Las mil y una formas que tienen los narcos para decir "droga"
Droga

Las mil y una formas que tienen los narcos para decir "droga"

 

 

13/04/2015 Fuente lanacion. "Libros", "juguetitos" y hasta "vacío con papas" son los nombres que aparecen en escuchas telefónicas registradas en expedientes judiciales

 

Suena el teléfono. "¿Tenés helado de menta?", pregunta una voz masculina. Otro celular se activa: "Ahí va la torta para el cumple, sí, de un kilo", dice alguien. Los pedidos están lejos de tener que ver con el delivery de alguna heladería o de una confitería: son parte de las escuchas que figuran en causas de venta de drogas. Entre abastecedores minoristas y vendedores en las calles, las drogas tienen mil nombres con los que se intenta ocultar que se habla del producto clave de la operación ilegal. En las transcripciones de los juzgados se pueden encontrar frases en las que se comercian "empanadas", "libros", "vacío con papas", "lechuga" o "verdura", conversaciones que quedan desenmascaradas cuando el mismo interlocutor "vende" todos esos productos casi a la vez...

 

Los narcos dan por hecho que sus líneas de comunicaciones están interceptadas. Intentan entonces hablar con claves. Sin embargo, ese enmascaramiento del lenguaje a veces les sirve de poco, pues la sola aparición de esos mensajes en los teléfonos bajo observación judicial aporta indicios que son usados en las causas, junto con otras pruebas, para dar por cierta la comercialización de drogas.

 

"Mañana van a estar saliendo los chanchos para aquel lado", anuncia un hombre. "Vos me dijiste que ibas a mandar juguetitos y no has mandado nada", dice al otro día. "Amigo, necesito que venga a retirar los vasos", pide, poco después. "Amigo, a qué hora vas a venir, así me das tiempo de cambiar los repuestos del auto", dice en otro momento.

 

Su teléfono estaba interceptado en una investigación sobre circulación de pasta base entre Buenos Aires y Córdoba. Por más que en ninguna escucha aparecen las palabras drogas, cocaína o pasta base, la Cámara Federal de Casación Penal confirmó en ese caso los procesamientos de los sospechosos, pues entendió que esos diálogos no tenían sentido sin ser vinculados con el estupefacientes encontrado en allanamientos.

 

"Voy a tener que conseguir un poco de lechuga porque me andan pidiendo un montón", dijo una persona grabada a pedido del juzgado federal de Junín.

 

Los narcos negocian el abastecimiento de marihuana, pero no se animan a mencionar esa droga para evitar allanamientos. "Lechuga" no parece ser la mejor elección para disimular la compraventa de marihuana, y menos si el sospechoso no es un verdulero. Al final, esa conversación burdamente encriptada dio sustento a un procesamiento. "El peso de la sustancia, un kilo, era muy aproximado al que negociaban", se explicó en el fallo de ese juzgado.

 

En esa causa se puso en debate el valor de las escuchas judiciales. La defensa de los procesados pidió la nulidad de las interceptaciones telefónicas, pero la Cámara Federal de La Plata ratificó la actuación de la primera instancia: "Las escuchas telefónicas resultan ser medidas legítimas y de indudable idoneidad para lograr avances en el marco de la instrucción, aunque carecen de valor probatorio autónomo, pues se trata de un medio de prueba que exige ineludiblemente su corroboración por medio de otros elementos convictivos".

 

Las escuchas aparecen como el punto más endeble de una investigación, no sólo por la interpretación que los juzgados deben realizar de esas conversaciones en código, sino por la invasión de la intimidad que representan. "La actividad investigativa del Estado no puede transformarse en una excursión de pesca", definió la Cámara Federal de Apelaciones de Resistencia, Chaco, al tratar un caso basado casi exclusivamente en la grabación de conversaciones y de mensajes de texto.

 

"Si bien numerosas conversaciones dan cuenta de maniobras con sustancias estupefacientes -disfrazadas torpemente en el léxico-, muchas de ellas aparecen como potenciales o eventuales, es decir que irán a ocurrir; otras, en cambio referencian situaciones pasadas, no comprobadas", expresó ese tribunal, que cuestionó la interpretación de comunicaciones realizada por la justicia de primera instancia sin otras pruebas de apoyo. El allanamiento ordenado había dado como resultado la incautación de sólo 11 gramos de cocaína en manos del supuesto dealer.

 

Cuando se encuentran una cantidad mayor de estupefacientes y otros indicios firmes sobre la comercialización de drogas, como vigilancias policiales en un lugar de venta, las conversaciones interceptadas adoptan un valor de sustento de la prueba central. Entonces, de nada sirve a los narcos ocultar sus negociaciones.

 

En una condena a un vendedor de drogas en Santa Cruz, el tribunal oral federal de esa provincia consignó que los mensajes enviados y recibidos por el acusado hicieron "referencia a sumas y cantidades sin especificar, en lenguaje cifrado o encriptado, pero que ilustran la actividad de comercialización de estupefacientes".

 

En los tribunales poco importa si el diálogo gira en torno a la venta de "rulemanes", "cigarrillos" o directamente sobre "la cosa", ya que la mención del producto no define la situación judicial. "Es muy hábil en sus conversaciones camuflando sus términos de tal forma de pasar inadvertido; sin embargo, el trasfondo de éstas se encuentra intrínsecamente relacionado con el comercio de sustancias ilícitas", definió la Sala III de la Cámara Federal de La Plata al convalidar un procesamiento por venta de drogas que tuvo a las escuchas telefónicas como prueba clave.

 

"Hola, ¿a cuánto la tenés?", es la consulta grabada. "A doscientos los dos gramos", se registra como respuesta. Sin eufemismos. Nada de "pollos" ni "helados". Es que algunos narcos ni siquiera se preocupan por las posibles grabaciones.

 

"¿Cuánto sale un ladrillo?"

 

Las escuchas y posteriores allanamientos permiten a la Justicia tener noción de los precios de drogas en las calles. "¿Cuánto sale un ladrillo?" preguntó un intermediario. "Tres y medio", le respondieron. "Avisame cualquier cosa, mirá que ese precio no es malo", avisó el interlocutor. Y agregó: "Si tenés para invertir hay un lote en Rosario a dos lucas y media". La investigación judicial posterior determinó que ese grupo narco comercializaba el kilogramo de marihuana entre 3000 y 4000 pesos, a precio de mayorista, y revendía con un amplio margen de ganancias.