Rima XXIV a XXXIV
de Gustavo Adolfo Bécquer

Rima XXIV a XXXIV

 

 

Fuente ciudadseva. Gustavo Adolfo Bécquer

 

Dos rojas lenguas de fuego

que a un mismo tronco enlazadas

se aproximan y al besarse

forman una sola llama;

 

dos notas que del laúd

a un tiempo la mano arranca

y en el espacio se encuentran

y armoniosas se abrazan;

 

dos olas que vienen juntas

a morir sobre una playa

y que al romper se coronan

con un penacho de plata;

 

dos jirones de vapor

que del lago se levantan

y al juntarse allí en el cielo

forman una nube blanca:

 

dos ideas que al par brotan,

dos besos que a un tiempo estallan,

dos ecos que se confunden...:

eso son nuestras dos almas.

 

Rima XXV

 

Gustavo Adolfo Bécquer

 

Cuando en la noche te envuelven

las alas de tul del sueño

y tus tendidas pestañas

semejan arcos de ébano,

por escuchar los latidos

de tu corazón inquieto

y reclinar tu dormida

cabeza sobre mi pecho

diera, alma mía,

cuanto poseo:

¡la luz, el aire

y el pensamiento!

 

Cuando se clavan tus ojos

en un invisible objeto

y tus labios ilumina

de una sonrisa el reflejo,

por leer sobre tu frente

el callado pensamiento,

que pasa como la nube

del mar sobre el ancho espejo,

diera, alma mía,

cuanto deseo:

¡la fama, el oro,

la gloria, el genio!

 

Cuando enmudece tu lengua,

y se apresura tu aliento,

y tus mejillas se encienden,

y entornas tus ojos negros,

por ver entre tus pestañas

brillar con húmedo fuego

la ardiente chispa que brota

del volcán de los deseos,

diera, alma mía,

por cuanto espero:

¡la fe, el espíritu,

la tierra, el cielo!

 

Rima XXVI

Gustavo Adolfo Bécquer

 

Voy contra mi interés al confesarlo;

pero yo, amada mía,

pienso, cual tú, que una oda sólo es buena

de un billete del Banco al dorso escrita.

No faltará algún necio que al oírlo

se haga cruces y diga:

«Mujer al fin del siglo diecinueve,

material y prosaica...» ¡Bobería!

¡Voces que hacen correr cuatro poetas

que en invierno se embozan con la lira!

¡Ladridos de los perros a la luna!

Tú sabes y yo sé que en esta vida,

con genio, es muy contado quien la escribe,

y con oro, cualquiera hace poesía.

 

Rima XXVII

Gustavo Adolfo Bécquer

 

Despierta, tiemblo al mirarte;

dormida, me atrevo a verte;

por eso, alma de mi alma,

yo velo mientras tú duermes.

 

Despierta, ríes, y al reír, tus labios

inquietos me parecen

relámpagos de grana que serpean

sobre un cielo de nieve.

 

Dormida, los extremos de tu boca

pliega sonrisa leve,

suave como el rastro luminoso

que deja un sol que muere.

-¡Duerme!

 

Despierta, miras, y al mirar, tus ojos

húmedos resplandeces

como la onda azul, en cuya cresta

chispeando el sol hiere.

 

Al través de tus párpados, dormida,

tranquilo fulgor viertes,

cual derrama de luz templado rayo,

lámpara transparente...

-¡Duerme!

 

Despierta, hablas, y al hablar, vibrantes

tus palabras parecen

lluvia de perlas que en dorada copa

se derrama a torrentes.

 

Dormida, en el murmullo de tu aliento

acompasado y tenue,

escucho yo un poema que mi alma

enamorada entiende...

-¡Duerme!

 

Sobre el corazón la mano

me he puesto por que no suene

su latido y de la noche

turbe la calma solemne.

 

De tu balcón las persianas

cerré ya por que no entre

el resplandor enojoso

de la aurora y te despierte...

-¡Duerme!

 

Rima XXVIII

Gustavo Adolfo Bécquer

 

Cuando entre la sombra oscura

perdida una voz murmura

turbando su triste calma,

si en el fondo de mi alma

la oigo dulce resonar,

dime: ¿es que el viento en sus giros

se queja, o que tus suspiros

me hablan de amor al pasar?

 

Cuando el sol en mi ventana

rojo brilla la mañana

y mi amor tu sombra evoca,

si en mi boca de otra boca

sentir creo la impresión,

dime: ¿es que ciego deliro,

o que un beso en un suspiro

me envía tu corazón?

 

Si en el luminoso día

y en la alta noche sombría;

si en todo cuanto rodea

al alma que te desea

te creo sentir y ver,

dime: ¿es que toco y respiro

soñando, o que en un suspiro

me das tu aliento a beber?

 

Rima XIX

Gustavo Adolfo Bécquer

 

Sobre la falda tenía

el libro abierto;

en mi mejilla tocaban

sus rizos negros;

no veíamos las letras

ninguno creo;

mas guardábamos entrambos

hondo silencio.

¿Cuánto duró? Ni aun entonces

pude saberlo;

sólo sé que no se oía

más que el aliento,

que apresurado escapaba

del labio seco.

Sólo sé que nos volvimos

los dos a un tiempo

y nuestros ojos se hallaron

y sonó un beso.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Creación de Dante era el libro,

era su Infierno.

Cuando a él bajamos los ojos

yo dije trémulo:

-¿Comprendes ya que un poema

cabe en un verso?

Y ella respondió encendida

-¡Ya lo comprendo!

 

Rima XXX

Gustavo Adolfo Bécquer

 

Asomaba a sus ojos una lágrima

y a mi labio una frase de perdón;

habló el orgullo y se enjugó su llanto

y la frase en mis labios expiró.

 

Yo voy por un camino, ella por otro;

pero al pensar en nuestro mutuo amor,

yo digo aún: «¿Por qué callé aquel día?»

Y ella dirá: «¿Por qué no lloré yo?»

 

Rima XXXI

Gustavo Adolfo Bécquer

 

Nuestra pasión fue un trágico sainete

en cuya absurda fábula

lo cómico y lo grave confundidos

risas y llanto arrancan. 

 

Pero fue lo peor de aquella historia

que, al fin de la jornada,

a ella tocaron lágrimas y risas

¡y a mí sólo las lágrimas!

 

Rima XXXII

Gustavo Adolfo Bécquer

 

Pasaba arrolladora en su hermosura

y el paso le dejé;

ni aun a mirarla me volví, y, no obstante,

algo a mi oído murmuró: «ésa es».

 

¿Quién unió la tarde a la mañana?

Lo ignoro; sólo sé

que en una breve noche de verano

se unieron los crepúsculos, y... «fue».

 

Rima XXXIV

Gustavo Adolfo Bécquer

 

Cruza callada, y son sus movimientos

silenciosa armonía;

suenan sus pasos, y al sonar, recuerdan

del himno alado la cadencia rítmica.

 

Los ojos entreabre, aquellos ojos

tan claros como el día;

y la tierra y el cielo, cuanto abarcan,

arde con nueva luz en sus pupilas.

 

Ríe, y su carcajada, tiene notas

del agua fugitiva;

llora, y es cada lágrima un poema

de ternura infinita.

 

Ella tiene la luz, tiene el perfume,

el color y la línea,

la forma, engendradora de deseos;

la expresión, fuente eterna de poesía.

 

¿Que es estúpida?... ¡Bah! Mientras callando

guarde oscuro el enigma,

siempre valdrá, a mi ver, lo que ella calla

más que lo que cualquiera otra me diga.