Lo que aprendí de la tribu (y lo que no)
De interés general

Lo que aprendí de la tribu (y lo que no)

 

 

10/02/2014 Fuente revistaÑ. Jared Diamond es autor de "El mundo hasta ayer: ¿qué podemos aprender de las sociedades tradicionales?". En las sociedades a las que hace referencia en su libro, los chicos tienen independencia y la justicia es otra. Pero también es común el infanticidio.

 

Bill Gates está viejo. Ya alejado de la cúpula de Microsoft, uno de los hombres más rico del mundo divide sus días entre la filantropía y su gran pasión, leer. Ultimamente, un libro –de papel– lo desvela: lo lleva a todos lados y no deja de recomendarlo: El mundo hasta ayer: ¿qué podemos aprender de las sociedades tradicionales?, de Jared Diamond, recientemente publicado en castellano por la editorial Debate. En él, este geógrafo cultural de la Universidad de California y uno de los más reconocidos divulgadores científicos de la actualidad, compara las sociedades tribales pequeñas con nuestras grandes sociedades modernas, en temas como la educación de los niños, la resolución de conflictos, el envejecimiento, la salud, la religión y la importancia de hablar varios idiomas.

 

“Las pequeñas tribus que aún sobreviven representan infinidad de experimentos milenarios en la organización de las vidas humanas de los que podemos aprender –cuenta desde su casa en Los Angeles este ganador del Premio Pulitzer–. Las sociedades tribales como los Pirahã en Brasil, los Inuit en Alaska, los !Kung, Nuer y Hadza en Africa no deberían ser desdeñadas por primitivas pero tampoco hay que idealizar la vida tradicional como feliz y pacífica. Son sociedades similares a nosotros y a la vez muy distintas. Por ejemplo, en Nueva Guinea es dificil encontrar personas con problemas coronarios, obesidad o diabetes”.

 

–¿Qué nos pueden enseñar estas culturas respecto al cuidado infantil y la justicia?

–Depende de la sociedad. Las sociedades tradicionales son mucho más diversas en prácticas culturales que las sociedades industriales modernas. En muchas de ellas es común el infanticidio, la guerra permanente y que las viudas sean estranguladas. En la mayoría, la mitad de los niños muere a los cinco años. Sin embargo, en Nueva Guinea y en el Amazonas los niños tienen mucha libertad y así aprenden a tomar decisiones de manera independiente. Los grupos no se dividen por edades: los más jóvenes aprenden de los mayores que cuidan a los más pequeños. En cuanto a la resolución de conflictos, en el sistema judicial de las sociedades modernas no se tienen en cuenta los sentimientos de los implicados. En las sociedades tradicionales, sí: son grupos humanos en los que todos se conocen y donde la soledad no es un problema. Lo importante en ellas no es diferenciar entre el bien y el mal ni imponer castigos, sino restaurar los sentimientos, mantener una buena relación entre sus miembros.

 

–En estas décadas de viajes a Nueva Guinea, ¿qué prácticas o costumbres les son aún un misterio?

–Los argentinos y estadounidenses entablamos nuevas amistades con extraños simplemente porque nos cae bien tal o cual persona. Para muchos habitantes de Nueva Guinea, en cambio, los extraños son vistos como personas a temer o de los cuales aprovecharse. Tienen un concepto de amistad muy diferente al nuestro.

 

–¿Hay en estas sociedades alguna práctica emparentada con la ciencia?

–Sí, en Nueva Guinea tienen un conocimiento increíblemente detallado de su ambiente natural, saben mucho de las especies de aves, plantas e insectos.

 

–¿Y existen en ellas innovadores como Bill Gates?

–Sí, toda sociedad tiene su Bill Gates. La diferencia radica en las oportunidades que se les dan a estas personas inventivas para usar sus talentos.