El laberinto de creta 1. Primera entrega
de Lope de Vega

El laberinto de creta 1. Primera entrega

 

Tragedia de Lope de Vega Carpio dedicada a la señora Tisbe Fenix en Sevilla

 

Fuente artelope. Autor Lope de Vega

 

El breve poema de Tisbe y Píramo, aunque dilatado en la majestad de los versos y el estilo, que ha días llegó a mis manos, de quien Vm. la mitad del argumento, y el todo de la idea de su autor, me puso codicia entonces de conocer sujeto que pudo hacer probable lo que Ovidio escribió con encarecimiento de poeta y por quien dijo el antiguo Montemayor:

 

Dos amantes, que dotar    

de tal gracia y hermosura  

naturaleza procura, 

que no les dejó lugar         

do cupiese la ventura.

 

Después, el favor y honra que hace Vm. a mis escritos, de que no me ha faltado embajador y Mercurio, ha convertido lo que fue curiosidad en obligación de reverenciar esta deidad oculta, y celebrar su divino entendimiento, dado a conocer por sus papeles, y su hermosura, acreditada por quien con mayor conocimiento le aseguraba, y yo debo creerlo así, pues sobre el testimonio de Sóphocles hace mayor probanza de la beldad de Teórides, y grosero sería quien negase que Salauca había sido entendidísima habiéndolo afirmado Aristóphanes. Mucho menos que todo esto excede el corto valor de tan desigual presente, en que ofrezco a Vm. El Laberinto de Creta, mientras con mayor musa (corrida esta cortina misteriosa) a dueño descubierto manifieste la inclinación con que deseo honrarme de este nombre. Y hame venido bien el de la fábula, pues tengo de vivir en esperanza y silencio hasta que Vm. se digne de hacerme este favor, y yo me libre de tanta escuridad a la luz de su conocimiento, con seguridad de no ser ingrato al hilo de oro. Dios guarde a Vm.

 

LOPE DE VEGA CARPIO.

 

PERSONAS DE LA TRAGICOMEDIA

 

REY DE CRETA.

FENISO, capitán.

Soldados.

FINEO.

DÉDALO.

CILA.

LAURO.

FLORELO.

LISENO.

POLINESES.

TESEO.

ALBANTE.

FEDRA.

ARIADNA.

ORANTEO.

UN ALCAIDE

LUCINDO.

DORICLEA.

FABIO.

 

Acto I

 

Salen MINOS, rey de Creta; FENISO, capitán, y soldados.

MINOS

  En cuanto la humana gloria

deleites, Feniso, alcanza,

el primero es la venganza,

y el segundo es la victoria.

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  Hoy entrambos los poseo,

pues he tenido, Feniso,

con la victoria de Niso

la venganza de Androgeo.

  Matáronme los de Atenas

10

mi hijo, y Júpiter santo

quiere que con otro tanto

tengan consuelo mis penas.

  Si a mi hijo dieron muerte,

tu hijo a Niso mató;

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con que de Grecia me dió

la ciudad más noble y fuerte.

  Después que por tantas veces

su muro habemos cercado,

tres vueltas el sol ha dado

20

desde el Aries a los Peces.

  Mas si mil siglos dilata

los rayos de su tesoro,

ya en el vellocino de oro,

ya en las escamas de plata,

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  no era posible gozar

la venganza y la ocasión

menos que con la traición

que nos dió puerta y lugar.

  Mató Cila, patricida,

30

al Rey, su padre, por mí,

a quien la palabra di

indigna de ser cumplida.

  Entregarme la ciudad

lo prometió, y lo cumplió;

35

pero no pensaba yo

que fuera con tal crueldad.

  Ni amor es justo que mande

llegue tal mujer a Creta;

que puesto que amor sujeta

40

no para crueldad tan grande.

  La ciudad entrado habemos,

y aunque la puerta me ha dado,

yo quedo desobligado,

porque los reyes queremos

45

  de la victoria, el valor,

por traidor o por leal,

pero es cosa natural

aborrecer al traidor.

FENISO

  Invicto Rey, no pudiera

50

ser la ciudad conquistada

si no es que Cila, engañada

de su amor, la puerta abriera;

  porque el gallardo Teseo,

y otros griegos generosos,

55

la guardaban codiciosos

de ganar honra y trofeo.

  Ella, con la confianza

de que tu mujer sería,

te dió, Minos, en un día

60

ciudad, victoria y venganza.

  Agora no sé si es bien

que la dejes de este modo.

MINOS

Los dioses lo han hecho todo,

y nuestra dicha también:

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  Némesis, la diosa airada

de la venganza, ha querido

que Cila pierda el sentido

de loca y de enamorada,

  y que yo quede vengado

70

de la muerte de Androgeo.

FENISO

Bien dejarás su deseo

bastantemente burlado,

  porque, a no tener amor,

no hubiera humano interés.

(Sale CILA, dama.)

CILA

75

¿Está aquí el Rey?

FENISO

Ella es.

MINOS

¿Qué haré?

FENISO

Escucharla, señor.

CILA

  Rey Minos, a quien se humillan

los altos muros de Creta,

como agora a tu victoria

80

los imposibles de Atenas:

bien sabes los muchos años

(testigo esta misma cerca)

que no pudiste llegar

a ver sus famosas puertas,

85

y que el sol, tu armado campo,

cuando el aurora comienza

a dar vida a cuantas cosas

se la quitan las tinieblas,

hasta que por el ocaso

90

van haciendo las estrellas

corona a la obscura noche,

diamantes de su cabeza,

hallada en la escarcha helada

del invierno, y en la siesta

95

del caluroso verano,

sin poder hacerle ofensa;

hasta que yo, desde el muro,

para desdicha tan cierta,

te vi gallardo a caballo

100

armado de todas piezas;

no de otra suerte que a Marte

pintan en la quinta esfera,

desde la lustrosa gola

a la dorada esquinela.

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Daba la blanca celada,

de varias plumas compuesta,

a los aires tornasoles

y a sus alas ligereza.

Ibas haciendo escarceos

110

con tanta gracia, que apenas

volvías el rostro, cuando

llevabas tras ti la media

del alma, porque quedaba

la otra para la vuelta,

115

más obediente a tus ojos

que tu caballo a la espuela.

Con esta imaginación

pasé mil noches enteras,

también hallándome el alma

120

en más peligrosa guerra;

hasta que, venciendo amor

la razón y las potencias,

te ofrecí de darte, Minos,

la ciudad y el alma abiertas

125

si me llevabas contigo;

y tú, como si no hubiera

dioses que el vicio castigan

y que las virtudes premian,

falsa palabra me diste,

130

pues dicen que me la quiebras,

y que te quieres partir

y dar a los vientos velas.

Pero guárdate, que vas

a peligro de tormenta;

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que va en mis ojos el mar

y mis suspiros en ellas.

Por ti, al tiempo que dormía

mi padre (crueldad sangrienta),

corté el cuello y vertí sangre,

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la misma que dió a mis venas.

Las llaves te di, y entraste

la ciudad, de quien saqueas

mas oro que ve el aurora

donde con marfil se peina.

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Buen pago de amor tan grande

será dejarme en la tierra

que he vendido, y que está toda

bañada en sangre paterna.

No lo harás; que no eres tú

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nacido en las libias selvas,

ni en los montes de Tesalia

te dieron leche sus fieras.

Pero si como ellas fueres,

una cosa me consuela:

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que no hay desdicha en la vida

que con la muerte lo sea.

MINOS

  Cila, a mí me pesa mucho

de que, en fin, por mi ocasión

hayas hecho la traición

160

que ya de ti misma escucho.

  De Atenas quise vengarme,

mas no con tanto rigor;

que era venganza mayor

vencella sin infamarme.

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  Verdad es que yo te di

la palabra, que cumpliera

si por otro medio fuera

el bien que tengo por ti.

  Nunca entendí que mataras

170

al Rey; que por ese modo

antes lo perdiera todo

que tu intento ejecutaras.

  ¿Qué dirá el mundo de mí

si a Creta, Cila, te llevo,

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sino que en caso tan nuevo

consejo y armas te di?

  Pero ¿es justo que le infame

tan glorioso capitán,

por antojos que te dan

180

de que yo mujer te llame?

  No, Cila; no puede ser

infamarme por tu gusto,

ni repudiar fuera justo

a Pasife, mi mujer.

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  Fuera de eso, si llevara

en mi nave tu alevoso

corazón, era forzoso

que la mar se alborotara.

  Mejor te podrá sufrir

190

la tierra que te ha criado,

el mar no; que el mar sagrado

no te querrá consentir.

  Llevo mis dioses conmigo,

que también se enojarán

CILA

195

¡Qué justamente me dan

de mi locura castigo!

  En fin, ¿me dejas?

MINOS

No puedo

llevarte; que quiero el mar

tranquilo, por navegar,

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Cila, a mi patria sin miedo.

CILA

  El cielo se muestre airado

de suerte que nunca veas,

ni la patria que deseas,

ni el fiero mar sosegado.

205

  Salgan de su cueva obscura

los vientos que alteran tanto

las aguas, y en su azul manto

no esté la luna segura.

  Vayas a tus hijas bellas

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en relación, no en persona;

o te quite la corona

un vil vasallo por ellas.

  Y aunque los muros ganados

te den por venganza gloria,

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infame aquesta memoria

la gloria de tus pasados.

  Y si ausencia suele ser

del honor ladrón sutil,

seas el hombre más vil

220

que fue jamás por mujer.

  No se cuente de ninguno

la ofensa cue de ti cuenten;

todos los hombres se afrenten

de que cupiese en alguno.

225

  No se acompañen de ti

por hombre que mereció

tener mujer que llegó

a despreciarse de sí.

(Vase.)

  ¡Bravos enojos!

FENISO

Mujer

230

airada, ¿qué efetos quieres?

MINOS

Es afrenta de mujeres,

y piensa que yo he de ser

  de los hombres, capitán,

la infamia y el deshonor;

235

y aunque ausencias dan amor,

a mí ninguno me dan.

  Llamad a los principales

de Atenas, porque tratemos

que en libertad los dejemos,

240

pero con medios iguales:

  que me han de reconocer

por señor.

FENISO

Ese tributo

será de esta empresa el fruto.

MINOS

Con esto pienso volver

245

  a la patria que mi ausencia

siente con tanto rigor.

FENISO

Tres años ha, gran señor,

que le falta tu presencia.

(Sale POLINECES.)

POLINECES

  ¿Dónde está Minos?

MINOS

Aquí,

250

¡oh Polineces famoso!

¿Bueno de la patria vienes?

POLINECES

Gracias al cielo que pongo

mi boca en tus pies.

MINOS

Levanta.

¿Qué hay de Creta?

POLINECES

255

Que está en hombros

de tu fama todo en paz.

MINOS

¿Mis hijas?

POLINECES

No mira Apolo

cosa más bella en el Asia.

MINOS

¿La Reina? ¿Vuelves el rostro?

260

¿Callas? ¿Qué es esto? Responde.

POLINECES

Señor, si no te respondo

no es sin ocasión.

MINOS

¿Qué dices?

POLINECES

Que estoy, señor, temeroso.

MINOS

¿Es muerta?

POLINECES

¡Pluguiera al cielo!

MINOS

265

Notables sospechas tomo

de algún accidente fiero.

POLINECES

No se vió de polo a polo

mayor desdicha.

MINOS

La Reina,

¿mayor mal que muerta? ¿Cómo?

270

Habla, yo te doy licencia

si el caso es más afrentoso

que se ha contado en el mundo

POLINECES

Siendo fuerza darte enojos,

y no pudiendo excusarse,

275

el justo silencio rompo,

aunque fuera bien estar

mudo amor, el honor sordo,

ciego el mundo, el sol sin rayos,

para no volverse locos.

280

Sabrás que Pasife, ¡ay cielo!

iba con hábito corto

por un bosque cierto día,

cuando al cristal de un arroyo

cortesano en murmurar

285

a la espalda de unos olmos,

bajaban de tus pastores

las vacas, que en los cogollos

de la hierba entretenían

la sed, con pies perezosos.

290

Puso los ojos Pasife

en un blanco y rubio toro,

novillo de pocos años,

más doméstico que hosco,

tan pintado de la piel,

295

con varias manchas el lomo,

que sólo por las estrellas

es el del sol más hermoso.

Las puntas de media luna

que tiene menguado el rostro,

300

corto de nariz y cuello,

y de esmeraldas los ojos;

donde no ha probado el yugo,

con un remolino rojo

tan bello, que parecía

305

revueltas madejas de oro.

Enamoróse Pasife

de este animal, dando asombro

a Creta, aunque hay opiniones

que es Júpiter poderoso,

310

que como a la bella Europa,

de quien tomó el nombre heroico

la tercer parte del mundo,

enamoró cauteloso

en forma de toro blanco:

315

tienen por cierto, que él sólo

pudo hallar en sus deseos

de la ejecución el modo.

Pasife, en fin, ha parido,

si es de Júpiter, un monstruo

320

medio toro y medio humano;

y es tan público y notorio,

que vienen de varias partes

a verle por espantoso

prodigio en naturaleza,

325

pero conviniendo todos

en que es de Júpiter hijo,

siendo efecto prodigioso

de imaginarle Pasife

en forma de blanco toro:

330

así lo entienden los sabios

y los filósofos doctos;

tal es la fuerza que tiene

la imaginación en todo.

Está en dos años tan grande,

335

tan fiero y tan riguroso,

como un toro que sus celos

escribe en los verdes troncos,

haciendo a golpes que tiemble

y que le responda el soto.

340

Júpiter a nadie afrenta:

por eso a Júpiter nombro

por dueño de aquesta hazaña;

que a no ser suya, era poco

perder el seso y la vida,

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pues no menos victorioso

halló el fuerte Anfitrión

vencido el casto decoro

de Alcumena, cuyo hijo

ganó tan altos despojos,

350

que el gran Hércules Tebano,

antes de salirle el bozo,

dijo bien qué padre tuvo

con hechos tan valerosos.

MINOS

  No prosigas mi afrenta y desventura,

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trágico embajador; nunca yo vea

la patria ingrata, aunque mi bien procura,

y el dueño de mi mal Júpiter sea;

eclipse el claro sol su lumbre pura,

apáguese la lámpara Febea,

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porque no pueda ver la mortal gente

tal monstruo de mi honor eternamente;

  que de imaginación de un blanco toro,

en que Júpiter vino transformado,

Pasife, indigna del real decoro,

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haya el monstruo que dices engendrado,

no fuera tanta ofensa del tesoro

que en el honor divino está guardado;

mas nunca el vulgo juzga bien; que en todo

elige siempre el más indigno modo.

370

  Vengado se ha de mí, vencida Atenas,

pero yo haré que llore mi deshonra.

FENISO

Aquí vienen sus fuertes defensores.

(Salen TESEO, ALBANTE y FINEO, criado de TESEO.)

TESEO

Aquí tienes, gran Minos, tus vencidos.

ALBANTE

Aquí tienes, señor, a tus vasallos.

MINOS