La mística del Martín Fierro
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La mística del Martín Fierro

 

 

03/08/2014 Fuente lanacion. A propósito de una nueva propuesta de La Nación, expertos implican por qué la obra de José Hernández es un imprescindible de la literatura argentina

 

tención pido al silencio/ y silencio a la atención", comienza así una profesora sus clases, en pleno siglo XXI. Quizás algunos alumnos estén convencidos de que recita versos de Estadio Azteca, de Andrés Calamaro, pero en esta confusión se evidencia que, aunque no se goce de la certeza de su origen, el Martín Fierro (1872), de José Hernández, integra nuestra cultura popular. Por eso, La Nación presentará, a partir del 12 de agosto, la obra completa ilustrada por el gran artista Carlos Montefusco (ver recuadro).

 

Las generaciones se suceden y algunos personajes siguen vivos en el imaginario argentino, el de sus propios miembros y el que poseen de él los demás. Toda gran civilización e imperio crea su poema fundante, esa epopeya que recorre el viaje de un héroe, quien se desplaza física e internamente por las entrañas de su alma: Homero, con las monumentales la IIíada y la Odisea, luego Virgilio, con la Eneida, y más tarde los cantares de gesta Beowulf, Roland, los nibelungos y el Cid. Fue la poesía el género elegido para almacenar estos relatos, y no el teatro o la narrativa, ya que las virtudes de la rima hacían posible, antes de la imprenta y de que el pueblo supiese leer y escribir, recordar el texto e, incluso, acompañarlo con música. Del juglar medieval al payador rioplatense, el Martín Fierro puede incluirse dentro de esta tradición de relatos épicos.

 

La profesora de Teoría Literaria (UBA) e investigadora del Conicet Adriana Rodríguez Pérsico explica que el Martín Fierro fue leído por Leopoldo Lugones como símbolo o paradigma de la identidad nacional. "Esto ocurre en un momento en que, por un lado, el gaucho rebelde se había convertido en peón de estancia, es decir, había dejado de ser una amenaza para los sectores poderosos y, por otro, los inmigrantes ocupaban esa posición, el lugar del otro. Pero más allá de esta interpretación en torno de la identidad, el texto es un compendio del estado de la cultura y de la sociedad en una coyuntura de profundos cambios. Es, además, el ejemplo máximo de cultura popular que podemos definir no por el origen o la producción, sino por el proceso de apropiación que realizan los lectores."

 

Hernández, escritor, periodista y político, se inspiró, a modo de denuncia, en el gaucho y en la utilización que el ejército hacía de este personaje, obligado a trasladarse a los fortines de frontera para luchar contra el indio. Vida injusta la del gaucho, cuando la amenaza menguaba, servían de mano de obra esclava a los militares y terratenientes.

 

El Martín Fierro [a algunos textos emblemáticos se los precede con un artículo, porque su nombre propio adquiere el carácter de sustantivo, casi como si se designase el libro o el poema] es material de estudio en los colegios. La escritora y crítica Silvia Hopenhayn estimula a visitar este texto: "La lectura del Martín Fierro vale la pena. Hace valer la pena. Es un libro original y distinto. Original, en el sentido de un origen que se desprende de ciertas determinaciones a través de la lengua que inventa para su creación (mixturas, enlaces poéticos, giros entonados, el pase entre lo íntimo y la política, etcétera). En vez de pecado original invoca una pena original. En vez de traición, duelo o violación -términos tan afincados en nuestra historia literaria- refiere a una pena extraordinaria (Aquí me pongo a cantar.). Es un camino (una lectura) de ida al que no necesariamente se le ha encontrado la vuelta. Por eso, insisto, vale la pena seguir leyéndolo".

 

Jorge Luis Borges no estaba de acuerdo con el sitio que ocupaba el gaucho Fierro en la literatura argentina. Hubiera preferido que fuese Facundo, de Sarmiento, el texto fundante. Sus impugnaciones provenían del carácter de este héroe imperfecto, resertor (sic), que comete crímenes en la frontera, en nombre de la patria, y bebido, a la salida del baile, donde aflora su germen discriminador [la pelea comienza cuando se burla de la novia de un moreno y la insulta con la famosa "Va. ca. yendo gente al baile"].

 

El actor y director Sergio Renán, que trabajó en la versión de Leopoldo Torre Nilsson del Martín Fierro, protagonizada por Alfredo Alcón, opina: "Produce atracción porque es fiel a la hora de reflejar nuestra identidad, y también rechazo, porque no se trata de un hombre con virtudes morales indiscutibles".

 

Más allá de las opiniones y diatribas en los ámbitos académicos, el dramaturgo Mauricio Kartun (autor de El niño argentino, escrita en verso, y cuyo héroe era un gaucho de figuritas, como definió a aquel personaje) destaca las virtudes del Martín Fierro: "Podríamos hablar quizá de la calidad poderosa de su imaginario teletransportador. O de la belleza trascendente de algunos de esos textos que lo hacen una especie de I Ching pampero. Pero no alcanzaría. Creo que como en muchas otras obras, en la inmoralidad suele estar su inmortalidad. Con los atributos necesarios la obra que no queda atrapada en una moral de época sigue fluyendo disolvente por otras morales. Lejos de cualquier edulcoramiento de fiesta nativista Hernández muestra al gaucho en su arquetipo anticultural: rebelde al poder y políticamente incorrecto. Como Shakespeare, que conseguía decir el horror cortesano sin salir de las leyes de la corte, Hernández vapulea a Sarmiento y a sus propuestas con cara inocente de poeta gauchesco. Y ambos -Shakespeare y Hernández- lo seguirán haciendo. Ahí suele esconderse la condición de clásico".

 

El presidente de la Academia Nacional de Educación, ensayista e investigador Pedro Luis Barcia, es concluyente al dar los motivos por los que hay que leerlo: "Es revelador de un haz de valores necesarios para el hombre y para el hombre argentino: que la expresión libera; que lo gregario no es lo comunitario; que el individualismo no genera libertad; que la ley no supone justicia; que la venganza no conlleva paz; que civilización no es cultura; que la barbarie puede ser letrada; que la heroicidad no exige épica; que debemos tener casa, iglesia, escuela y derechos".