La montaña mágica 1. Primera entrega
de Thomas Mann

La montaña mágica 1. Primera entrega

 

 

Fuente Wikipedia. La montaña mágica (Der Zauberberg, en el original alemán) es una novela de Thomas Mann que se publicó en 1924. Es considerada la novela más importante de su autor y un clásico de la literatura en lengua alemana del siglo XX que ha sido traducido a numerosos idiomas.

 

Thomas Mann comenzó a escribir la novela en 1912, a raíz de una visita a su esposa en el Sanatorio Wald de Davos en el que se encontraba internada. La concibió inicialmente como una novela corta, pero el proyecto fue creciendo con el tiempo hasta convertirse en una obra mucho más extensa. La obra narra la estancia de su protagonista principal, el joven Hans Castorp, en un sanatorio de los Alpes suizos al que inicialmente había llegado únicamente como visitante. La obra ha sido calificada de novela filosófica, porque, aunque se ajusta al molde genérico del Bildungsroman o novela de aprendizaje, introduce reflexiones sobre los temas más variados, tanto a cargo del narrador como de los personajes (especialmente Naphta y Settembrini, los encargados de la educación del protagonista). Entre estos temas ocupa un lugar preponderante el del "tiempo", hasta el punto de que el propio autor la calificó de "novela del tiempo" (Zeitroman), pero también se dedican muchas páginas a discutir sobre la enfermedad, la muerte, la estética, la política, etc.

 

La novela ha sido vista como un vasto fresco del decadente modo de vida de la burguesía europea en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial.

 

Creación de la novela

 

Katia Mann, esposa de Thomas Mann, en 1905.

Según declara el mismo autor en una introducción a la novela,1 la idea inicial de La montaña mágica se le ocurrió a raíz de la estancia de su esposa, Katia, en el Sanatorio Wald de Davos, en 1912. En varias cartas, hoy perdidas, Katia informaba detalladamente a su esposo de su vida cotidiana en la institución. El propio Mann visitó a su esposa durante una temporada (en mayo y junio de ese año), y pudo conocer por sí mismo el funcionamiento de la institución. Como escribió la propia Katia:

 

Me visitó en Davos, y su llegada fue, sin duda, similar a la de Hans Castorp. Él también se bajó del tren en Davos-Dorf y yo me reuní con él, tal y como hizo el primo de Castorp, Ziemssen. Subimos al sanatorio, y ahí hablamos incensantemente, como los primos [...] Le señalé a los tipos varios que ya le había descrito, y luego los incorporó a su novela, simplemente cambiando los nombres.

Como a Castorp, a Mann el director del sanatorio en que estaba ingresada su esposa le sugirió que permaneciese internado por una temporada, pero el autor rechazó la idea.

Un argumento similar había aparecido ya en la novela Tristán, de 1903, en la que el personaje de Anton Klöterjahn lleva a su mujer enferma del pulmón a un sanatorio en la montaña. Allí conoce al escritor Detlev Spinell. Éste la convence de que toque al piano un pasaje de la ópera Tristán e Isolda de Richard Wagner, a pesar de que los médicos le habían prohibido cualquier esfuerzo.

En un primer momento, Mann pensó escribir sobre este tema una novela corta que fuese "la contrapartida humorística" de La muerte en Venecia, que había publicado en 1912, una especie de "drama satírico". Su propósito era publicarla en la revista satírica Neue Rundschau. Inició la escritura del primer capítulo de la obra inmediatamente después de su regreso del sanatorio, interrumpiendo la novela en la que estaba trabajando (Confesiones del estafador Felix Krull). Pronto descubrió, sin embargo, que la historia que tenía en mente demandaba una mayor extensión, por lo que terminó siendo una "novela corta alargada".

El trabajo de Mann en la obra fue interrumpido por el estallido de la Primera Guerra Mundial. Lo retomó en 1920, aunque de forma discontinua. Es importante tener en cuenta que durante el proceso de creación de la novela, las opiniones políticas de Mann sufrieron una importante transformación. Al estallar la Primera Guerra Mundial, apoyó explícitamente la causa belicista y el nacionalismo alemán con varias publicaciones, entre las que destaca el ensayo Consideraciones de un apolítico, publicado en 1918. En este ensayo, Mann defendía la tradición cultural alemana (Kultur), oponiéndola a la de las democracias occidentales (Zivilisation). Esta toma de posición le hizo enfrentarse a su hermano, Heinrich Mann. Desde 1922, sin embargo, Mann, reconciliado con su hermano, tomó decididamente partido por la democrática República de Weimar.

Mann publicó finalmente la novela, en dos volúmenes, en otoño de 1924, en la editorial S. Fischer.

 

Argumento

Llegada al sanatorio

La novela está dividida en siete capítulos, cada uno de los cuales se subdivide a su vez en varios epígrafes. El momento histórico en que transcurre la acción no se indica de forma precisa, aunque el autor se ocupa de comentar en el prólogo a la obra que se desarrolla:

[...] en otro tiempo, en el pasado, antaño, en el mundo anterior a la Gran Guerra, con cuyo estallido comenzaron muchas cosas que, en el fondo, todavía no han dejado de comenzar.

La novela se abre con el viaje en ferrocarril del joven de veintitrés años Hans Castorp desde Hamburgo hasta Davos, en los Alpes suizos, para visitar a su primo Joachim Ziemssen, en el Sanatorio Internacional Berghof. Castorp llega al sanatorio al anochecer de un martes de principios de agosto (no se indica en la novela la fecha exacta). Joachim, que piensa seguir la carrera militar, lleva ya cinco meses internado en el sanatorio tratándose de su tuberculosis, y advierte a Castorp, cuando va a recibirle a la estación, de que en el lugar se vive con un sentido del tiempo enteramente diferente al habitual. El sanatorio se encuentra en lo alto de una montaña, a más de 1600 metros de altitud. A Castorp, que acude al sanatorio no como paciente, sino como simple visitante, se le asigna la habitación 34, en la que acaba de fallecer una enferma estadounidense, y que se encuentra situada entre la de su primo y la de un matrimonio ruso.

Tras narrar la primera toma de contacto de Castorp con el sanatorio y sus huéspedes, se explican (en el capítulo II) los antecedentes familiares del protagonista, único hijo de una familia de comerciantes de Hamburgo, que, tras el prematuro fallecimiento de sus padres, ha sido educado primero por su abuelo, y luego por su tío, el cónsul Tienappel. Aunque cuenta con una buena posición económica gracias a la herencia familiar, acaba de concluir sus estudios de ingeniería naval y está ilusionado con la perspectiva de empezar a ejercer la profesión.

En el momento de su llegada, Castorp tiene la intención de permanecer sólo tres semanas en el sanatorio visitando a su primo, antes de incorporarse a su trabajo en los astilleros Tunder & Wilms. En la noche de su llegada, conoce a uno de los médicos del sanatorio, el doctor Krokovski.

 

El primer día

 

Pista de patinaje en Davos, hacia 1915.

El capítulo III de la novela está íntegramente dedicado a narrar minuciosamente la primera jornada de Castorp en el Sanatorio Internacional Berghof. Ligeramente molesto por las ruidosas manifestaciones de afecto del matrimonio ruso que se hospeda en la habitación contigua a la suya, Castorp baja a desayunar al comedor con su primo a las ocho de la mañana. El comedor es una sala amplia, más larga que ancha, y muy luminosa, en la que están dispuestas siete mesas, cada una de ellas con capacidad para diez comensales. Joachim presenta a Hans a sus compañeros de mesa, aunque éste no les presta demasiada atención.

 

Al salir del comedor, Castorp es presentado al médico jefe, doctor Behrens, que en una charla aparentemente de cumplido aprecia síntomas de anemia en el joven. A continuación, Castorp y su primo salen a pasear por los alrededores del sanatorio; se cruzan con un grupo de jóvenes de ambos sexos, que forman parte, según explicará posteriormente Ziemssen, de la "Sociedad Medio Pulmón". Una chica del grupo, Herminie Kleefeld, silba con su neumotórax para sorprender a Castorp.

 

 

Ruggero Leoncavallo fue el modelo del personaje de Lodovico Settembrini en cuanto a su apariencia física. A Castorp su mezcla de dejadez y encanto le hacía pensar en un organillero.

Castorp comenta que ha empezado a notar dos extraños síntomas desde que se encuentra en el sanatorio: siente un extraño ardor en la cara, y ha dejado de apreciar el sabor de los puros que suele fumar (de la marca Maria Mancini). La conversación que sigue entre los dos primos gira en torno al tema de la muerte, pero es interrumpida por la llegada de un nuevo personaje, Lodovico Settembrini, un escritor italiano, de Padua, admirador de Carducci, de quien recita un himno a Satán. La apariencia de Settembrini, "mezcla de dejadez y encanto", hace a Castorp pensar en un organillero. Su conversación, trufada de citas literarias, con referencias a la ópera La flauta mágica, el poeta latino Virgilio y la mitología griega, causa a Castorp una grata impresión. Con el tiempo, Settembrini, masón, ardiente defensor del humanismo, la democracia y el progreso, terminará por convertirse en cierto modo en el amistoso mentor de Castorp en cuestiones de filosofía y política.

Los dos primos regresan después al sanatorio para realizar la cura de reposo prescrita en el tratamiento de Ziemssen, a la que se suma Castorp en su afán de seguir las costumbres del lugar. Tienen una breve conversación acerca de la naturaleza del tiempo, hasta que llega la hora del almuerzo. Concluido éste, dan un nuevo paseo, llegando esta vez hasta el pueblo, al que sigue una nueva cura de reposo. Durante la comida, que a Castorp le resulta excesiva, hace su aparición un nuevo personaje, Clawdia Chauchat, rusa, que llama la atención de Castorp por su desagradable costumbre de dar portazos. En la cura de reposo que viene a continuación, mientras está tumbado en la chaise longue de la terraza de su habitación, el protagonista es testigo de las bravatas de un enfermo incurable, el señor Albin, que en el jardín fantasea con la idea del suicidio ante un grupo de señoras.

Durante la cena, Castorp ve de nuevo a Clawdia Chauchat, que le recuerda a alguien, aunque no consigue precisar a quién. Después entabla de nuevo conversación con Settembrini, quien le aconseja que abandone cuanto antes el sanatorio. El protagonista, que se encuentra ya muy cansado, no toma en serio las palabras del italiano. Se acuesta poco después. En sus disparatados sueños, se mezclan las personas que ha conocido en el sanatorio con recuerdos de su infancia.

 

Las primeras tres semanas. Settembrini y Clawdia Chauchat

El capítulo IV describe la vida de Castorp en el sanatorio durante aproximadamente dos semanas y media. Dos personajes tienen un especial relieve en este capítulo: Settembrini y Clawdia Chauchat.

Durante los días que siguen a su ingreso en el Sanatorio Internacional Berghog, el protagonista conversa a menudo con Settembrini, quien le habla de su padre, un famoso erudito, y de su abuelo, Giuseppe Settembrini, que había sido revolucionario y tomado parte en la Revolución de 1830. El italiano le expone también a Castorp sus ideas acerca de la enfermedad, la música, y el progreso.

La conversación acerca de la enfermedad comienza cuando Castorp, un poco al azar, afirma que "la enfermedad, en cierto modo, tiene algo de noble". Settembrini lo niega vehementemente, exponiendo su punto de vista, según el cual la idea expuesta por Castorp es, en sí misma, enfermiza y oscurantista. Acerca de la música, las opiniones de Settembrini le resultan a Castorp bastante chocantes: aunque le reconoce "un aspecto moral", en tanto que "estructura el tiempo a través de un sistema de proporciones de una particular fuerza y así le da vida, alma y valor", afirma sentir hacia ella "una antipatía de índole política", por cuanto a veces puede ejercer una influencia similar a la de los estupefacientes. En la tercera conversación, a propósito de la profunda admiración que siente por su abuelo el revolucionario, Settembrini expone claramente su visión del mundo:

[...] el mundo entrañaba la lucha entre dos principios, el poder y el derecho, la tiranía y la libertad, la superstición y el conocimiento, el principio de conservación y el principio de movimiento imparable: el progreso. Se podía definir al uno como el principio oriental; al otro como el principio europeo, pues Europa era la tierra de la rebeldía, la crítica y la actividad para transformar el mundo, mientras que el continente asiático encarnaba la inmovilidad y el reposo.

A pesar de la innegable fascinación que las palabras de Settembrini ejercen sobre su ánimo, el protagonista no se deja del todo convencer por ellas, e incluso manifiesta en ocasiones que sus puntos de vista le parecen absurdos. Opone a Settembrini la figura de su propio abuelo, encarnación, para él, de los valores más positivos del conservadurismo.

Durante este período, Castorp empieza también a sentirse interesado por Clawdia Chauchat, que ya el primer día le había llamado la atención por sus ruidosos portazos. Clawdia es una mujer rusa de 28 años, casada con un funcionario destinado en el Daguestán, de quien vive separada, pues reside prácticamente todo el año en sanatorios. Sus rasgos "tártaros" fascinan a Castorp, a quien le recuerdan además los de un antiguo compañero de escuela por el que sentía adoración en su infancia, Pribislav Hippe.18 Del desagrado inicial que le producen los modales de Clawdia, Castorp pasa a un estado de enamoramiento, aun cuando no se atreve a confesárselo a sí mismo, y a un morboso interés que le lleva a forzar breves encuentros con ella, aun cuando no se atreve a dirigirle la palabra. Madame Chauchat se sienta en una mesa relativamente alejada de la de Castorp en el comedor, que en la novela se conoce como "la mesa de los rusos distinguidos".

El primer lunes de su estancia en el sanatorio, Castorp, tras regresar de un paseo que le deja extrañamente fatigado, asiste a una conferencia del doctor Krokovski, en la que éste explica que la enfermedad procede "de una actividad amorosa reprimida", y defiende la "disección psíquica" como método de curación, ideas en parte coincidentes con las entonces en boga de Sigmund Freud.

Cuando se aproxima el momento en que, según lo proyectado, debe abandonar el sanatorio, Castorp coge inesperadamente un resfriado, y descubre que tiene fiebre. Acepta acompañar a su primo a la consulta del doctor Behrens, y éste le descubre una afección pulmonar y le ordena guardar cama durante tres semanas. Castorp, por lo tanto, deberá permanecer en el Sanatorio Internacional Berghof por un período no precisado, pero que se supone será bastante largo.

La aclimatación de Castorp

El quinto capítulo de la obra cubre un período considerablemente más amplio que los anteriores: desde septiembre del año de la llegada de Castorp al sanatorio, hasta febrero del año siguiente, concretamente hasta la noche del Martes de carnaval.

Para curarse su inesperada enfermedad, Castorp pasa tres semanas en cama, sin participar en la rutina diaria del sanatorio, aunque se informa de las novedades a través de su primo Joachim. Un día recibe la visita de Settembrini, quien le manifiesta su deseo de actuar como su mentor, a lo que el joven accede encantado. Finalmente, cumplido el periodo de tres semanas prescrito por el médico, y a finales de septiembre, Castorp abandona el lecho y se incorpora de nuevo a la vida del sanatorio. Ocho días después, se le hace una radiografía, que confirma el diagnóstico inicial de Behrens. La experiencia de ver el esqueleto de su primo, y el de su propia mano, causa a Castorp una honda impresión: "Hans Castorp no se cansaba de mirar [...] aquellos huesos sin carne que no eran sino un memento de la muerte".

A partir de ese momento, Castorp se adapta a la perfección a su nueva vida como paciente en el sanatorio. Escribe a su familia para explicar la situación, que le obligará a posponer su ingreso previsto en los astilleros, y se prepara para una estancia larga, de duración indefinida. Settembrini vuelve a prevenirle contra el ambiente del sanatorio, y a aconsejarle que se vaya cuanto antes. Además, le previene contra la influencia "asiática" que puede sufrir allí, en una velada alusión al amor disimulado que por entonces siente Castorp hacia Clawdia Chauchat. Sin embargo, el protagonista hace oídos sordos a las palabras de Settembrini.

Por entonces, Castorp está ya "perdidamente enamorado" de Madame Chauchat, aunque no se atreve siquiera a dirigirle la palabra, y se conforma con algunos breves encuentros aparentemente casuales, que le hacen sentir una gran excitación. Como se entera de que el médico jefe, el doctor Behrens, está pintando un retrato de Clawdia, se hace invitar a sus habitaciones con la única finalidad de ver el retrato de su amada. La conversación con el médico, sin embargo, llama su atención hacia el misterio del origen de la vida, y hacia disciplinas como la anatomía, fisiología, la patología, la embriología y otras afines, sobre las que empieza a leer con fruición. Reflexiona acerca de qué es lo que distingue a la vida de la muerte, y a la materia viva de la materia inerte.

Tras la celebración de la fiesta de Navidad, que apenas altera la monotonía imperante en el sanatorio, Castorp comienza a tomarse interés por los moribundos que residen allí, mezcla de caridad cristiana y de morbosa fijación con la muerte. Secundado por su primo Joachim, acude al lecho mortuorio de varios enfermos desahuciados, intentado hacerles más agradables sus últimos momentos. Settembrini se opone rotundamente a esta nueva "afición" del protagonista, en general muy bien recibida por los destinatarios de sus atenciones. Los primos dedican bastante atención sobre todo a una enferma, Karen Karstedt, que no está internada en el sanatorio, sino que reside en el pueblo cercano.

Con estas actividades, pasa el tiempo (Castorp ya se ha habituado a la diferente percepción del tiempo que reina en el sanatorio) y se acerca el Martes de Carnaval, festividad que reviste especial importancia para los habitantes de la montaña. Se celebra una fiesta de disfraces, en la que todos beben abundantemente, y, para señalar la abolición por un día de las diferencias sociales, todos los residentes se tutean. Sólo en esa noche, después de casi siete meses de amarla en silencio, Castorp osa dirigir la palabra a Clawdia Chauchat, utilizando el mismo pretexto que usó en la infancia para hablar con Pribislav Hippe: le pide un lápiz. Entabla conversación con la rusa, en francés, y le confiesa su amor por ella. Madame Chauchat mantiene una actitud un tanto ambigua hacia sus aproximaciones, pero cabe entrever que después tienen un fugaz encuentro erótico, que no se narra explícitamente en la novela. Clawdia le revela que al día siguiente ha decidido partir hacia el Daguestán para encontrarse con su marido, lo que deja a Castorp desolado, aunque deja abierta la posibilidad de su regreso. Antes de despedirse, Castorp y Clawdia intercambian sus respectivas placas pulmonares.

 

Naphta

El capítulo VI se inicia el día siguiente a la partida de Clawdia, que deja a Castorp desconsolado. Durante cierto tiempo se interrumpe la relación entre Castorp y Settembrini, ya que este último está decepcionado por el comportamiento del joven con respecto a Madame Chauchat. Sin embargo, llegada ya la primavera, ambos reanudan su relación. El italiano le anuncia sin embargo su intención de abandonar el sanatorio para instalarse en el pueblo (en Davos Dorf), ya que finalmente ha desistido de su curación. Castorp comienza por entonces a acudir a sesiones de psicoanálisis (de "disección psíquica") en el despacho del doctor Krokovski, y siente, coincidiendo con la floración primaveral, un súbito interés por la botánica. Ziemssen está deseoso de partir para incorporarse a la carrera militar, pero los médicos se lo desaconsejan vivamente.

Un día que los primos están paseando por los alrededores, se encuentran por casualidad con Settembrini, que ya ha abandonado el sanatorio, y pasea en compañía de un profesor de latín que vive realquilado en la misma casa que él, Leo Naphta. A pesar de las reticencias del italiano, que ve en Naphta una influencia perjudicial para Castorp, los primos acuden a visitarle a su casa.

Las conversaciones entre Naphta y Settembrini, dos formas opuestas de ver el mundo, ocupan numerosas páginas de la novela. En la primera conversación escuchada por Castorp, Settembrini se declara monista, y Naphta dualista. Mientras que Settembrini es partidario de la acción, Naphta defiende la vida contemplativa, citando a Bernardo de Claraval y Miguel de Molinos para rebatir la aseveración de Settembrini de que el quietismo es propio de la mentalidad oriental. La conversación se desliza después hacia temas políticos, y Naphta expresa, de forma vaga, su idea de un "nuevo reino de Dios", mientras que el ideal de Settembrini es la "República universal".

La segunda conversación se desarrolla días después, cuando Castorp y Ziemssen acuden a visitar a Naphta en sus habitaciones, que les sorprenden por su lujo. Llama la atención de Castorp una Pietà gótica, del siglo XIV, que le conmueve porque "nunca hubiera podido imaginar algo tan feo [...] y al mismo tiempo tan bello". Castorp y Naphta han entablado una conversación sobre estética cuando inesperadamente llega Settembrini y se une a la reunión. En la discusión que sigue, Naphta manifiesta algunos puntos de vista que sorprenden a Castorp: defiende la teoría geocéntrica de Ptolomeo, frente al heliocentrismo de Copérnico, ya que sólo "es verdadero lo que es beneficioso para el hombre". De este modo,

El hombre es la medida de todas las cosas y su felicidad es el criterio de la verdad. Un conocimiento teórico que careciese de referencia práctica a la idea de felicidad del hombre estaría tan sumamente desprovisto de interés que no se le podría conceder el valor de ser verdadero y tendría que ser rechazado.

A continuación, Naphta expone sus ideas políticas: es enemigo del Estado, del capitalismo y de la burguesía, y defiende la restauración de un supuesto estado originario de la Humanidad, sin organización social y sin violencia, un estado de unión directa de la criatura con Dios en el que no existían el poder ni la servidumbre, no existían la ley ni el castigo, ni la injusticia, ni la unión carnal, ni la diferencia de clases, ni el trabajo ni la propiedad; tan sólo la igualdad, la fraternidad, y la perfección moral.

La ideología que expone Naphta a continuación es una mezcla de milenarismo cristiano, anarquismo y comunismo, en palabras de Castorp, "un individualismo anónimo y colectivo". El componente comunista tiene una gran importancia, por cuanto menciona como "solución provisional" la "dictadura del proletariado".

Partida de Ziemssen

Llega el mes de agosto, con lo que se cumple un año de la estancia de Castorp en el sanatorio. Joachim, que lleva casi año y medio internado, decide, cuando el doctor Behrens le prescribe otros seis meses de estancia en el Berghof, abandonar por su cuenta y riesgo la institución para incorporarse a su regimiento. En cuanto a Castorp, el doctor dictamina que se ha restablecido ya, pero él se niega a aceptarlo, y decide permanecer en el sanatorio. Pocos días después, Ziemssen abandona el Berghof. En otoño llega uno de los tíos de Castorp, James Tienappel, con la finalidad de arrancar de allí a su sobrino, ya que no entiende por qué se obstina en permanecer allí. La llegada de Tienappel recuerda un tanto a la del propio Castorp el año anterior; como Castorp con Madame Chauchat, Tienappel comienza a sentirse fascinado por una tal señora Redisch. Sin embargo, después de una morbosa conversación sobre la muerte en el comedor, parte de improviso, desistiendo de llevarse a su sobrino.

Tras la partida de su primo, Castorp establece relaciones amistosas sobre todo con dos enfermos: Anton Karlovich Ferge, ruso, de San Petersburgo, uno de los desahuciados que visitó en la época en que practicaba la caridad; y Ferdinand Wehsal, alemán, de Mannheim, enamorado platónico, como lo había sido Castorp, de Clawdia Chauchat. Con ellos acude a menudo a visitar a Naphta y a Settembrini. El interés de Castorp por Naptha se ve reforzado cuando descubre que es jesuita, y encuentra semejanzas entre su condición y la de su primo Ziemssen, el militar. Varios meses después, ya próxima la Navidad, tiene lugar una nueva conversación entre Naphta y Settembrini, a la que asisten como testigos Castorp, Ferge y Wehsal, acerca de la enfermedad y la muerte. En el curso de dicha conversación, se abordan también los temas de la tortura y la pena de muerte, sobre los que Naphta y Settembrini mantienen posiciones divergentes.

 

El "sueño de nieve"

Artículo principal: Sueño de nieve

El episodio titulado "Nieve", integrado en el capítulo VI, puede considerarse como el punto álgido de la segunda mitad, y quizás incluso de toda la novela, aunque tiene un fuerte carácter episódico.

Durante el segundo invierno que Castorp pasa en el sanatorio, cae una enorme nevada, y el protagonista, deseoso de entrar en contacto con la naturaleza, decide adquirir unos esquíes, y, así equipado, emprende una serie de excursiones por los valles cercanos.

Durante una de ellas, buscando intencionadamente el peligro de la «blanca nada» del paisaje nevado, que ejerce sobre él una romántica atracción, Hans Castorp se ve atrapado en una tormenta de nieve. Debe refugiarse del viento junto a una cabaña solitaria, en la que no consigue entrar. Bebe un trago de oporto. El efecto de la bebida, junto con el del esfuerzo al que no está acostumbrado, le causa un extraño sueño.

En el sueño ve inicialmente una maravillosa bahía que le evoca las costas del Mediterráneo (donde jamás ha estado), con jóvenes alegres y hermosos, hijos del mar y el sol, que se tratan con amabilidad, consideración y respeto. A continuación descubre un extraño templo, en el que entra, descubriendo dos estatuas femeninas, que parecen mujer e hija. Por algún motivo, la angustia va invadiendo su ánimo. La puerta del santuario del templo está abierta, y Castorp divisa una escena terrible: dos brujas desgarran y devoran a un niño pequeño ante las llamas de un brasero.

 

Medio despierto, comparando ambas escenas oníricas, Hans Castorp reconoce que las formas y la civilidad humanas finalmente no son más que la superación de lo horrible y lo bruto que se encuentra en nosotros. Ahora duda de sus mentores Settembrini y Naphta, que considera simplistas, pero también de los contrarios «muerte-vida», «enfermedad-salud», «mente-naturaleza». El ser humano es más noble que las contradicciones, porque estas sólo existen a través suyo, por eso es su señor. Por simpatía hacia la humanidad Hans Castorp decide, si bien no reprimir el conocimiento de la muerte, seguir en adelante el siguiente moto, la única frase escrita en cursiva en todo el libro, «En nombre de la bondad y del amor el hombre no debe dejar que la muerte reine sobre sus pensamientos».66 Hans Castorp enseguida olvida la máxima tras escapar a tiempo de la tormenta. De hecho, son fundamentalmente reflexiones de Thomas Mann, escritas para sí mismo y para el lector.

 

Regreso y muerte de Ziemssen

Tras un año de ausencia, durante el cual ha seguido con éxito su carrera militar, alcanzando el grado de teniente, el primo de Castorp, Joachim Ziemssen, de nuevo gravemente enfermo, se ve obligado a regresar al Sanatorio Berghof. Llega a principios de agosto, dos años después de la llegada de Castorp al sanatorio y del comienzo de la novela. Ziemssen, que llega acompañado de su madre, le da a Castorp noticias de Clawdia Chauchat, con la que ha coincidido en Múnich, y le informa de que piensa regresar al sanatorio, posiblemente en invierno.

Ziemssen reanuda su vida de antaño junto a Castorp y sus nuevos compañeros, Ferge y Wehsal, y sus visitas a Naphta y Settembrini. Ya antes del regreso de Ziemssen, Castorp había descubierto, por mediación de Naphta, la pertenencia de Settembrini a la francmasonería, y había conversado sobre el tema con cada uno de sus "mentores" por separado, acerca de los propósitos de esta sociedad. Ya en presencia del primo de Castorp, tiene lugar otra conversación entre Naphta y Settembrini acerca de literatura, que se inicia cuando el primero emite un juicio despectivo acerca del poeta latino Virgilio, y ridiculiza la tradición clásica en general, lo que atrae una airada respuesta por parte de Settembrini. Para Naphta, lo que se conoce como tradición clásica no es más que "una forma de pensamiento típica de una época concreta, del liberalismo burgués para ser exactos, que como tal puede morir con ella", en tanto que para el italiano es "el reflejo de la esencia del hombre".

Pasa el tiempo y el estado de salud de Ziemssen va progresivamente empeorando. Castorp consigue que el médico jefe Behrens le revele que su muerte es inminente. Llega un momento en que el enfermo se ve obligado a guardar cama, y Castorp hace venir de nuevo a su madre. Finalmente, Ziemssen fallece, un día de finales de noviembre, a las siete de la tarde, dejando a todos conmovidos por el heroísmo con el que ha aceptado su destino.

Con la muerte de Ziemssen concluye el sexto capítulo de la novela.

Un nuevo personaje: Mynheer Peeperkorn

Finalmente, a comienzos del invierno regresa, como Castorp esperaba, Clawdia Chauchat. Lo hace, sin embargo, acompañada de un nuevo personaje, Mynheer Peeperkorn, un holandés que se ha convertido en su nuevo amante. Peeperkorn, inmensamente rico gracias a sus plantaciones de café en Java, llama pronto la atención de todos los enfermos del sanatorio por su desbordante personalidad y por sus modales imperiosos. El hedonista Peeperkorn es alcohólico y tiene un apetito descomunal. Aunque inicialmente Castorp sufre por verse relegado en el amor de Clawdia, termina también fascinado por Peeperkorn. Ve en la fuerza de su personalidad, que subyuga a cuantos se encuentran en su presencia, la superación de la actitud exclusivamente intelectual ante la vida de Naphta y Settembrini.

Castorp presenta a Peeperkorn a sus dos "mentores", Naphta y Settembrini, aunque éstos no comparten su admiración por el holandés. A pesar de la interferencia que supone la presencia de Peeperkorn, Naphta y Settembrini continúan sus interminables disputas, en esta ocasión acerca del papel de la Iglesia en la historia de la humanidad. Aunque Peeperkorn es incapaz de articular un discurso coherente, la fuerza de su personalidad hace que los duelos dialécticos entre ambos contrincantes pierdan su fuerza.

En una conversación posterior, Castorp se sincera con Clawdia, a la que continúa amando a pesar de su profunda admiración por Peeperkorn. Castorp y Clawdia reanudan su relación, a espaldas de Peeperkorn. Días después, Castorp acude a visitar al holandés, que debe guardar cama frecuentemente, a sus habitaciones. Se confiesan su mutua amistad, y Castorp termina revelándole su relación con Clawdia. Eso no enturbia, sin embargo, su amistad, sino que parece fortalecerla.

En el mes de mayo, el grupo formado por Castorp, Ferge, Wehsal, Settembrini, Naphta, Peeperkorn y Clawdia Chauchat emprende una excursión para visitar la catarata del valle del Flüela. Esa misma noche, una enfermera despierta a Castorp: Peeperkorn acaba de suicidarse, utilizando un ingenioso mecanismo, que "reproduce la mordedura de la serpiente de cascabel", para inocularse una combinación de diferentes venenos. Ya antes, en una conversación con Castorp, el holandés se había revelado como un experto en venenos. Madame Chauchat abandona el Sanatorio Berghof para no regresar jamás.

 

Final

Hacia el final de la novela, tanto Castorp como el resto de los habitantes del sanatorio caen en un estado de aburrimiento ("anestesia de los sentidos"), que les hace dedicar su tiempo a las actividades más diversas y banales: la fotografía, la filatelia, la pasión por el chocolate o el dibujo, sin olvidar los encuentros eróticos entre los residentes, a los que nuevas normas del médico jefe intentan poner coto. Algunos personajes tienen ideas aún más alocadas, como la de resolver el problema de la cuadratura del círculo. Por su parte, Castorp se entrega apasionadamente a la música, cuando el doctor Behrens adquiere para el sanatorio un gramófono y una nutrida colección de discos. Su pieza favorita es un lied de Schubert, Der Lindenbaum, incluido en el ciclo Viaje de invierno.

El doctor Krokovski se interesa por el mundo de lo sobrenatural, sobre todo cuando una paciente, la danesa Ellen Brand, da muestras de poseer poderes paranormales. Comienzan a organizarse sesiones de espiritismo. En el curso de una de ellas, Castorp solicita que aparezca el espíritu de su fallecido primo Joachim Ziemssen. En efecto, se aparece Ziemssen, y Castorp, sobrecogido, le pide perdón.

Se van enconando los ánimos y aumentan las disputas, dentro y fuera del sanatorio, que a veces llegan a las manos, anticipando la llegada inminente de la Primera Guerra Mundial. También crece la tensión entre Naphta y Settembrini. En una de sus continuas discusiones, Settembrini ofende a Naphta, quien le reta a un duelo a pistola. A pesar de los esfuerzos de Castorp por evitarlo, el duelo termina llevándose a efecto. Settembrini, sin embargo, dispara intencionadamente al aire; Naphta, despechado, vuelve la pistola contra sí mismo y se suicida.

Finalmente, estalla la guerra, cuando Castorp lleva ya siete años en el sanatorio. Tras despedirse de Settembrini, el protagonista abandona finalmente la institución para alistarse como soldado. Cambia bruscamente el escenario, y se muestra una batalla, en la que varios soldados deben tomar una posición, aun cuando se sabe que gran parte de ellos van a morir. Se identifica a Castorp como uno de los soldados. Como presagio de su próxima muerte (que no llega a narrarse) está tarareando Der Lindenbaum.