Pedro Almodóvar: “Esta es mi película más gay”
De interés general

Pedro Almodóvar: “Esta es mi película más gay” De interés general

 

 

11/08/2013 Fuente revistaenie. El cineasta vuelve a la comedia en “Los amantes pasajeros”, un filme donde retoma el tono alocado de sus primeros experimentos y que, a la vez, Es una metáfora de la situación social de España.

 

Con evidentes secuelas de un potente resfriado en la voz, Pedro Almodóvar nos recibe en el luminoso despacho de su productora El Deseo, a pocos días de que llegue a los cines su nueva película, Los amantes pasajeros. Está de buen humor. Ríe durante la entrevista y a menudo responde poniendo cara de criatura inocente, incapaz de matar una mosca.

 

Hace un par de años, contaba que todo el mundo le decía que tenía que hacer una comedia.

No era cuestión de que me convencieran. Yo nunca he decidido qué película hago. Siempre son las historias las que te eligen a ti. Hacía tiempo que quería hacer una comedia, pero eso no era suficiente. Tenía que ocurrírseme cuál y cómo, y desarrollarla. A mí, ponerme y escribir unas páginas divertidas me resulta muy fácil. Lo que pasa es que conseguir que eso tuviera peso y que se convirtiera en una historia me llevó bastante tiempo.

 

Ante esas peticiones, ¿se sentía un poco como Leo, en “La flor de mi secreto”, que decía: “Cómo voy a escribir rosa si mi vida es negra”?

Cuando escribí La flor de mi secreto el personaje de Leo era un poco un trasunto de mí mismo.

 

No pensaba tanto en sentido literal como en que usted entonces estaba en otro momento creativo.

Sí, porque las películas que he hecho en esta década, en este siglo, me parecen esenciales en mi carrera. Son películas más sombrías, pero son películas de las que me siento muy satisfecho. A mí me despertó el deseo vivo de hacer una comedia esa especie de spin off que hice en Los abrazos rotos con Carmen Machi, La concejala antropófaga , en la que todo lo que decía era una burrada. Lo hice porque Carmen me divertía tanto que quise alargar ese monólogo, pero también como ejercicio. Quería saber si me salía. Y la verdad es que me salió. Estaba el deseo de comprobar si seguía teniendo acceso a algo que yo había hecho hace mucho tiempo, ese tono de entonces, o había cambiado tanto que ya no podía. Y descubrí que una vez que lo convocas, llega, aunque de un modo laborioso. Lo que no significa es que a partir de ahora haga esto. Las películas que tengo en mente no tienen nada que ver con Los amantes pasajeros.

 

Con la posibilidad de hacer una comedia ligera se cruzó la situación de España que está muy presente en la película. De modo que al final es una ligereza muy relativa...

Sí, es muy relativa. Empiezas a trabajar con una motivación y en el proceso eso desaparece, aunque no del todo. Yo quería hacer una cinta de evasión y cuando empecé a escribirla, era un capricho cómico, pero, sobre todo en la reescritura del primer borrador la realidad empezó a colarse. Y yo, a permitir que se colara, porque iba enriqueciendo el relato. Espero que sea una película donde la gente se lo pase bien, pero la realidad está muy presente y de hecho toda la película se convierte en una metáfora de la sociedad española.

 

Cuando empezó su carrera, el costumbrismo se colaba sin querer y hablaba desde fuera de mundos llenos de glamour. Ahora que vive rodeado de ese glamour parece buscar una proximidad mayor con la gente normal.

Depende de la vida que lleves, vas buscando lo opuesto. Mi vínculo con la vida rural o las tramas rurales siempre ha estado muy presente y seguirá estándolo. La verdad es que hace muchos años que no vivo en un pueblo y tengo que buscar qué cosas ocurren allí. En La Mancha viví de niño, hasta los ocho años, y no tenía un buen recuerdo en absoluto. Y sin embargo, cuando ya han pasado 40 o 50 años, te acercas de otro modo a esos recuerdos. Aunque había algunos que no me gustaban nada, había otros que son los que aparecen en Volver. En esa película había un niño invisible que está mirando y contando la historia, que soy yo, en los patios, con las vecinas de mi madre. Todo de lo que ellas hablaban está presente en la película. Incluso las relaciones incestuosas. Lo que pasa es que la gente habla y no se da cuenta de que tiene un niño delante. Un niño de cuatro años está oyendo y tiene memoria. Las vueltas a La Mancha me han servido mucho. No es que yo hubiera olvidado aquello, pero sirvió para recuperar el lugar donde nací. Para eso te basta con poner la cámara y fotografiar la tierra roja, además de las vecinas, que para mí han sido la gran cultura de la vida y cinematográfica. Ahora que conozco el glamour profundamente, porque he pasado muchas noches paseando por alfombras rojas en muchas ceremonias de premios, de pronto descubro que eso es lo que menos me interesa. Es divertido para contarlo en forma periodística, pero para integrarlo en mis historias no se me ocurre.

 

En el esquema de la película, está el viaje en avión como unidad cerrada, pero se permite una salida a Madrid, una llamada de teléfono que es la única de la que vemos el contraplano. ¿Por qué es así?

Es lo que queda del primer guión. En el origen había casi un 50% en el avión y otro 50% en tierra. Pero en el trabajo de reescritura fui quitándolo. Poco a poco el avión fue tomando protagonismo...

 

La mejor prueba de que es usted un artista español es que ha tenido siempre una relación compleja con el público español…

Yo creo que he tenido una relación más compleja con los que escribís.

 

En todo caso, más compleja que con el público internacional, donde el aprecio ha seguido una curva ascendente. ¿Hasta qué punto también tenía ganas de hacer una comedia para reconciliarse con un público masivo?

No, no era así, porque nunca conoces al público. Con una película como La piel que habito, que es una película heavy y con muchas referencias cinematográficas que no son precisamente juveniles, la sorpresa fue que su gran público en España fue gente de 20 años o de menos. Nunca sé cuál va a ser la relación o en qué sectores va a funcionar mejor una película u otra. Pero ésta no era una película pensada en busca del éxito. A lo largo de toda mi carrera he tenido mucho éxito, y con las últimas películas, también. Tal vez en España ha ido decreciendo, pero mis películas se amortizan con creces.

 

¿Cree que esta es la película más gay que ha hecho?

Sí, sí. Dentro de que las películas no son ni gays ni heterosexuales, es la que tiene más presencia gay y, como los americanos dicen, flamboyant , que es como llaman a la pluma, a lo plumífero. No quería mostrar la homosexualidad como había hecho antes en mis películas, quería que los protagonistas fueran tres pedazos de locas con toda la pluma imaginable.

 

Bueno, el gremio se presta. Cuando uno pone atención en un avión, se ve que entre los azafatos hay una alta incidencia de la pluma, por así decir.

Se presta, se presta, pero tampoco quiero decir que todos los azafatos sean homosexuales o que tengan ese plumón. Pero lo que sí se presta es para la comedia. Desde que trabajé con Antonio Banderas en La ley del deseo, para mí el personaje homosexual lo único que tenía que hacer era mirar con deseo a la persona que le gustaba. De esa pulsión es de la que se trata. Pero, en general, he preferido siempre hacer personajes homosexuales con actores heterosexuales y les he sacado mejor partido así. Porque hay menos implicación con el personaje y surgen menos fantasmas. Bueno, esa es mi teoría y a mí me ha ido muy bien.Quería que la pluma funcionara de un modo liberador: están bebiendo, en una situación de muchos nervios…

 

Bueno, bebiendo…: Era agua de Valencia con mescalinas.

El agua de Valencia mezclada con mescalinas es una combinación de los 80 que yo admito que conozco. A mitad de los 80 empezaron a llegar las mescalinas sintéticas y nunca se folló tanto en Madrid, porque es verdad que es muy desinhibidora. Y sí, es la película más gay, y hay incluso una celebración de lo gay.

 

Alguien dice en la película que el musical ha acabado con el verdadero cabaret. En sus películas hay muchos momentos musicales…

Eso era una broma. Yo no soy buen espectador del musical y sin embargo el cabaret me parece una gran escuela. Eso Javier (Cámara) lo pilló al vuelo, porque esa frase está improvisada. Y se lo quedó. Pero hay algo mío: soy sincero en esa frase, además de ser irónico.

 

Pero tampoco se ha atrevido del todo con el musical.

No, no me he atrevido.

 

Y sin embargo, siempre hay números musicales en sus películas.

Sí, sí, en todas. Momentos en que la gente empieza a cantar o, como en este caso, a hacer playback y bailar en un avión.

 

¿Y por qué no se ha atrevido a hacer un musical?

Pues yo creo que por falta de confianza en mí y también por la necesidad de encontrar una partitura adecuada. De hacer un musical, nunca sería tipo Los Miserables, o el típico de Broadway, donde la gente canta de principio a fin, sino más a lo Minnelli, o Stanley Donnen: la gente está hablando y como continuación, canta. Y la acción tiene que seguir desarrollándose. Porque a veces se meten canciones y la acción se detiene. Eso no puede ser. Sería un musical donde habría más diálogo que canciones. Pero admito que es un género muy complicado. Y yo, a pesar de mi tendencia, que siempre meto a gente que canta o baila y creo mucho en una canción a la hora de hacer avanzar la acción, admito que me ha dado miedo.

 

Pero esta vez, en su sátira sobre la situación española, se atreve a aludir a la corona.

Creo que hay determinados tabúes que en los últimos diez años han desaparecido. Y uno de ellos es este. Hace cinco o seis años era imposible abordar este tema. Pero tampoco era mi intención arrojar leña al fuego. La película es una comedia y hay un guiño. No quiero que se lo tomen como una falta de respeto, pero ahora se puede hablar de ello.

 

Repite un cierto antinaturalismo visual que es propio de su cine…

Sobre todo en las comedias.

 

Pero supongo que además de ser un rasgo de estilo, también es una decisión que uno debe ponderar cada vez que va a contar una historia. Tanto en el interior del avión como en esos cielos de los planos exteriores.

Sí, eso estaba indicado en el guion. Ponía, por ejemplo: “El avión atraviesa unas nubes flamígeras…” Cuando aparecen lo hacen en los momentos de mayor excitación, previos a la orgía. Esa incandescencia del cielo estaba hablando también de los personajes. Quería cielos bonitos y casi, casi cursis, por una cuestión de género. Y así se lo dije a los técnicos, porque están hechos digitalmente. Y también tenía muy presente que la luz de la película es la única relación que hay con el paso del tiempo y la realidad, va cambiando en el interior hacia tonos más dorados a la vez que vamos viendo el avión girar.

 

Ya que se ha atrevido a hacer su película más marica, llama la atención de que en la orgía no se vea nada de sexo homosexual.

Si te pones a mostrar hay que mostrar mucho. Lola Dueñas le pregunta a Miguel Angel Silvestre “pero, ¿le cabe toda?”. Como ella es inexperta cree que hay algún truco. Y me parece más divertido que lo pregunte que mostrarlo. Además de que si me pongo a mostrarlo hay muchos sitios donde la película no se estrenaría. Sobre el sexo yo he hecho muchas escenas explícitas en mis películas, pero es más divertido hablar, si se puede. Como aquí, porque ella tiene que aprender una técnica que desconoce y que está dispuesta a poner en práctica. Y como, por la postura, parece un poco equívoca, pues necesita preguntarlo. Hace falta, claro, que exista una razón para verbalizarlo, pero si puedes hacerlo es más divertido.