Luis Ortiz Macedo fundó el primer Instituto de Restauración de Monumen
Bienes arqueológicos, paleontológicos

Luis Ortiz Macedo fundó el primer Instituto de Restauración de Monumentos de América

 

 

11/12/2013 Fuente inah. *** El organismo fue cuna de la primera maestría en restauración de Latinoamérica

 

 

*** Era reconocido como uno los arquitectos más importantes del México contemporáneo

 

Quien fuera director del Instituto Nacional de Antropología e Historia, a finales de los años 60, y posteriormente titular del Instituto Nacional de Bellas Artes  de 1972-1974, Luis Ortiz Macedo, falleció hoy. Nació en la ciudad de México en 1933. El maestro en arquitectura por la UNAM, fue docente de esa institución y de las universidades Iberoamericana, de Guanajuato y Anáhuac, donde dirigió la Facultad de Arquitectura de 1982 a 1994.

 

 En 1956 fundó el Seminario de Historia de la Arquitectura en la UNAM, donde también ejerció como secretario del organismo hasta 1960. Realizó estudios de posgrado en restauración de monumentos en Francia, y laboró en esa área en Italia, Bélgica y España.

 

 Luis Ortiz Macedo presidió el Comité Nacional del International Council on Monuments and Sites (1977); director de Fomento Cultural Banamex (1982-1984), vocal ejecutivo del Consejo del Centro Histórico de la Ciudad de México (1984) y miembro del Seminario de Cultura Mexicana (a partir de 1985).

 

 La arquitecta Diana Ramiro Esteban ofrece en un escrito publicado por la UNAM, un homenaje al maestro. Recuerda que inició su formación como arquitecto en 1951, en la entonces Escuela Nacional de Arquitectura, alojada en el edificio de la Academia de San Carlos. Desde su casa familiar, en el pueblo de Tlalpan, viajaba en camión para llegar al centro de la ciudad, recorriendo paisajes urbanos y rurales. En 1954, cuando Ciudad Universitaria abrió sus puertas, la generación de estudiantes a la que perteneció Ortiz Macedo se vio expuesta a la modernidad.

 

 Lejos del Centro Histórico y la Academia de San Carlos, el nuevo campus materializó el pensamiento arquitectónico dominante, ejemplo perfecto del funcionalismo. Mientras en la Academia los estudiantes de arquitectura habían convivido con pintores y escultores, en CU se dio paso a una integración plástica.

 

“Con sólo 19 años y a menos de la mitad de la carrera, Ortiz Macedo se inició en la docencia por invitación de Ricardo de Robina, arquitecto que marco rumbo al joven estudiante y con quien estableció una entrañable amistad.

 

 De Robina fue un arquitecto innovador en el campo de la conservación patrimonial, disciplina que hasta entonces estaba esencialmente en manos de los profesionistas de la arqueología. La relación entre ambos llevaría a Ortiz Macedo a entender a la arquitectura, su historia y preservación de manera novedosa, contrastándose con aquella que regía en la academia, presidida por el pensamiento funcionalista, para el que poco o nada importaba el pasado.

 

 Antes de concluir sus estudios de licenciatura, Luis Ortiz Macedo se incorporó al ejercicio profesional de la arquitectura, principalmente con el proyecto y construcción de casas habitación y edificios; también tempranamente incursionó en el campo de la restauración de monumentos, en la Parroquia de San Mateo, en Tepetlacalco (1953), y en la Ex Hacienda El Altillo (1956). Ese mismo año solicitó y ganó una beca para estudiar en Francia; allí se integró a un curso enfocado a formar a los jefes de monumentos históricos de las provincias galas y obtuvo el Diploma Superior de Restauración de Monumentos.

 

 A su regreso a México, centró su labor profesional y académica en el Bajío, especialmente en la ciudad de Guanajuato, donde en 1963 fundó el Instituto de Restauración de Monumentos, el primero en América y cuna en Latinoamérica de la maestría en Restauración.

 

 Posteriormente, volvió a la Ciudad de México donde recibió el cargo de jefe del Departamento de Monumentos Coloniales y de la República, del INAH, institución en la que se mantuvo a partir de 1966 y durante dos años desempeñando distintos cargos, incluida la Dirección General. Allí, en colaboración con el arquitecto Jorge L. Medellín, intervino en las plazas de Santo Domingo, Santa Catalina, Regina Coelli y Santa Veracruz, además en el Jardín de San Fernando y en la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón de Dolores,  así como el Alcazar del Castillo de Chapultepec, todos ellos espacios fundamentales de la Ciudad de México a los que se consideró oportuno rescatar del olvido con motivo de los Juegos Olímpicos.

 

 Son también de esta época muchas otras obras de restauración, como la Plaza de Armas de Zacatecas, el Teatro Principal de Puebla, el Antiguo Hospital de Indios, en Teocaltiche, Jalisco, y algunas intervenciones al conjunto conventual de Acolman. Estuvo encargado de la primera restauración del Ex Convento de La Encarnación, sede de la Secretaría de Educación Pública en la Ciudad de México.

 

 Terminada su gestión en el INAH, asumió el cargo de subsecretario de Enseñanza Técnica y Superior de la SEP, y a menos de un año se le encomendó la Dirección General del INBA, desde donde promovió la difusión y preservación del patrimonio cultural de distintas formas, por ejemplo, con la organización de exposiciones de artistas y arquitectos mexicanos, con artículos, conferencias y otras, como la creación de 66 casas de la cultura en el país, gestión que aún rinde frutos.

 

 Escribió los libros: 40 siglos de plástica mexicana (1970); El arte del México virreinal (1971),  Los monumentos de México (1984); Nuestra pintura mexicana (1986); Ernesto Icaza, maestro del ingenuismo mexicano (1985); Edouard Pingret: un pintor romántico francés que retrató el México del mediar del siglo XIX (1989); La hacienda de San Agustín de las Cuevas, (1990); Elogio y nostalgia de Tlalpan (2004); Palacios nobiliarios de la Nueva España (2009);  Diez Normas para los Planificadores (1979) y Opera Mínima, Anotaciones de Viaje (1993).

 

 Hace dos años, en 2011, el arquitecto Luis Ortiz Macedo recibió un homenaje en el Palacio de Bellas Artes por sus 60 años de trayectoria, con la exposición Luis Ortiz Macedo. Patrimonio, cultura y academia, en la que se reconoció “su interés por salvaguardar el patrimonio arquitectónico de México”.

 

Ortiz Macedo fue también restaurador, asesor, investigador, escritor y arquitecto, campos en los que realizó numerosos y acuciosos trabajos.

 

 Su apoyo a distintas empresas culturales ha dejado huella en México: la colaboración para ver nacer el Festival Cervantino o el continuo ir y venir por el país impartiendo conferencias; su posición como vocal ejecutivo del Consejo del Centro Histórico y el impulso para que, en 1987, Xochimilco y el Centro Histórico de la Ciudad de México fuesen declarados Patrimonio Mundial por la UNESCO.

 

 Entre los reconocimientos que recibió se cuentan el Premio Universidad Nacional en el área de Arquitectura y Diseño en 1995, el Diploma al Mérito por la Sociedad Defensora del Tesoro Artístico de México, la Legión de Honor por el Gobierno de Francia y la Orden de la República en grado de Comendador por el gobierno italiano. Fue miembro emérito del Seminario de Cultura Mexicana, académico emérito de la Academia Nacional de Arquitectura de la Sociedad de Arquitectos Mexicanos.