimos al monte huyendo

Bato, Silvia y yo.

ALCINO

La tierra

se despuebla, y en la sierra

van las aldeas haciendo

  una ciudad populosa.

DAFNE

210

Pues tanto sabes, Alcino,

¿por qué culpa o qué destino

esta sierpe venenosa

  vino a Tesalia?

ALCINO

Anteayer

contaba un sabio pastor

215

la causa deste rigor.

DAFNE

A todos harás placer

  en referir lo que sabes.

ALCINO

Diré, Dafne, lo que sé,

que de Doristo escuché

220

y de otros pastores graves.

  Después que el alto Jove omnipotente,

de aquel abismo en sombras sumergido

sacó el mundo invisible, y el presente

por tantos siglos en eterno olvido,

225

dos causas, la materia y la eficiente,

estaban para ser, no habiendo sido,

en acto aquésta y en potencia aquélla,

y entre las dos naturaleza bella.

  Una era cielo en altos movimientos,

230

y otra era tierra en firme compostura;

mas como dividió los elementos,

salió la luz resplandeciente y pura:

fúlgida antorcha obscureció los vientos,

globo de plata la tiniebla obscura,

235

bordaron el zafir diamantes claros,

del siempre cano mar brillantes faros.

  La verde tierra, ya del fruto amago,

se entapizó de hierbas y de ramas,

cubriendo en agua el ara y viento vago,

240

al fénix plumas y al delfín escamas;

no conocían el horrible estrago

de Marte fiero, y sus ardientes llamas,

los hombres que en la edad de oro vivían,

ni en los comunes términos partían.

245

  Tras ésta, la de plata y la de cobre,

en que va comenzaba la malicia

y molestar con fuerza el rico al pobre,

volviéndose a los cielos la justicia:

no permiten, airados, que la cobre,

250

creciendo la maldad y la codicia,

en la de hierro, con que vio la tierra

hurto, traición, mentira, incendio y guerra.

  De los gigantes, el mayor, Tifonte,

subir intenta a la región divina,

255

poniendo un monte encima de otro monte,

a quien airado Júpiter fulmina;

después, con más rigor, todo horizonte

cubrir de tantas aguas determina,

que el alto extremo, exento al aire y hielo,

260

apenas viese del Olimpo el cielo.

  Soberbia tempestad la tierra inunda;

las nubes ríos, las estrellas fuentes;

témplase el cielo, y su piedad redunda

en dar nuevos al sol rayos lucientes:

265

volvió la tierra a ser la vez segunda,

y se dejó pisar de sus vivientes,

produciendo más fértiles al hombre

cuantas naturalezas tienen nombre.

  Entre las fieras hórridas famosa,

270

que entre los partos de la tierra estimo

por la más estupenda y prodigiosa,

tanto, que aun a pintarla no me animo,

nació Fitón, serpiente venenosa,

del gran calor del sol y húmido limo,

275

tanto, que por la parte se corría

que en su disforme producción tenía.

  Esta destruye la Tesalia ahora,

cuya fama cruel el mundo admira

por cuanto ilustra la oriental aurora,

280

y donde el sol en negra sombra expira:

ganados despedaza, hombres devora,

y Júpiter airado, que los mira,

mientras que más sus aras vuelven jaspe,

más duro está que bárbaro arimaspe.

(Dentro gran ruido de silbos y hondas, diciendo:)

285

  ¡Huid, pastores, huid,

que desciende de la cumbre

del monte la sierpe al valle!

¡Todo lo tala y destruye!

¡Huid!

DAFNE

¡Ay, Júpiter santo!

BATO

290

De esta vez, Silvia, me sume

Fitón en su escuro vientre.

SILVIA

¡Huye, Bato!

SIRENA

¡Dafne, huye!

ALCINO

¡Por aquí, Sirena!

SIRENA

¡Ay, triste!

(Tropezando los unos en los otros huyen, quedando BATO en el suelo.)

BATO

No hay cosa que no me ocupe

295

frío temor: ¡muerto soy!

Ceres y Baco me ayuden.

(Sale FEBO con su arco y flechas.)

FEBO

De mi cuarta esfera al suelo

bajo, penetrando nubes,

a los montes de Tesalia,

300

que tristes voces confunden;

quejas de un fiero animal,

envueltas en llanto suben

a mis dorados palacios;

su luz eclipsan y cubren.

305

Dejé el carro a discreción

de Flegón y Etonte; alumbren

el mundo, y las ruedas de oro

la región etérea sulquen;

que basta que el primer móvil,

310

que tantos Cielos incluve.

desde la aurora los lleve

donde su término cumplen,

hasta que en sueño y silencio

la obscura noche sepulte,

315

a las sierras, soledades,

y a los hombres, pesadumbres.

Tomé el arco, y las saetas

pintadas al hombro puse,

antes que otro de los dioses

320

tan alta hazaña me usurpe;

que la envidia y la ambición

no hay cosa que no perturben,

así en imperiales solios,

como, en pajizas techumbres.

325

Voy en busca de la fiera;

mas ya la tierra descubre

uno de los hombres muertos,

por donde le siga y busque;

pero no lo está del todo.

330

¿Vives, hombre?

BATO

¡Venus dulce,

Febo dorado, favor!

FEBO

Alza el rostro, no te turbes.

BATO

¿Qué quieres, señora sierpe?

FEBO

Hombre, escucha.

BATO

¿Que la escuche?

335

Esta vez, por el pescuezo

al estómago me engulle.

FEBO

¿Estás herido?

BATO

¿No ve

la sangre que se me escurre

qué arromadizada viene?

FEBO

340

Oye, necio.

BATO

No me hurgue;

que cosquillas de una sierpe

no hay hueso que no machuquen;

cómame junto, por Dios,

pero no me despachurre;

345

manido estoy, no haya miedo

que la haga mal en el buche.

FEBO

Si estás herido, yo soy

el primero que compuse

aforismos medicables;

350

muestra el pecho, ¿qué rehuyes?

BATO

¡Ay, que me muque, señores!

¡Ay, señores, que me muque!

FEBO

Levanta, bestia.

BATO

¿No es sierpe?

FEBO

¿Aun no dejas que te cure?

355

Médico soy.

BATO

Tarde viene:

no he menester que me purgue.

FEBO

¿No estás herido?

BATO

Yo no;

que estas verdes alegustres

donde huyendo tropecé,

360

de no le ver me disculpen.

FEBO

¿Por adónde va Fitón?

BATO

Señor, no me lo pregunte:

así Dios le dé salud.

FEBO

Villano vil, no te excuses,

365

que tú me la has de enseñar.

BATO

¿Yo cómo, si nunca supe

por adónde van las sierpes?

FEBO

No hayas miedo que te injurie

yendo conmigo; que soy

370

Febo, el autor de la lumbre

celestial; yo soy Apolo.

BATO

Señor Pollo, el que nos hunde

a rayos en el verano,

y en el invierno se escurre;

375

por acá los labradores

las cosas cuando es sazón,

que unas cría y otras pudre;

y también los segadores,

que dicen que los aturde,

380

porque no hay vino que beban,

que al momento no le suden.

FEBO

Camina, ignorante, y dime,

antes que Fitón se oculte,

dónde le tengo de hallar.

BATO

385

Mire, señor, que se aburre,

porque se le ha de mamar

como a higo por Octubre;

tenga lástima a sus años,

porque dan las juventudes

390

dolor si en agraz se van.

FEBO

Camina.

BATO

A mí no me culpe,

pues él por fuerza me lleva;

pero diga, ansí se enjugue

de las aguas del invierno

395

entre sus martas azules,

si es sol que todo lo ve,

¿no es necedad que procure

que yo le enseñe la sierpe?

FEBO

¡Villano, no me disgustes!

400

Ahora soy cazador;

saetas llevo, y no luces,

con que deste al otro polo

no hay cosa que dificulte.

Ven sin temor; que me aflige

405

ver lo que esta tierra sufre:

que sólo es digna de Febo

una hazaña tan ilustre.

(Salen ARISTEO, Príncipe de Tesalia, y COREBO, criado.)

COREBO

  No está lejos Vuestra Alteza

de la gruta donde vive.

ARISTEO

410

Ya mi pecho se apercibe,

Dafne hermosa, a tu belleza,

honor de naturaleza

y gloria de mi deseo;

que no ha de negar Peneo,

415

aunque tan ilustre río,

su hija a mi amor, por mío,

y a mi ser por Aristeo.

  Príncipe heredero soy

de Tesalia. ¿A quién pudiera

420

dar su hija que fe diera

la nobleza que le doy?

¡Perdido por ella estoy!

COREBO

Bien, señor, lo manifiestas.

ARISTEO

Vi, Corebo, en unas fiestas

425

a Dafne, donde excedía

cuantas damas aquel día

las adornaron compuestas;

  como el diamante al rubí,

como la rosa a la flor,

430

y el ámbar a todo olor,

vencer a todas la vi:

todos los sentidos di

al primero movimiento;

y viendo mi entendimiento

435

tan dulce imaginación

solicitó su atención

por la vista el pensamiento.

  Rendíle, en fin, por los ojos

cuanto supo y pudo amor,

440

como suele al vencedor

el rendido los despojos;

mas creciendo los enojos

de una pena tan suave,

rompió el secreto la llave.

COREBO

445

Esta es la cueva, señor.

ARISTEO

La esperanza de mi amor,

Hoy, en posesión acabe.

(Descúbrese el río PENEO en su gruta.)

  ¡Oh! Tú, famoso e ínclito Peneo,

que entre el Olimpo y Osa

450

riegas el Tempe, que con pies de rosa

recibe tu cristal en su deseo:

escucha atento al Príncipe Aristeo,

si no perturba el aire hasta tu oído

de las sonoras aguas el rüido;

455

levanta la cabeza, coronada

de tantas varias flores, y la copia

de fructíferas ramas esmaltada,

digno blasón de tu grandeza propia.

  El Nilo por Egipto y Etiopía,

460

el Gange por la India, y cuantos sorbe

el mar por todo el orbe,

te rindan vasallaje.

PENEO

Mi Aristeo,

ese te debe sólo a ti Peneo.

ARISTEO

Ya sabes, claro río,

465

a que me trae el pensamiento mío.

PENEO

Tendréme por dichoso

en que mi yerno seas,

pues de Dafne deseas,

príncipe, ser esposo,

470

y ella también será con estas bodas

hermosa reina de las ninfas todas

que habitan mi ribera;

vuelve a tu casa y confiado espera.

que en sabiendo su gusto, pues es justo,

475

te la dará mi amor con mayor gusto.

ARISTEO

De la nobleza de tu heroico pecho

partiré satisfecho;

que no es razón que un río semideo

pueda volver atrás.

PENEO

Parte, Aristeo;

480

porque, entre cuantas cosas tienen nombre,

los ríos solamente

nunca vuelven atrás de su corriente;

ejemplo para el hombre,

si es hombre el que no cumple lo que dice.

ARISTEO

485

El cielo te prospere de aguas puras.

¡Oh dulce auspicio de mi amor felice!

¡Oh tiempo, pues por todo te apresuras,

pasa por mí veloz con alas nuevas,

pero en dándome a Dafne no te muevas!

(Él se va por una parte, y DAFNE entra por otra, y SILVIA.)

DAFNE

490

Gente de la ciudad, Silvia: ¿qué es esto?

¿y con mi padre hablando?

SILVIA

Estarán por ventura consultando

tu casamiento.

DAFNE

Siempre fue molesto

ese cansado nombre a mis oídos.

SILVIA

495

Pues ¿qué galanes?

DAFNE

Menos que maridos.

SILVIA

No parece mujer, pues en naciendo,

ese nombre les abre los sentidos,

ni viven otra cosa persuadiendo

a sus padres jamás.