Siempre las drogas
Droga

Siempre las drogas

 

 

30/08/2015 Fuente diariolaopinion. El narcotráfico, y todas sus dañinas consecuencias, que convive desde hace tanto tiempo entre nosotros, está metido de lleno como tema electoral. No es el momento más oportuno para tratar de sacarle ventaja, pero sí para que de una vez por todas alcance la verdadera dimensión que corresponde, y que no sea sólo un resumidero de lindas palabras que dibujan huecas promesas, más o menos como ha venido siendo todos estos años. Nadie puede tener absoluta certeza de cuándo y cómo se instaló la droga entre nosotros, ni tampoco dar nombres propios sobre las responsabilidades, aunque estas sean mucho mayores de parte de quienes ostentan cargos y desempeñan funciones que los obligan a tomar una bandera que, lamentablemente para todos, hasta ahora siempre ha estado muy desteñida. Pero de algo existe suficiente certeza: en esta década ganada el avance de las drogas ha sido enorme.

 

 Nuestro país es, y desde hace rato, un fuerte productor de drogas de toda clase, lo cual significa también un alto consumo. Aunque algunos todavía insistan que sólo somos de tránsito, buscando así reducir o limitar la responsabilidad que les cabe. La palabra del Papa fue contundente en este sentido, aún habiéndose llegado a escuchar alguna tibia réplica que se desvaneció con la rapidez que correspondía.

 

 Miren que temas hay y de sobra. La elección del domingo pasado un Tucumán fue una verdadera vergüenza, por todo lo acontecido en su desarrollo y al margen de los resultados. Daría para extenderse por todo el espacio y aún así quedarían muchas cosas por decir. Sin embargo este domingo, como lo hacemos periódicamente, nos enfocamos en las drogas, seguramente el peor de todos los males enquistados en la Argentina, mucho más que la inflación, la falta de dólares, la pérdida de reservas, el deterioro de las economías regionales, el déficit de las cuentas públicas, la falta de obras para evitar inundaciones, o la deteriorada red de carreteras que cobra varios miles de vidas al año, hasta la falta de foco en la esquina.

 

 Todo, y mucho más, frente a la droga es poco y nada. Es que este flagelo impacta de lleno en el núcleo familiar y de ahí a la descomposición social hay apenas un breve trecho. Sólo quien tiene la cercanía de un adicto puede contarlo en su verdadera dimensión. La inseguridad, con una violencia desmedida reduciendo el valor de la vida a nada, es otra de las consecuencias de mayor impacto.

 

 Desde hace años todas las encuestas sobre las preocupaciones de la gente, en cualquier lugar del país y también aquí en Rafaela, ubican a la falta de seguridad al tope. De lo que se puede estar seguro, es que por más policía que se ponga, con el más moderno equipamiento y de paso con buenos salarios -todo lo cual es de cualquier manera indispensable-, mientras haya narcotráfico, y por lo tanto consumo de drogas, no vamos a recuperar la tranquilidad. Por el contrario, la inseguridad irá avanzando en violencia.

 

 Rosario, Santa Fe -por citar a dos ciudades de nuestra provincia- son el espejo en el cual mirarnos, aunque podría citarse cualquier otra. Aquí en Rafaela hace rato que empezaron las balaceras, por disputas generadas por la droga. Y que de tan frecuentes hasta han comenzado a tomarse como algo natural, siendo lo peor que puede pasarnos el que nos acostumbremos, pues el avance ya está en pleno desarrollo. Tantos habitantes, tales consecuencias, es algo matemático. Aquellas ciudades que menos hicieron por evitarlo, donde hubo demasiados dirigentes distraídos sin querer llegar a decir interesados en la cuestión, las consecuencias fueron las peores. Ni siquiera falta hacer menciones, todo el mundo lo sabe.

 

 En la ciudad hay preocupación, se hacen reclamos, se gestiona, pero los resultados son escasos. Tal vez haya llegado el momento de patear algunas puertas, aunque claro, en este tiempo de tanto desmadre, hasta eso puede pasar desapercibido.

 

 Es bueno que el tema de las drogas se haya colado en las elecciones, al menos eso suponemos. La indiferencia no puede ser tanta. Y que quien deba pagar costos, sea por sus dichos o por sus acciones, pues que los pague y con el máximo rigor.