Eduardo Iglesias Brickles: Ausencias que siguen presentes
De interés general

Eduardo Iglesias Brickles: Ausencias que siguen presentes

 

 

02/04/2014 Fuente revistaenie. Pintura. Una muestra recuerda al artista y su obra, lúcidamente evocadora de utopías y tiempos idos que aún nos rondan.

 

Es curioso cómo en el mundo del arte, como en la vida, finalmente nos acostumbramos a todo. Tanto al exceso de encuentros como a las ausencias. Si la de Eduardo Iglesias Brickles pudo en los últimos 15 meses pasar en cierto modo inadvertida probablemente sea consecuencia de la propia prescindencia que cultivaba como artista. Una actitud que lo obligaba sólo a frecuentar ámbitos precisos y que de algún modo transfirió a su obra, aunque de parca y discreta no se la pueda acusar. Basta enfrentar el carácter rotundo de sus imágenes. Sus articulaciones abruptas irrumpieron de un modo singular en los 90 extrayendo su fuerza de tres recursos materiales: la madera, la pintura al óleo y la tinta gráfica.

 

Iglesias Brickles optó por hacerlos confluir a comienzos de esa década. Hasta entonces, había podido hacer un notable uso de ellos por caminos separados. Por un lado trabajaba las planchas y los tacos xilográficos como el eximio grabador que solía iluminar sus impresiones y, por otro, gozaba como pintor de los cauces desbordantes que habilitó la pintura en los 80. Necesitó una cuota de audacia para proceder a la combinación de la pintura y el grabado trasmutando soportes y entreverando pinceles con gubias.

 

Pero sobre todo para plantarse ante la lógica de la producción en serie, a contramano de toda predicción sobre “lo que se viene”. Iglesias Brickles se afirmó en el peso material de esos tacos de madera internándose en un territorio que al menos nadie se había ocupado de explorar en la historia reciente. Habría que remontarse a las primeras décadas del s XX para rastrear en el núcleo de los expresionistas alemanes algo parecido. Fue así cómo el artista inauguró ese ambiguo género que le otorgó a sus imágenes una fuerza inédita y también una marca de estilo en un momento en que la voluntad de estilo había comenzado a ser una cuestión menor en las aspiraciones de los artistas. Desde un lugar que no se distanciaba del todo de la estética de los 80, Iglesias Brickles participó a su modo del “objetualismo” que marcó a los 90. También hizo suya una estética que incorporaba la cultura pop. Sólo que sus estrategias cruzaron la cantera inagotable de las historietas con el expresionismo alemán y la Sachlichkeit, con De Chirico, De Pisis, el espíritu del Novecento y las vanguardias rusas.

 

Un poco de todo esto puede rastrearse en los trabajos que seleccionó Hugo Bocciardo para exhibir en la galería del Palacio Duhau. Básicamente son xilopinturas (óleos sobre madera tallada) que el artista realizó entre 2006 y 2012, hasta poco antes de morir. Sólo una es de 2003: “Desde el lado del Sur”, que marca de entrada la perspectiva de su mirada. En todos los casos, la ciudad es un escenario privilegiado, a veces reconocible y a veces extraño como los personajes que lo habitan. Si en los 90 aún reverberaba en sus pinturas el clima de inquietud que instaló en cada esquina la dictadura, en estas obras más recientes asoma la visión melancólica de un horizonte sin futuro. Allí donde conviven escépticos, milagreros, vivillos, la retórica ampulosa que alimenta la política desde los años 40 y la imposibilidad de salir de la recurrencia infinita que exhibe sin pudor. Así, las fugas de las imágenes de Iglesias Brickles a otros tiempos no son arbitrarias. Responden a plena conciencia del lugar que el artista le otorga a cada uno de los significantes que rescata de su memoria visual. En ella convive seguramente mucho más de lo que aflora pero lo que aflora es suficiente para retratar al mundo que lo rodea y en cierto modo a sí mismo sumergido en él.

 

Hacia fines del s XIX, uno de los fundadores del formalismo visual, Konrad Fiedler, sostenía que lo que define a un artista no es el hecho de que pueda ver de manera más o menos intensa lo que vemos todos, ni siquiera el ser dueño de un don particular de selección, de síntesis o de valoración de los datos del mundo. Lo que en verdad lo distingue –escribió– es la facultad de pasar de la percepción a la expresión visual. Su relación con el mundo se manifiesta antes que nada en algún modo de expresión. La expresión de Iglesias Brickles fue el resultado de su pensamiento crítico. Tuvo, tiene en verdad, la hechura capaz de realzar el cuerpo que delineó su conciencia lúcida, formada en inquietudes múltiples y en una disciplina militante de cuño marxista. De allí también que en el final sobrevuele en sus imágenes un clima escéptico y por momentos irónico frente a utopías de sospechosa renovación.

 

De allí la distancia, la ausencia de emoción que las invade y pone en un mismo plano, seres, objetos y formas que flotan sin referencia espacial alguna y que de algún modo remiten también a una temporalidad suspendida. Un aspecto que irrumpe en este último grupo de obras de Iglesias Brickles es justamente la dimensión del tiempo. Ya cuando se desliza en obras que lo incorporan explícitamente en su título, como “Especulaciones sobre el paso del tiempo”, en otras como “Mille volte il dì moro e mille nasco”, que incorpora a la imagen un verso de Hor che’l ciel e la terra, el soneto de Petrarca. Y también en “El líder y sus fantasmas” de 2009 que remite a la recurrencia política del peronismo y “Mañana de junio”, que evoca los gozos y las sombras de junio de 78. El tiempo opera en la historia personal y pública como implacable “testigo ocular”. Una denominación que remite a la obra de Duchamp y al mismo tiempo al universo detectivesco y a la pesquisa policial. No habrá sido por mero azar que Iglesias Brickles eligió ese nombre para el blog que creó, un ámbito que como las columnas que tuvo en Ñ, le sirvió para echar al ruedo temas que consideraba dignos de debate. Temas que de algún modo emergieron bajo otras formas en sus contundentes imágenes.