Maradona, Cóppola y una historia de drogas
Droga

Maradona, Cóppola y una historia de drogas

 

 

29/07/2013 Fuente catamarcaya. La historia no es nueva, pero merece recordarse porque habla de un episodio vivido por el hoy desconcertante Diego Maradona junto a su ex amigo, Guillermo Cóppola. Drogas, Italia y acusaciones de narcotráfico.

“En nuestro país el Cartel de Cali ya está en acción abasteciendo como mayoristas a cientos de bandas de punteros independientes, uno de los cuales se lo presume a Guillermo Cóppola”. Subcomisario Luis A. Weckesser

 

 Sin duda alguna, 1950 fue un año emblemático. Además de haber sido el que dividió el siglo en dos, fue el año en que el gobierno del Gral. Perón mostraba pleno auge. Europa, por su lado, trataba de acomodarse al nuevo tablero del mundo luego de la finalización de la Segunda Guerra.

 

 El 12 de octubre de ese mismo año nacía alguien que iba a ser blanco de mil y una especulaciones: Guillermo Esteban Cóppola.

 

 Cerca de la cancha de San Telmo, en la vernácula Isla Maciel, vino al mundo junto a su padre camionero y su madre cosmetóloga amateur, quienes compartían una pequeña piecita con su abuela ciega y su hermano Juan Carlos.

 

 Su infancia y adolescencia lo vieron pasar por un conventillo de la calle Constitución. Su primer empleo conocido fue el de vendedor de naranjas y mandarinas en un carro, a los 12 años. Unos años después sería "el pibe de los mandados" en una farmacia. Mientras tanto concurría al colegio Juan de Garay, en la Boca. A los quince años entró como cadete -por gestión de su hermano- al entonces Banco Italiano.

 

 A los 20, se pasó al Banco Federal Argentino. Se recibió de Licenciado en Administración de Empresas en la UCA gracias a una beca otorgada por sus jefes, y llegó a ser Gerente Departamental de la misma institución que apadrinó sus estudios universitarios.

 

 A los 28 años, en 1976, tuvo la virtud de adivinar el futuro que subyacía en la representación de jugadores de fútbol. Entre sus clientes contó a Vicente Pernía -el primer jugador al que representó -, Nery Pumpido, Alberto Tarantini, Reinaldo Merlo, Mario Kempes, Hugo Gatti, Hugo y Oscar Ruggeri, hasta llegar finalmente a representar al máximo ídolo del fútbol nacional: Diego Armando Maradona.

 

 A mediados de los ochenta, a los 36 años, abandonó definitivamente su trabajo de Gerente de banco, y se dedicó de lleno a la representación de jugadores. Fue así que, con convicción y muchos dólares en el bolsillo, decidió convertirse en personaje del Jet Set.

 

 Poseedor de autos importados, relojes de oro y amigos influyentes, Cóppola ha sido un asiduo visitante de la quinta de Olivos durante la presidencia de Menem. Con ese poder a cuestas, en enero de 1996 -en plena campaña “Sol sin drogas”-, Guillote ha logrado viajar al Uruguay sin que lo revisaran en la Aduana .

 

 Cóppola tiene dos hijas: Natalia, que es fruto de su relación con Yeya, su primera mujer; y Bárbara, hija de su segunda pareja, la actriz Amalia Yuyito González.

 

 Con el tiempo, Guillote llegó a manejar los asuntos de más de 180 jugadores consecutivamente. Su historia con Diego se inició en julio de 1985. Los presentó el ex futbolista Carlos Randazzo, un hombre que fue acusado de ser distribuidor de drogas y que posteriormente se vio involucrado en una causa penal por el asesinato de Virgilio Escobar.

 

Dos meses después de conocerse, la buena relación entre ambos se trasladó al terreno comercial.

 

El 19 de septiembre de 1985, Maradona se alejó de Jorge Cysterszpiller y anunció que su nuevo representante era Cóppola.

 

 Su sociedad duró hasta 1990. Diego jugó en Italia y en ese período el empresario ganó más de un millón de dólares, siendo reemplazado por su socio, Marcos Franchi, en el manejo de los intereses del jugador.

 

 Los mejores días de su asociación con Maradona en Italia se podían traducir en una movida continuada que se iniciaba en el restaurante La Sacristía, siguiendo en el piano bar La Stangata -o en las mejores discos de los barrios residenciales de Posillipo, Casciassa y Bella de Notte- y terminaba en el Hotel Paradiso.

 

 Lo peor vendría luego. El 18 de julio de 1989 la hinchada de Nápoli le iba a declarar la guerra a Maradona, después de un mediocre partido frente al Pisa. Pronto se descubriría que el jugador había consumido drogas antes de jugar algunos partidos. Eso al menos había demostrado un análisis antidoping realizado a Maradona el 17 de marzo de 1991 al finalizar un encuentro contra el Bari.

 

 Era el inevitable broche para una mala racha que se había iniciado tiempo antes, cuando una mujer llamada Cristiana Sinagra denunció al jugador por no reconocer la paternidad de su hijo –Diego Armando-, nacido en Italia el 20 de septiembre de 1986.

 

 Cuando este tema trascendió a la prensa, Cóppola sostuvo que “Diego está tranquilo porque ese hijo no es suyo”, argumento similar al que ha solido esgrimir cuando le preguntaban acerca de la adicción a las drogas por parte de su representado: “Diego nunca se drogó”, aseveró en más de una oportunidad.

 

En ambos casos, la realidad terminaría demostrando que Cóppola estaba equivocado.

 

Prueba de lo dicho se vio el 26 de abril de 1991 cuando la policía detuvo a Maradona junto a dos amigos en un departamento de la calle Franklin, en medio de restos de lo que aparentaba haber sido una noche de alcohol y drogas.

 

 En ese momento todos miraron a Cóppola quien, a pesar de haberse jactado siempre de saber todo acerca de la vida de Maradona, ese día dejó de poner las manos en el fuego por él: "Yo a la cama con Diego no voy... ".

 

De Italia con amor

 

 En el año 1991, en el marco de una causa por una red de prostitución en la que Maradona era acusado por distribución de drogas, Cóppola iba a aparecer rozado, por primera vez, en el tema narcotráfico.

 

 El 5 de marzo de ese año, en el Palacio de Justicia de Nápoles se presentó, sin citación, un tal Pietro Pugliese y pidió ver al fiscal de la causa. Pugliese se presentaba como un simple empleado de seguridad de Nápoles, aunque luego se sabría que trabajaba como asesino a sueldo de la mafia local y que personificaba los estrechos lazos existentes entre la Camorra y el fútbol.

 

 Según su propio testimonio había dejado sus actividades en 1989, mismo año en el que conoció Maradona quien le ofrecía un empleo como chico de recados y chofer de media jornada.

 

 Un amigo cercano al notable jugador contó: “Pugliese formaba parte de la mala gente relacionada con los aficionados del Nápoles que cada vez se acercaban más a Maradona”.

 

Lo cierto es que Pugliese logró ser uno de los integrantes del selecto grupo napolitano a la boda de Diego en 1989. En suelo argentino, Pietro conoció a una mujer que más tarde se convertiría en su novia, Alejandra Bertero, quien a su vez le presentaría a Guillermo Cóppola. Bertero accedería posteriormente a servir de mensajera entre Buenos Aires e Italia como representante de DIARMA, la compañía de Maradona.

 

 Según su propia declaración, en 1990 Guillote le pidió que gestionara personalmente el envío de un paquete de diarios y revistas desde Buenos Aires. Fue entonces que un empleado suyo ubicó a Alejandra Bertero en Ezeiza y le indicó que llevara el bulto en la mano.

 

 Coincidió que ese día viajaba la Selección argentina y Carlos Bilardo tenía la indicación de alinear a Bertero junto a la delegación a efectos de ‘ahorrar’ detalles aduaneros.

 

 La chica pasó como un jugador más por la puerta lateral de la aduana de Fiumicino, sin que nadie la revisara y luego le dio el paquete a su novio, quien a su vez se lo entregó a Cóppola en Nápoles a cambio de un cheque por 25 millones de liras que Pugliese cobró el 11 de julio de 1990 en la Banca della Provincia di Napoli.

 

 En octubre de 1990, finalizado el mundial, Pietro llamó a la casa de Maradona y registró la conversación: “estoy preocupado porque la policía me está cercando. ¿Puede ser que me busque por aquel paquete que me hiciste traer de Buenos Aires?”.

 

A los pocos días, Cóppola se fue de Italia. Lo hizo tan apurado que, a pesar de los años de amistad que los unía, ni siquiera tuvo tiempo de despedirse de Maradona ni de darle las razones. Públicamente dijo:

 

“Diego ya no lleva una vida de deportista. Mi presencia ya no le sirve… algún día me comprenderá”.

 

Años más tarde, frente al Juez Carlos Liporaci, Cóppola admitiría, involuntariamente, la verdad sobre lo sucedido: “Nadie dijo por qué Diego y yo cortamos en 1990. Nadie lo sabe. Mucho de lo que ahora pasó en este lugar y el tema de la droga y demás es la razón por la cual yo me alejé de Diego”.

 

Concretamente, Pugliese había asegurado a la justicia que Cóppola y Maradona participaban del tráfico de drogas, mientras le pedían que él hiciese de contacto y denunció que a su novia –Alejandra Bertero- la habían hecho trasladar un paquete con dos kilos de cocaína haciéndole creer que se trataba de periódicos y revistas.

 

 Pietro dijo a los fiscales italianos que Maradona y Cóppola sabían del contenido del paquete porque ambos supervisaron la entrega final. Asimismo, confesó que el pago recibido por el trabajo se había realizado a través de DIARMA.

 

 Existían conversaciones que confirmaban la participación de Cóppola en la transacción bancaria y la invitación personal de Maradona a Pugliese para que se reuniera con él en su casa.

 

Esas grabaciones fueron entregadas a la justicia por el abogado de Pugliese.

 

Tanto Maradona como Cóppola admitieron posteriormente que habían estado presentes cuando llegó el paquete, pero negaron que contuviese cocaína; eso sí, nunca pudieron desmentir su relación con Pugliese.

 

 Hoy la historia parece lejana, pero describe casi con puntillosidad el espíritu de la relación entre dos personas que hoy parecen enemigos insalvables.