Rimas de VII a XIV
de Gustavo Adolfo Bécquer

Gustavo Adolfo Bécquer  Rimas de VII a XIV

 

Fuente ciudadseva. Rima VII

 

Del salón en el ángulo oscuro,

de su dueño tal vez olvidada,

silenciosa y cubierta de polvo

veíase el arpa.

 

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,

como el pájaro duerme en las ramas,

esperando la mano de nieve

que sabe arrancarlas!

 

¡Ay! -pensé-. ¡Cuántas veces el genio

así duerme en el fondo del alma,

y una voz, como Lázaro, espera

que le diga: «Levántate y anda!»

 

Rima VIII

 

Gustavo Adolfo Bécquer

 

Cuando miro el azul horizonte

perderse a lo lejos,

al través de una gasa de polvo

dorado e inquieto,

me parece posible arrancarme

del mísero suelo

y flotar con la niebla dorada

en átomos leves

cual ella deshecho.

 

Cuando miro de noche en el fondo

oscuro del cielo

las estrellas temblar, como ardientes

pupilas de fuego,

me parece posible a do brillan

subir en un vuelo

y anegarme en su luz, y con ellas

en lumbre encendido

fundirme en un beso.

 

En el mar de la duda en que bogo

ni aun sé lo que creo;

¡sin embargo, estas ansias me dicen

que yo llevo algo

divino aquí dentro!...

 

Rima IX

 

Gustavo Adolfo Bécquer

 

Besa el aura que gime blandamente

las leves ondas que jugando riza;

el sol besa a la nube en Occidente

y de púrpura y oro la matiza;

la llama en derredor del tronco ardiente

por besar a otra llama se desliza,

y hasta el sauce inclinándose a su peso,

al río que le besa, vuelve un beso.

 

Rima X

 

Gustavo Adolfo Bécquer

 

Los invisibles átomos del aire

en derredor palpitan y se inflaman;

el cielo se deshace en rayos de oro;

la tierra se estremece alborozada;

oigo flotando en olas de armonía

rumor de besos y batir de alas;

mis párpados se cierran... ¿Qué sucede?

¡Es el amor, que pasa!

 

Rima XI

 

Gustavo Adolfo Bécquer

 

-Yo soy ardiente, yo soy morena,

yo soy el símbolo de la pasión;

de ansia de goces mi alma está llena;

¿a mí me buscas? -No es a ti, no.

 

-Mi frente es pálida; mis trenzas, de oro;

puedo brindarte dichas sin fin;

yo de ternura guardo un tesoro;

¿a mí me llamas? -No, no es a ti.

 

-Yo soy un sueño, un imposible,

vano fantasma de niebla y luz;

soy incorpórea, soy intangible;

no puedo amarte. -¡Oh, ven; ven tú!

 

Rima XII

 

Gustavo Adolfo Bécquer

 

Porque son, niña, tus ojos

verdes como el mar te quejas:

verdes los tienen las náyades,

verdes los tuvo Minerva

y verdes son las pupilas

de las hurís del profeta.

 

El verde es gala y ornato

del bosque en la primavera.

Entre sus siete colores

brillante el iris lo ostenta.

Las esmeraldas son verdes,

verde el color del que espera

y las ondas del Océano

y el laurel de los poetas.

 

Es tu mejilla temprana

rosa de escarcha cubierta,

en que el carmín de los pétalos

se ve al través de las perlas.

Y sin embargo,

sé que te quejas

porque tus ojos

crees que la afean:

pues no lo creas,

que parecen tus pupilas,

húmedas, verdes e inquietas,

tempranas hojas de almendro

que al soplo del aire tiemblan.

 

Es tu boca de rubíes

purpúrea granada abierta.

que en el estío convida a

apagar la sed en ella.

Y sin embargo,

sé que te quejas

porque tus ojos

crees que la afean:

pues no lo creas,

que parecen, si enojada

tus pupilas centellean,

las olas del mar que rompen

en las cantábricas peñas.

 

Es tu frente que corona

crespo el oro en ancha trenza,

nevada cumbre en que el día

su postrera luz refleja.

Y sin embargo,

sé que te quejas

porque tus ojos

crees que la afean:

pues no lo eras,

que, entre las rubias pestañas,

junto a las sienes, semejan

broches de esmeralda y oro

que un blanco armiño sujetan.

 

Rima XIII

 

Gustavo Adolfo Bécquer

 

Tu pupila es azul, y cuando ríes

su claridad suave me recuerda

el trémulo fulgor de la mañana

que en el mar se refleja.

 

Tu pupila es azul, y cuando lloras

las transparentes lágrimas en ella

se me figuran gotas de rocío

sobre una violeta.

 

Tu pupila es azul, y si en su fondo

como un punto de luz radia una idea,

me parece en el cielo de la tarde

¡una perdida estrella!

 

Rima XIV

 

Gustavo Adolfo Bécquer

 

Te vi un punto, y, flotando ante mis ojos,

la imagen de tus ojos se quedó

como la mancha oscura, orlada en fuego,

que flota y ciega si se mira al sol.

 

Adondequiera que la vista fijo

torno a ver sus pupilas llamear;

mas no te encuentro a ti, que es tu mirada:

unos ojos, los tuyos, nada más.

 

De mi alcoba en el ángulo los miro

desasidos fantásticos lucir:

cuando duermo los siento que se ciernen

de par en par abiertos sobre mí.

 

Yo sé que hay fuegos fatuos que en la noche

llevan al caminante a perecer:

yo me siento arrastrado por tus ojos,

pero adónde me arrastran no lo sé.