Juana de Arco 1. Primera entrega
BiografĂ­a

Juana de Arco 1. Primera entrega

 

De interés general

 

 

Fuente Wikipedia. Juana de Arco (En francés Jeanne d'Arc) (6 de enero de 1412 – 30 de mayo de 1431), también conocida como la Doncella de Orléans (o, en francés, la Pucelle), es una heroína, militar y santa francesa. Su festividad se conmemora el día del aniversario de su muerte, como es tradición en la Iglesia católica, el 30 de mayo.

 

Trayectoria

 

Nacida en Domrémy, un pequeño poblado situado en el departamento de los Vosgos en la región de la Lorena, Francia, ya con 17 años encabezó el ejército real francés. Convenció al rey Carlos VII de que expulsara a los ingleses de Francia, y éste le dio autoridad sobre su ejército en el Sitio de Orleans, la batalla de Patay y otros enfrentamientos en 1429 y 1430. Estas campañas revitalizaron la facción de Carlos VII durante la Guerra de los Cien Años y permitieron la coronación del monarca.

 

Como recompensa, el rey eximió a Domrémy del impuesto anual a la corona. Esta ley se mantuvo en vigor hasta hace aproximadamente cien años. Posteriormente fue capturada por los borgoñones y entregada a los ingleses. Los clérigos la condenaron por herejía y el duque Juan de Bedford la quemó viva en Ruan. La mayoría de los datos sobre su vida se basan en las actas de aquel proceso pero, en cierta forma, están desprovistos de crédito, pues, según diversos testigos presenciales del juicio, fueron sometidos a multitud de correcciones por orden del obispo Cauchon, así como a la introducción de datos falsos. Entre estos testigos estaba el escribano oficial, designado sólo por Cauchon, quien afirma que en ocasiones había secretarios escondidos detrás de las cortinas de la sala esperando instrucciones para borrar o agregar datos a las actas.

 

Veinticinco años después de su condena, el Rey Carlos VII instigó a la Iglesia a que revisara aquel juicio inquisitorial, dictaminando el Papa Nicolás V la inconveniencia de su reapertura en aquellos momentos, debido a los recientes éxitos militares de Francia sobre Inglaterra y a la posibilidad de que los ingleses lo tomaran, en aquellos delicados momentos, como una afrenta por parte de Roma. Por otro lado, la familia de Juana también reunió las pruebas necesarias para la revisión del juicio y se las envió al Papa, pero éste se negó definitivamente a reabrir el proceso.

A la muerte de Nicolás V, fue elegido papa el español Calixto III (Alfonso de Borja) el 8 de abril de 1456, y fue él quien dispuso que se reabriera el proceso. La inocencia de Juana fue reconocida ese mismo año en un proceso donde hubo numerosos testimonios y se declaró herejes a los jueces que la habían condenado. Finalmente, ya en el siglo XX, en 1909 fue beatificada y posteriormente declarada santa en 1920 por el Papa Benedicto XV. Ese mismo año fue declarada como la santa patrona de Francia.

 

Su fama se extendió inmediatamente después de su muerte: fue venerada por la Liga Católica en el siglo XVI y adoptada como símbolo cultural por los círculos patrióticos franceses desde el siglo XIX. Fue igualmente una inspiración para las fuerzas aliadas durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial.

 

Popularmente, Juana de Arco es contemplada por muchas personas como una mujer notable: valiente, vigorosa y con una gran fe. Hoy en día es objeto de especial interés en la República de Irlanda, Canadá, Reino Unido y los Estados Unidos. En el movimiento del escultismo es la santa patrona de las guías.

 

El origen de Juana y el contexto de su tiempo

 

Su nombre

 

 

Firma de Juana.

 

De acuerdo con los datos recabados en el proceso de Ruan, Juana se hizo llamar siempre «Juana la Doncella». No obstante, como ella misma comentó, «dentro de mi pueblo se me llamaba Jehannette. En Francia, se me llamaba Jehanne desde mi llegada».

 

Posteriormente, se le añadiría la palabra «Darc» como apellido, para referirse a ella de forma oficial (la falta de apóstrofo en su versión francesa —d'Arc— se debe a la inexistencia de tal signo en la Edad Media). Arco (arc) proviene del apellido de su padre, Jacques Darc, cuyas raíces familiares estaban posiblemente en dos pueblos, Arc-en-Barrois o Art-sur-Meurthe, pueblos muy cercanos donde se cree que nació «la Pucelle». El nombre, no obstante, varía (Arc, Ars, Ai…) dadas las diferencias en la versión antigua de Art sur Meurthe (donde se reduce la erre).

 

La denominación de «Jehanne d'Arc» se encuentra en la obra de un poeta de Orléans hacia 1576; «Jehanne» se transcribe hoy en día como «Jeanne».

 

Sus padres

 

En el proceso Juana dijo sobre sus padres lo siguiente: «Mi padre se llama Jacques Darc y mi madre Isabelle». De esta manera se sabe que sus padres fueron Jacques Darc e Isabelle Romée.

 

Isabelle Romée no era el nombre original, sino que era el sobrenombre que se dio a Isabelle de Vouthon (que pertenecía a la parroquia de Vouthon, hoy en el departamento de Charente), como se hizo a otros una vez que realizaban el peregrinaje «de Puy» (de la montaña) en vez del de Roma. De hecho Juana no dio el apellido. Su padre Jacques era agricultor. No era pobre pero vio a regañadientes la venida de otro nuevo vástago más a su familia, ya que Juana tuvo tres hermanos mayores.

 

El nacimiento

 

Casa natal de Juana de Arco, en Domrémy, actualmente convertida en museo.

 

El debate sobre la fecha de nacimiento de la Doncella de Orléans no lo consiguió resolver ni la misma Juana durante el proceso, ya que, cuando le preguntaron qué edad tenía, respondió:

 

«Alrededor de diecinueve años, creo». Aunque no estaba segura, la historiografía ha interpretado esta declaración al pie de la letra. De esta manera, restándole su posible edad a la fecha en la que se realizó la pregunta durante el proceso, 24 de febrero de 1431, el año de su nacimiento sería probablemente 1412.

 

El lugar donde nació es teóricamente Domrémy, tal y como dijo en el interrogatorio de identidad de su proceso, el 21 de febrero de 1431; «Yo he nacido en la villa de Domrémy».4 Además añadió que era una villa dependiente de Greux (inmediatamente al norte de Domrémy), y que hoy ha pasado a llamarse Domrémy-la-Pucelle, gracias a ella. Ambas pertenecen actualmente al departamento de los Vosgos, en la región de la Lorena. Domrémy fue también el lugar donde recibió el bautismo de manos del Padre Jean Minet.

 

El conflicto de la Guerra de los Cien Años

 

Artículo principal: Guerra de los Cien Años.

 

 

Felipe VI de Francia, en la Biblioteca Nacional de Francia.

 

Tras la muerte sin descendencia de Eduardo el Confesor y el breve reinado del rey Harold II, el trono de Inglaterra fue conquistado en 1066 (batalla de Hastings) por el francés Guillermo el Conquistador, duque de Normandía. Estos hechos constituyeron la primera disputa de sucesión (debida a los parentescos entre las noblezas de ambos territorios), dando inicio a una duradera rivalidad entre ambos reinos. Con el tiempo, los reyes de Inglaterra reunieron varios de los mayores ducados de Francia: Aquitania, Poitiu, Bretaña.

 

Los intentos de Francia por recuperar los territorios perdidos precipitaron uno de los más largos y sangrientos conflictos de la historia de la humanidad: la Guerra de los Cien Años, que duró en realidad 116 y produjo millones de muertos y la destrucción de casi toda la Francia Septentrional.

 

Los intereses de unificar las coronas se concretaron a la muerte del rey francés Carlos IV en 1328. Felipe de Valois, francés y sucesor gracias a la Ley Sálica (Carlos IV no había tenido descendencia masculina), se proclamó rey de Francia el 27 de mayo de 1328 (reinó como Felipe VI de Francia). Felipe ya se había convertido en regente tras la muerte de Carlos IV mientras se esperaba el nacimiento del hijo póstumo del rey difunto, que finalmente resultó ser una niña.

 

La Guerra de los Cien Años comenzaría en 1337, cuando Felipe VI reclamó el feudo de la Gascuña a Eduardo III (aferrándose a la ley feudal) después de incursiones por el Canal de la Mancha en un intento de restaurar en el trono escocés al rey David II (aliado francés exiliado a Francia desde junio de 1333), pretextando que no respetaba a su rey. Entonces, el 1 de noviembre Eduardo III responde plantándose en las puertas de París y declarando por medio del obispo de Lincoln que él era el candidato adecuado para ocupar el trono francés.

 

Inglaterra ganaría importantes batallas como Crécy (1346) y Poitiers (1356), ya con el relevo de Juan II en lugar de Felipe VI, y obtendría la inesperada victoria de Agincourt en 1415, bajo la competente dirección del rey Enrique V.

 

Una grave enfermedad del rey francés propició la lucha por el poder entre su primo Juan I de Borgoña o Juan sin Miedo y el hermano de Carlos VI, Luis de Orleans. El 23 de noviembre de 1407, se comete el asesinato del armagnac Luis de Orleans en las calles de París y por orden del borgoñón. Las dos ramas de la familia real francesa se dividen en dos facciones: los que daban soporte al duque de Borgoña (borgoñones) y los que apoyaban al de Orleans y después a Carlos VII, Delfín de Francia (que fue desheredado o ilegitimado desde 1420) (armagnacs), ligados a la causa de Orleans a la muerte de Luis. Con el asesinato del armagnac, ambos bandos se enfrentaron en una guerra civil y buscaron el apoyo de los ingleses. Los partidarios del Duque de Orleans, en 1414, vieron rechazada una propuesta a los ingleses, quienes finalmente pactaron con los borgoñones.

 

A la muerte de Carlos VI en 1422 es coronado rey de Francia el hijo de Enrique V y Catalina de Valois, el infante Enrique VI (por lo tanto, Enrique VI de Inglaterra y I de Francia); en tanto que los armagnacs no dieron su brazo a torcer y se mantuvieron fieles al hijo del rey francés, Carlos VII, quien fue coronado también en 1422 de forma nominal en Berry, a falta de imponerlo como rey de facto, pero destronando al inglés de jure.

 

El misticismo de Juana

 

 

Juana de Arco recibiendo el mensaje del arcángel Miguel por Eugene Thirion (1876).

 

«Yo tenía trece años cuando escuché una voz de Dios», declaró Juana en Ruan el jueves 22 de febrero de 1431. El hecho sucedió al mediodía en el jardín de su padre. Añadió que la primera vez que la escuchó notó una gran sensación de miedo. A la pregunta de sus jueces, añadió que esta voz venía del lado de la iglesia y que normalmente era acompañada de una gran claridad, que venía del mismo lado que la voz.

 

La Iglesia Católica y la inmensidad de fieles, reconoció como verdaderas estas apariciones.

 

Cuando le preguntaron cómo creía que era aquella voz, ella respondió que le pareció muy noble, por lo que afirmó: «y yo creo que esta voz me ha sido enviada de parte de Dios». Así pues, cuando la escuchó por tercera vez le pareció reconocer a un ángel. Y aunque a veces no la entendía demasiado bien, primero le aconsejó que frecuentara las iglesias y después que tenía que ir a Francia, sobre lo cual la empezó a presionar. Además esta voz la escuchaba unas dos o tres veces por semana. No mucho después, reveló otro de los mensajes clave que le envió: «Ella me decía que yo levantaría el asedio de Orleans».

 

El 27 de febrero, Juana identificó estas voces: se trataba de la voz de Santa Catalina de Alejandría y de Santa Margarita de Antioquía, las santas más veneradas del momento, si nos atenemos a la iconografía anterior a Juana.5 Catalina, es definida a veces como una figura apócrifa a caballo de los siglos III y IV que murió a una edad similar a la de Juana; también erudita (patrona de muchas especialidades intelectuales) y habiendo persuadido al emperador Maximiano de que dejase de perseguir cristianos. Después sería condenada a morir en la rueda (un sistema de tortura que fractura los huesos), aunque se dice de ella que, al tocar la rueda, la rompió y, finalmente, tuvo que ser decapitada. Por otro lado, la leyenda de Margarita refiere que fue una doncella despreciada por su fe cristiana, a la que ofrecieron matrimonio a cambio de la renuncia a esta fe. Ante su negativa fue condenada a tortura, si bien logró escapar milagrosamente en varias ocasiones (antes de su captura definitiva y martirio). Por ello, es venerada por la Iglesia católica como santa virgen y mártir.

 

Juana afirmó que las había reconocido gracias a que las propias santas se habían identificado, algo que ya había declarado en Poitiers, con motivo del interrogatorio sobre las visiones llevado a cabo por la corte del Delfín. Se negó a dar más explicaciones, instando a los jueces a ir a Poitiers si querían conocer más detalles.

 

Sobre el año en que sucedió, en un primer momento había dicho que fue cuando tenía trece años. Posteriormente detalló que hacía siete años que estas voces le aconsejaban y la protegían. Por lo tanto, se asume que en 1424 se le habrían aparecido por primera vez las visiones.

 

Juana explicaría entonces (antes de mencionar el nombre de las santas) la misión que la voz le encomendó. Después de mencionar a éstas, los jueces le preguntaron a quién correspondía entonces la primera de las voces que había escuchado, aquella que le había causado tanto miedo siete años atrás. Ella, que todo lo iba respondiendo con muchas reservas y ensimismamiento, se resistió varias veces, pero finalmente respondió que fue San Miguel (considerado protector del reino de Francia), al que vio con sus propios ojos, acompañado de los ángeles del cielo. Fue él quien le ordenó partir para liberar a Francia y así cumplir con la voluntad de Dios.

 

El asedio de Orleans

 

 

Juana de Arco comandando el asedio de Orleans por Lenepveu.

 

En sus apariciones, las voces le indicaron que debía ir a Orleans, una de las ciudades más importantes del momento, y romper el asedio que había comenzado en octubre de 1428.

Ella trató de recurrir a Robert de Baudricourt, comandante de la guarnición armagnac, establecida en Vaucouleurs, un poco al norte de Domrémy; lo cual hizo mediante su tío, Durant Laxant. Quería obtener una pequeña escolta para ir a buscar al delfín allí donde se escondía, en Chinon. Y es que para eso tenía que atravesar territorio hostil, defendido por los angloborgoñones, en alianza. Así, la Pucelle daría un mensaje secreto al rey que le había sido revelado por las voces.

 

Transcurrió casi un año hasta que Baudricourt, en enero de 1429, aceptó -ante la insistencia de la joven doncella-, concederle la escolta deseada. Juana ya había hecho un primer intento en la Ascensión de 1428 (el 13 de mayo, según Poulengy), pero había encontrado resistencia por parte del armagnac. Probablemente hubo otra entrevista a finales de año, hasta que Baudricourt cedió a sus deseos. Durante su posterior juicio, los jueces aprovecharon para discutir sobre las vestimentas de hombre que había usado la joven durante este viaje. La interrogaron sobre el motivo y ella respondió que había sido por orden de Dios («Todo lo que yo hago es por orden de Nuestro Señor. Si él me ordenara tomar otro hábito yo lo tomaría, porque sería por orden de Dios»). Los jueces le preguntaron si no fue realmente por orden de Baudricourt, cosa que ella negó rotundamente. Así pues, ella misma valoró positivamente el hecho de haber llevado vestiduras de hombre, ya que era el criterio y designio del Divino Hacedor. Asímismo, para persuadir a Robert de Baudricourt, le aseguró aquello que ya corría por boca de todo el mundo: que la virgen de Lorena salvaría el reino perdido por una mujer (seguramente refiriéndose a la hija póstuma del difunto rey Carlos IV).

 

El 29 de abril de 1429 Juana llegó al asedio de Orleans. Sin embargo, Jean De Orleans, cabecilla de la familia ducal de Orleans, la excluyó inicialmente de la dirección de las operaciones y de los consejos de guerra, rehusando informarla sobre los preparativos y decisiones bélicas. Esto no evitó que ella estuviera presente en la mayoría de consejos y batallas. El grado de liderazgo militar que llegó a ejercer sigue siendo objeto de debate entre historiadores. Los historiadores tradicionales como Edouard Perroy concluyen que ella principalmente llevaba el estandarte y ejercía un gran efecto sobre la moral de los soldados. Esta clase de análisis suelen basarse en el testimonio de Juana durante el juicio, en el cual afirmó que prefería su estandarte a su espada. La investigación académica actual, que se ha centrado en el juicio posterior anulatorio, asevera que sus compañeros oficiales señalaron que ella era una tacticista de mucho talento y una estratega de éxito. Stephen W. Richey opinaba lo siguiente, por ejemplo: "Ella procedió a liderar un ejército en una serie de victorias impresionantes que cambiaron el curso de la guerra." En cualquier caso, los historiadores están de acuerdo en que el ejército tuvo un gran éxito durante la corta carrera de Juana.

 

El segundo paso: el viaje hacia Chinon

 

Robert de Baudricourt en razón del fervor religioso que ya comenzaba a levantar envió a Juana a ver al convaleciente Duque Carlos II de Lorena a la ciudad de Nancy, René de Anjou le sucedería a su muerte en 1431, ya que estaba casado con su hija y heredera, Isabel de Lorena, quien era además cuñada del delfín, ya que su hermana, María d’Anjou estaba casada con éste (desde el 18 de diciembre de 1422). Juana tenía el deseo de que René le acompañase a Chinon, pero sólo consiguió buenas palabras, dinero y un caballo. Antes de partir Juana fue a rezar a la Basilica de Saint-Nicolas-de-Port dedicada al santo patrón de la Lorena.

 

En el período durante el cual Juana intentaba conseguir una escolta para ir a Chinon, fue albergada durante casi un mes por la familia Le Royer: Henri y Catherine Le Royer. Finalmente, sería Baudricourt el que le concedería una pequeña escolta de seis hombres para realizar el viaje a Chinon que iniciarían alrededor del 13 de febrero de 1429. Entre ellos, se encontraban Poulengy y Jean Nouillonpont (Jean de Metz).

 

Jean de Metz (o Mès) y señor de Nouillonpont (o Novelenpont), fue una de las principales figuras en el recorrido epopéyico de Juana, ya que estuvo a su lado en todas las batallas a partir de este momento. Bertrand de Poulengy (Poulangy o Polongy), «Pollichon», fue señor de Grondecourt, habiendo sido ennoblecida su familia en 1425. Él, al igual que Jean de Metz, acompañaría a Juana a lo largo de su trayectoria militar.

 

Jean de Metz hizo su declaración en el proceso de nulidad el 31 de enero de 1456, ya con una edad que rondaba los 57 años, mientras que Poulangy, un poco mayor, lo hizo el 6 de febrero del mismo con una edad aproximada de 63 años. Ambos declararon muy a favor de Juana (Metz: «Y cuando le pregunté quién era su señor, me respondió que era Dios. Entonces le concedí mi fe hacia ella, tocándole la mano, y prometiéndole que, con la guía de Dios, yo le conduciría hacia el rey»), de lo cual se extrae la gran admiración y aprecio por la que consideraron su heroína. En cuanto a Jacques Darc, el padre de Juana, fue el más reticente al inicio de la misión de ésta.

 

Hacía el 13 de febrero de 1429 Juana emprendió el viaje que le iba a hacer atravesar territorio enemigo. Este viaje la haría famosa y todo el mundo conocería su aventura, pero desde un primer momento la escolta asignada no tenía realmente una idea clara de qué era la misión ni de quién era Juana.

 

Para este viaje Juana vestiría por primera vez ropas de hombre. Jean de Metz, diría al respecto en el proceso de nulidad: «Cuando Jehannette estaba en Vaucouleurs, la vi vestida con un vestido rojo, pobre y gastado […] Le pregunté si quería hacer el viaje vestida como iba, y ella me respondió muy enérgicamente que quería ponerse ropa de hombre. Entonces le di el traje y el equipamiento de uno de mis hombres. Después, los habitantes de Vaucouleurs, tendrían un traje de hombre hecho para ella, con todos los requisitos necesarios».

 

El viaje hacia Francia del sur a través de territorio borgoñés, le hizo cabalgar de noche en horas intempestivas para disimular y no despertar la atención de ningún destacamento. Algunas de las ciudades más importantes por las que pasó fueron: Auxerre, Gien y Sainte Catherine de Fierbois.

 

Del paso por Auxerre, se sabe que llegó a participar en una Santa Misa en su catedral, pasando desapercibida en una ciudad hostil. De Gien, no se sabe casi nada de su paso, pero parece que pasó por el único puente sobre el río Loira que quedaba en manos francesas, y fue el lugar donde comenzó a circular el rumor de que una doncella aseguraba que liberaría la ciudad de Orleans de su asedio y que coronaría al delfín en Reims (habría vuelto a pasar por aquí hacia el 25 de junio del mismo año, 1429, para reencontrarse con el delfín y viajar hacia Reims). Y finalmente, pasaría por Sainte Catherine de Fierbois el 4 de marzo. Esta localidad le era muy valiosa, ya que su iglesia estaba dedicada a Santa Catalina, una de las santas de sus visiones. Fue allí donde Juana realizaría otro "milagro": habiendo recibido un armadura, cuando le ofrecieron una espada ella se negó, pidiéndole a los clérigos que le dieran una espada que se encontraba enterrada detrás del altar de la iglesia, cosa que resultó ser cierta. Dicha espada supuestamente había pertenecido a Carlos Martel, y Juana la portó en batalla hasta el fin del asedio a París (aunque, según sus propias palabras en el juicio, nunca la usó para matar a nadie). En Sainte Catherine Juana escribió una carta a Carlos VII anunciando su llegada, y quedó a la espera de la respuesta de la corte, que finalmente la recibió en audiencia.

 

La desconfianza del delfín

 

Aún con la gran memoria que se otorga a la gente de la Edad media (ya que, al no estar extendida la escritura, era una cultura de transmisión oral mayormente), además de la inteligencia de «la Pucelle», es muy difícil saber si realmente sabía leer y escribir. Pruebas gráficas hay de su firma como mínimo. Pero la cuestión está en el aire aunque se acostumbra a decir que en el período que estuvo en la corte del delfín, el verano de 1429, podría haber aprendido, o bien haber recibido nociones básicas.

 

De todas maneras, la carta llegó a la corte de Chinon acompañada de la fama de «la Pucelle», lo cual originó un gran debate donde se discutió si era adecuado recibirla, es decir, si era cierto todo aquello que decía ser o era alguien que urdía un engaño. Había cierta curiosidad en la corte por ver a aquella que decía traer la salvación de Orleans y la coronación del propio rey. Pero el factor detonante fue la declaración positiva de Baudricourt, que era un hombre de confianza del delfín. Por lo tanto, éste decidió recibirla.

 

 

Tapiz del castillo de Chinon (Francia) representando a Juana reconociendo a Carlos VII entre la muchedumbre.

 

Sin embargo, el delfín no se podía arriesgar a que una joven desconocida se presentara ante él y lo pudiera matar. De esta manera, cuando Juana llegó a la corte, el delfín se ocultó entre la gente que ocupaba la sala, vistiendo a uno de sus sirvientes con sus ropas para hacerlo pasar por él. Pero el engaño no sirvió, ya que Juana identificó al delfín entre sus súbditos. En el proceso dijo al respecto lo siguiente: «Cuando entré dentro la habitación del rey lo reconocí de entre los otros por consejo y revelación de mi voz, y le dije que quería hacer la guerra a los ingleses». Con habilidad, los jueces le presionaron y le preguntaron: «Cuando vuestra voz os señaló a vuestro rey, ¿había alguna luz?», a lo que ella se negó a contestar, como a tantas otras preguntas, con un tono seco y tajante: «passez outre». Entonces añadieron si vio algún ángel encima del rey, a lo cual respondió de la misma manera.

 

Finalmente, el rey la recibió sola y ella le habría expuesto una plegaria para persuadirlo a que le diera un ejército y la enviara a Orleans. Este intercambio a puertas cerradas sería uno de los datos más buscados de este período de su vida. Pero gracias al testimonio de Juan II, Duque de Alençon en el proceso (un hombre de gran peso, con sangre real), habría sido el siguiente:

Fue el señor y conde de la Vendôme el que la llevó al apartamento del rey. Cuando éste la miró, le preguntó su nombre. «Señor Delfín —contestó ella—, me llamo Jehanne, la Pucelle; y el Rey del Cielo te envía una palabra a través de mí, por la que tú serás consagrado y coronado en Reims, y que tú serás el lugarteniente del Rey del Cielo, que eso es ser rey de Francia». Después de que el rey le hubiera hecho unas cuantas preguntas, ella le dijo: «Con mis respetos, te digo que tú eres el verdadero heredero de Francia e hijo del Rey, y Él me envía para guiarte hacia Reims al final, donde puede que recibas tu coronación y consagración. Si tú quieres». Al acabar la entrevista, el rey dijo que Juana le había confiado secretos que no podían ser sabidos por nadie, excepto por Dios, quien había puesto mucha confianza en ella. Todo esto he oído sobre Juana, pero no tengo testimonios sobre esto.

 

Parece ser entonces que, según el Duque de Alençon, estas habrían sido las palabras que convencieron al delfín y también a su joven esposa Yolanda de Aragón; el delfín entonces le asignó dos oficiales, Ambleville y Guyenne, para protegerla. Jean d’Aulon se encargó de su intendencia. De todos modos, el delfín no dio carta blanca a Juana, ya que las presiones en su corte estaban diversificadas. Así pues decidieron hacerle una especie de proceso en Poitiers, para verificar si ella era quien decía que era. De este proceso ella hizo muchas referencias delante de sus jueces en Ruan, pero lo cierto es que los documentos de Poitiers se han perdido, después de haber pasado por la Universidad de París (reticente al delfín) y por los propios jueces de Ruan.

 

Sobre Poitiers, lo que se sabe es a través de las declaraciones en el proceso de nulidad, y así se sabe para empezar que su duración fue de tres semanas, y que Juana consiguió dejar una buena impresión en los teólogos que la examinaron. Maître François Garivel, que era Consejero General del rey, dio los primeros detalles, diciendo que ciertamente el proceso duró tres semanas y básicamente se trataba de plantearle muchas preguntas a Juana, para después poder examinar sus respuestas y su expresión; proceso que resultó satisfactorio, ya que ella siempre se mantuvo dentro de sus creencias y con gran firmeza, siempre defendiendo que era una mensajera de Dios y venía a llevar al delfín a Reims para consagrarlo. También añadió que le sorprendió que ella siempre llamase al rey, delfín; y cuando le preguntó por qué no le llamaba nunca rey, obtuvo esta respuesta: «Ella me respondió que no lo llamaría Rey hasta que no fuese coronado y ungido en Reims, ciudad a la cual pretendía conducirlo».

 

En Poitiers, la firmeza que demostró Juana en sus creencias fue clave para ganarse la confianza de los interrogadores. Estos, naturalmente, pidieron que les diera alguna señal para que ellos pudieran confirmar que ella realmente era la mensajera de Dios que decía ser. Ella respondió que no había ninguna otra manera que darle el número de soldados que el delfín creyera conveniente, con los cuales ella misma levantaría el asedio de Orleans.

 

Gobert Thibaut, terrateniente del rey de Francia y amigo de Poulengey, enriquecería con sus declaraciones los detalles del proceso en Poitiers, explicando que durante las tres semanas, Juana se alojó en casa de Jean Rabateau. Además de hacer unas declaraciones muy positivas respecto a ella, concretó que los doctores y jueces consideraron verdad tanto su mandato divino como sus predicciones.

 

Maître Jean barbin, doctor en leyes y abogado del rey, siguió en la misma línea e hizo una referencia a María de Avignon «la gasque d’Avignon», una mujer que hizo ciertas predicciones a inicios de siglo, causando una gran conmoción. Ésta se dirigió al rey de Francia anunciándole que a su reino le esperaban grandes calamidades por sufrir, y habló de unas visiones en las que veía el reino desolado mientras en otras se le aparecía un ejército que se ponía en sus manos. Ella se acobardó ante la idea de tener que hacerse cargo, pero dijo que algún día vendría una joven maga que tomaría el ejército y salvaría a Francia. Así, el doctor concluyó diciendo que naturalmente pensaron que Juana era esta doncella de la que hablaba María.

 

Finalmente testificaría el hermano Seguin de Seguin, dominico, profesor de teología y decano de la Facultad de Teología de Poitiers. Éste comentó cómo había escuchado de mano de Maître Jean Lombart la aventura de Juana hasta Poitiers, y después explicó que quiso poner a prueba su fe, preguntándole en qué dialecto le habían hablado las voces. La respuesta fue: «Uno mejor que el vuestro». Entonces él le pidió pruebas y ella, irritada, le replicó pidiendo un ejército, de número a decidir por el rey, con el que se haría con Orleans.

 

Campaña del Loira

 

Artículo principal: Campaña del Loira.

 

La Campaña del Loira fue la primera operación ofensiva francesa en más de una generación. Con el ejército francés comandado por Juana, consistió en la liberación del sitio de Orleans y en la recaptura de varios puentes sobre el río que estaban en poder del enemigo desde hacía mucho tiempo, fracturando el territorio francés en dos partes (norte y sur) e imposibilitando a los franceses para trasladar tropas, logística y suministros de una orilla a la otra. Por añadidura, se sabía que el plan inglés preveía utilizar al río Loira como cabeza de puente para lanzar una enorme operación ofensiva que, seguramente, hubiese culminado en la conquista de toda la Francia meridional y la destrucción total y absoluta del estado francés. La campaña del Loira, en consecuencia, consistió en cinco acciones:

 

La liberación del sitio de Orleans.

La Batalla de Jargeau.

La Batalla de Meung-sur-Loire.

La Batalla de Beaugency.

La decisiva Batalla de Patay.

 

A estos combates se suma el extraño caso de la Batalla de los Arenques. Tras romper el cerco de Orleans, el ejército de Juana se desplazó a lo largo del río, liberando en menos de una semana los tres puentes de Jargeau, Meung y Beaugency. Luego de la victoria decisiva de Patay, quedó por fin expedito el camino de las tropas galas para poder dirigirse al norte y atacar a los ingleses en sus bastiones, frustrando al mismo tiempo el plan anglosajón de invadir Francia completa.

 

La confirmación de la validez de la palabra de Juana: Reims

 

El viaje hacia Reims

 

Artículo principal: Coronación de Carlos VII.

El viaje que tenía que llevar a Carlos VII hacia su consagración se presentaba muy difícil aun con la alta moral del ejército tras Poitiers, pues tanto la ciudad como el trayecto estaban en manos de los borgoñones. Sin embargo, Juana había dicho que ella libraría a Orleans de su asedio y llevaría el rey a Reims.

 

 

Estatua de Juana de Arco.

 

La comitiva de la corte inició el camino hacia esa ciudad, pero se encontró con que la fama de la Pucelle se había extendido por buena parte del territorio y había hecho que el ejército armagnac del delfín fuese temido. Aquello fue una sorpresa que se fueron encontrando al paso por las diferentes villas de renombre que habían en la ruta que llevaba a Reims, bien al norte de Francia. Así pues, Juana pasó sin demasiados problemas por sucesivas ciudades como Gien, Saint Fargeau, Mézilles, Auxerre, Saint Florentin y Saint Paul (ruta que hizo desde la victoria de Patay el 18 de junio, hasta el 5 de julio en Troyes).

 

Desde Gien, se fueron enviando invitaciones a diversas autoridades para asistir a la consagración del delfín, quien quería hacer saber a todo el mundo que sería oficialmente el nuevo rey legítimo de Francia. El 29 de junio, el Delfín organizó a sus tropas. De Auxerre se llegó a prever una guerra dado que había una pequeña guarnición enemiga, pero después de tres días de negociaciones se consiguió obtener la colaboración de estos con Carlos VII y las consecuentes provisiones con tal de proseguir la ruta (aproximadamente el 1 de julio).

 

Idéntica situación presentó Troyes; una ciudad con guarniciones borgoñonas de más de medio millar de hombres. Los nobles de sangre real y la mayoría de los capitanes creyeron conveniente llevar la batalla a la zona de Normandía como siguiente paso, antes de pasar por Reims y así aconsejaron al Delfín, con la oposición de Juana, cuyas voces le habían indicado que el camino a seguir en aquel momento no era otro que la coronación definitiva del delfín en Reims, porque aquello ayudaría a menguar la autoridad, el soporte y el poder de sus enemigos. Y con esta idea fue a convencerlo, acompañada de Jean de Orleans, el Bastardo, en Troyes, después de haber convencido a la mayoría de los capitanes, según el propio Bastardo confesaba en el proceso de nulificación. Mientras tanto, la ciudad de Troyes se dividía entre los que estaba dispuestos a aguantar y los burgueses de la ciudad, temerosos de las duras consecuencias que podía tener verse involucrados en un asedio.

 

Juana consiguió convencer al rey gracias al argumento de sus voces. El Bastardo recordó en el proceso lo siguiente:

 

Noble Delfín —dijo ella—, ordena a tu gente que vaya y ponga en asedio el pueblo de Troyes, y no perdáis más tiempo en tales largos consejos. En nombre de Dios, antes de que hayan pasado tres días, yo os llevaré hacia el interior del pueblo, de buenas maneras o por la fuerza, y dejaremos atónitos de gran manera a los falsos borgoñones.

De esta manera, el rey aceptó. La villa cual no se atemorizó inicialmente mientras Juana desplegaba a las tropas. Una de los encuentros más importantes fue entre Juana y el hermano Ricard, enviado por los troyenses. De este encuentro, Ricard resultó convertido en un hombre fiel a la causa armagnac, según un burgués de París en el libro titulado Le Journal d'un Bourgeois de Paris. Es un libro anónimo, pero se sobreentiende que lo escribiría aquel que se puso en el título de este.

 

El ejército permaneció a las puertas de Troyes durante cinco días con las negociaciones, del 5 al 10 de julio, cuando pudieron entrar en la ciudad. La guarnición borgoñona permaneció pasiva, sin oponer resistencia. Tras esto, las siguientes villas no supusieron dificultad alguna. El 12 de julio se llegó a Arcy y un día después a Châlons. Fue por estos pueblos, cercanos a su Domremy natal, en los que Juana se reencontró con gente de Domrémy, como un primo suyo cistercense llamado Nicholas Romée, o Jean Morel, padrino de ella, entre otros villanos.

 

 

Catedral de Reims.

 

El día 15 de julio, la cabalgada (la chevauchée, como se conoce en francés) llegó al castillo de Sept-Saulx no muy lejos ya de Reims, que ese mismo día se sometió formalmente al Delfín. Finalmente el 16 de julio entró la comitiva armagnac en la ciudad de Reims.

 

Sabemos que el día de la consagración definitiva del rey francés en Reims fue el 17 de julio. No fue la ceremonia más espléndida del momento, ya que las circunstancias de la guerra lo impedían, pero el ritual se llevó a cabo de todos modos. Juana asistió y parece que en una posición privilegiada y con su estandarte, lo que delató uno de los momentos claves en la historia de Juana, representado en algunos cuadros. Este momento es tomado tradicionalmente como el clímax de la epopeya de Juana, el punto más álgido.

 

La otra epopeya: el camino hacia Ruan

 

La campaña en la Île de France

 

Llegados a este punto, teóricamente Juana ya no tenía nada más que hacer en el ejército. Había cumplido su promesa perfectamente, o según ella, simplemente había cumplido correctamente las órdenes que le habían asignado sus voces. Pero ella, como muchos otros, vio que mientras la ciudad de París estuviese tomada por las tropas inglesas, difícilmente el nuevo rey podría hacerse claramente con el control del reino de Francia.

 

El mismo día de la coronación, Juana envió una carta al Duque de Borgoña, haciendo una referencia a otra enviada tres semanas antes en la que le pedía que acudiera a la coronación del delfín. De aquella no obtuvo respuesta. El motivo de la carta era la demanda de una tregua a petición del nuevo rey de Francia. Ella fue respetuosa en el tono de la demanda, aunque le recordó, una cosa muy usual en aquella época, quizás intentando dejándole entrever una contradicción en sus alianzas contra el armagnac: «…como los cristianos fieles tendrían que hacer; y si os complace hacer la guerra, entonces id contra los sarracenos». Esta carta es un testimonio más que refleja la presencia de las luchas entre cristianos e islámicos en la Edad Media. Así, incluso para ella, el objetivo islámico era normal y legítimo, siguiendo el dogma cristiano del momento.

 

El mismo día de la coronación aún llegaban emisarios del Duque de Borgoña y se iniciaron las negociaciones para llegar a la paz, o a una tregua, que fue finalmente lo que se pactó. No fue la paz que deseó Juana, pero por lo menos se obtuvo durante quince días. Sin embargo la tregua no fue gratuita, ya que hubo intereses políticos detrás de esta.

 

Así pues, Carlos VII necesitaba tomar París para ejercer la autoridad de rey con poder efectivo sobre el reino, además de que no tenía interés en crearse un mala imagen llevando a cabo una conquista violenta de tierras que entonces pasarían a sus dominios y un día u otro le podrían pasar factura; pero por otro lado, lo que movió al Duque de la Borgoña a firmar la tregua, fue la necesidad de ganar el tiempo suficiente para rehacerse. Es decir, poder hacer un examen general de la situación, resituarse sobre el terreno y rehacer las alianzas con el inglés Bedford, regente por aquel entonces de Inglaterra (Enrique VI no alcanzó la mayoría de edad hasta 1437).

 

Una tregua con el Duque de la Borgoña no quería decir cesar las luchas contra los ingleses. De este modo, el ya rey Carlos decidió con el objetivo claramente fijado en París, aprovechar la tregua llevando al ejército real de campaña por la actual región francesa de Île de France con la esperanza de irlas avasallando poco a poco, así sacrificaba la opción de atacar directamente la capital en favor de poderla atacar después con más puntos a favor. Así el ejército pasó sucesivamente sin tropiezos por ciudades como Corbeny el 21 de julio, Soissons el 23 de julio, el Castillo de Thierry cuatro días después, Montmirail ya el 1 de agosto, Provins el 6, Coulommiers un día después, La Ferté-Milon el 10 de agosto, y Crépy el once. El objetivo era ir colocando sus tropas de forma estratégica para amenazar la capital del reino.

 

Los días siguientes, el doce y el trece de agosto, Carlos probó desde Crépy el ataque directo contra París. De la villa restante al nordeste de la capital francesa, hicieron un pequeño desplazamiento, primero a Lagny le-Sec y después a Dammartin. Pero la guarnición anglo-borgoñona, alerta, hizo una buena anticipación saliendo al encuentro de estos y los consiguieron parar, haciéndolos retroceder otra vez hasta Crépy. Aquella tentativa armagnac llamó la atención inglesa que mediante Bedford, les envió una contraofensiva, un reto de duelo el 14 de agosto en Montépilloy, al cual accedieron a ir los franceses al día siguiente. Allí los ingleses tenían una resistencia bien formada, capaz de hacer frente al ejército real francés conducido enérgicamente por Juana.

 

Montépilloy era una villa que quedaba en medio de Crépy y París, y allí los ingleses estructuraron su guarnición de la forma tradicional: con los arqueros delante esperando al adversario. La batalla fue en sí lo suficientemente extraña como para provocar, después de diversos ataques, la retirada a París de las tropas inglesas mientras su comandante, Bedford, iba a Ruan a sofocar unas revueltas que habían estallado. De hecho, los franceses, que hasta aquel momento no habían encontrado una resistencia de cierta entidad en la Île, habían preferido hacer de esta gira alrededor de París una exhibición, evitando enfrentamientos directos con los borgoñones. Esta actitud no gustaría apenas a Juana. La batalla de Montépilloy dejó entrever que el ejército inglés no mostraba una actitud muy diferente del armagnac.

 

De esta manera, quien salía ganando en todo esto, aparte de los armagnacs haciéndose con Montépilloy, era Felipe el bueno, el Duque de la Borgoña, a quien Bedford confiaba la defensa de la capital francesa. El borgoñón se saldría con lo que buscaba, ya que tenía a favor la propia ciudad, que era potencialmente pro-borgoñona.

 

París

 

Juana pisaría Compiègne (una villa que toca al Oise, un afluente del Sena estando en territorio borgoñón) por primera vez a mediados del mes de agosto, aproximadamente el 18 junto con el ejército y el rey. Una vez allí la ciudad abrió las puertas a su llegada. La situación llegó a ser un poco peculiar, porque el avance de las tropas francesas hacia París contrastaba con la propia diplomacia armagnac, que se dedicaba a ofrecer pactos y entendimientos con los borgoñones, los verdaderos enemigos en aquella zona. El 21 de agosto incluso se llegó a una pintoresca tregua que tenía como finalidad cesar los ataques durante cuatro meses además de ceder algunos pueblos al Duque de Borgoña, asimismo se llegó a prometer una Conferencia de Paz de cara a la primavera del siguiente año. Naturalmente se trataba de una estrategia para confiar al enemigo borgoñón; ya que dos días después de la tregua, el 23, Juana y el Duque d’Alençon se fueron de Compiègne, dejando al rey, para atacar finalmente el objetivo final: París.

 

En dos días se plantaron en Saint Denis (justo delante de la capital de Francia siguiendo el curso del Senna) con un batallón. Desde allí querían lanzar los ataques contra las puertas de la fortificación parisina. Pero tuvieron que esperar a la llegada del rey para un ataque contundente y definitivo, que se hizo efectivo en Saint Denis el 7 de septiembre. Así pues, al día siguiente se decidió atacar por la puerta de Saint-Honoré, que quedaba al noroeste de la ciudad. La ofensiva resultó un fracaso dada la resistencia borgoñona combinada con la ya anticipada tendencia también pro-borgoñona de sus habitantes. Además, Juana fue herida por una flecha en un muslo. Esto aceleró la decisión de que el rey estaba destinado a tomar: la retirada (efectiva el 10 de septiembre). Esta decisión era totalmente la contraria de la que habría querido Juana, que como en las otras batallas había demostrado coraje y valentía.

 

 

Juana en el parlamento de París (1429), grabado de Clément de Fauquembergue.

 

Juana retornó a Saint Denis el día 9, donde dio gracias a Dios de que no fuera mortal. A partir de aquel momento, el delfín, entonces rey, tomó plenamente el control de la situación en el seno de su ejército y su corte, pasando a ser la figura más influyente en las decisiones del mismo; obviando las voces de Juana que hasta ahora había tenido en cuenta. Así pues, puso freno y detuvo la campaña militar, lo que, a partir de aquí, supuso un factor de tensión con la propia Juana. Con aquella parada el rey francés no expresaba la intención de abandonar definitivamente la lucha, sino que simplemente optaba por pensar y defender la opción de conquistarla mediante la paz, tratados y otras oportunidades en un futuro. Precisamente esta es la vía que decidió priorizar como máximo dirigente, la vía del pactismo.

 

El 21 de septiembre disolvería el ejército real en Gien; después de hacer un recorrido que lo llevó camino del valle del Loira, saliendo del núcleo parisino el 11 de septiembre, y atravesando ciudades destacadas como Provins o Montargis.

 

Seguir por la vía del pactismo significaba reafirmarse en la idea de que Juana ya no le era necesaria. Ella había prometido coronarlo en Reims y así había sido. Una vez consagrado quería aplicar la política que él creía conveniente aplicar con legitimidad para ser el rey. Su objetivo final era el de rehacer la armonía entre la nobleza de Francia, rehacer la estructura familiar y llegar a la paz definitiva con los borgoñones, con tal de afrontar con mucha más fuerza la expulsión definitiva de la presencia inglesa en su reino. Para hacer esto, necesitaría el tiempo que estaba dispuesto a pasar evitando incomodar a los borgoñones no humillándolos con victorias militares. Según su filosofía sólo así podría hacer frente a Enrique VI (en 1435, finalmente el rey de Francia obtendría la ciudad de París de manos del Duque de la Borgoña, Felipe el Bueno mediante el Tratado de Arrás). Esta estrategia nunca se la dio a saber a Juana, aunque probablemente no tenía ninguna obligación de hacérsela saber, como tampoco la tenían sus consejeros, dado que, de hecho, ella nunca había pertenecido al Consejo Real.