GALILEO GALILEI
BiografĂ­a

GALILEO GALILEI. DE INTERÉS GENERAL

 

 

(1564 - 1642)

 

 

Fuente webdianoia. Galileo Galilei Galileo Galilei se puede considerar, sin lugar a dudas, como el impulsor de la ciencia moderna. Lejos de las veleidades metafísicas de Descartes, y de los sueños visionarios que acompañaron la actividad de Kepler - sin menoscabar los aciertos de ambos -, el pensamiento de Galileo se ciñe a lo que la ciencia moderna considerará los elementos básicos de toda actividad científica: la aplicación de las matemáticas a los datos proporcionados por una observación rigurosa de los fenómenos estudiados, dejando al margen preconcepciones, prejuicios y demás servilismos impuestos a la inteligencia humana por las creencias y por la opinión común.

 

Biografía

 

 

Galileo Galilei nació en Pisa (Italia) el 15 de febrero de 1564 (el mismo año en que murieron Calvino y Miguel Ángel). Era hijo de Vincenzo Galilei, natural de Florencia, y Giulia Ammannati, natural de Pescia. Su padre, músico, compositor y cantante, de familia ilustre, publicó varios libros sobre teoría de la música y composiciones para el laúd, aunque tuvo que dedicarse también al comercio para hacer frente a las dificultades económicas. Galileo fue el primero de los siete u ocho (según las fuentes) hijos del matrimonio, lo que le supuso hacerse cargo de sus hermanos pequeños, no situados todavía, a la muerte de sus padres. En 1574 la familia se traslada a Florencia, y Galileo es enviado al monasterio de Santa Maria di Vallombrosa, quizá con la intención de seguir la carrera religiosa, o para realizar estudios, pero a los pocos meses estaba de nuevo en Florencia. En el ambiente familiar, la profesión de su padre propició que Galileo se educara en un entorno en el que se combinaba la teoría y la práctica de la música, (él mismo tocaba el laúd) actividad que desde la antiguedad se había asociado con el estudio matemático de la armonía. Algunos biógrafos quieren ver en estas circunstancias la causa del posterior interés de Galileo por las matemáticas.

 

En 1581 se matriculará en la Universidad de Pisa, siguiendo los deseos de su padre de que realizara estudios de Medicina, disciplina en la que uno de sus cercanos antepasados se había ejercitado con éxito. Durante esta primera fase de sus estudios, según Vincenzo Viviani (biógrafo de Galileo), Galileo habría descubierto la isocronía del péndulo, al observar los movimientos de una lámpara en la catedral de Pisa. Pese a continuar sus estudios, Galileo no se siente inclinado hacia la profesión médica, y en 1583 interrumpe sus estudios de medicina, trasladándose a Florencia para dedicarse al estudio de la geometría de Euclides bajo la dirección del matemático de la corte florentina Ostilio Ricci. No obstante, volverá a Pisa, donde tras completar 4 años de estudio de medicina, los abandonará, sin obtener ningún título, trasladándose de nuevo a Florencia en 1585.

 

En los tres años siguientes Galileo continuará ampliando sus estudios, completando la lectura de los Elementos de Euclides, así como trabajando sobre la resolución de algunos problemas de fílosofía natural (física, diríamos hoy), alejándose de las explicaciones aristotélicas y apoyándose más en Arquímedes (a quien lee y relee sin cesar), al mismo tiempo que imparte clases privadas de matemáticas en Florencia y en Siena. De esta época es su invención de la balanza hidrostática, a la que llamó "bilancetta", siguiendo el Principio de Arquímedes, y buscando un instrumento que permitiera determinar experimentalmente y de forma precisa la diferencia de densidad entre cuerpos sólidos.

 

En 1587 realiza un viaje a Roma, donde conocerá al jesuita Clavius (1537-1612), el más reputado astrónomo de la época, que impartía sus lecciones en el Colegio Romano (fundado por Ignacio de Loyola en 1551). Aunque Clavius era defensor del sistema ptolomeico, Galileo (que todavía no consta que sea copernicano) mantendrá correspondencia con él en los años sucesivos, recibiendo por correo sus escritos. A su regreso, conseguirá una plaza de auxiliar de matemáticas en la Universidad de Siena y continuará impartiendo clases privadas. En esta época realiza algunos descubrimientos sobre el centro de gravedad de los cuerpos sólidos, siguiendo a Arquimedes. También ayuda a su padre, probablemente, en el establecimiento de las proporciones entre la tensión y el tono de los instrumentos de cuerda. En 1588 obtiene una plaza de auxiliar de matemáticas en la Universidad de Pisa.

 

Tras intentar obtener una plaza de profesor titular en las universidades de Pisa, Siena y Bolonia, será nombrado, en 1589, profesor de matemáticas en la Universidad de Pisa, puesto en el que permanecerá hasta 1592. De esta época son sus primeros estudios sobre el movimiento, apoyándose en la posición de Arquímedes, quien defendía que la velocidad de caida de los cuerpos era proporcional a su densidad, y no a su peso, como afirmaba Aristóteles. En relación con estos estudios circuló la anécdota de que Galileo realizaba sus experimentos dejando caer objetos desde lo alto de la torre de Pisa, para demostrar sus conclusiones, anécdota que hoy consideran de dudosa autenticidad la mayoría de los historiadores.

 

En 1592, un año después de la muerte de su padre, obtiene la cátedra de matemáticas en la Universidad de Padua, en la que permanecerá hasta 1610 (año de publicación del "Sidereus Nuncius"), continuando también con la impartición de clases particulares de aritmética, geometría, fortificación, etc. En 1595 ofrece una explicación de las mareas que supone un movimiento anual y otro diario de la Tierra, lo que se considera su primera manifestación de copernicanismo (el sistema astronómico de Ptolomeo afirmaba que la Tierra permanecía inmóvil en el centro del universo).

 

En 1599, a los 35 años de edad, comenzará su relación amorosa con Marina Gamba, de 21, (a quien conoce en uno de sus frecuentes viajes a Venecia). Marina Gamba se traslada a casa de Galileo para vivir con él, aunque sin casarse. Con ella tendrá dos hijas y un hijo: Virginia (1600), Livia (1601) y Vincenzo (1606). Marina Gamba se casará en 1613 con Giovanni Bartoluzzi, habiéndose hecho ya cargo de sus hijas e hijo Galileo con anterioridad. Posteriormente sus dos hijas ingresarán en un convento, probablemente ante las dificultades económicas de Galileo para garantizarles una dote suficiente para un matrimonio adecuado a su status en la Corte de los Medici. Su hijo, por el contrario, entrará al servicio del Gran Duque de la Toscana.

 

En estos años de matemático en Padua (hasta 1610) escribirá varios tratados sobre fortificaciones, mecánica y astronomía, para uso de sus alumnos, y continuará su interés por la construcción de instrumentos mecánicos para resolver problemas prácticos, como un termoscopio o termómetro de aire (el primer termómetro conocido), un compás geométrico y una bomba de agua que utilizaba caballos como fuerza motriz (y que patentó en Venecia en 1594). Galileo continúa con sus estudios sobre el movimiento, iniciando sus investigaciones sobre el péndulo, los proyectiles y el movimiento uniformemente acelerado en el plano inclinado, lo que le llevó a la formulación y demostración matemática de las primeras leyes del movimiento, que se encontraban en clara oposición con las teorías aristotélicas sobre el mismo. Continúa también con sus estudios de astronomía, dando tres lecciones en la Universidad de Padua sobre la supernova de 1604 en las que afirmaba (contra la hipótesis de Aristóteles y Ptolomeo de la inmutable esfera de las estrellas fijas) que la nueva estrella se encontraba "detrás de la Luna", por lo que debería admitirse que se producían cambios en los cielos.

 

En 1609 tiene conocimiento de la existencia de un instrumento, construido por un holandés llamado Lipperhey (aunque otros le disputaron la invención), que permitía aumentar el tamaño de los objetos distantes, y se propone construir el suyo propio, con más aumentos que el original, cosa que consigue (al parecer, más por habilidad que por conocer los principios ópticos del telescopio). Ofrece su telescopio al Senado de Venecia, ante el que causa una gran impresión, viéndose recompensado por el aumento de su salario al doble y la garantía de una plaza vitalicia en la Universidad. Galileo dirige su telescopio hacia las estrellas y planetas, y en diciembre de ese mismo año realiza sus famosos descubrimientos astronómicos (montañas de la Luna, fases de Venus, satélites de Júpiter) que se apresurará a publicar en su obra "Sidereus Nuncius", en marzo de 1610, dedicada a Cosimo II, Gran Duque de la Toscana, siendo recompensado con el nombramiento de Filósofo y Matemático del Gran Duque. En septiembre de 1610 Galileo se trasladará de Padua a Florencia, para hacerse cargo de su nuevo puesto.

 

Tanto sus estudios sobre el movimiento (física) como sus descubrimientos astronómicos ponen de manifiesto el error de Aristóteles lo que, a su vez, provoca serias preocupaciones entre los aristotélicos (es decir, en los medios eclesiásticos, ya que el aristotelismo era parte de la doctrina filosófica oficial de la Iglesia) y verdadero entusiasmo entre los copernicanos, como Johannes Kepler, quien muestra su público apoyo a las tesis de Galileo, o los miembros de la primera sociedad "científica" de la época, la "Accademia dei Lincei" (fundada en 1603 por Federico Cesi) quienes le admiten en 1611 en sus filas. Desde entonces, las manifestaciones en pro y en contra de las teorías de Galileo no dejan de sucederse, enrareciéndose el ambiente con sus posteriores publicaciones sobre la existencia de manchas solares (1612). Pese a ello, conseguirá mantener todavía el apoyo de algunos eminentes hombres de la Iglesia (como el del Cardenal Barberini, posteriormente Papa Urbano VIII) así como el reconocimiento de la veracidad de sus descubrimientos por parte del jesuita Cardenal Bellarmino (aún discrepando de las interpretaciones de Galileo), y mantener su buena relación con el también jesuita Clavius.

 

Galileo sigue con sus estudios y observaciones astronómicas, pero en 1614 comienzan los primeros ataques públicos contra la obra de Galileo y de los matemáticos que le apoyan, por parte del dominico Tommaso Caccini en Florencia. Poco después, en 1615, el también dominico Niccolo Lorini presenta una denuncia contra Galileo ante la Inquisición. La discusión sobre si los descubrimientos de Galileo son o no verdaderos y, caso de serlo, si ponen o no en entredicho las Sagradas Escrituras continúa abierta, y se publican algunos trabajos, como el del carmelita Foscarini, en los que se intenta demostrar que el copernicanismo y los descubrimientos de Galileo son compatibles con las Escrituras. El Cardenal Bellarmino le escribe una carta a Foscarini recordándole que el copernicanismo sólo puede ser considerado como una hipótesis matemática, no como una descripción de la realidad.

 

En diciembre de 1615 Galileo se traslada a Roma, para dar cuenta de sus opiniones ante la Inquisición. En febrero, las autoridades eclesiásticas declaran que la hipótesis de que el Sol está en el centro del Universo es filosóficamente absurda y formalmente herética; y que, asímismo, decir que la Tierra se mueve alrededor del Sol es filosóficamente absurdo y cuando menos erróneo teológicamente. El Cardenal Bellarmino comunica a Galileo la prohibición de defender la teoría copernicana. Posteriormente le comunicará que no ha sido juzgado ni condenado por la Inquisición. Galileo volverá a sus ocupaciones habituales, entre ellas, observar y explicar los nuevos cometas vistos en los cielos, continuando su actividad investigadora y publicando artículos y libros, el más importante de todos, "Il Saggiatore", en 1623, dedicado al Cardenal Barberini, recientemente elegido Papa con el nombre de Urbano VIII, todavía amigo y protector de Galileo. En 1624 Galileo visitará Roma de nuevo, donde mantendrá varias entrevistas con el Papa Urbano VIII, quien le garantiza que podrá escribir sobre el copernicanismo, siempre que lo considere estrictamente como una hipótesis matemática.

 

En 1632, tras conseguir de forma poco ortodoxa los permisos eclesiásticos oportunos, Galileo publica sus "Diálogos", en los que se ataca abiertamente el aristotelismo y se hace una defensa cerrada de las teorías copernicanas. Uno de los personajes, Simplicio, a quien se presenta como alguien torpe intelectualmente, defiende en la obra algunos argumentos que eran utilizados por el Papa Urbano VIII, por lo que esas coincidencias, según algunos, fueron utilizadas por los próximos a Urbano VIII para enemistarle con Galileo. Ya fuera por esta razón, o por haberse saltado la autoridad papal para conseguir el "imprimatur", o por el cambio de las circunstancias políticas en las que se veía envuelto el Vaticano, lo cierto es que Urbano VIII prohíbe la difusión de los "Diálogos", ordenando que una comisión especial estudie el libro. Siguiendo el dictamen elaborado por dicha comisión, Urbano VIII remite el caso a la Inquisición, que convoca a Galileo a presentarse ante el tribunal en Roma. Galileo solicita que el juicio se celebre en Florencia, dada su edad y su estado de salud. Pero se rechaza su solicitud y debe trasladarse a Roma, bajo la amenza de que, de no hacerlo voluntariamente, sería detenido y llevado encadenado ante el tribunal.

 

En febrero de 1633 viaja a Roma, para declarar ante el tribunal de la Inquisición, pero se le permite residir en el palacio del embajador de la Toscana, aunque debe mantenerse aislado. Del 12 al 30 de abril es formalmente interrogado por el tribunal y, tras diversas vicisitudes penosas, abjura de sus errores en una ceremonia oficiada en la iglesia de Santa Maria Sopra Minerva. Posteriormente se le confinará bajo arresto domiciliario en su residencia de Arcetri, cerca de Florencia, donde deberá cumplir su condena. Allí continuará trabajando en su obra "Discursos sobre dos nuevas ciencias", que será publicada finalmente en Leiden, en 1638, por Louis Elsevier.

 

Su estado de salud empeora progresivamente. En 1634 pide permiso a las autoridades eclesiásticas para ser tratado por los médicos, en Florencia, pero se le deniega el permiso, bajo la advertencia de que, de volver a pedir otro permiso, será encarcelado. Ese mismo año muere su primera hija, Virginia, en un convento cerca de Arcetri, en el que profesaba los hábitos con el nombre de Sor María Celeste, y con la que había mantenido correspondencia regularmente desde 1623. Pese a estas circunstancias y a la pérdida progresiva de visión, Galileo continúa sus actividades. En 1638 pierde totalmente la visión y realiza una petición para que se levante su condena y sea liberado, petición que es denegada, permitiéndosele, no obstante, establecerse en su casa de Florencia, a fin de que pueda ser tratado médicamente de sus dolencias. Pocos años después muere en su villa de Arcetri, el 8 de enero de 1642.

 

En torno a Galileo

 

 

Carta del señor Galileo Galilei, Académico Linceo, escrita a la señora Cristina de Lorena, Gran Duquesa de Toscana

 

 (...) Pero sucedió que el tiempo ha revelado progresivamente a todos la verdad de lo por mí sentado. Quienes están al tanto de la ciencia astronómica y de la ciencia natural quedaron persuadidos de la exactitud de mi primera posición. Y quienes se negaban a reconocer la verdad de lo que yo afirmaba sólo por causa de su inesperada novedad, o porque carecían de una experiencia directa de ella, se plegaron poco a poco a mi punto de vista. Pero los hay quienes, amén de su apego a su primer error, manifiestan hallarse mal dispuestos, no tanto para con las cuestiones que expongo, cuanto para con su autor; y como ya no tienen la posibilidad de negar una verdad por hoy bien probada, la ocultan con obstinado silencio, y todavía más irritados que antes por mis afirmaciones que los otros aceptan ahora sin inquietud, intentan combatirlas de diversas maneras. No haría yo más caso de ellos que de los otros contradictores que se me han opuesto, seguro de que la exactitud de lo que sostengo habrá de ser por fin reconocida, si no viera que esas nuevas calumnias y persecuciones no se limitan a la cuestión particular de que he tratado, sino que se extienden hasta el punto de hacerme objeto de acusaciones que deben ser; y que son para mí más insoportables que la muerte. Es por ello que no debo hacer de modo que su injusticia sea reconocida solamente por quienes me conocen, y los conocen a ellos, sino por cualquier otra persona. Esos adversarios tratan de desprestigiarme por todos los medios posibles. Saben que mis estudios de astronomía y de filosofía me han llevado a afirmar, con relación a la constitución del mundo que el Sol, sin cambiar de lugar, permanece situado en el centro de la revolución de las órbitas celestes, y que la Tierra gira sobre sí misma y se desplaza en torno del Sol. Advierten además que una posición semejante no sólo destruye los argumentos de Ptolomeo y de Aristóteles, sino que trae consigo consecuencias que permiten comprender, ya sea numerosos efectos naturales que de otro modo no se sabría cómo explicar, ya ciertos descubrimientos astronómicos recientes, los que contradicen radicalmente el sistema de Ptolomeo y confirman a maravilla el de Copérnico. Cayendo en la cuenta de que si me combaten tan sólo en el terreno filosófico les resultará, dificultoso confundirme, se han lanzado a escudar su razonamiento erróneo tras la cobertura de una religión fingida y la autoridad de las Sagradas Escrituras, aplicándolas, con escasa inteligencia, a la refutación de argumentos que no han comprendido.

 

(...)

 

Sentencia del Tribunal de la Inquisición, 22 de junio de 1633

 

“Visto, que tú, Galileo, hijo de Vincenzo Galilei, florentino, de setenta años de edad, fuiste denunciado en el año 1615 a este Santo Oficio, por sostener como verdadera la falsa doctrina que algunos enseñan de que el Sol es el centro del mundo y está inmóvil y la Tierra se mueve, y también con un movimiento diario; por tener discípulos a quienes enseñaste la misma doctrina; por mantener correspondencia con ciertos matemáticos de Alemania respecto de las mismas; por publicar ciertas cartas tituladas Sobre las manchas solares en las que desarrollaste la misma doctrina considerándola verdadera; y por oponerte a las objeciones de las Santas Escrituras que de cuando en cuando hablan contra tal doctrina, al glosar las dichas Escrituras de acuerdo con la significación que tú le das; y visto que luego se presentó la copia de un documento bajo la forma de una carta en que se dice que tú la escribiste a un ex discípulo tuyo y en la que hay diferentes proposiciones que siguen la doctrina de Copérnico y que contrarían al verdadero sentido y la autoridad de las Sagradas Escrituras.

 

Este Santo Tribunal, teniendo, pues, la intención de proceder contra el desorden y daño resultantes, que fueron en creciente detrimento de la santa fe, por mandato de Su Santidad y de los eminentísimos señores cardenales de esta suprema y universal Inquisición, los calificadores teológicos calificaron del modo siguiente las dos proposiciones referentes a la estabilidad del Sol y al movimiento de la Tierra:

 

La proposición de que el Sol es el centro del mundo y no se mueve de su lugar es absurda y falsa filosóficamente, y formalmente herética, porque contradice expresamente las Sagradas Escrituras.

 

La proposición de que la Tierra no es el centro del mundo y no está inmóvil, sino que se mueve, y también con un movimiento diario, es igualmente absurdo y falsa en cuanto filosofía, y desde el punto de vista de la verdad teológica, es, por lo menos, errónea en la fe. (...)

 

.... decimos, pronunciamos, sentenciamos y declaramos que tú, el dicho Galileo, en razón de las cuestiones aducidas en el juicio y de lo que confesaste antes, te has hecho, ante el juicio de este Santo Oficio, vehementemente sospechoso de herejía.

 

Te condenamos a la prisión formal de este Santo Oficio, durante el tiempo que nos parezca y, por vía de saludable penitencia, te mandamos que durante los tres años venideros repitas una vez a la semana los siete salmos de penitencia. Nos reservamos la libertad de moderar, conmutar o anular, en todo o en parte, los mencionados castigos y penas.”

 

Abjuración de Galileo, 22 de junio de 1633

 

"Yo, Galileo Galilei, hijo del difunto Vincenzo Galilei, de Florencia, de setenta años de edad, siendo citado personalmente a juicio y arrodillado ante vosotros, los eminentes y reverendos cardenales, inquisidores generales de la República universal cristiana contra la depravación herética, teniendo ante mí los Sagrados Evangelios, que toco con mis propias manos, juro que siempre he creído y, con la ayuda de Dios, creeré en lo futuro, todos los artículos que la Sagrada Iglesia católica y apostólica de Roma sostiene, enseña y predica. Por haber recibido orden de este Santo Oficio de abandonar para siempre la opinión falsa que sostiene que el Sol es el centro e inmóvil, siendo prohibido el mantener, defender o enseñar de ningún modo dicha falsa doctrina; y puesto que después de habérseme indicado que dicha doctrina es repugnante a la Sagrada Escritura, he escrito y publicado un libro en el que trato de la misma y condenada doctrina y aduzco razones con gran fuerza en apoyo de la misma, sin dar ninguna solución; por eso he sido juzgado como sospechoso de herejía, esto es, que yo sostengo y creo que el Sol es el centro del mundo e inmóvil, y que la Tierra no es el centro y es móvil, deseo apartar de las mentes de vuestras eminencias y de todo católico cristiano esta vehemente sospecha, justamente abrigada contra mi; por eso, con un corazón sincero y fe verdadera, yo abjuro, maldigo y detesto los errores y herejías mencionados, y en general, todo error y sectarismo contrario a la Sagrada Iglesia; y juro que nunca más en el porvenir diré o afirmaré nada, verbalmente o por escrito, que pueda dar lugar a una sospecha similar contra mí; asimismo, si supiese de algún hereje o de alguien sospechoso de herejía, lo denunciaré a este Santo Oficio o al inquisidor y ordinario del lugar en que pueda encontrarme. Juro, además, y prometo que cumpliré y observaré fielmente todas las penitencias que me han sido o me sean impuestas por este Santo Oficio. Pero si sucediese que yo violase algunas de mis promesas dichas, juramentos y protestas (¡que Dios no quiera!), me someto a todas las penas y castigos que han sido decretados y promulgados por los sagrados cánones y otras constituciones generales y particulares contra delincuentes de este tipo. Así, con la ayuda de Dios y de sus Sagrados Evangelios, que toco con mis manos, yo, el antes nombrado Galileo Galilei, he abjurado, prometido y me he ligado a lo antes dicho; y en testimonio de ello, con mi propia mano he suscrito este presente escrito de mi abjuración, que he recitado palabra por palabra.

 

En Roma, en el convento de la Minerva, 22 de junio de 1633; yo, Galileo Galilei, he abjurado conforme se ha dicho antes por mi propia mano.”