DON QUIJOTE DE LA MANCHA 2
de Miguel de Cervantes Saavedra

SEGUNDA Y ÚLTIMA ENTREGA

 

DON QUIJOTE DE LA MANCHA. DE INTERÉS GENERAL

 

 

Don Quijote en Rusia

 

 

 

Fiódor Dostoyevski. Retrato por Vasili Peróv, 1872.

Unamuno afirmó que los países que mejor habían comprendido Don Quijote fueron Inglaterra y Rusia. Es cierto que en el país eslavo gozó de un gran prestigio, difusión e influencia literaria, pero también lo es que en sus autores más eminentes, como Fiódor Dostoyevski o Lev Tolstói, el verdadero don Quijote es el del último capítulo, Alonso Quijano, el Bueno.

 

Como cuenta Vsévolod Bagno en El Quijote vivido por los rusos (Madrid: CSIC — Diputación de Ciudad Real, 1995), ya Pedro I había leído la obra, como se deduce por una anécdota incluida en Relatos de Nartov sobre Pedro el Grande:

 

 

El zar, partiendo hacia Dunkerque, al ver un montón de molinos se rió y dijo a Pavel Yaguzinski: «Si estuviera aquí Don Quijote, tendría mucho trabajo.

 

A mediados de siglo la apertura del país a Occidente permitió un conocimiento mayor y menos selectivo de la obra de Cervantes. El científico y escritor Miguel o Mijaíl Lomonósov poseía un ejemplar del Quijote de la traducción alemana de 1734. Vasili Trediakovski en su Diálogo entre un extranjero y un ruso sobre la ortografía vieja y nueva recomienda que los diálogos sean tan naturales como los que sostenían el caballero andante Don Quijote y su escudero Sancho Panza, «a pesar de sus extraordinarias aventuras», y no encuentra en la literatura rusa nada semejante. Sumarókov distinguió en su artículo «Sobre la lectura de novelas» (1759) el Don Quijote de toda la avalancha de novelas de aventuras que cayó sobre Rusia, valorándola como una excelente sátira. Aleksandr Radíshchev, en una de las obras maestras de la literatura rusa del dieciocho, Viaje de San Petersburgo a Moscú (1790), compara uno de los acontecimientos del camino con la batalla entre el héroe y el rebaño de ovejas. En otras obras suyas aparece más patente esta huella. Vasili Liovshín hizo caminar a un caballero con un sanchopancesco amigo en Las horas vespertinas, o los cuentos antiguos de los eslavos drevlianos (1787). A fines del xviii hay un quijote que pasa de una tontería (así se dice) a otra también en una novela anónima, Anísimich. Un nuevo Don Quijote; el fin habitual de estas obras era «poner en claro las mezquinas pasiones de la hidalguía rural».

 

El fabulista Iván Krylov compara en una carta de su Correo de los espíritus al protagonista de la tragedia Rozlav de Kniazhnin con el Caballero de la Triste Figura; en otros pasajes queda claro que lo tenía por una antihéroe, aunque con grandes ideales. I. I. Dmítriev compuso la primera obra inspirada en el personaje, su apólogo Don Quijote, donde el quijotismo es interpretado como una extravagancia. Nada menos que la zarina Catalina II encargó una selección de los refranes de Sancho y compuso un Cuento sobre el tristemente famoso paladín Kosometovich para ridiculizar el quijotismo de su enemigo Gustavo III de Suecia; es más, se representó una ópera cómica inspirada en este cuento, Tristemente famoso paladín Kosometovich (1789), con música del compositor español Vicente Martín y Soler, que vivió en San Petersburgo durante los años de su mayor fama. En ella la huella de la iconografía cervantina es patente.

 

En el xviii y xix los intelectuales rusos leían Don Quijote preferiblemente en francés, o incluso en español, y anteponían las traducciones extranjeras a las versiones en ruso, hechas sobre esas mismas traducciones y no de forma directa desde el original; el libro era tan común que se podía encontrar al menos uno en cada pueblo, según el citado Dmítriev. En ello no tenía poco que ver el desdén general por la lengua rusa, hasta que Pushkin le dio un verdadero rango literario.

 

En la segunda mitad del siglo xviii aparecieron en ruso dos versiones incompletas y traducidas del francés; la primera es de 1769, desde la traducción francesa de Fillot de San Martin, y fue realizada por Ignati Antonovich Teils, profesor de alemán en una escuela militar para cadetes de la nobleza; aunque se le considera mujeriego en la aventura de la venta con Maritornes, del un ojo tuerta y del otro no muy sana, y habla de sus «fecundas tonterías», alcanza a veces a ser adecuada. La siguiente fue a partir de la adaptación francesa de 1746 y fue realizada por Nicolai Osipov en 1791; es una versión además enriquecida con escenas que Cervantes no escribió jamás y se trata en general de una adaptación muy chabacana. En cada biblioteca rusa era uno de esos libros imprescindibles, ya en francés, ya en la traducción desde el francés hecha por el prerromántico Zhukovski. Por entonces se entendía al protagonista como un personaje caricaturesco, pero pronto asomó la interpretación germánica romántica.

 

M. N. Muriátov se identifica a sí mismo con Don Quijote como consecuencia de sus desilusiones y sus razonamientos sobre la separación de la realidad y los ideales, y lo muestra en sus cartas a su hermana F. N. Lunina; la interpretación dieciochesca no es, pues, la única. También existe un interpretación sentimental en La respuesta a Turgéniev (1812) de Konstantín Bátiushkov, uno de los más importantes poetas rusos y precursor de Aleksandr Pushkin, donde Don Quijote «pasa el tiempo soñando / vive con las quimeras, / charla con los fantasmas / y con la luna meditabunda». En esta interpretación sentimental Nikolái Karamzín es quien sufre una impresión más profunda, que aparece ya en una carta de 1793 dirigida a Ivan Dmitriev, en el poema A un pobre poeta (1796) y, sobre todo, en El caballero de nuestro tiempo (1803); el protagonista se compara a Don Quijote porque su inclinación a la lectura e impresionabilidad natural le ejercitaron el «quijotismo de la imaginación» y los peligros y la amistad heroica se convierten en sus ensueños predilectos:

 

 

Vosotros, indolentes flemáticos, que no vivís, sino que dormís y lloráis de ganas de bostezar, sin duda nunca soñasteis así en vuestra infancia. Y vosotros tampoco, egoístas juiciosos, que no os encariñáis con los hombres, sino que os agarráis a ellos por prudencia mientras esta relación sea útil para vosotros, y, sin duda, apartáis la mano si los hombres se convierten en un obstáculo.

 

Ivan Turgéniev afirmó en 1860 que en ruso no existía buena traducción del Quijote, y es de lamentar que no cumpliera su reiterada promesa de traducirlo completamente, que se impuso ya en 1853 y que todavía en 1877 seguía empeñado en cumplir; el dramaturgo Aleksandr Ostrovski había traducido ya los Entremeses y quería traducir algunos capítulos de la obra; el caso es que Turgenev ignoró deliberadamente la traducción de Vasili Zhukovski, el maestro de Pushkin, que empezó en 1803 y que publicó en seis volúmenes entre 1804 y 1806. Se debía a que no respondía a la noción de traducción que sostenía Turgenev; pero la obra de Zhukovski fue capital para el desarrollo de la prosa rusa en el xix, puesto que fue realizada por un gran escritor, de nivel comparable al de Ludwig von Tieck, Jean-Pierre Claris de Florian o Tobías Smollet. Ofrece una interpretación psicológico-filosófica de la obra, en la que el protagonista es sin duda el Caballero de la Triste Figura. Como no sabía español, utilizó la versión francesa de Florian, que es bastante buena, pues el sobrino de Voltaire conocía bien la lengua y había estado en España y tratado con los ilustrados españoles, pero conoció también, aunque no la utilizó, la versión alemana de Tieck (1799), que ofrecía ya la interpretación romántica del personaje. Sin embargo se valió del documentado prólogo de Florian para encauzar su traducción, pues era hombre más prestigioso que el entonces advenedizo Tieck. Para empezar, omite capítulos enteros y abrevia los pasajes largos, los episodios naturalistas que no respondían al gusto de la época y las historias intercaladas que desviaban la atención; de su cosecha aporta un acento folclórico del que carecía la versión francesa y reemplaza la paremiología sachopancesca, que vierte literalmente Florian, por proverbios rusos equivalentes, y para comprender el mérito de su traducción en estos detalles basta con compararla con la de Osipov. En general, la traducción de Zhukovski evita los episodios en que se minimiza al héroe y acentúa los elementos poéticos. La re-traducción de Zhukovski tuvo una segunda edición en 1815, sin cambios significativos fuera de la puntuación, que es mejor que en la primera, la ortografía y la limpieza de erratas. Esta versión entusiasmó a Pushkin y fue imitada descaradamente por la de S. Chaplette, también sobre la de Florian (San Petersburgo, 1831); por entonces ya se dejaba sentir cierta preferencia por la traducción alemana de Tieck, más precisa, y se empezaba a sentir como inevitable una versión directa desde el español, que llegó en la época del Realismo, cuando se on las traducciones de K. P. Masalski (1838) y la de V. A. Karelin (1866); pero la vulgarización del mito en el Romanticismo vino principalmente a través de la versión de Zhukovski.

 

 

 

 

Cervantes está presente en Aleksandr Pushkin, Gógol, Turgénev, Dostoyevski, Leskov, Bulgákov y Nabókov, por citar solamente a algunos de los grandes.

 

Aleksandr Pushkin tenía en su biblioteca un Quijote en español editado en París, 1835, y aprendió la lengua en 1831 y 1832 para leerlo en el original; se conservan además traducciones inversas de La Gitanilla desde su versión francesa al castellano para comparar el resultado con el original cervantino; animó además a Gógol a emprender una obra narrativa de gran aliento a la manera de Cervantes, y éste compuso Almas muertas. Turgenev en su conferencia Hamlet y Don Quijote compara al reflexivo e irresoluto Hamlet con el irreflexivo y arrojado Don Quijote, y encuentra la nobleza en ambos personajes. Pero el influjo en Fiódor Dostoyevski fue más hondo; comenta la obra muchas veces en su epistolario y en su Diario de un escritor (1876), donde se refiere a ella como una pieza esencial en la literatura universal y como perteneciente «al conjunto de los libros que gratifican a la humanidad una vez cada cien años»; finalmente escribe:

 

 

En todo el mundo no hay obra de ficción más profunda y fuerte que ésa. Hasta ahora representa la suprema y máxima expresión del pensamiento humano, la más amarga ironía que pueda formular el hombre y, si se acabase el mundo y alguien preguntase a los hombres: «Veamos, ¿qué habéis sacado en limpio de vuestra vida y qué conclusión definitiva habéis deducido de ella?», podrían los hombres mostrar en silencio el Quijote y decir luego: «Ésta es mi conclusión sobre la vida y... ¿podríais condenarme por ella?»

 

Desde el punto de vista del escritor ruso, la novela es una conclusión sobre la vida. Su primera mención de la obra aparece en una carta de 1847, pero es en 1860 cuando llega a obsesionar verdaderamente al escritor; la imitó en El idiota, cuyo protagonista, el príncipe Mishkin, es tan idealista como el héroe manchego, pero, despojado de ridículo heroísmo, es en realidad el personaje final de la obra, Alonso Quijano, el bueno, y un imitador de Jesucristo; su monólogo «A la salud del sol» está claramente inspirado en el discurso sobre la Edad de Oro. Dostoyevski escribió en su Diario de un escritor que «ya no se escriben libros como aquél. Veréis en Don Quijote, en cada página, revelados los más arcanos secretos del alma humana». Por otra parte, en 1877, el capítulo del Diario de un escritor «La mentira se salva con la mentira» imita deliberadamente el estilo cervantino, hasta el punto de que un episodio imaginado por Dostoyevski pasó como genuino de Cervantes durante mucho tiempo.

 

La novela de Nikolái Leskov, Tres hombres de Dios, es una curiosa precursora del Monseñor Quijote de Graham Greene; su protagonista, el prior Saweli Tuberosov, es un idealista que alcanzada ya la cincuentena se plantea decir la verdad, y lucha con las crudas y puras circunstancias contrarias de su entorno en compañía de un Sancho, el diácono Ajila, y de un Sansón Carrasco, Tuganov; en su inflexibilidad se hace incomprensible y a menudo ridículo ante los demás, y al fin es desprovisto de la palabra, le prohíben pronunciar más sermones e, imposibilitado para cumplir su destino al igual que el héroe cervantino, muere de pena. Pero el influjo de Cervantes se extiende incluso al tipo de hérore que presenta Leskóv en casi todas sus novelas, y particularmente en Una familia en decadencia, protagonizada por un reconocible, delgado y pobre terrateniente llamado Dormidont Rogozin, al que acompaña su inseparable escudero Zinka, en compañía del cual recorre los contornos «barruntando agravios». También acusan claramente la influencia del Don Quijote sus novelas El pensador solitario y Los ingenieros desinteresados.

 

Aunque para Lev o Lev Tolstói la novela cervantina no tuvo tanta importancia como para Turgénev, Dostoyevski o Leskóv, lo cierto es que es perceptible y visible su huella; en ¿Qué es el arte? declara como su novela predilecta el Don Quijote por su «contenido interior», por su «buen arte vital del mundo»; en los borradores de esta obra queda clara su intención: es una obra que expresa los más nobles sentimientos para todas las épocas, comprensibles a todos; en algunas de sus obras asume la herencia cervantina; principalmente en su novela Resurrección, donde se plantea quién está loco, el mundo o el héroe, y donde Katerina Máslova es una Aldonza que, al ser pretendida por el príncipe que la deshonró empezando su carrera de prostituta, no quiere ser la Dulcinea del héroe, en lo que hay ecos del poeta simbolista Sogolub, del que hablaremos en breve; también hay ecos de los encantamientos y del episodio de los galeotes.

 

Los poetas del Simbolismo ruso, sobre todo Fiódor Sologub, experimentan la seducción por el mito de Dulcinea. Éste escribió al respecto un ensayo, El ensueño de Don Quijote, en el que afirma que al rechazar a Aldonza y aceptarla como Dulcinea, Don Quijote está realizando la pretensión final de toda poesía lírica, una hazaña más lírica que caballeresca, convertir la realidad en arte, en algo que se pueda soportar. La actitud quijotesca es un sinónimo de «noción lírica de la realidad». Esta idea de hazaña lírica se reitera en otras obras suyas, como Los demonios y los poetas y el prólogo a la pieza La victoria de la muerte, o en la obra Los rehenes de la vida. Tras aparecer la figura del loco alucinado en su novela El trasgo, el tema de Dulcinea reaparece en sus versos entre 1922 y 1924, dedicados a su mujer, Anastasiya Nikolaevna Chebotarévskaya, que se suicidó en 1921. Desde Sogolub el mito de Dulcinea pasa a otros poetas simbolistas, como Igor Severianin o Aleksandr Blok; este último lo profundiza y transforma de una manera muy original en Versos a una hermosa dama.

 

 

 

Mijaíl Bulgákov (años 1920).

Tras la Revolución, Mijaíl Bulgákov, uno de los escritores no tanto perseguidos como soportados por Stalin, como el mismo Boris Pasternak, y por ello con bastante suerte, ya que no era un escritor soviético, pudo subsistir al permitírsele ser ayudante de director de escena teatral y poder alimentarse mediante el alumbramiento de continuas traducciones, como Anna Ajmátova y Borís Pasternak; insufló la filosofía quijotesca de la lucha a pesar de la conciencia plena de la derrota, emparentable con el quijotismo de Unamuno, en su obra maestra, la novela El maestro y Margarita; en los años de apogeo de la represión estalinista, en 1937, escribe en una carta que sigue componiendo teatro a pesar de que no será nunca escenificado ni publicado por mero quijotismo y hace voto de no volverlo a hacer, pero... vuelve a hacerlo, estudiando con tanta pasión la obra del «rey de los escritores españoles» que algunas de sus cartas a su tercera mujer, Elena, están escritas parcialmente en español y que, según él mismo reconoce, «asaltaba el Quijote». Su modesto quijote no desentona del entorno, es una persona normal que batalla como todas; solamente al final se contempla ser héroe al morir, cuando el propio autor ya también estaba moribundo:

 

 

¡Ah, Sancho!, el daño causado por su acero es insignificante. Tampoco me desfiguró el alma con sus golpes. Pero me da miedo pensar que me curó el alma y, al curarla, le retiró sin cambiarme por otro. ¡Me quitó la dádiva más preciosa de cuantas está dotado el hombre, me quitó la libertad! Sancho, el mundo está lleno de mal, pero lo peor de todo es el cautiverio! ¡Él me encadenó, Sancho! Mira: el sol está cortado por la mitad, la tierra sube y sube y lo devora. ¡La tierra se aproxima al cautivo!. ¡Me absorberá, Sancho!

 

Anatol Lunacharski (1875 - 1933), hombre de letras y político ruso, primer comisario de educación y cultura tras la Revolución de Octubre (1917), protector de Meyerhold y Stanislavski, escribió algunos dramas históricos, y entre ellos un Don Quijote liberado (1923); en fin, entre todos estos cervantistas, parece la excepción Vladímir Nabókov, que en su Curso sobre El Quijote demuestra una gran incomprensión de la obra, cuya grandeza reduce solamente a la del personaje principal.

 

Don Quijote en el este de Europa

 

 

 Adam Mickiewicz por Walenty Wańkowicz.

La primera traducción al búlgaro se hizo desde una traducción rusa y en fecha tan tardía como 1882, a los cuatro años escasos de reaparecer Bulgaria en el mapa de Europa. Su principal estudioso fue Efrem Karamfilov. Pero es en la poesía búlgara del siglo xx donde aparece más la figura del caballero como símbolo del luchador infatigable, paladín de la bondad, el valor, la fe y la justicia: Konstantin Velíchkov, Jristo Fótev, Asén Ratzsvétnikov, Damián Damiánov, Nicolai Ráinov, Parván Stéfanov, Blaga Dimitrova y Pétar Vélchev.

 

La primera traducción completa al checo fue obra de J. B. Pichl (1866, primera parte) y de K. Stefan (1868, segunda parte), aunque ya en 1620 el cardenal Dietrichstein la había leído en español, pues se había educado en la Península ibérica. Se leyó mucho en Bohemia y fue muy popular en el siglo xviii, pero más en versiones italianas y francesas que en otras lenguas. Ya en el siglo xx, Milan Kundera afirma, como Octavio Paz, que el humor no es algo innato en el hombre, sino una conquista de los tiempos modernos gracias a Cervantes y su invento, la novela moderna.

 

La primera traducción de Don Quijote al polaco es de los años 1781-1786 y se debe al conde Franciszek Podoski, a partir de una versión francesa. Para los ilustrados polacos era una obra fundamentalmente cómica y de lectura no sólo agradable, sino también útil por su crítica a las perniciosas para la sensatez novelas de caballerías. Esa es la interpretación del obispo Ignacy Krasicki y del duque Czartoryski, quien sin embargo percibe ya la complejidad de la obra en sus Reflexiones sobre la literatura polaca, 1801. En los años cuarenta del siglo xix, el polígrafo Edward Dembowski ahonda en la trágica interpretación alemana de Don Quijote como símbolo de la lucha del ideal contra la dura realidad del mundo circundante. La figura del caballero se encuentra en la obra de los grandes poetas románticos polacos, Adam Mickiewicz, Juliusz Słowacki y Cyprian Kamil Norwid, así como en la obra maestra del novelista del Realismo Bolesław Prus, La muñeca. Ya en el siglo xx, hay que destacar el Don Quijote de Bolesław Leśmian, que representa la tragedia de la pérdida de la fe, Juicio sobre Don Quijote de Antoni Słonimski, donde se adapta el episodio del gobierno de Sancho en la ínsula Barataria para satirizar los totalitarismos, Don Quijote y las niñeras, de Maria Kuncewiczowa, crónica de un viaje a España en busca de Don Quijote, y En la belleza ajena, de Adam Zagajewski, con don Quijote en la biblioteca.

 

Entre 1881 y 1890 se publicaron 61 capítulos en rumano del Quijote, a cargo de Stefan Vîrgolici. La primera traducción completa al rumano la realizaron en 1965 Ion Frunzetti y Edgar Papu. En 2005 el Instituto Cervantes de Bucarest promovió una nueva traducción que corrió a cargo del hispanista rumano Sorin Marculescu

 

Don Quijote en Francia

 

 

 

Gustave Flaubert visto por Giraud.

En Francia no se hicieron análisis de Don Quijote tan profundos como los alemanes ni éste ejerció un influjo tan extenso como en Inglaterra o Rusia, aunque su impronta fue también generosa en grandes obras y autores del siglo xix y muchas naciones conocieron la obra a través de traducciones francesas o retraducciones a partir del texto en esta lengua. La primera traducción es apenas posterior en un año a la inglesa de Shelton, en 1614, por César Oudin. En 1618 se traduce la segunda parte por François de Rosset y a partir de 1639 ambas partes marcharán juntas. Es la primera traducción al francés, a la que seguirán varias decenas más, entre las que destacan las de Filleau de Saint-Martin (1677-1678) y la del caballero Jean-Pierre Claris de Florian (1777), un hispanista formado en su infancia en España y sobrino de Voltaire, que será muy divulgada por Europa.

 

La traducción de Filleau de Saint-Martin se publicó con el título de Historia del admirable don Quijote de la Mancha y con el añadido de una continuación escrita por el propio traductor, para lo cual alteró el final de la obra original y mantuvo a don Quijote con vida y con capacidad de lanzarse a nuevas aventuras. A su vez, esta continuación fue prolongada por otro escritor francés de cierto renombre, Robert Challe. No termina ahí la serie de continuaciones: un autor desconocido alargó la obra de Cervantes con otra parte suplementaria titulada Continuación nueva y verdadera de la historia y las aventuras del incomparable don Quijote de la Mancha.

 

Simonde de Sismondi pone la primera piedra de la interpretación romántica del héroe. Louis Viardot traduce la obra muy fielmente entre 1836 y 1837. Chateaubriand se ve a sí mismo como un Cervantes y un Quijote, y en su Itinerario de París hasta Jerusalén (1811) ensalza al Caballero de la Triste Figura, que ocupa también su lugar en El genio del Cristianismo como el más noble, el más valiente, el más amable y el menos loco de los mortales. Hay bastante de Cervantes en ese militar frustrado romántico que fue Alfred de Vigny. Los viajeros Prosper Merimée y Théophile Gautier llenan sus diarios de viaje de alusiones cervantinas. Para el crítico Sainte-Beuve, Don Quijote es un libro que empieza por constituirse en una sátira de los libros de caballerías y termina por hacerse espejo de la vida humana. Victor Hugo, que pasó algunos de sus años infantiles en España como hijo del general Hugo, considera a Cervantes el poeta del contraste entre lo sublime y lo cómico, lo ideal y lo grotesco, y apercibe el influjo de La gitanilla en su novela Nuestra Señora de París. Henri Beyle, más conocido como Stendhal, que tenía diez años cuando leyó Don Quijote por primera vez, escribió que «el descubrimiento de ese libro fue quizá la más grande época de mi vida».

 

Honoré de Balzac representó casi más a Don Quijote en su vida que en sus escritos y Gustave Flaubert asumió este espíritu en sus dos novelas Bouvard y Pecuchet, póstuma e inacabada, cuyos dos personajes principales enloquecen leyendo libros que no pueden asimilar, y su Madame Bovary, cuya protagonista es en realidad una quijotesca dama que pierde la sensatez leyendo noveluchas sentimentales, como José Ortega y Gasset ya apreció («es un Quijote con faldas y un mínimo de tragedia sobre su alma»). Gustave Doré ilustró con grabados una edición de Don Quijote en 1863. Personajes quijotescos son, por otra parte, el Tartarín de Tarascón de Alphonse Daudet y el Cyrano de Bergerac de Edmond Rostand. En 1932, Maurice Ravel y Jacques Ibert compusieron canciones según los poemas de Paul Morand titulados Don Quijote á Dulcinea. En Les oiseaux de la lune o Los pájaros de la luna (1956), de Marcel Aymé, el inspector de un colegio adquiere el poder de transformar a los pelmazos en aves de tanto leer novelas, lo que parece ser una parodia cómica de la locura de Don Quijote de la Mancha y de los magos que transforman sus desilusiones.

 

La escritora lesbiana Monique Wittig, por otra parte, en su novela Le voyage sans fin (1985) reelabora el Quijote de Cervantes sustituyendo a caballero y escudero por dos mujeres. En 1968 Jacques Brel compuso y grabó un disco de música, L'Homme de la Mancha. Y para cerrar una lista que podría prolongarse demasiado, mencionaremos sólo a Léon Bloy, Tailhade, Henri Bergson, Maurice Barrès, Alfred Morel-Fatio, Paul Hazard, André Maurois y André Malraux.

 

Don Quijote en el mundo árabe

 

La presencia de referencias al personaje de Cervantes —llamado Dūn Kījūtī o Dūn Kīshūt— en el imaginario árabe contemporáneo, y sobre todo en su literatura, es muy habitual. Esto suele señalarse como paradójico dado que las primeras traducciones del Quijote al árabe se publicaron en fecha tan tardía como los años cincuenta y sesenta del siglo xx.

 

La primera obra extensa en lengua árabe sobre Cervantes la publicaron en 1947, con ocasión del cuarto centenario de su nacimiento, los hispanistas libaneses Nayib Abu Malham y Musa Abbud en Tetuán, la capital del entonces Marruecos español: Cervantes, príncipe de las letras españolas es un ensayo de más de cuatrocientas páginas que suscitó tanto interés en círculos literarios e intelectuales que la sección árabe de la Unesco encargó a los dos hispanistas la traducción del Quijote. Dicha traducción se inició, pero por razones desconocidas no llegó a publicarse. Entre 1951 y 1966 se hizo otra traducción en Marruecos que también permaneció inédita (se conserva el manuscrito), realizada por el ulema Tuhami Wazzani, que publicó algunos capítulos en el periódico que dirigía, Rif.

 

La obra de Abu Malham y Abbud sirvió para acrecentar el interés de los intelectuales árabes por la obra cervantina, a la que accedieron a través de sus ediciones en otras lenguas, hasta que en 1956 se publicó en El Cairo la traducción de la Primera parte del Quijote. Hubo que esperar, sin embargo, hasta 1965 para ver publicada la obra completa, en una nueva traducción, esta vez del hispanista Abd al-Rahman Badawi, quien contextualizaba la novela en un intenso estudio preliminar. Cinco años antes se había publicado en la capital egipcia una versión infantil del Quijote, que siguió reimprimiéndose durante décadas, lo que da una idea de la difusión que alcanzaron rápidamente las aventuras del hidalgo. La traducción de Badawi ha sido la traducción clásica, la más leída, al menos hasta la aparición en 2002 de dos nuevas traducciones, una nuevamente egipcia, a cargo del hispanista Sulayman al-Attar, y otra del sirio Rifaat Atfe.

 

Antes de las traducciones, sin embargo, la novela había sido objeto de diversos estudios críticos, aparte del ya citado de Abu Malham y Abbud, lo que contribuyó a despertar el interés literario por la figura de don Quijote. Ésta está plenamente integrada en el imaginario árabe: muchos ven en el quijotismo un símbolo del devenir contemporáneo de los pueblos árabes, cargado de idealismo y retórica pero impotente ante la fuerza aplastante de la realidad. Referencias a Don Quijote aparecen con frecuencia en la obra de escritores como Nizar Qabbani, Naguib Surur, Yusuf al-Jal, Mahmud Darwish, Assia Djebbar, Badr Shakir al-Sayyab, Gamal al-Guitani y otros muchos.

 

Por otro lado, el Quijote, así como el resto de la obra cervantina, es también objeto de especial interés y estudio debido a sus múltiples referencias al islam y a lo morisco, que son más visibles para lectores arabo-musulmanes. Un estudio sobre la presencia del pensamiento coránico en el Quijote aparece en el estudio de la escritora francesa Dominique Aubier Don Quichotte, la Réaffirmation messianique du Coran.

 

Don Quijote en las Naciones Unidas

 

El Volumen XV de la revista literaria de las Naciones Unidas, Ex Tempore (ISSN 1020-6604), de diciembre de 2004, está dedicado al Quijote. Véase sobre todo el prólogo de Alfred de Zayas y el poema Elogio de la Locura de Zaki Ergas, ambos miembros del PEN Club Suizo.

 

Don Quijote en otros idiomas

 

 

Estatuas de bronce de Don Quijote y Sancho Panza. Realizadas por el escultor Lorenzo Coullaut Valera (1876–1932) entre 1925 y 1930. Detalle del Monumento a Miguel de Cervantes (1925–30, 1956–57) de la Plaza de España de Madrid.

Don Quijote en alemán

 

La primera traducción al alemán, Don Kichote de la Mantzscha, fue realizada en 1621 por Pahsch Basteln von der Sohle; sin embargo, más conocida actualmente es la traducción de Ludwig Tieck de 1799-1801. La traducción de Ludwig Braunfels se ha considerado la más fiel al original y la más erudita. En 2008 apareció la obra en una nueva traducción de Susanne Lange, la cual fue muy elogiada por la crítica literaria.

 

Don Quijote en asturiano

 

Aunque no existe una versión completa del Quijote en lengua asturiana, la escritora asturiana Esther García López publicó en 2005 una selección de textos del Quijote, titulada Aventures del Quixote. Fue editada por Madú e ilustrada por el dibujante Neto. Además, Pedro Lanza Alfonso publicó en 2004 y con VTR, El Caballeru de la Murnia Figura, una obra de teatro basada en los textos del clásico castellano.

 

Don Quijote en catalán

 

El mallorquín Jaume Pujol llevó a cabo su traducción inédita entre 1835 y 1850. Eduart Tàmaro tradujo la primera parte de Don Quijote a la lengua de Verdaguer (Barcelona: Estampa de Cristófol Miró, 1882). La primera traducción impresa prácticamente íntegra del xix fue realizada en 1891 por el académico Antoni Bulbena i Tussell con el título L'enginyós cavallier Don Quixot de La Mancha; fue reimpresa en 1930 y en 2005. El sacerdote mallorquín Ildefonso Rullán lo tradujo por primera vez al dialecto mallorquín (L'enginyós hidalgo Don Quixote de la Mancha, Felanitx, Imprempta d'en Bartoméu Rèus, 1905-1906). Octavi Viader, en 1936, realizó también una traducción y Joaquim Civera i Sormaní hizo otra en Barcelona: Editorial Tarraco, S. A, 1969. Sin embargo, la única traducción total, que incluye incluso algunos poemas dejados en castellano por los anteriores traductores, es la del abogado mallorquín y gran cervantista José María Casasayas, que dedicó cuarenta y cuatro años a la misma, reescribiéndola veinte veces; imprimió sólo ocho ejemplares de la misma que regaló a cada uno de sus nietos, ya que ninguna editorial quiso imprimirla para el gran público. Combina los diferentes dialectos catalanes y posee una amplia anotación.

 

Don Quijote en chino

 

Las primeras versiones del Quijote al chino fueron retraducciones y adaptaciones no siempre fieles. Versiones teatrales se estrenaron por vez primera en la década de 1920, luego en la de 1930, y dos veces más durante el maoísmo (en 1950 y tras la reforma económica iniciada en 1978). Dai Wangshu trató de traducir el Quijote completo desde la lengua original, que conocía bien, pero su manuscrito se perdió en la guerra. En el año 1979, poco después de acabar la Revolución Cultural, la editorial de la Literatura del Pueblo publicó una traducción directa del original realizada por Yang Jiang, que ha sido la más leída hasta la actualidad, y ya se dispone de las traducciones íntegras y directas de Dong Yansheng (1995, por la editorial de Literatura y Arte de Zhejiang, revisada en 2006; fruto de tres años de trabajo, fue galardonada en el año 2001 con el premio Lu Xün «Arco Iris» a la Traducción Literaria), de Tu Mengchao (1995, por la editorial Yilin), de Liu Jingsheng (1995, por la editorial de Lijiang), de Tang Minquan (2000, por la editorial del Pueblo de Shanxi), de Sun Jiameng (2001, por la editorial Literatura y Arte de Octubre de Beijing; recibió el premio al Mejor Libro de Literatura Extranjera) y de Zhang Guangsen (2001, por la editorial de Yiwen de Shanghái). El Cervantismo ha sido una corriente del hispanismo muy fructífera en este país, con eruditos como Zhou Zuoren, Chen Yuan, Lu Xün y Qu Qiubai, que polemizaron entre sí, y otros como Tan Tao y Qian Liqun. Por otra parte, Cervantes influyó en escritores como Zhang Tianyi y Fei Ming. En 1996 la editorial de Literatura del Pueblo publicó las Obras completas de Cervantes en ocho volúmenes. La traductora china Yang Jiang tradujo por primera vez el Quijote entero al chino desde la lengua original en 1978. En 2009 se representó con gran éxito una adaptación en el Teatro Nacional de Pekín y otra versión en septiembre dirigida por Meng Jinghui en el Centro Nacional de Artes Escénicas de Tiananmen que combina partes musicales con una puesta en escena experimental y clásica al mismo tiempo, interpretada por los actores Guo Tao y Liu Xiaoye. El libreto fue escrito por Meng junto con el también dramaturgo chino Kang He, quien ya había escrito un guion cinematográfico de la historia hace 10 años.

 

Don Quijote en croata

 

Se destaca la traducción de Iso Velikanović al idioma croata, y de Alexey Reshevnikov en idioma Russo.

 

Don Quijote en esperanto

 

Existe una traducción completa publicada en 1977, y varios intentos parciales anteriores, algunos de cierto interés por sí mismos.

 

La primera versión parcial se debe a Vicente Inglada Ors, un científico políglota, destacado geólogo y miembro de la Academia de Ciencias, que lo intentó ya en 1904. Otros esperantistas que publicaron versiones de algunos capítulos fueron el escritor catalán Frederic Pujulà i Vallès (1909), el conocido militar republicano Julio Mangada (1927) y el activista Luis Hernández Lahuerta (1955).

 

La traducción completa debió esperar, sin embargo, a 1977, cuando la Fundación Esperanto editó la versión debida al más importante traductor de obras españolas al idioma internacional, Fernando de Diego. La obra, con las clásicas ilustraciones de Doré, ha tenido una amplia difusión mundial, y un importante prestigio entre los conocedores de la cultura esperantista.

 

Don Quijote en guaraní

 

El poeta paraguayo Félix de Guarania asumió el desafío de llevar al Caballero de la Triste Figura a la lengua guaraní, y así nació la obra Kuimba’e katupyry ño Quijote yvyunga, colección de fragmentos.

 

Don Quijote en hebreo

 

La primera vez fue hace varias décadas de la mano de Natan Bistrinsky y Nahman Bialik, y en 1994 llegó a los estantes de las librerías la considerada mejor de las dos traducciones, por Beatriz y Luis Landau.

 

Don Quijote en japonés

 

Entre 1907 y 1917, el japonólogo español Gonzalo Jiménez de la Espada dirigió un grupo de hispanistas en Tokio; el mismo estaba integrado por eruditos como Hirosada Nagata, quien en 1948 traduciría el Quijote a la lengua japonesa.

 

Don Quijote en quechua

 

En noviembre de 2005, se publicó la traducción del clásico hispano al quechua sureño con el nombre Yachay sapa wiraqucha dun Qvixote Manchamantan. La traducción fue posible gracias al trabajo de Demetrio Túpac Yupanqui y la edición fue presentada en la feria del libro de Guadalajara, engalanada con bellas ilustraciones de Sarwa, trabajos típicos y costumbristas en tablillas. Por fin, después de 400 años de su publicación, la obra cumbre del idioma castellano ha sido llevada al idioma andino.

 

Don Quijote en ruso

 

Si bien la influencia de Don Quijote en la literatura y cultura rusas fue notable, demoró bastante tiempo en aparecer una buena traducción. De hecho, circulaban las versiones inglesa, alemana y francesa en los círculos más cultos. La primera edición rusa del Quijote apareció en 1769: Istoria o slavnom La-Manjskom rytsare Don Kishote y cubría tan sólo los primeros veintisiete capítulos; el traductor fue Ignati Teils (1744-1815), un profesor de alemán relacionado con los círculos ilustrados del conocido progresista y masón Nikolái Novikov; se basó en la traducción francesa de Filleau de Saint-Martin. Veintidós años después aparece en San Petersburgo una nueva traducción, que fue reeditada en 1812 en Moscú con el título de Don Kishot La-Manjsky; su autor fue el intérprete jurato Nikolai Osipov (1751-1799). En 1804 se publicó otra traducción obra del poeta Vasili Zhukovski (1783-1852), quien tradujo desde la versión francesa de Jean Pierre de Florian; con su destreza poética logró embellecer lo que hubiera sido una versión mediocre y seca, logrando gran éxito entre el público. Pero hubo que esperar a 1838, en que el escritor Konstantin Masalsky (1802-1861) edita la primera traducción rusa del Quijote hecha directamente del texto original de Cervantes; este trabajo fue completado en 1866 por V. Karelin. En 1907, bajo el título de Ostroumno-izobretatelny idalgo Don-Kijot Lamanchesky, salió la nueva traducción directa del español, hecha por la escritora María Watson (1853-1932).

 

En la época soviética tuvieron lugar importantísimas traducciones, la primera en 1929-1932, versión completa a manos de los filólogos Grigori Lozinsky (1889-1942) y Konstantin Mochulsky (1892-1948). Pero la mejor y la más conocida traducción del Quijote al ruso fue hecha en 1951 por Nikolái Lubímov (1912-1992), por la cual fue galardonado con el Premio Estatal de la URSS en 1978; se la considera la traducción más clásica e inmejorable a la lengua rusa.

 

Don Quijote en euskera

 

José Palacio Sáenz de Vitery, escritor alavés del siglo xix natural de Villarreal de Álava, abogado y doctor en Filosofía y Letras, fue gran cervantista y redactor de Crónica de los Cervantistas. Logró poseer la mejor colección de Quijotes de su tiempo y emprendió la traducción al vasco, pero murió dejando incompleta su tarea. La Guerra Civil hizo desaparecer los manuscritos de la versión incompleta en Madrid en el palacio familiar del Paseo del Cisne. Con el título de Don Kijote Mantxa'ko se publicó en Zarauz (Guipúzcoa) por la Editorial Itxaropena los dos volúmenes de la primera versión íntegra al euskera de la obra de Cervantes (1976, primera parte, 1985, segunda), siendo el autor de la traducción Pedro Berrondo y el promotor de la edición José Estornés Lasa.

 

Don Quijote en T9 (texto predictivo)

 

Una de las grandezas del texto del Quijote es que representa, en esencia, «posibilitar lo imposible» y como parte de esta idea El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha ha sido la primera obra traducida a texto predictivo que consiste en transformar las palabras por números y utilizar los mensajes del teléfono móvil y una aplicación instalada en los mismos, el T9, para transformar esos números, del 2 al 9, a las palabras y frases escritas en su momento por Miguel de Cervantes.

 

 

 

"Don Quichotte" -ópera de Jules Massenet

Ediciones de Don Quijote

 

 

 

Don Quijote sentado, por Salvador Dalí.

Hasta el Siglo de las Luces las ediciones de la obra maestra del Siglo de Oro español degradaron en general el texto, salvo la cuidadísima edición de Bruselas por Roger Velpius de la primera parte en 1607. Se consideran habitualmente ediciones clásicas de Don Quijote, en el siglo xviii, Vida y hechos del ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha, Londres: J. y R. Tonson, 1738, 4 vols., edición que publicó Lord Carteret ilustrada con 68 primorosas calcografías dedicada a la condesa de Montijo, esposa del embajador español durante el reinado de Jorge II de Gran Bretaña; el texto se encomendó a un cervantista entusiasta, el judío sefardí residente en Londres Pedro Pineda. Fue un trabajo crítico y erudito digno del Siglo de las Luces y Gregorio Mayans y Siscar incluyó en ella una Vida de Cervantes que se considera la primera biografía rigurosa del autor. Picada en su orgullo, la Real Academia Española hizo otra en cuatro volúmenes (1780) que se reeditó varias veces con numerosas modificaciones y rectificaciones y donde los editores incluyeron una introducción crítica con una biografía del autor, un ensayo sobre la novela, Análisis del Quijote, que establece la interpretación clásica de la obra como la feliz conjunción de dos perspectivas, dos tradiciones literarias y dos cosmovisiones, un estudio cronológico-histórico de las aventuras de don Quijote, una serie de grabados y un mapa de España para seguir el itinerario de don Quijote. Vicente de los Ríos, responsable principal de esta edición de la Real Academia Española, corrigió los errores textuales de las previas ediciones. De nuevo otro cervantista inglés, el reverendo anglicano John Bowle, examinó escrupulosamente el texto y depuró los errores, incluyendo listas de variantes, en su edición de 1781, que es también un monumento de erudición y supera a todas las anteriores; Bowle fue el primero en notar que había dos ediciones en 1605. Todos los editores posteriores se aprovecharon de su erudición y generoso esfuerzo. Siguió después la en cinco volúmenes de don Juan Antonio Pellicer (1797-1798), con abundantes notas y atenta a las variantes textuales. Por otra parte, Agustín García Arrieta publicó en Francia unas Obras escogidas de Cervantes en diez volúmenes (París, Librería Hispano Francesa de Bossange padre, 1826, reimpresa por Firmin Didot, 1827). Esta magna obra comprendía el Quijote (I-VI), las Novelas ejemplares (VII-IX) y el Teatro (X). La edición del Quijote es quizá la mejor hasta entonces.

 

En el siglo xix salió la prolija y muy eruditamente anotada (triplica el número de notas de Pellicer) de Diego Clemencín (6 vols., 1833-1839); posee sin embargo no pocos defectos en el terreno filológico que intentaron corregir las notas de Juan Calderón y Luis de Usoz, en el Cervantes vindicado en 115 pasajes (1854) escrito principalmente por el primero; también son importantes las ediciones de Juan Eugenio Hartzenbusch, una en Argamasilla de Alba, 1863, IV vols., y otra en Obras completas de Miguel de Cervantes; Madrid, Imprenta de Manuel Rivadeneyra, 1863; a esta última cabe agregar un grupo de notas que Hartzenbusch preparó para una segunda edición que no llegó a realizarse y que se imprimieron con el título Las 1633 notas puestas por... D. J. E. Hartzenbusch a la primera edición de «El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha», Barcelona: Narciso Ramírez, 1874.

 

Ya a finales del xix Clemente Cortejón preparó ambiciosamente una edición que quiso fuera la primera realmente crítica de la obra cotejando nada menos que 26 ediciones distintas, pero el autor murió en 1911 sin ver terminada su obra, cuyo último tomo fue realizado por Juan Givanel y Juan Suñé Benages y salió al fin en Barcelona (1905-1913) en seis volúmenes, sin el prometido diccionario cervantino y con muy sensibles defectos, derivados de los prejuicios del autor contra cervantistas anteriores como Clemencín y la escasa aclaración de sus criterios ecdóticos y filológicos; fue, pues, muy discutida por los cervantistas, que echaron de ver el fárrago extemporáneo de muchas de sus notas, las lecturas injustificadas que forzó, los errores al atribuirse méritos que pertenecían a otros y la general falta de explicaciones y justificaciones a sus cambios, conjeturas y lecturas modernizadas, entre otras razones que hacen muy incómodo el uso de su edición. Después de él fueron muy famosas (en parte por la actitud excluyente de su autor respecto a otros cervantistas) las ediciones preparadas por Francisco Rodríguez Marín, quien al menos usaba una metodología, la del positivismo, cada cual más y mejor anotada que la anterior: la de Clásicos La Lectura en ocho tomos (1911-1913); la supuesta «edición crítica» en seis tomos (1916-1917) y la «nueva edición crítica» en siete tomos (1927-1928). La última fue reeditada póstumamente, con correcciones y nuevas notas, en diez tomos (1947-1949) con el título Nueva edición crítica con el comento refundido y mejorado y más de mil notas nuevas); sin embargo, posee los lastres metodológicos del positivismo en cuanto a su abusivo acarreo de información documental y, como el autor carecía de formación filológica, no son verdaderas ediciones críticas, pues no depuró el texto comparando todas las ediciones autorizadas ni señaló siquiera sus cambios en el texto; la de Rudolph Schevill y Adolfo Bonilla y San Martín (1914-1941), posee, sin embargo, un adecuado rigor filológico y ecdótico y se extiende a toda la obra conocida de Miguel de Cervantes; la de Martín de Riquer (la última corresponde a 1996) es la obra maestra de un humanista experto en la vida caballeresca medieval y la del Instituto Cervantes, realizada por un equipo dirigido por Francisco Rico (1998 y 2004), es la última y por lo tanto la más autorizada a causa del gran número de fuentes consultadas para depurar el texto y comentarlo. Son también importantes, por distintos aspectos, entre un número muy crecido de ediciones estimables, las de Emilio Pascual (1975), Juan Bautista Avalle-Arce (1979), John Jay Allen (1984), Vicente Gaos (1987), la de Luis Andrés Murillo (1988), y las distintas, algunas de ellas digitales, de Florencio Sevilla Arroyo (2001).

 

En 1987 se publica una edición ilustrada por Antonio Saura (Don Quijote de la Mancha, Círculo de Lectores, Barcelona, 1987, 2 vols.) con 195 dibujos del artista aragonés a pluma y tinta china (125 de ellos) y otros 70 utilizando técnicas mixtas.14

 

En 2005 se celebró IV Centenario de El Quijote, motivo por el que la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española promovieron una edición popular basada en la de Francisco Rico y el Instituto Cervantes publicada por Editorial Alfaguara de 500.000 ejemplares.

 

 

 

Lucien Fugère representando a Sancho Panza en la ópera Don Quichotte de Jules Massenet (1910).

Don Quijote en la música

 

La genial novela cervantina ha servido de inspiración a numerosos músicos desde su publicación. Incluso ya antes de la publicación del segundo tomo del Quijote, el 3 de febrero de 1614 se representó en el palacio del Louvre el ballet Don Quichotte dansé par Mme. Sautenir.

 

Entre las obras más relevantes basadas en el Caballero de la Triste Figura pueden mencionarse las óperas: The Comical History of Don Quixote, de Henry Purcell (1695); Don Chisciotte in Sierra Morena, de Francesco Bartolomeo Conti (1719); Don Chisciotte in Venezia, intermezzo, de Giovanni Antonio Giay (1752); Il curioso del suo proprio danno (1755-56) y Don Chisciotte (1770), de Niccolò Piccinni; Don Chisciotte alle nozze di Gamace, de Antonio Salieri (1771); Don Chisciotte, de Manuel García (1826); Tristemente famoso paladín Kosometovich, de Vicente Martín y Soler (1789); Die Hochzeit des Camacho, de Felix Mendelssohn (1827); Il furioso all'isola di San Domingo, de Gaetano Donizetti (1835); Don Quixote, de Wilhelm Kienzl (1897); Don Quichotte, de Jules Massenet (1910); El retablo de maese Pedro, de Manuel de Falla (1923); Don Quichotte, de Cristóbal Halffter (2000) y Don Quijotes Abenteuer, de Jean Kurt Forest (en 2011 aún sin estrenar). También puede recordarse la zarzuela La venta de Don Quijote, de Ruperto Chapí (1902).15

 

Además de las óperas citadas, el Quijote inspira un buen número de conciertos, ballets, suites sinfónicas, música de cámara, etcétera. Entre las obras orquestales más significativas podrían señalarse los poemas sinfónicos, como por ejemplo Don Quijote, de Richard Strauss, de 1895; Don Quijote, de Anton Rubinstein, de 1875; Una Aventura de Don Quijote, de Jesús Guridi, de 1916; Don Quijote y Dulcinea, de Maurice Ravel, de 1932; o Don Quijote velando las armas, de Óscar Esplá, de 1962. En 1968 Jacques Brel compuso y grabó un disco llamado L'Homme de la Mancha.

 

También dentro de la música rock se puede encontrar música inspirada por esta obra de Cervantes. El grupo español Mägo de Oz publicó en el año 1998 un álbum completamente relacionado con Don Quijote y sus andanzas, titulado La leyenda de La Mancha, el cual contiene temas como «Molinos de viento», «Maritornes», «El bálsamo de Fierabrás» o «La ínsula de Barataria».16

 

Don Quijote en el cine

 

Categoría principal: Películas sobre Don Quijote.

 

 

 

 

 

Ricardo Puga y Leocadia Alba, como Alonso Quijano y Maritormes, en una escena de Figuras del Quijote (1910), de Carlos Fernández Shaw, adaptación teatral de la zarzuela La venta de Don Quijote, con música de Ruperto ChapíEn 1957 la United Productions of America contrata al escritor Aldous Huxley como guionista de una historia basada en el Quijote protagonizada por el célebre personaje de animación «Mr. Magoo».

En 1990 la productora Hanna-Barbera realizó una serie de dibujos animados para televisión, dividida en 26 episodios de 30 minutos de duración, basada en el Quijote que se tituló Don Coyote and Sancho Panda.

La primera experiencia cinematográfica sobre Don Quijote de la Mancha vino de la productora francesa Gaumont en 1898; se trataba de una breve escena de título Don Quijote. Lamentablemente no se conservan imágenes.

La productora francesa Pathé realiza en 1903 Les Aventures de Don Quichotte de la Manche dirigida por Lucien Nonguet y Ferdinand Zecca; se realiza una versión coloreada manualmente en la que se reproducen varios episodios de Don Quijote de la Mancha. En España se proyecta en 1905 en los fastos de conmemoración del tercer centenario de la publicación de la edición príncipe.

La más antigua película española basada en los textos de Cervantes es El curioso impertinente (1908), realizada por Narciso Cuyás, también director de la versión para el cine mudo de Don Quijote (1908). De ellas escasamente se conserva alguna noticia.

La tardía aparición de un organismo encargado de velar y restaurar el legado cinematográfico español (hasta la creación en 1953 de la Filmoteca Española) permitió que muchas películas del cine mudo, incluidas las primeras versiones cinematográficas de las obras cervantinas, hayan desaparecido. Sólo se conocen las críticas aparecidas en la prensa con motivo de su estreno y apenas quedan breves referencias escritas.

Una de las primeras apariciones del personaje en una obra cinematográfica fue en Don Quixote (1923), de la mano del director británico Maurice Elvey, y que cuenta con dos grandes actores del cine mudo como fueron Jerrold Robertshaw y George Robey, éste último conocido por sus musicales en Broadway.

Una de las adaptaciones cinematográficas más logradas es el Don Quijote de 1933, una producción franco-británica dirigida por Georg Wilhelm Pabst considerada como un clásico del cine e interpretada en sus principales papeles por Feodor Chaliapin Jr., como Don Quijote, George Robey que ya interpretara a Sancho Panza en la versión de Maurice Elvey diez años antes y Renee Valliers como Dulcinea.

La adaptación realizada en la Unión Soviética en 1957, Don Quijote, dirigida por Grigori Kózintsev es, junto con la de G. W. Pabst, la versión más conseguida de la obra maestra de Cervantes. Su título original es Don Kijot, y sus principales protagonistas son Nikolai Tcherkassov —conocido por ser el Aleksandr Nevski y el Iván de las películas de Eisenstein— y Yuri Tolubúyev. Sin embargo la introducción de un mensaje subliminal sobre la lucha de clases, característica de todas las películas rusas de la época, y debido al endurecimiento de la Guerra Fría por el incidente de Bahía de Cochinos evitó que fuese estrenada en Estados Unidos hasta 1961. En esta producción colaboró con bocetos y escenografías el escultor, pintor y escenógrafo toledano exiliado en la URSS tras la Guerra Civil Alberto Sánchez.

Vicente Escrivá se basa en la obra de Gaston Baty y dirige Dulcinea (1962), una coproducción entre España, Italia y Alemania en la que Millie Perkins, la Anna Frank de El diario de Ana Frank (1959), interpretaba a Dulcinea.

La versión del director alemán Carlo Rim, que originalmente fue concebida como una serie para la televisión, dividida en trece capítulos de treinta minutos cada uno —aunque en España se presentó para su clasificación y explotación comercial dividida en dos partes, Don Quijote (1965) y Dulcinea del Toboso (1965)—, no llegaría a estrenarse en las salas de cine.

La versión cinematográfica del musical Man of La Mancha (El hombre de la Mancha, 1972), dirigida por Arthur Hiller, contó con Peter O'Toole en el papel de don Quijote/Cervantes y de Sofía Loren como Dulcinea. La versión teatral se ha representado en más de 50 idiomas, uno de los montajes en español fue el protagonizado en 1997 por el actor José Sacristán y la cantante Paloma San Basilio.

Una adaptación libre del Quijote fue la coproducción hispano-mexicana de la comedia Don Quijote cabalga de nuevo (1973), dirigida por Roberto Gavaldón, sobre «la verdad de lo ocurrido en aquel lugar de la Mancha según Sancho», protagonizada por Fernando Fernán Gómez en el papel de don Quijote y Mario Moreno «Cantinflas» como Sancho.

Los bailarines Sir Robert Helpmann y Rudolf Nuréyev co-dirigen y protagonizan la película Don Quijote (1973), una adaptación cinematográfica del ballet creado en 1869 por el coreógrafo Marius Petipa y el compositor Ludwig Minkus que se rodó en un hangar del aeropuerto Essendon de Melbourne y duró 20 días. En julio de ese año se estrenó en el Teatro de la ópera de Sidney.

En 1979 el estudio de animación español formado por el director Cruz Delgado y el productor José Romagosa realizó el sueño de dar vida a la primera serie española de larga duración, en dibujos animados, para la televisión mundial, Don Quijote de la Mancha, compuesta de 39 episodios de media hora cada uno. Se realizó la adaptación con la supervisión literaria de Guillermo Díaz-Plaja y contando en el equipo con el cervantista Manuel Criado de Val. Las voces principales: Fernando Fernán Gómez (Don Quijote) y Antonio Ferrandis (Sancho Panza). La serie ha recorrido el mundo entero en más de 30 doblajes íntegros.

En 1980 el estudio de animación japonés Ashi Productions realizó una serie de dibujos animados para la televisión basada en Don Quijote de la Mancha; su título original era Zukkoke Knight: Don De La Mancha y en español se tituló Don Quijote y los cuentos de La Mancha. Estaba compuesta de 23 episodios, siendo su director de animación Noa Kawaii y el director de la serie Kunihiko Yuyama.

El prestigioso director de teatro europeo Maurizio Scaparro, a partir de un guion en colaboración con Rafael Azcona, realiza una original versión para televisión de la novela de Miguel de Cervantes en su Don Quijote de 1983, en la que cabe destacar la participación del grupo de teatro Els Comediants.

En 1955 Orson Welles comienza a trabajar en una adaptación de El Quijote, proyecto que tuvo que abandonar en varias ocasiones por falta de presupuesto. Una vez abandonado definitivamente el proyecto y fallecido su director, Jesús Franco realiza un montaje con parte de las imágenes originales y presenta la película Don Quijote de Orson Welles (1992) en el Festival de Cannes. Sus protagonistas son Akim Tamiroff en el papel de Sancho —también intervino en Mister Arkadin (1955), Sed de mal (1958) y Campanadas a medianoche (1965), del mismo director—, y Francisco Regueira como Don Quijote.

A comienzos de 1992 Televisión Española estrena una adaptación de cinco capítulos que incluye las aventuras del primer libro: El Quijote de Miguel de Cervantes, dirigida por Manuel Gutiérrez Aragón y producida por Emiliano Piedra. Con Fernando Rey y Alfredo Landa como Don Quijote y Sancho Panza, respectivamente.

En 1997 Romagosa International Merchandising, S.L., productora de la serie de dibujos animados ya mencionada con anterioridad, realizó, de la mano del director Cruz Delgado Jr. y del productor Santiago Romagosa, la edición del Quijote de 1979 en dos magníficos largometrajes de dibujos animados, adaptando cada largometraje una de las partes del Quijote. Don Quijote I (92 min.) y Don Quijote II (94 min.) fueron los primeros largometrajes de animación realizados en adaptación del Quijote.

Los actores Bob Hoskins e Isabella Rossellini protagonizan una controvertida adaptación televisiva de la obra de Miguel de Cervantes en Quijote (2000), dirigida por Peter Yates.

En el año 2000 el director Terry Gilliam inició el rodaje de El hombre que mató a Don Quijote, con Johnny Depp interpretando a Sancho y Vanessa Paradis a Dulcinea. Una serie de calamidades, como la de Jean Rochefort, que encarnaba al ingenioso hidalgo de La Mancha y que sufrió de una hernia discal doble que le impidió montar a caballo, y adversidades meteorológicas, abortaron la película. Sin embargo, nos queda el documental Perdido en la Mancha (2003), de Keith Fulton y Louis Pepe, que retrata todas esas fatalidades y que se convirtió en el primer documental de cómo no se hizo una película.

El caballero Don Quijote (2002), dirigida por Manuel Gutiérrez Aragón consiguió el premio Ciudad de Roma a la mejor película latina en el festival de Venecia de ese año. Con Juan Luis Galiardo y Carlos Iglesias. Esta película se puede considerar como la segunda parte de El Quijote de Miguel de Cervantes, rodada en 1991 para televisión.

China preparó en 2010 la primera producción asiática rodada en 3D sobre la figura de Don Quijote y Sancho Panza. La película muestra la aventura clásica de la novela pero ambientada en la China del siglo XVII.

 

Véase también: Anexo:Don Quijote en medios audiovisuales y teatro.

 

Don Quijote en la historieta

 

La obra de Cervantes ha sido objeto de varias adaptaciones a este medio. Entre las más recientes, cabe destacar el Quijote (2000) de Will Eisner y en 2005, año de su IV centenario, el álbum colectivo Lanza en astillero, editado por la Junta de Castilla-La Mancha, o Mortadelo de la Mancha de Francisco Ibáñez.