La droga no puede ser un juego
Droga

La droga no puede ser un juego

 

 

10/06/2015 Fuente lavoz. La cultura del consumo de estupefacientes y del narcotráfico está cada vez más presente en las escuelas, por lo que es necesaria una acción decidida del Estado en todos sus niveles.

 

El consumo activo de drogas se inicia, en nuestro país, alrededor de los 13 años. Según datos del estudio que la Secretaría de Programación de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar) difundió a fines de 2014, uno de cada dos adolescentes ya consume alcohol a esa edad, más del 20 por ciento consume tabaco y más de un cinco por ciento probó la marihuana.

 

Esos porcentajes suben de modo dramático a medida que aumenta la edad: hacia los 16, el 80 por ciento toma bebidas alcohólicas, el 40 por ciento fuma y casi un 20 por ciento ha accedido a la marihuana.

 

Una investigación de este diario complejiza ese cuadro, al abordar la problemática del consumo pasivo y la naturalización de la “cultura de la droga” por parte de niños.

 

No son pocos los docentes que registran en sus aulas niños con algún tipo de intoxicación en los jardines de infantes y los primeros grados de la primaria.

 

Chicos de 4 a 7 años muestran diferentes grados de excitación, irritación en los ojos o alteraciones del sueño, cuando no buscan descargar su violencia en la escuela o descomprimir la angustia con la que llegan.

 

El hecho de que viven inmersos en la cultura de la droga, es algo que también se advierte en sus juegos: algunos muelen tizas y arman ­“líneas sobre papel glasé; otros juegan a ser ­vendedores.

 

También pueden hablar con sus docentes del tema y demostrar un amplio conocimiento. Saben, por ejemplo, cuándo la mamá estuvo “cocinando”, o pueden explicarles que la diferencia entre un “papel” y una “alita de mosca” es la calidad de la cocaína.

 

Una sola conclusión es posible: resulta lógico que los niños y los adolescentes reaccionen de este modo. Tienden a naturalizar lo que viven, y viven en un medio que es permisivo respecto del consumo de drogas.

 

Como decíamos a fines de abril, a propósito de una denuncia de vecinos de barrio Bella Vista, en la capital provincial, no son pocas las familias que han convertido a la venta de droga en su medio de subsistencia.

 

Por cierto, Bella Vista no es una “isla”: el Observatorio de Seguridad Ciudadana ya ha detectado 23 barrios de la ciudad de Córdoba atravesados por las redes del narcotráfico y el narcomenudeo, con una importante cantidad de vendedores que actúan como puntos de distribución, comercialización y control del espacio público. Por lo tanto, de una o de otra manera se vuelven reguladores de la vida social y familiar.

 

Habrá que decirlo una vez más: si el Estado quiere hacer algo contra el flagelo de la droga, aquí está delineada la escena en la que tiene que intervenir. No hacer nada, por supuesto, es ser cómplice.