Cuando la escena derrumba estereotipos
De interés general

Cuando la escena derrumba estereotipos. De interés general

 

 

06/09/2013 Fuente revistaenie. El término “queer”, que desde la década del 80 alude a los movimientos sociales reivindicatorios de la diversidad sexual, llegó al teatro. Un volumen explora el fenómeno en la dramaturgia local.

 

Es la primera vez que en la Argentina, vanguardia del matrimonio igualitario, las palabras teatro y queer le cuentan al mundo su unión desde una tapa. “El libro pudo tener otros títulos pero me parecía que poner ‘queer’ implicaba señalar precisamente lo no definido, lo multiforme, lo no codificado. Lo queer hace foco, precisamente, en que las sexualidades tal como las conocemos son todas construcciones sociales”, dice Ezequiel Obregón, el compilador y prologuista de Teatro Queer , la antología que este año editó Colihue (para la colección Teatro, que dirige el crítico e investigador Jorge Dubatti) y que incluye cinco obras: Eusebio Ramírez , de Mariano Moro; Tres mitades , de José María Muscari; Es inevitable , de Diego Casado Rubio; Escaleno , de Gabriela Ynclán; y Quiero decir te amo , de Mariano Tenconi Blanco.

 

Crítico, autor y director ( Te pedí que no me dejaras , En la terraza ) y miembro del jurado Premios Teatro del Mundo, Obregón realizó su selección basándose en criterios de calidad, disponibilidad del material y diversidad de temáticas y poéticas, pero que en conjunto comparten el rechazo a la distinción binaria entre hombre y mujer.

 

“No seguí una línea historiográfica pero es indudable que hay un cambio de paradigma en la representación de las sexualidades no heterosexuales a partir de las últimas dos décadas”, dice el prologuista que ubica en Los invertidos (1914), del escritor anarquista José González Castillo, el non plus ultra de la homofobia en la historia del teatro argentino, obra que, paradójicamente, a pesar de su tesis moralizante, fue prohibida por la municipalidad porteña (llevaba ocho funciones en el teatro Nacional) por apología de la perversión. Si bien menciona, sin analizar, dos hitos fundamentales, las piezas de Manuel Puig y de Copi, considera que es en la posdictadura donde encontramos construcciones no ancilares, es decir, no utilitarias ni al servicio de lo social: la subjetividad queer no aparece para ejemplificar o ilustrar sino que es la propia materia teatral.

 

Estas cinco obras no proponen esquemas rígidos sino que muestran, según Obregón, las distintas formas de tomar distancia de la normativa, de problematizar el género, además de permitir indagar “en aquellas sexualidades que el discurso mediático/social aún tiende a estigmatizar, burlar o estereotipar”.

 

Como investigó la filósofa estadounidense Judith Butler, el término “queer” , desde su origen en el siglo XVIII, fue una burla, un insulto al “raro” que tranquilizaba a quien lo emitía en la medida que trazaba una línea demarcatoria de legitimidades. Pero en los ochenta, la injuria se resignificó de manera positiva por la lucha de esos estigmatizados; sin embargo, para la activista, lo queer nunca debe ser poseído ni apropiado sino mantenerse vital en los límites. En ese sentido es que la filósofa española Beatriz Preciado dice que es un movimiento post-homosexual y post-gay: “No es una identidad más en el folclore multicultural sino una posición de crítica atenta a los procesos de exclusión y marginalización que genera toda ficción identitaria”, escribe en el artículo “Historia de una palabra” para la revista Parole de queer.

 

Espacio de cruce, de liminalidad y no de formatos preconcebidos, tampoco en el teatro hay una estética queer sino tantas, dice Obregón, como las que se puedan promover desde la dirección. En el libro, se publican cinco obras estrenadas con dirección de sus autores salvo en el caso de Escaleno .

 

Pieza sáfica en un acto , de la mexicana Gabriela Ynclán, que dirigió Eduardo López Rojas. No es sólo una excepción sino que reúne varias: es la más añosa (se estrenó en 1995, en promedio unos 15 años antes que el resto), la autora no es argentina ni reside en el país y es la única mujer de la antología.

 

“Se puede interpretar como un gesto de ‘corrección política’ pero no se puede editar un libro que tiene afinidad con lo diverso y no incluir una obra escrita por una dramaturga. Además es la única entre las cinco que aborda el amor entre dos varones. Pero está, al igual que las otras, por su calidad y poética capaz de captar una sensibilidad de época”, aclara el compilador.

 

Como suele suceder en estos casos, los autores dan la bienvenida a la publicación en la que son incluidos, pero prefieren aparecer elegantemente distantes a la hora del por qué yo. “Las categorías pertenecen a las editoriales y no es decisión mía incluir en una categoría determinada mi obra”, dice el director de cine y teatro Casado Rubio (Madrid, 1978, en el país desde 2005), quien en Es inevitable , presenta la historia de amor entre dos mujeres a las que la muerte acaba de separar. “La obra tiene una mirada no excluyente sobre el amor, es decir, se habla del amor y del dolor ante la pérdida del ser amado sin importar si se trata de dos mujeres o dos hombres o un hombre y una mujer. El amor es amor, al igual que el sufrimiento que produce la muerte es dolor de la misma forma, más allá de si sos hombre o mujer”.

 

Tampoco Tenconi Blanco (1982) dice preocuparse por categorías pero sí, en cambio, se ocupa de que siempre en sus trabajos haya un componente político porque el arte es su forma de hacer política: “A la hora de escribir Quiero decir te amo , políticamente lo que trabajé fue una obra con mujeres fuertes, que se oponen a la dominación machista a través de la creación, la literaria en este caso, por medio del intercambio epistolar. Probablemente mi obra sea feminista, antes que queer . Aunque, seguramente, eso también sea parte de la estética queer . Al final de todo, mi estética es mi política”, dice el creador de la única obra que permanece en cartel hasta septiembre (La casona iluminada, Corrientes 1979): en Quiero decir te amo , dos chicas se vinculan, a partir de un equívoco, a través de cartas pero, poco a poco y a la distancia, el deseo irá tomando cuerpo hasta explotar en un apasionado amor que deja afuera y totalmente ajeno al yo masculino. En México, dice Ynclán (1948), el término queer se utiliza muy poco pero la dramaturga y docente ( Coreografía , Humor de amor , El efecto mariposa ) reconoce que es la forma de legitimar todo aquello que ha sido rechazado por el establishment , todo lo que está marginado como indígenas, mujeres o chicos de la calle.

 

“Con algunos dramaturgos, entre los cuales me cuento, tenemos la postura de mostrar la realidad del país y desde luego generar polémica sobre temas controvertidos. Pertenezco a un grupo, coordinado principalmente por dramaturgas, directoras y actrices, que busca hacer visible lo que el estado pretende ocultar”, dice la autora de uno de los países más homofóbicos de Latinoamérica.

 

En 2005, en el Primer Festival de la Escena Queer en Buenos Aires, se realizó una retrospectiva de las obras del director, dramaturgo y actor José María Muscari (1976), que coordinó la crítica Ana Durán. En 2009, Colihue publicó un volumen con ocho de sus títulos ( Catch , Grasa , Shangay , Fetiche ). Y hoy, después de éxitos comerciales y apariciones televisivas, es convocado en esta selección por Tres mitades. Diversas formas de amar, que en un escenario de calle Corrientes protagonizaron Moria Casán, su hija Sofía Gala Castiglione y Mario Pasik.

 

“El triangulo de amor que plantea, el poliamor y todo lo que conlleva es bastante queer si me lo pongo a pensar fríamente, pero su encanto radica en que simplemente decidí hablar de ellos y el amor que los juntaba y separaba sin intentar pensar en un género. No me siento diferente a nada ni a nadie por mi sexualidad. Creo ser muy poco militante y cero activista, creo que otros lo hacen, lo hicieron y lo harán muy bien por mí, no me interesa embanderarme en lo diferente. Simplemente siendo ese ser da visibilidad”, dice Muscari. “Dios hizo al mundo diverso para no aburrirse”, declara Eusebio Ramírez, la travesti que habla sin parar, sola (en realidad, al lado del novio que está o parece dormido), mientras zurce un vestido de lentejuelas y prepara su show nocturno en un bar gay. “Es un transformista que deviene travesti así que no podría rehuir de la etiqueta queer . Tomamos el vocablo inglés, sin más ni menos delicadeza que cualquier otro. Si dentro de la misma categoría se agrupara gran parte o toda mi producción, podría caer en un coma traumático y alucinar a mis antiguos compañeros de la escuela técnica gritando a coro el tradicional ‘puto, puto’”, ironiza el marplatense Mariano Moro (1967), el autor del tragicómico monólogo Eusebio Ramírez .

 

Penas y alegrías de un transformista (que interpretó Gabriel Villalba) y de varias obras premiadas como Quien lo probó lo sabe y De hombre a hombre , el mejor texto dramático del concurso “Visible” de la Sociedad General de Autores Españoles, en 2007.

 

Según Moro, esta última obra fue “acaso” su debut en ‘lo queer’ : “Pero no creo en hacer visible nada, puesto que desde el 83 en adelante cualquier medio saca un informe cada quince días sobre sexualidades. Si lo que uno quiere es proclamar una idea debe simplemente declararla, no disfrazarla de trabajo artístico. La nobleza de una causa no da calidad a la obra.” Mientras tanto, Obregón (y, seguramente, junto a muchos que no participaron de la novedad editorial) ya imagina un segundo volumen con más teatro queer argentino y de América Latina.