Corazón es un cazador solitario
de Carson Mc Cullers

Corazón es un cazador solitario. De interés general

 

 

Fuente romana.cl. A diferencia de muchos otros escritores, que dicen haber sido “elegidos por la escritura”, y no al revés -, Carson Mc Cullers pasó toda su infancia y adolescencia pensando en ser pianista, y se encontró con la escritura por casualidad. Había estado recibiendo clases de piano desde los cinco  y,  cuando cumplió diecisiete, se mudó desde Georgia a Nueva York decidida a entrar a una escuela de música, pero en el camino se le perdió la plata de la matrícula, así que comenzó a trabajar de recepcionista en hoteles. Un día, como quien dice “hoy almorzaré puré”, se le ocurrió estudiar Escritura Creativa en Columbia, y ahí empezó a publicar cuentos cortos en la Revista de Historia de dicha universidad, por los que recibió bastantes halagos, así que asumió su fracaso con el piano.

 

Como era chica (tenía 24 años), y era mujer, todo el mundo se sorprendió cuando publicó, repentinamente, su primera novela, El corazón es un cazador solitario (1940), donde cuenta la historia de Singer, un sordomudo que comparte casa con su único amigo, otro sordomudo, en una ciudad del sur de Estados Unidos. Un día su amigo debe abandonar la casa y Singer se muda a una pensión. Después de eso, se van sucediendo las nuevas personas que Singer conoce y se van convirtiendo en sus amigos, aunque él está empecinado en volver a ver a su antiguo amigo. Las personas que conoce son muy peculiares, como una niñita de diez años, hija de los dueños de la prensión, que usa ropa de hombre y está  obsesionada con la música clásica; Jack, un comunista borracho a quien rescata tras una pelea callejera o el doctor Copeland, un doctor enfermo y ermitaño que debe ver las injusticias que en esos años sufren las personas de raza negra, como él. Y esa es la principal característica del libro: habla un poco gente extraña, pero por sobre todo que está completamente sola. ¿Y su gracia?  la manera en que todo se describe, contando pequeños momentos cotidianos muy íntimos de los personajes, alternados con la “acción” del libro.

 

 

Fuente aquileana. Reseña:

 

“Bajar es la parte más difícil de cualquier ascenso” (Carson Mc Cullers. “El Corazón es un Cazador Solitario”).-

 

“El Corazón es un Cazador Solitario” fue la primer novela de Carson Mc Cullers. Publicada cuando la autora tenía tan sólo 24 años de edad, fue recibida con sentusiasmo por la crítica. En un pueblo se entrecruzan las historias de Copeland, un médico interesado en concienciar a los negros; Biff, el dueño del “drugstore”; Mick, una adolescente apasionada de la música -a buen seguro trasunto de la autora- cuyos sueños la evaden de la miseria de su hogar; Blount, un forastero alcohólico; el sordomudo John Singer, interlocutor ideal. La novela recoge las pequeñas tragedias y sueños de una pequeña ciudad sureña de la que nunca se nos dice el nombre, a través de la peripecia de varios individuos: el sordomudo Singer, triste por haber sido separado de su único amigo e igual, el sordomudo Antonopoulos.

 

Frases de “El Corazón es un Cazador Solitario”:

 

 

 

“El sol parecía un hierro candente haciendo presión sobre su cabeza. La ciudad tenía el aspecto del lugar más solitario del mundo. La inmovilidad de la calle le produjo una extraña sensación”…

 

“Sí, era agradable hablar. El sonido de su propia voz le producía placer. Los sonoridades parecían tener eco y se mantenían suspendidas en el aire de manera que cada palabra se ecuchaba dos veces”.

 

“Hablaban, porque tenían la sensación de que el mudo nunca dejaba de comprender lo que querían comunicarle. Y tal vez más aún”.

 

“El silencio se produjo de una manera súbita y extraña… El terrible silencio se hacía cada vez más pesado”.

 

“Y entonces abrió los ojos. El cielo estaba aún oscuro y todas las estrellas habían desaparecido. La hierba se veía mojada… En ese instante recordó la música. En el aire flotaba el aroma del otoño. En su mente la música sonaba a todo volumen y cada vez más rápido; corrió aumentando gradualmente la velocidad por las aceras que conducían a su casa”.

 

“El viernes cayó una larga y lenta lluvia de invierno. La pared se mojó; los mensajes se borraron hasta el punto de no quedar una sola palabra legible. La lluvia continuó cayendo gris, implacable y fría”.

 

“Y como no había manera de desmentirlos, los rumores crecieron en esplendor y realidad: cada hombre transformó al mundo en aquello que deseaba que fuese”.

 

“Pronto amanecería. El cielo de la madrugada era de un azul profundo y brillante, y el tono plateado de la luna se había vuelto blanco. Reinaba un silencio absoluto. El único sonido era el nítido canto de un pájaro primaveral oculto en la oscuridad”.

 

“Durante un rato deambuló por las calles con la cabeza gacha. Pero la enceguecedora luz del sol y la humedad lo oprimían. Regresó a su habitación con los ojos hinchados y un fuerte dolor de cabeza… Se fumó un cigarrillo. Sacó una pistola de su bolsillo y se disparó una bala en el pecho”.

 

“El cielo se había nublado. Había tal tranquilidad en la atmósfera que el humo de un molino ascendía en línea recta… Las nubes en el cielo se hicieron más espesas vaticinando una lluvia de verano antes de la noche… En el aire enrarecido podía olerse la tormenta. El vívido tono verde de los árboles que crecían a lo largo de la acera parecía colorear la atmósfera y sobre la calle había un extraño resplandor verde… Se oyó un trueno de resonancia metálica se enfrió en forma repentina. Grandes gotas plateadas de lluvia golpearon sobre el pavimento. Una avalancha de agua lo encegueció”.

 

“El silencio en la habitación era tan profundo como la noche…. Como en un relámpago fugaz tuvo la visión de la lucha y del valor de los seres humanos. De pronto, sintió que algo se aceleraba dentro de él. El corazón le dio un vuelco y tuvo que apoyarse en el mostrador para no caer… Contempeló su propio rostro reflejado en el espejo de atrás… El ojo izquierdo escudriñaba, semicerrado, el pasado; mientras que el derecho se desorbitaba de temor frente a la oscuridad del futuro, el error y la ruina. Y él estaba suspendido entre la luz y las tinieblas. Entre la amarga ironía y la fe”…

 

“Al dirigirse a la puerta, sus pasos adquirieron seguridad. Y cuando volvió a entrar recuperó la calma y se sintió dispuesto a esperar el sol de la mañana”.

 

 

Fuente bienvenidosalafiesta.

 

MCCULLERS, Carson

 

Escritora norteamericana. 1917-1967. Nació en Columbus, Georgia. Su nombre era Lula Carson Smith. McCullers era el apellido de su marido. Por sus dotes para la música estudió para ser concertista de piano. Abandonó esos estudios para ser escritora pero la música tendrá mucha importancia en sus obras. Obtuvo fama siendo joven, lo que, unido a los dolores de una enfermedad mal diagnosticada, la condujo a un comportamiento inestable en el que abusó de la bebida. Murió en Nueva York.

 

 

Narrativa: Vida diaria.

 

 

Una ciudad del Sur de los EE.UU. El personaje central es Singer, un sordomudo «tranquilo pero meditativo, algo que a menudo se descubre en las caras de las personas muy tristes o muy juiciosas», un hombre con ojos llenos de matices, «como los de un hechicero», y al que le gusta vagar por las calles de la ciudad, «siempre silencioso y solo». A verle a su pensión acuden personajes variados cuyas vidas se entrecruzan: Mick Kelly, una niña en el umbral de ser adolescente; Jake Blount, un borracho; el doctor Copeland, un viejo cascarrabias negro siempre predicando ideas marxistas. Todos ellos acudían a Singer, «porque sentían que el mudo siempre comprendía, fuera lo que fuera lo que quisieran decirle. Y quizá más que eso». El otro personaje central es Biff Brannon, el dueño del Café New York, que todos visitan con frecuencia, y para quien resulta inexplicable cómo era posible que hubieran convertido a Singer «en una especie de dios casero. Debido al hecho de que era mudo, podían atribuirle todas las cualidades que querían que tuviera».

 

 

Narrativa: Vida diaria.

 

 

Frankie, 12 años, espera con ansiedad el próximo viaje a la boda de su hermano, en Winter Hill. En sus diálogos con la empleada negra de su casa, Berenice, y con John Henry, su primo de 6 años, se van manifestando sus inquietudes y deseos: quiere comenzar una nueva vida y marcharse de viaje con los novios.

 

 

Ambas novelas tienen en común, además del personaje adolescente, el panorama de unas vidas con horizontes pobres, el mensaje de que las personas sólo pueden compartir su soledad, y la descripción magistral de la vida del Sur, un mundo bronco en el que aflora enseguida el rechazo hacia los negros: «Lo que no quiero es estar presa», dice Frankie; «yo estoy peor presa que tú, dice Berenice, porque soy negra. Porque soy de color. Todo el mundo está prisionero de un modo u otro. Pero han puesto unas cadenas completamente especiales alrededor de toda la gente de color».

En El corazón es un cazador solitario, aunque tiene un papel relevante la niña Mick Kelly, McCullers centra su análisis de la soledad humana sobre todo en el sordomudo Singer, un «catalizador emocional» en palabras de la autora. Es una novela que habla de la imposibilidad de una verdadera comunicación, de la necesidad de afecto, y que no tiene respuestas a las preguntas acerca del sentido de la vida: «¿Por qué? Esa pregunta fluía siempre a través de Biff, inadvertida, como la sangre en sus venas».

Frankie y la boda, una obra en parte biográfica y quizá la mejor de la autora, tiene más unidad de acción y refleja como pocas veces se ha hecho el momento de transición de la niñez a la adolescencia. En ella se habla casi en exclusiva del malestar vital de una chica que percibe la transformación de su cuerpo y el transcurrir del tiempo. La música tiene menor peso aquí que en El corazón, pero son frecuentes las reiteraciones como estribillos musicales para conseguir un efecto parecido al de las baladas folk.

 

 

La soñadora Mick Kelly

 

Mick Kelly tiene doce años, es incapaz de estarse quieta, desea cosas sin saber muy cuáles, está permanentemente reconcomida por una inquietud que no sabe identificar. Es una chica soñadora —«M.K. Estas iniciales figurarían en todas sus cosas cuando tuviera diecisiete años y fuera muy famosa»—; entusiasta de la música —«había un tipo especial de música que le encogía el corazón cada vez que la oía. A veces, esta música era como trocitos coloreados de caramelo, y otras era la cosa más suave y triste que jamás imaginara»—; mantiene unas tirantes relaciones con sus hermanas mayores, que la llevan a buscar distinguirse —«no quiero ser como ninguna de vosotras dos; no quiero parecerme a ninguna. Y no lo haré. Por eso llevo shorts»—... Pero quien la cala hasta el fondo es Portia, la negra que trabaja en casa de sus padres, hija del Doctor Copeland: te conozco, le dice, «esta tarde vas a andar por todas partes sin estar nunca satisfecha. Vas a caminar por ahí como si anduvieras buscando algo perdido. Te vas a excitar cada vez más. Tu corazón va a latir tan fuerte que casi te matará porque no amas y no tienes paz. Y luego algún día vas a hacer algún disparate y te vas a perder. Nada te ayudará entonces».

 

 

Momentos de la vida de Frankie

 

«Aquel verano, para Frankie, era el verano del miedo [...], se sentía enferma y cansada de ser quien era. Se odiaba a sí misma y se había convertido en una criatura perezosa e inútil que vagueaba por la cocina, sucia, ansiosa, mezquina y triste [...]. El pueblo empezó a hacerle daño [...]. Aquella temporada muchas cosas le daban de pronto ganas de llorar. Por la mañana muy temprano salía a veces al jardín y se quedaba largo rato contemplando el cielo del amanecer. Y era como si su corazón hiciera una pregunta y el cielo no le diera contestación. [...] Le daban miedo esas cosas que le hacían preguntarse de pronto quién era ella, qué iba a ser en el mundo y por qué en aquel momento estaba allí parada, viendo una luz, o escuchando o mirando al cielo, tan sola. Tenía miedo y en el pecho se le hacía un extraño nudo».

«En algún sitio del pueblo, no muy lejos, una trompeta empezó a tocar un blues. La música era triste y honda. [...] Luego, de pronto, mientras Frankie escuchaba, la trompeta rompió en unas salvajes estridencias de jazz que se empinaban frenéticamente en zigzag, con segura agilidad de negro. Al final de esa floritura de jazz la música se ahiló en un repiqueteo tenue y lejano, y luego la melodía volvió a la canción triste inicial y fue como si hablara de toda aquella temporada de inquietud. Frankie estaba allí, de pie en la acera oscura, y el estrecho nudo que sentía en el corazón le hacía apretar las rodillas y le secaba la garganta».

«Y cuando se planteó la vieja pregunta (quién era ella, qué haría en el mundo y por qué estaba allí de pie en aquel momento), cuando se planteó la vieja pregunta ya no se sintió dolorida y sin respuesta.»