Liliana Herrero: “Aunque me equivoque, yo voy cantando”
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Liliana Herrero: “Aunque me equivoque, yo voy cantando”

 

 

08/11/2013 Fuente revistaenie. Música. La intérprete entrerriana habla de su disco “Maldigo”, al que dotó de un “sonido salvaje” y con el que se aleja de los cánones del folclore.

 

Tras una larga exhalación, ya sobre el final de la charla, Liliana Herrero dirá que percibe que Maldigo , el disco que está presentando por estos días, provoca algo muy conmocionante al público; dirá que es un trabajo muy difícil de sostener emocionalmente arriba del escenario y que todos quienes han trabajado en él han ido a lo hondo. “Yo sé que en lo hondo hay temor, hay temblor, hay gozo, hay celebración, pero no estoy temiendo eso, al contrario. No tengo en este momento de mi vida –por eso digo que Maldigo es una reflexión sobre mi propia vida– la necesidad de poner temas para aliviar, para dar un respiro. En eso estoy bastante intransigente e implacable. El disco lo es, la música lo es y yo asumo ese riesgo. Esto es lo que hay. No quiero ser cómplice del oído saturado, estandarizado, estupidizado”, soltará y se abrazará, acurrucándose con su abrigo en el fondo del sillón, en el living de su casa del barrio de Boedo. Suena radical en su posición aunque dice que no tiene muchas certezas. “Si tuviera tantas certezas hubiera hecho más discos.”

 

–O no...

 

–O ninguno, claro.

 

–¿Tal vez los discos son una manera de buscar certezas?

 

–Para mí los discos son eso, y la vida musical de alguien es eso. Con momentos felices y la sospecha de que en algún momento encontraste algo interesante. Hacer muchos discos no garantiza una obra interesante. Al contrario, te hace pensar…, por eso yo en diferentes discos he vuelto a grabar un tema que ya había grabado, porque encontré un nuevo modo de pensarlo y me resulta muy estimulante y lo grabo para mostrar eso. Lo que yo hago con el tema no es mejor que la versión original, es simplemente un costado, una hendija, una grieta que encontré para buscar. Si no está esa grieta los temas son piedras que no resisten ninguna interrogación, a mí me interesan los temas que resisten esas diversas miradas.

 

–¿Cómo es la operación de apropiación de una canción?

 

–Es diverso. Si encuentro una frase que me convoque, que me estimule, ahí ya me pongo a pensar más directamente en la sonoridad, en el universo sonoro que quiero encontrar, que quiero buscar, en realidad. Ahí me pongo a pensar estrictamente en la música, qué acordes, qué tempos , qué texturas, qué instrumentos. Ahí, en el trabajo con los compañeros van apareciendo ideas. Es muy lindo ese trabajo, es muy precioso ese momento. Es angustiante pero es muy gozoso también.

 

–Está todo por hacerse.

 

–Todo está por hacerse y el universo que se abre es infinito y con senderos que se bifurcan. Por ahí encontrás un sendero y lo ves al arreglo y ese momento es muy emocionante. Luego todo sufre transformaciones en tanto lo vas tocando. Ahora en Córdoba, donde estuve en los últimos días, en Río Cuarto, percibí que el disco está transformándose en otra cosa y eso a mí me llena de alegría, porque estamos buscando ahí, en el mismo acto de tocar. Eso es riesgoso pero es precioso cuando ocurre. Eso lo dijo un músico hace mucho tiempo, que la música es una sucesión de errores ejemplares. Tal vez el error nos conduzca a algo ejemplificador y en vez de seguir por el camino anterior se toma el camino del error y se abre otra cosa, otro horizonte. Eso es hacer un disco, son sólo canciones.

 

–¿Sólo? Mucho, podría decirse.

 

–Bueno, en una canción se concentran muchas cosas. Es breve en el tiempo, en general son tres o cuatro minutos, pero aprender a desarrollar una pequeña historia sonora y un pequeño relato auditivo es toda una dificultad. Es cierto lo que decís, son sólo canciones pero ahí, en esas canciones se condensa algo que uno tiene en el corazón hace mucho tiempo y que es la búsqueda. Es una reflexión sobre la música misma, sobre la propia historia de uno, la historia del oído, la historia de la expansión del sonido que es lo que siempre ando buscando. Son formas de la música que a mí me quitan el sueño. Tal vez haga discos para no retirarme de esa relación con la música que es tan exquisita y tan intensa. Tal vez para retirarme de ciertas formas más estandarizadas de la audición, retirarme de cierta complicidad con el mercado que no me interesa y también para darme el gusto, al menos apenas, de adentrarme en ese universo complejo y fantástico que es la propia música. Cuando uno se adentra ahí el canto se abisma. No me parece que tenga que regirse por formas domesticadas.

 

–“Maldigo” está lejos de estar domesticado…

 

–Está lejos, por suerte, si es que es así, espero que sí, de estar domesticado por ciertos cánones establecidos en relación al canto, sino por qué le habría puesto yo ese título que está lejos de ser una maldición, es simplemente estar con el canto a la intemperie.

 

Maldigo no es una maldición, es una quebradura interna del canto, el canto se quebró, se abismó porque está tratando con formas muy desmesuradas de la música.

 

–¿Con ese abismo tiene también que ver el concepto que atraviesa el disco, ese decir sobre causas que muy pocas veces tiene palabras?

 

–Es ahí donde aparece Maldigo , son temas –ahora ya en relación específicamente a los textos– que nos atraviesan a todos. La falta de trabajo, el desamor, la muerte, los niños de la calle ... Son temas que a mí me preocupan y de los que yo quise hablar. Con ese sonido, porque sé de la dificultad de esos temas y sé cómo atraviesan la vida de los pueblos y de cada uno de nosotros.

 

Maldigo incluso, lo primero que es, es un pensamiento sobre la incertidumbre de la propia vida. En el sentido de que uno no sabe bien en qué consiste la vida de uno y qué está buscando. Eso es lo que yo quiero señalar porque sino parece que fuera un disco de esas canciones llamadas de denuncia, de protesta y no es un disco así. Es un disco en el que me entrego con temas muy preocupantes que atraviesan mi propia vida y decido cantarlo con la desmesura que significa pensar, apenas un segundo, sobre la muerte, a mí y a cualquiera. No tengo palabras, no sé cómo cantar esto. Mi canto no está bien ni está mal, yo quiero retirarme, al tratar estos temas, de ese canon. Tal vez lo hice siempre, nada más que en este disco lo noté más claro, lo vi más lanzado, más expuesto, más solitario también.

 

–En tus discos hay canciones de enormes compositores que han tenido infinitas interpretaciones y también obras de creadores muy jóvenes, ¿cómo armás los repertorios?

 

–Tengo que pensar mucho cómo hilvanar las canciones, sale como una especie de guión. Sé que tengo que armar una historia, relatar algo. Ese es el hilván. Eso lo logro cuando logro encontrar el título.

 

–¿Se ordena a partir de un concepto?

 

–Sí, que de repente puede ser previo. Para hacer este no me tomé descanso, me quedé en casa, leyendo, escuchando música, escuchando mucho Coltrane. Escuché muchas cosas más. Después de eso empieza el trabajo, se escuchan los temas, después se trabaja con los compañeros. Todo lo hicimos en conjunto con Lisandro Aristimuño. Su generosidad fue enorme porque él no trabaja así, él es compositor y hace todo solo en su casa y después convoca a los músicos. Es un procedimiento posible pero no es mi caso. El se avino con toda humildad y compañerismo a este modo que yo planteaba. La grabación fue breve. Tomé la decisión de que este disco se hiciera en estudio pero en vivo, que todos estuviéramos tocando juntos y al mismo tiempo. Me parecía que iba a salir otra sonoridad y efectivamente así sucedió.

 

–¿Cuál era la búsqueda al tomar esa decisión?

 

–Un sonido más salvaje, menos corregido. La misma exigencia que tenía para la voz de retirarme de cierto canon o cierta domesticación del canto también la tuve para el sonido que saliera de los instrumentos. Eso fue lo que hizo que buscara este sonido más crudo. Más salvaje, te dije, no sé si sería la palabra. En fin, un sonido menos cuidado.

 

–¿Cómo se cierra un disco, cuándo se clausura la reflexión y se pasa a otra cosa?

 

–Creo que no se cierra nunca, pero también te mentiría si te dijera que yo ya no estoy pensando en nuevos temas. Hay un punto en el que quisiera empezar a dejar de lado ciertas canciones que todo el mundo pide. Decir que no y proponer otras. Ahí se empieza a cerrar un tema. A mí me es muy difícil irme de los conciertos sin cantar “Oración del remanso”.

 

–¿Y te pesa?

 

–A veces sí, a veces tengo ganas de cantarlo y a veces no, tengo ganas de cantar otra cosa. Hay momentos que necesito dejar descansar ese canto, en esa canción, para poder retomarla con mucha más vehemencia y más fuerza y tal vez desde otro lugar. Cuándo se cierra no sé, lo que sé es que a veces no te dan ganas de cantar determinadas canciones por un tiempo, después aparecen de nuevo.

 

–¿Qué es lo que más disfrutás del hacer música?

 

–El momento en un concierto en el que, no serán más de tres o cuatro minutos, me extravío, estoy fuera de mí. No pienso en nada, la única que piensa es la voz. Es muy místico esto pero yo me banco esta definición. Es un momento muy alto, a veces quisiera sólo quedarme ahí. Pero los conciertos se terminan, hay que volver a la casa e ir al supermercado a hacer las compras.

 

Herrero ríe con soltura, habla de nuevas canciones, de algunas que ya está probando y se entusiasma. “Aunque me equivoque yo voy cantando, yo voy cantando. No sé hacer otra cosa, la verdad que no”.