El marido americano, de Paula Winkler
De interés general

El marido americano, de Paula Winkler

 

Escritor Luis Benítez Fuente revistaletralia. Una historia que convence desde el principio hasta el final

 

Decía Miguel Delibes que “la novela es un intento de exploración en el corazón humano a partir de una idea que es casi siempre la misma contada con diferente entorno”; si ésta es la marca de agua de los buenos trabajos del género —y yo creo que Delibes, al menos en este asunto, tenía toda la razón del mundo—, estoy seguro de que El marido americano, la última entrega de la escritora argentina Paula Winkler, da en el clavo en la mayoría de sus páginas.

 

La autora ya es bien conocida por su ajustada tarea escritural, que incluye Los muros (cuentos, Ed. Botella al Mar, 1999); Cuentos perversos y poemas desesperados (Ed. Libris, 2003); El vuelo de Clara (novela, Ed. Nueva Generación, 2007) y La avenida del poder (nouvelle, Ed. Nueva Generación, 2009).

 

Sin embargo, en El marido americano Winkler se destaca por la madurez de un estilo cuyos gérmenes sin duda ya estaban en sus obras anteriores, pero que alcanza en esta nueva novela una densidad expresiva y un manejo de los recursos que ciertamente hacen recomendable la lectura para todo aquel que desee estar informado respecto de lo más interesante que provee actualmente la novelística argentina. Lejos de las intentonas de hacer recaer la importancia del texto en las apelaciones estilísticas que encubren repetidamente una historia poco menos que insignificante (tan al uso en nuestro medio), en El marido americano Winkler demuestra acabadamente que sabe muy bien qué es aquello que desea narrar sin mayores tapujos y que conoce muy bien cuál es la mejor manera de hacerlo. Sabe Winkler que la narración extensa que promete una novela cabal no es terreno necesariamente apto para divagaciones, ripios, inútiles guirnaldas, enamoramientos del estilo que lleven a dejar impresos párrafos sin vida.

 

Por el contrario: su escritura es firme, directa, fluida, engañosamente simple, siempre al servicio de lo que va a contarnos, logrando casi desde la primera hasta la última página el tan alabado como poco abundante “efecto de realidad” que permite convencer al lector de que, efectivamente y por algunas horas, personajes como la protagonista, Carla, una joven abogada autoexiliada en Nueva York; su vecina Allyson Prentiss (en mi opinión, el más logrado carácter de todo este texto, entre todos los aciertos que contiene); Ron, el caballero evocado por el título, y todo el elenco que en Nueva York y luego en China acompaña a las primeras figuras, son más reales que ese desconocido que baja con nosotros en el ascensor o aquellas personas que vemos un instante por la calle. No poco mérito es convencernos de esto, logrando lo que Sigmund Freud llamó alguna vez “la ligera narcosis del arte”.

 

Sin embargo, solamente con esta experimentada capacidad de persuasión nadie nos pone entre las manos una novela. Winkler lo sabe y es por ello que nos brinda como pivote y factor primordial una historia fuerte y consistente que despliega la acción narrativa coherentemente, brindando un significado unitario, que así como facilita la identificación con los personajes agónicos encarnados por Carla y Mrs. Prentiss (los round characters, como los quería Henry James) posibilita la adecuada digestión de las repetidas analepsis a las que apela certeramente la autora, esas vueltas al pasado que completan el presente discursivo.

 

Independientemente de que Winkler sea una autora autodiegética o no, lo autorreferencial aquí no estorba, porque la autora sabe dosificar su administración para que esos segmentos de la acción narrativa le pertenezcan definitivamente a Carla, sorteando hábilmente ese peligro que amenaza —y ataca al lector muy resueltamente en tantos otros títulos— con transformar una buena obra de ficción en una incompleta y fallida biografía.

 

La causalidad está también muy decorosamente manejada en la diégesis que presenta El marido americano, así como la espacialización, lo que permite a la autora transformar muy eficientemente lo que era una historia en lo que debe ser un discurso novelístico, gracias a una madura estrategia narrativa.

 

¿Debe el lector agradecerle al autor cuando le permite tener por fin en sus manos una buena novela? Yo creo que sí, y como diría graciosamente Carla, la protagonista de El marido americano, mejor aun: Obviously!

 

 

LOA - Llave Operativa Aduanera Editorial LOA: Agradecemos la autorización concedida por el escritor Luis Benítez, a la Revista Letralia.com y en especial a la excelente profesional Paula Winkler, amiga de nuestra página por otras circunstancias de la vida, junto a otra gran profesional que por razones éticas y de confidencialidad no la vamos a nombrar. Muchas gracias.