Al rescate del pasado
De interés general

Al rescate del pasado. De interés general

 

 

12/11/2013 Fuente revistaenie. Cine. El Festival de Mar del Plata exhibirá versiones restauradas de filmes argentinos emblemáticos que forman parte de la colección Turner.

 

Los festivales son ocasiones privilegiadas para ver películas nuevas que no llegan a la cartelera comercial, pero también para mirar hacia atrás y redescubrir la historia del cine. Este año, uno de los grandes atractivos del 28º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, que empieza el sábado 16, será la sección especial con dieciocho películas argentinas de la colección Turner restauradas para la ocasión. La muestra, que luego circulará por distintas partes del país, recorre la historia del cine nacional entre 1936 y 1958 con filmes de José A. Ferreyra, Manuel Romero, Mario Soffici, Luis Saslavsky y Hugo del Carril, entre otros directores. Se trata del primer resultado visible de un valioso programa de rescate del patrimonio fílmico nacional.

 

En el festival de Mar del Plata de 2012, se anunció que Turner Internacional Argentina donaría al INCAA una colección de alrededor de trescientas películas argentinas en 35 y 16 mm. “Turner es consciente de que ese material, que forma parte del patrimonio cultural, debía estar bajo resguardo del Estado y por eso donó los soportes fílmicos al INCAA y cedió los derechos de emisión de las películas a INCAA TV”, explica el director del canal, Eduardo Raspo, que lleva adelante la tarea de recuperación de la colección junto con el historiador del cine, coleccionista y especialista en preservación, Fernando Martín Peña. Como la mayor parte de los negativos del período de los estudios (1933-1955) se perdieron en el incendio de los laboratorios Alex en 1969, una parte del cine argentino clásico ya no existe en su formato original en 35 mm sino sólo en copias en 16 mm, de menor calidad. Por eso la colección Turner es tan importante: “La colección es de fundamental importancia patrimonial porque consta de negativos originales de numerosos filmes independientes argentinos, así como de toda la producción de los estudios Lumiton, SIDE (Sociedad Impresora de Discos Electrofónicos) y San Miguel, muchas veces en copias únicas y ocasionalmente en 35 mm”, explica Peña en la introducción del catálogo editado para acompañar la muestra, que incluye reseñas de las películas y el relato detallado del trabajo de recuperación que se hizo con cada una.

 

La colección se empezó a formar en los 90, gracias al empeño de Alberto González, creador de la empresa Imagen Satelital. Dedicado al negocio de la TV por cable, González empezó a comprar películas argentinas para pasarlas por el canal Space. En 1998 vendió la empresa al grupo venezolano Cisneros y más tarde ésta pasó a manos de Turner. Peña observa que la donación tiene un gran peso simbólico, porque la colección está formada por obras emblemáticas del cine argentino, como las cuatro películas de Carlos Gardel filmadas en EE.UU. y todo el material de estudios como SIDE y San Miguel, que tuvieron una política de producción de raigambre nacional. SIDE produjo las tres películas de Ferreyra protagonizadas por Libertad Lamarque que le abrieron al cine argentino el mercado internacional: Ayúdame a vivir (1936), Besos brujos (1937) y La ley que olvidaron (1937). Los estudios San Miguel, que llegaron ser los más grandes del país, fueron el soporte financiero y edilicio del emprendimiento cinematográfico nacional por excelencia, Artistas Argentinos Asociados (AAA), que hizo películas como La guerra gaucha (1942), de Lucas Demare. “Y San Miguel también produjo tres películas fundamentales para la opereta tanguera en Argentina que representan la culminación del modelo del ‘Negro’ Ferreyra:  Pobre mi madre querida (1948) y  El último payador (1950), de Homero Manzi, y la primera de Del Carril como director: Historia del 900 (1949)”, agrega Peña. Que esta colección haya pasado a manos del Estado para asegurar su preservación es una decisión coherente con la política de producción de esos estudios.

 

Concretada la donación, el trabajo empezó con la revisión y catalogación del material. Luego se fijaron las prioridades de restauración y preservación en función de la importancia de las películas y del grado de deterioro del fílmico, y se seleccionaron dieciocho títulos sobre los que había que intervenir con urgencia para evitar que se perdieran para siempre. “El trabajo implicó el salvataje de negativos originales que se estaban deteriorando, la ubicación de fragmentos perdidos, la articulación con otros reservorios públicos y privados y la producción de nuevos materiales de preservación”, explica Peña.

 

La tarea varió según la película. En el caso de Tango Bar (1935), el último filme de Gardel, los negativos originales están perdidos, pero en la colección había un internegativo (una copia de alta calidad de un positivo) deteriorado que se decidió preservar porque era el único material existente de esa película en 35 mm. Tampoco existen negativos originales de  El último payador (1950), de Manzi y Ralph Pappier, pero la colección tiene la única copia conocida en 35 mm, y a partir de ella se hizo un internegativo para asegurar su preservación. En el caso de Safo, historia de una pasión (1943), de Carlos Hugo Christensen, como no sobrevivió ningún material en 35 mm, hubo que reconstruir el filme a partir de dos copias en 16 mm, y luego hacer un internegativo en 35 mm. La proyección en el festival de estas y otras películas restauradas como  Muchachos de la ciudad (1937), de José Ferreyra, La cabalgata del circo (1945) y La pródiga (1945), de Mario Soffici, o La dama duende (1945), de Luis Saslavsky, permitirá al público volver a ver obras esenciales del cine argentino con la calidad que tuvieron en el momento del estreno. Pero en una cinematografía en la que el 90% de la producción muda y el 50% de la producción sonora está perdida, todavía queda mucho trabajo por delante. Hay que rescatar el material que sobrevivió y preservarlo en condiciones adecuadas, porque el fílmico mal guardado con el tiempo se arruina. “De la continuidad y multiplicación de este tipo de iniciativas –concluye Peña– depende el futuro de la historia de nuestro cine.”