Un lenguaje inquietante para narrar las perversiones de la clase media
De interés general

Un lenguaje inquietante para narrar las perversiones de la clase media. De interés general

 

 

20/10/2013 Fuente revistaeneie. Violar, matar y teorizar sobre el deseo y el erotismo. La inconsistencia de la razón frente al mandato de los hechos  es un tema central en la obra de Sergio Sant’Anna, que nos visitó en el último Filba. “Escribo sobre lo que conozco, y lo que conozco está en la clase media, en sus fragilidades”, dice.

 

¿No leyeron a Sérgio Sant’Anna? Mientras sugerimos que lo hagan pronto, avisamos también que esta entrevista está enfocada en los dos libros que el escritor brasileño tiene publicados en la Argentina. Un crimen delicado y El monstruo salieron en portugués por la editorial Companhia de las letras en los noventa y nos llegaron entre 10 y 15 años después de la mano de Beatriz Viterbo con traducción de César Aira. Hecha la salvedad, sabedores de los más de 15 títulos que ya ha escrito Sant’Anna, no es difícil encontrar puntos de contacto entre los dos libros que llegaron a nuestro país. En Un crimen… un crítico de teatro se involucra con una mujer misteriosa, bella y renga, una relación que navega entre el deseo y la perversión pero que puede ser una trampa. En El monstruo, conformado por tres relatos breves, el tema también es el deseo, la perversión y el sexo. Lo primario y lo racional de la condición humana se entrecruzan en una prosa pulida e interpeladota, alejada de la banalidad de la novela erótica devenida en vedette del mercado editorial. Sí, la escritura de Sant’ Anna  (Río de Janeiro, 1941) es erótica, interpeladora y cuestionadora de la normalidad de clase media brasileña. Que se parece mucho a la clase media de cualquier lugar del mundo.

 

 

 

 

Sus personajes reconstruyen hechos a partir de la memoria de los mismos, y explican sus pulsiones, perversiones desde el autoanálisis. Sus textos y sus antihéroes son transgresores natos, viven al límite. Por ejemplo, al protagonista de El monstruo, segunda historia del libro que lleva el mismo nombre, le preguntan si se considera un loco. El dice que no, que cualquiera de sus actos puede ser comprendido por cualquier mente humana. Aunque ese acto haya sido una violación y un asesinato. ¿Es tan delgada la línea que separa locura y cordura? Según las circunstancias, ¿cualquiera de nosotros puede transgredir esa frontera ilusoria? “El proceso fundamental que transforma a mi personaje es la mujer. Ella lo transforma, porque es ella quien de verdad es una transgresora innata. Pero el es un filósofo, y lo que me interesa aquí, es que la razón filosófica es frágil, esa razón no me convence. Y él pasa de esa racionalidad a un acto de locura”, explica Sant’ Anna con su mirada grave mientras charlamos en el bar de Eterna Cadencia durante el último Filba..

 

El escritor, que apela seguido a los metalenguajes para asentar sus historias, ideó una entrevista periodística en el que el asesino cuenta, y analiza casi en clave filosófica, hechos macabros, pulsiones sexuales y mortuorias. “Me pareció que la entrevista periodística era el mejor medio para contar. Yo quería que ese asesino se explicara. Y por eso también escogí a un profesor de filosofía, porque reúne las condiciones para explicar los meandros del pensamiento”, desovilla el autor. Actores de hechos primarios explican con un lenguaje sutil esos actos que parecen no corresponderles. Es como si en la misma persona convivieran razón y barbarie. Personajes que ponen en contradicción permanente su teoría y praxis. ¿Quién de nosotros podrá decir que nunca se dejó llevar por sus sentimientos? Claro, en la obra de Sant’ Anna decir sentimientos equivale a impulsos, quizás a perversión.

 

“Fue un momento de mi literatura. En Un crimen… el protagonista es un crítico de teatro, una persona que está en condiciones de explicarse. En El monstruo un profesor. Ambos son intelectuales”, admite el autor. Y ahora habla de la fragilidad del racionalismo en la filosofía. El mismo trae como ejemplo el caso de Louis Althusser, el filósofo marxista que estranguló a su mujer Helene. (Althusser había peleado en la Segunda Guerra Mundial, fue prisionero de guerra, tras lo cual sufrió siempre de desequilibrios psiquiátricos)  “La razón es frágil frente a otros factores si un hombre como él es capaz de matar a su mujer de una manera tan primaria”, evalúa Sant Anna. En sus personajes el intelecto riñe con los hechos. Son seres que se explican a ellos mismos, que confiesan sus miserias. “Me sería muy difícil explicar un crimen callejero, una riña, un asalto. No puedo construir esos personajes”, admite. Sus personajes ensayan una catarsis, se explican y confiesan, como si hubiera un dios para ellos.

 

Ya lo ha dicho Sant’Anna, en su obra la figura de la mujer es dominante. “Hay muchas mujeres que son más dominantes de lo que parecen”, dirá, pero teniendo en cuenta el perfil erótico y sexual de sus escritos, muchas de ellas parecen dominatrices y a la vez el mero objeto del deseo. En cuanto a sus construcciones literarias, Sant Anna plantea una libre competencia entre diversos factores predominantes. Los hechos concretos, la narración estrictamente literaria que hasta podría ser independiente de los hechos y unas descripciones psicológicas de los personajes que también son un mundo aparte. Y logra un equilibrio envidiable. “Me está mostrando algo que yo nunca pensé”, dice Sant Anna. Y admite que busca mucho la coherencia de sus textos. Se muestra satisfecho. Sabiendo que estos son sus únicos libros publicados en la Argentina, volvió a leerlos pues aquí, sin duda, tendría que hablar de ellos. “Me siguen gustando”, dice, aliviado.

 

Su último libro es un cuento de fútbol. Una nouvelle de 110 páginas que se completa con dos relatos breves. Una historia autobiográfica, sobre un jugador que tiene un sentido del humor y una inteligencia superior al de sus compañeros. “El pertenece a la clase media paulista, una familia acomodada, y juega en el Fluminense, el club del que soy hincha”, se entusiasma Sant’ Anna. Todo ocurre en la década del 50, el personaje de su libro juega en el Fluminense, pero no se lo toma muy en serio, y lo mandan a un equipo menor. Como en todas sus historias, trabajó el lenguaje del fútbol hasta puntos extremos. Le llevó 20 años escribirla, porque buscaba hechos que tenía en su memoria, y como la memoria es traicionera, tuvo que investigar archivos y bibliotecas con información de aquéllos años. Hasta que se dio cuenta que allí estaba Internet. 

 

 

Sus personajes, sus mundos, pertenecen exclusivamente a la clase media brasileña. Estas perversiones, ¿tienen un carácter de clase?

 

Pienso que sí, que pueden darse de este modo en la clase media, quizás en la alta. Pero yo hablo de esto porque es lo que conozco, es la clase a la que yo pertenezco. Escribiendo he logrado entender más.

 

Su estilo narrativo, es más contemporáneo que el de algunos contemporáneos nuestros, ¿se siente joven?

 

Procuro que cada uno de mis libros tenga un lenguaje propio. Pero es cierto, en estos libros la voz es la de un personaje de unos 40 años.

 

En su país hay un movimiento de literatura en la Periferia, autores surgidos de los margenes, como Ferrez, ¿qué opina de ellos?

 

Era necesario. Ellos, que viven allí, están capacitados para contar ese mundo. Como el autor de Ciudad de Dios, Paulo Lins.

 

¿Le interesa que su literatura tenga un impacto social?

 

No busco eso, si sucede, es simplemente por que aconteció.

 

Quizá si que se le reconozca ese trabajo sobre las debilidad, las fragilidades de la clase media.

 

Eso sí. Pero es sólo por una cuestión de coherencia. Escribo sobre lo que conozco, y lo que conozco está en la clase media, en sus fragilidades.

 

 ¿Usted se siente interpelado cuando escribe estas historias, se cuestiona a usted mismo?

 

Sí, sin ninguna duda.