La muerte de la luna
de Leopoldo Lugones

La muerte de la luna

 

 

Autor: Leopoldo Lugones

 

 

En el parque confuso

Que con lánguidas brisas el cielo sahúma,

El ciprés, como un huso,

Devana un ovillo de de bruma.

El telar de la luna tiende en plata su urdimbre;

Abandona la rada un lúgubre corsario,

Y después suena un timbre

En el vecindario.

Sobre el horizonte malva

De una mar argentina,

En curva de frente calva

La luna se inclina,

O bien un vago nácar disemina

Como la valva

De una madreperla a flor del agua marina.

Un brillo de lóbrego frasco

Adquiere cada ola,

Y la noche cual enorme peñasco

Va quedándose inmensamente sola.

Forma el tic-tac de un reloj accesorio,

La tela de la vida, cual siniestro pespunte.

Flota en la noche de blancor mortuorio

Una benzoica insispidez de sanatorio,

Y cada transeúnte

Parece una silueta del Purgatorio.

Con emoción prosaica,

Suena lejos, en canto de lúgubre alarde,

Una voz de hombre desgraciado, en que arde

El calor negro del rom de Jamaica.

Y reina en el espíritu con subconsciencie arcaica,

El miedo de lo demasiado tarde.

Tras del horizonte abstracto,

Húndese al fin la luna con lúgubre abandono,

Y las tinieblas palpan como el tacto

De un helado y sombrío mono.

Sobre las lunares huellas,

A un azar de eternidad y desdicha,

Orión juega su ficha

En problemático dominó de estrellas.

El frescor nocturno

Triunfa de tu amoroso empeño,

Y domina tu frente con peso taciturno

El negro racimo del sueño.

En el fugaz desvarío

Con que te embargan soñadas visiones,

Vacilan las constelaciones;

Y en tu sueño formado de aroma y de estío,

Flota un antiguo cansancio

De Bizancio...

Languideciendo en la íntima baranda,

Sin ilusión alguna

Contestas a mi trémula demanda.

Al mismo tiempo que la luna,

Una gran perla se apaga en tu meñique;

Disipa la brisa retardados sonrojos;

Y el cielo como una barca que se va a pique,

Definitivamente naufraga en tus ojos.