MARICONES GOLPEADORES DE MUJERES
De interés general

MARICONES GOLPEADORES DE MUJERES. DE INTERÉS GENERAL

 

 

06/07/2013 Fuente Weblogs.clarín. Las tortugas ninjas rodean la Plaza del Estudiante de La Paz. “Tortugas ninjas”, así llaman en Bolivia a la policía antimotines. Están bien pertrechados. Armas largas, cascos, chalecos reforzados con la inscripción UTOP: Unidad Táctica de Operaciones Policiales. También exhiben la inscripción de “Policía”, en la espalda, que es lo mismo que se lee en los escudos protectores. Excepto algunos que exhiben el inglés “Police”.

 

La huelga lleva días y las protestas contra las continuas represiones del gobierno de Evo Morales, semanas. En las calles y avenidas no hay tránsito, por el paro de transporte; las rutas están bloqueadas. El camión hidrante arroja agua hacia los estudiantes que se agrupan unos metros más allá, en la Plaza del Bicentenario, frente a la Universidad Mayor de San Andrés. Hay cantos de repudio: “No son maleantes, son estudiantes”. Unos metros más acá, la UTOP recibe la orden de desalojar la plazoleta ocupada por médicos de paro. Éstos últimos llevan guardapolvos blancos; también barbijos, que tienen la función semiótica de identificarlos como médicos y la utilidad práctica de atenuar los efectos de los gases.

 

 Una mujer con un saco rojo grita con un tono monótono pero enérgico: “Golpeadores de mujeres, golpeadores de mujeres, golpeadores de mujeres…”. Cuando la UTOP comienza a desalojar la pequeña plazoleta circular, que hace las veces de rotonda, una muchacha camina hacia ellos con aires distraídos y se sienta cerca de donde la mujer de saco rojo está gritando. La muchacha tiene un chupetín en la boca y toda la intención de que le pidan que se vaya para tener la oportunidad de decir que no. Las tortugas ninjas muerden el anzuelo.

 

 

 Le piden que se retire. La muchacha dice que no. La mujer de rojo grita: “¿La vas a golpear? ¿La vas a golpear? Déjala ahí. No estamos haciendo nada”. La muchacha sigue sentada y cada vez más efectivos de la UTOP se amuchan a su alrededor. A los lados se oyen estornudos y las personas se tapan las vías respiratorias con pañuelos.

 

 La manifestante de saco rojo reprocha a los policías que han golpeado mujeres, que las han puesto en estado crítico. “¿O no?”, los desafía. “¿O no?”. Pero la atención parece centrada en la muchacha, que finalmente habla con énfasis: “No estamos haciendo nada”, dice, y deja el terreno desbrozado para que la interacción esperada se consume.

 

 La muchacha dice que se va a quedar ahí sentada como cualquier otro estudiante; la mujer de rojo es el coro que reafirma lo que la solista propone: “Déjala, déjala ahí sentada”. Dice la muchacha que se puede quedar ahí sentada como cualquier otra persona; que no tiene un cuchillo para matarlos a todos. Empiezan a levantar la voz; se aproxima el cuerpo femenino de la UTOP. La voz de la mujer de saco rojo se alza por sobre las demás; extiende los brazos: “¡No la toques, no la toques!”. Ahora empiezan a tironearse y empujarse, a resistirse y a hacer fuerza; las mujeres de la UTOP quieren llevársela, la muchacha aguanta, la mujer de rojo grita; una policía se cae; los camarógrafos graban la escena; los uniformados piden a todos los demás que se retiren; al final sacan a la muchacha de donde estaba sentada. La escena no dura más de unos pocos segundos, pero todavía no acaba.

 

 Retiran a la muchacha. Todavía grita que no la toquen. Está rodeada del cuerpo policial y de cámaras en alto. La mujer del saco rojo abandonó la escena; los gases lacrimógenos pudieron con ella y las policías a las que les chillaba un momento antes se la llevan a la carga para que reciba atención médica. Igual se las arregla para gritar un poco más; dice que le falta aire. La muchacha aún discute con la UTOP. Una mujer policía le dice que se retire; la muchacha le responde que se retirará cuando la policía se dé la vuelta. Las policías se dan la vuelta y la muchacha se retira. Aún lleva el chupetín en la mano.

 

 No es nada. Una interacción cotidiana que no excede su propia coyuntura. Un hecho que está destinado a desaparecer, a olvidarse, a articular una escena mayor en la que estas interacciones están obligadas a pasar inadvertidas. Quedarán sepultadas y silenciadas bajo el peso de las palabras de los grandes dignatarios y de sus lecturas de la historia.