Equilibrar cultura, desigualdad y recortes
De interés general

Equilibrar cultura, desigualdad y recortes. De interés general

 

 

13/08/2013 Fuente revistaenie. Aurélie Filipetti, la ministra de Cultura y Comunicación de Francia, dice: "Ya no tenemos las mismas necesidades y estamos en un período de crisis financiera. No estamos en Versalles."

 

Aurélie Filippetti, hija de un inmigrante italiano que trabajó en las minas de carbón francesas, está abriéndose camino entre las trampas y los túneles de la austeridad y el esnobismo.

 

Con apenas 41 años, esta novelista que se alejó de los Verdes, un partido centrado en temas ambientales, para unirse al Partido Socialista, de mayor amplitud, ha sobrevivido a su difícil primer año como ministra de Cultura y Comunicación de Francia, ocupando un sillón por el que pasaron notables como André Malraux, Françoise Giroud, Jack Lang y, más recientemente, Frédéric Mitterrand, el sobrino del ex presidente.

 

Fue Lang quien dijo "la economía y la cultura ­es la misma pelea", y esto nunca ha sido tan cierto como ahora que el presidente François Hollande tiene dificultades para bajar el gasto público.

 

Filippetti recibió una lluvia de críticas por carecer de liderazgo y visión. Mitterrand fue particularmente duro con ella.

 

Filippetti "tiene un enfoque totalmente dogmático respecto de la cultura", dijo al diario Le Figaro recientemente. "El Socialismo sencillamente no tiene una visión cultural", dijo.

 

Filippetti dijo que las acusaciones le parecieron "un poco tristes". Los medios informativos han tendido a concentrarse en su juventud, su aspecto, su pelo y su forma de vestir.

 

Filippetti ha respondido diciendo que sí tiene una visión de una cultura nacional más representativa, que sea menos "extravagante", que trate de llegar a los pobres y los olvidados de Francia en los suburbios urbanos semejantes a guetos y que se concentre menos en los proyectos de "prestigio" tan acariciados por anteriores presidentes franceses.

 

"Debemos modificar radicalmente esta imagen un poco demasiado extravagante de la política cultural para despertar en lo profundo de todas nuestras regiones un amor a la cultura y la promoción de la cultura como un resorte de atractivo económico para nuestro país", dijo.

 

Es una defensora feroz de la "excepción cultural" de Francia ­su sistema de cuotas y subsidios a la producción local­ para preservar la "diversidad" y una importante industria francesa.

 

El Ministerio de Cultura es más importante para los franceses que otras áreas. El ministerio tiene que ver con la identidad y el orgullo. Contiene también un elemento de venta, si se tiene en cuenta cómo cultiva Francia su reputación de país de civilización, arte, danza, museos y literatura.

 

También es un empleador importante, con más de 27.000 empleados y más de 1.200 museos que atienden a millones de visitantes, así como la responsabilidad por monumentos como la Torre Eiffel.

 

Este año, el gasto estatal en cultura cayó y caerá otro 2,8 por ciento en 2014, hasta aproximadamente US$3.120 millones.

 

Filippetti tiene una estrategia para enfrentar esta situación.

 

Hoy, "la gente está en Internet, se comunica con los medios sociales, no tenemos las mismas necesidades y estamos en un período de crisis financiera. No estamos en Versalles", dijo.

 

Si bien ha hecho recortes, ha tratado de "combatir las desigualdades", manteniendo la financiación para las regiones, especialmente en las áreas de teatro y arte, "de manera que los recortes presupuestarios no agraven el desequilibrio entre París y las provincias".

 

Filippetti dijo que ha puesto más dinero en el museo de la inmigración. Es "parte del reconocimiento que hacemos a quienes viven en los barrios, porque en muchos casos son de origen inmigrante".

 

Como ella. Su abuelo y su padre fueron mineros y comunistas. Cuando le preguntaron por qué tantas personas en el norte deprimido se volcaron a la extrema derecha, respondió que era una región que había sufrido una pérdida de industrialización y también dos ocupaciones alemanas.

 

"Tiene que ver con un fuerte sentimiento de pérdida", dijo. Con pocos empleos y sindicatos débiles, "existe una sensación clara de abandono ­la gente se siente sola".