¿Dónde queda allá ité?
De interés general

¿Dónde queda allá ité? De interés general

 

 

27/10/2013 Fuente revistaenie. Monedas, lenguas, documentos, bienes de consumo, amores y odios transitan por un hábitat fronterizo cuya cultura es imposible detectar desde el poder central si sólo se acerca para doblegarla o para comerciar.

 

La pregunta requiere, antes de cualquier respuesta, una traducción. El giro “allá ité” es un ensamble de español y guaraní de uso coloquial. El vocablo guaranítico aporta en su breve irrupción, una potencia enfática que presta a la frase una intensidad singular para los que la empleamos. La otra variante de la traducción podría ser el alargamiento de las vocales, típico de nuestro dialecto, para decir allá leeeeeejos. No necesitamos precisiones de medidas, sabemos que ese modismo alude al colmo de las distancias.

Pero, ¿desde dónde hablo? Desde una provincia, Misiones, dice el nombre de antigua resonancia jesuítica, ubicada en los bordes de la cartografía nacional. Su carácter fronterizo entre ríos internacionales –para nosotros amigos íntimos- la convierte en un territorio de pasajes, de tráfico perpetuo y de ajetreos simbólicos enrevesados, complejos y mixturados. Un mundo dinámico en el que se manejan varias monedas, distintas lenguas, más de una documentación personal, se compra y se vende, se llora y se ríe, se ama y se odia en movimientos continuos de un lado al otro. En el hábitat fronterizo las diferencias, la diversidad y los mestizajes son el pan nuestro de cada día: tensiones ideológicas, prejuicios y estigmas se entrelazan con simpatías ancestrales, afecto comunitario e idiosincrasia local reconocible a la legua por los de aquí nomás.

Estamos pues bosquejando “otro mapa” en el que anida y se agita el irónico tufillo paradójico: lo que para el centro es exótico, para nosotros familiar; lo que para el Estado-Nación es extranjero, para nosotros, vecino; lo que las gramáticas distinguen, nosotros lo usamos mezclado, pues también en el habla atravesamos fronteras, y a la vez, las fronteras nos atraviesan en continuidad. Como se podrá apreciar, nuestros diagramas emblemáticos resultan extravagantes y desorientan las brújulas del poder concentrado en la metrópoli. Nosotros estamos allá ité respecto del nodo soberano, una distancia indefinida, variable pero cierta, de los lugares de decisiones políticas, económicas y socioculturales. Nuestra ubicación parece bastante desubicada para el centro, dado que si pertenecemos al “interior” del mismo país, no se entiende por qué persistimos en esta “excentricidad” que altera los planes, los humores y las consignas que bajan desde “allá ité…”

 

Había una vez un lugar selvático en el que vivían diferentes parcialidades de la gran población guaraní: expertos cazadores, guerreros nómades, sabios curadores de males del cuerpo-alma, conspicuos conversadores, cultivadores del lenguaje y las cosmologías. El coloniaje español libró con estos indomables una contienda secular que tuvo su logro más contundente en la estrategia jesuítica, cuyas “reducciones” disciplinaron a los irreductibles. No obstante, permanecen con nosotros los mbya, valiente, pertinaz pueblo superviviente a los avatares del exterminio que exige hoy sus derechos humanos, económicos y culturales. Aquella existencia originaria fue retrocediendo hacia lo inexistente, pero se mantiene firme en la vigencia del guaraní, y a la vez respira con nosotros en la cadencia de nuestro fraseo, en la pronunciación del español, en el acervo mítico y farmacológico, en nuestros paisajes imaginarios y en el biorritmo de nuestras experiencias cotidianas.

Las invasiones, la prepotencia y las violencias del “hombre blanco” no han podido, ni pueden hoy, abolir esta impronta guaranítica de nuestra idiosincrasia. Así, entonces, las operaciones de ocupación española y portuguesa se cumplieron con tensiones irregulares e intempestivas que nos acostumbraron a vivir en una zona de tránsito y disputa, entre dos lenguas que la gente cambia y mezcla con familiar facilidad. Después de las revoluciones y la instalación de los Estados nacionales, nuestro hábitat fronterizo permaneció en calidad de “territorio nacional” hasta 1953, tardía fecha en que se convirtió en “provincia”.

Durante esta dilatada etapa territorial, apéndice monitoreado desde “allá ité” con absoluta arbitrariedad y por qué no displicencia, se gravó en nuestra memoria el ejercicio del poder desmesurado, la depredación extractiva de nuestros recursos naturales y la explotación humana, el saqueo y la apropiación de latifundios por parte de ilustres apellidos, otros no tanto, pero igualmente abusivos. En el transcurso de estos tiempos endo-coloniales, desde el centro se decidió que en aquellos parajes de allá ité, “deshabitados” había que poblarlos con inmigrantes europeos de diferentes nacionalidades: polacos, ucranianos, alemanes, rusos, suecos, suizos e italianos.

Tanto los que llegaron como los que ya estaban, fueron abandonados a una convivencia obligada, a un proceso pionero de trabajos titánicos, de penurias indecibles, de arrojo y debilidades enfrentadas con la implacable entereza de la vida práctica. La polifonía de lenguas en contacto fue tramando un embrollo de disonancias, de amalgamas increíbles y de cruces simbólicos extravagantes que conviven hasta ahora en una misma continuidad. Una vez ordenada la colonización, el centro decidió que la escuela pública vendría a estos raros territorios a alfabetizar en “idioma oficial” como si nuestros/as niños/as hablaran desde sus respectivas familias en perfecto español estándar. Esta cruzada homogeneizadora sin el menor respeto por la diferencia, no sólo alfabetizó a mansalva, sino que el sistema educativo no se hizo cargo del horizonte familiar intercultural en el que los niños/as maman el lenguaje de su hábitat fronterizo. Otra hendidura doliente en nuestra intimidad “almática” provocada por la descalificación de nuestra manera “incorrecta” e “inaceptable” producto de la mera historia que nos prescribieron desde “allá ité…”

 

Insisto en señalar el continuo de una memoria que registra con parsimonia y buen humor los espasmos de las intervenciones políticas, económicas y sociales, precisamente decididas en otra parte: cuando nos enteramos ya es tarde, o si nos enteramos antes, no hay nada que hacer porque ya está todo planeado. La discontinuidad de las medidas, las órdenes y las contraórdenes, paradójicamente conforman nuestra continuidad. Como dijera el filósofo argentino Inodoro Pereyra, estamos mal pero acostumbrados. Esta costumbre supone una actitud socarrona y desconfiada hacia los acudimientos nacionales de “allá ité…”, puesto que de leeeeeejos ya le estamos viendo la táctica saturada de repetición y barbarie hacia la inteligencia de nuestra dignidad.

Tanto los Programas gubernamentales, cuanto los Programas mediáticos de pronto descubren que la frontera existe, que la diversidad y la diferencia están de moda en el primer mundo, que el multiculturalismo y la tolerancia son temas re-onda, que el bilingüismo aborigen y fronterizo resulta sustentable, que hay que asistir (con lecciones, dádivas y registros periodísticos) a esta “pobre gente” que vive en aquellos confines, en tiempo distinto y que habla de ese modo imposible. Nos filman, nos interpelan, nos exhiben con obscena arrogancia y se terminó el problema. Mejor dicho, empieza el negocio: este paquete se vende no sólo en el mercado, sino también entre especialistas de toda índole quienes diseñan infinita cantidad de proyectos que en la primera página nos enseñan el respeto a la diversidad, en la segunda nos indican lo que hay que hacer y en la tercera, figuran director, asesores y expertos (contratados, viajeros viaticantes) que tendrán a bien dirigir nuestra valiosa y sumisa colaboración. Estos documentos civilizadores y políticamente correctos ejercen la decisión desde allá ité (sin omitir el cobro por tales servicios), en una asimetría al menos injusta para nuestras propias incumbencias éticas, políticas y socioculturales.

 

El fragor de las contradicciones nos ha curado de espanto, de ahí que no resignemos la sonrisa en nuestras estrategias bio-políticas de supervivencia.