Salinger, cazador cazado: 9 años de investigación develan su vida ocul
De interés general

Salinger, cazador cazado: 9 años de investigación develan su vida oculta

 

 

25/02/2014 Fuente revistaenie. Adelanto exclusivo de "Salinger", de Shane Salerno y David Shields, que sale el 1 de marzo. Fotografías, cartas, diarios y testimonios inéditos reconstruyen el misterio más grande la literatura del siglo XX.

 

“Salinger se pasó diez años escribiendo El guardián entre el centeno y el resto de su vida arrepintiéndose”. Con ese ritmo –contundente– empieza Salinger, la investigación de Shane Salerno y David Shields, que nació con la pretensión de contestar: por qué Salinger dejó de publicar; por qué desapareció, y qué escribió durante los últimos 45 años de su vida.

 

Las respuestas no son siempre satisfactorias o completas, pero el material inédito –un centenar de fotografías, extractos de publicaciones, diarios, cartas, memorias, transcripciones judiciales y expedientes militares desclasificados– hacen de éste, un libro único.

 

Estructurado como un guión –Salerno estrenó el año pasado el documental homónimo que motivó la investigación– con más de 200 entrevistados, el libro esquiva la linealidad y tal vez se acerca más a la psicología del autor retratado (y de cualquier persona). Se relata como nunca antes su rol durante la Segunda Guerra Mundial como agente del contraespionaje –tarea que lo destruyó psiquícamente pero que, según los autores, lo convirtió en un gran artista–, su trabajo en la posguerra para “desnazificar” Alemania, la compleja relación con su familia, el mundo editorial, las mujeres –en especial, las jóvenes– y su apego a la religión vedanta, que obliga a la reclusión, que en el caso de Salinger –se deduce– por momentos, se pareció más a un montaje deliberado. J.D Salinger sufrió el mito que construyeron los 65 millones de ejemplares vendidos de El guardián, pero eligió perpetuarlo y vivir bajo su sombra.

 

Hemingway: esperanza durante la guerra

 

Querido Papi:

Te escribo desde un hospital general de Núremberg. Lo único que puedo decir del lugar es que adolece de una notable ausencia de Catherine Backley [la heroína de ´Adiós a las armas´]. [...] Estoy bien, lo que pasa es que he estado en una situación casi constante de abatimiento y se me ha ocurrido que sería buena idea hablar con alguien. [...] ¿Cómo va tu novela? Espero que estés trabajando duro

en ella. No vendas los derechos al cine. Ya eres rico. En calidad de presidente de tus muchos clubes de fans, sé que hablo por todos los

miembros cuando digo que al carajo Gary Cooper. [...] Daría el brazo derecho por salir del ejército, pero no con una baja psiquiátrica de por vida del tipo «este tipo no está en condiciones de estar en el ejército». Tengo en mente una novela muy sensible y no quiero que en 1950 al autor lo llamen tarado. Soy un tarado, pero la información no debe llegar a las manos incorrectas. [...] ¿Resulta mucho más fácil pensar con claridad cuando se está lejos del escenario? Me refiero al trabajo. [...] Las conversaciones que tuve contigo fueron los únicos minutos de esperanza de toda la guerra. [...] P. D.: [...] El proyecto de mi libro de relatos se ha venido abajo.

 

Pero está bien, no hay que amargarse. Sigo enredado en mentiras y afectaciones, y ver mi nombre en la sobrecubierta de un libro solamente pospondría...

 

Fragmento de carta sin fechar de Salinger a Ernest Hemingway

 

La retirada completa,  la estrategia publicitaria perfecta

 

Por medio del Guardián, Salinger mandó un SOS; y cuando el mundo respondió a aquella llamada de socorro con amor y arrobamiento, él colgó de inmediato un letrero de NO MOLESTAR. Salinger no amaba el mundo —se detestaba a sí mismo, aunque reformuló aquel sentimiento como odio al mundo—, y necesitaba que el mundo demostrara que era indigno de su amor. Y el mundo se las arregló para satisfacerle esa necesidad a diario.

 

Siempre se creyó que Salinger era indiferente a la publicidad, pero él supervisaba con fiereza cada pitido de la pantalla del radar y se preocupaba muchísimo por su reputación: por ejemplo, después de decirle a la gente de Little Brown que no le mandaran las reseñas del Guardián, se dedicó a buscarlas todas. Se negaba a hablar con la prensa, pero, siempre que la prensa llevaba mucho tiempo sin acordarse de él, se ponía a interactuar con periodistas, sobre todo si eran mujeres extremadamente bellas; estuvo media hora al teléfono con Lacey Fosburgh, del New York Times, por ejemplo, y no sólo quiso ver qué aspecto tenía la pelirroja de ojos verdes Betty Eppes, sino que contestó a sus preguntas e incluso, en un momento dado, la invitó a cenar. Salinger detestaba tratar con la avalancha de correo que recibía, pero se quejaba de que los domingos no hubiera reparto.

 

Proyectaba una imagen de ermitaño, y ciertamente lo fue más que la mayoría de gente, incluso más que la mayoría de escritores,

pero la verdad es que mantuvo amistades toda su vida por medio de frecuentes viajes, tanto por Estados Unidos como por el extranjero, además de por carta, por teléfono y recibiendo visitas frecuentes en casa. Controlaba las informaciones y las versiones de

los hechos. (...) La retirada completa de la sociedad no es sólo la cuarta etapa del vedanta, sino también, y esto es muy conveniente, la estrategia publicitaria perfecta: si era invisible para el público, podía estar en todos los lugares de la imaginación pública.