Combatir el crimen, un compromiso de todos
Droga

Combatir el crimen, un compromiso de todos

 

 

26/03/2014 Fuente lanacion. os derechos civiles y sociales, los derechos humanos, la protección de la soberanía nacional, de la integridad territorial, de sus habitantes, sus bienes y medio ambiente, así como la defensa de los valores democráticos, constituyen los principios básicos que nos identifican como Nación y como ciudadanos de una misma comunidad. Para instrumentar este resguardo, siempre bajo el mando civil político, están las fuerzas de seguridad y las Fuerzas Armadas, con sus diversos objetivos, marco legal, capacitación y equipamiento correspondientes. Sin embargo, hoy nos encontramos frente a un reclamo que atraviesa a toda la sociedad y que no parece encontrar una respuesta satisfactoria: la inseguridad y el indiscutible avance del crimen organizado.

 

La vida resulta difícil cuando escasea el trabajo, la salud, el alimento o la vivienda, pero se torna insoportable cuando lo que está en riesgo es la vida misma. ¿Acaso los argentinos le exigimos demasiado al Estado? No parece ser el caso.

 

La seguridad constituye uno de sus roles indelegables, y en una sociedad moderna como la argentina, consciente de las amenazas internas y las supranacionales, nadie puede ignorar, y mucho menos quienes gobiernan, lo imperioso que resulta poner freno al avance de la delincuencia y su carga de inédita violencia, así como a un componente asociado pero que la trasciende: el narcotráfico y, su contracara, el lavado de dinero.

 

Asistimos pasmados a una película que hasta hace poco sólo veíamos en ficciones ajenas: barrios tomados por bandas organizadas donde los que más sufren son los trabajadores que viven allí; narcotraficantes y asesinos a sueldo que se pasean por nuestras ciudades y de cuya existencia recién nos enteramos cuando los detienen o los ultiman a plena luz del día.

 

Corresponde preguntarse qué pasa con las vías de acceso a nuestro país, con nuestras fronteras, qué pasó con los controles del Estado. ¿Qué nos pasa que un argentino de bien ya no puede ir con su familia a un estadio de fútbol, que nuestra policía termina escoltando a micros que llevan barrabravas? ¿Qué nos pasa que tirotean la casa de un gobernador, a una embarazada, a un chico o a una anciana? ¿Qué nos pasa que cada vez desaparecen más mujeres en manos de redes de trata?

 

Sin duda, lo que nos pasó fue lo mismo que a otros países: pensar que eran casos aislados, mirar para otro lado, distraernos con temas coyunturales, creer que nuestra sociedad no iba a caer en esos flagelos. Así, cuando quisimos darnos cuenta ya estábamos durmiendo con el enemigo.

 

Resulta imprescindible que nuestros dirigentes, del sector o color político que sean, lleguen a acuerdos trascendentes y compromisos firmes sobre estos temas sin ningún tipo de intereses particulares, tanto los que hoy gobiernan como los que pueden llegar a gobernarnos mañana en cada una de las instancias, ejecutiva, legislativa y judicial.

 

Son tareas aún pendientes controlar de manera efectiva las vías de acceso terrestre, aéreo y fluvial y -si fuera necesario- analizar y acordar nuevas leyes que garanticen menor permeabilidad de nuestro territorio, así como modernizar y equipar las Fuerzas Armadas y de seguridad, a la vez que reforzar nuestros controles con radares, scanners y mecanismos de detección y seguimiento tecnológicamente actualizados.

 

La Argentina y gran parte de su dirigencia interactúa a nivel regional e internacional debatiendo y participando de acuerdos y proyectos en materia de cooperación de defensa, seguridad, narcotráfico o desarme nuclear. ¿Por qué no podríamos hacerlo a nivel nacional?

 

Unos meses atrás, haciendo referencia a la radarización y a la ley de derribo, ya advertía que a problemas serios hay que dar señales claras, y que los vacíos legales los llena la delincuencia. Sería dramático, con la historia de sangre que llevamos los argentinos sobre nuestras espaldas, que caigamos, por miedo, indefensión o venganza, en extremos como puede ser hacer justicia por mano propia o, en la otra punta, en tener un funcionario que instala a los capos narcos como los Robin Hood de las villas. Es hora de aunar esfuerzos para ponerle fin a este flagelo lo antes posible.

 

Ante estas nuevas amenazas transnacionales, y en el marco de una democracia plenamente consolidada como la argentina, ¿no será tiempo de plantear a nivel del Congreso Nacional una revisión de los instrumentos de seguridad y defensa, incluyendo la creación de una agencia destinada específicamente al combate contra el crimen organizado, con participación efectiva de fuerzas capacitadas y entrenadas de forma exclusiva en esta materia?

 

La Argentina, luego de un debate plural, debe ajustar sus instrumentos de seguridad y defensa en un amplio consenso multipartidario, donde todos se comprometan a respetar un protocolo de acuerdos básicos.

 

Sólo así el Estado, que no es sinónimo de un gobierno, podrá cumplir con su obligación permanente e indeclinable: defender la Nación y brindar seguridad a sus habitantes. Éste debe ser un compromiso de todos. No nos parece que sea demasiado pedir.