Los alemanes de Gràcia
De interés general

Los alemanes de Gràcia

 

 

15/08/2014 Fuente elpais. En el antiguo matadero municipal se inauguró en 1915 un campo de refugiados

 

La primera vez que leí algo sobre ellos fue en un artículo de Sempronio titulado La embotellada flota gracienca. En él hablaba de un encuentro casual en una taberna de Torrent d’en Vidalet con una pequeña goleta de madera metida dentro de una botella, que descansaba tras el mostrador. Según le contó su propietario, era una artesanía de los alemanes del matadero realizada durante la Gran Guerra. El cronista no profundizaba mucho más, sólo era una introducción costumbrista para hablar sobre el origen de los barcos metidos en ampollas de vidrio. La siguiente referencia la encontré en un reportaje fotográfico de Alessandro Merletti, publicado en La Ilustración Artística en 1915. El artículo llevaba por título La casa de los alemanes, y en él se veía a un grupo de hombres en un gran patio haciendo ejercicio, tocando instrumentos musicales, o escuchando a un individuo que sostenía unos papeles. Al leer el texto me acordé de Sempronio, pues el sujeto que hablaba a los demás resultó ser el cónsul de Alemania, lo que leía era el parte de guerra, y sus espectadores estaban concentrados en el antiguo matadero municipal de Gràcia.

 

En agosto de 1914 el consulado del Reich estuvo muy concurrido, los miembros de la colonia germana en Barcelona fueron a alistarse. En la puerta colgaba un cartel que decía: “Se ruega a los alemanes que no interrumpan la labor de los funcionarios del consulado con preguntas y consultas. Cada súbdito recibirá directamente instrucciones”. Al lado estaba el anuncio de movilización general, donde se recordaba la obligatoriedad de marchar a defender la patria. Mientras los franceses elegían Lisboa para abandonar el país, los reservistas teutones escogieron la capital catalana. A finales de octubre, la inminente entrada en la guerra de Portugal aconsejó a los residentes alemanes de allí marcharse también a Barcelona. Ante tal número de personas se decidió agruparlas en un solo lugar, junto a marinos y viajantes de comercio a los que la guerra había dejado aislados, cruzar la frontera española les exponía a ser detenidos por espionaje.

 

El 25 de enero de 1915 se inauguró la Casa de los Alemanes, un eufemismo para hablar de un campo de refugiados dotado con cocinas, hospital, comedor, salón de actos, zapatería y sastrería. La Esquetlla de la Torratxa ironizó al saberlo: “Los teutones al matadero, / vaya una neutralidad, / cuando el káiser lo sepa / nos enviará el mortero del 42. / Esto no rima, pero es muy posible”. Para matar el tedio, sus habitantes se dedicaban a organizar excursiones por Collserola al ritmo de marchas patrióticas, provocando las quejas de los residentes ingleses y franceses. Los marinos organizaron una orquesta, y para ganarse la vida tocaban por los pueblos de la provincia. En septiembre de 1915 dieron conciertos en Sant Quirze de Besora, Sant Antoni y Sant Pere de Vilamajor, Llinàs del Vallès, Sant Celoni, Arenys de Munt y Calella.

 

Pero en el otro extremo del maltrecho imperio español, en Fernando Po había dos mercantes alemanes refugiados. Y sólo eran los primeros de lo que sería un problema grave poco después. Cuando en 1916 los ingleses ocuparon la colonia alemana de Camerún, un gran número de soldados germanos cruzaron la frontera buscando protección, la mayoría tropa indígena. Frente a la imposibilidad de alimentarles, los combatientes europeos fueron llevados a la Península e internados en distintas capitales de provincia. Aún se discute si llegó alguno a Gràcia, como sí hicieron prófugos de los campos de internamiento franceses, como el capitán Karl Mackensen —hijo del mariscal August von Mackensen—, así como diversos oficiales búlgaros y austro-húngaros. Incluso fueron alojados seis prisioneros turcos evadidos. Teóricamente su manutención corría a cargo del Estado, que cobraría posteriormente de Berlín. En la práctica los concentrados tenían derecho a rancho y atención sanitaria, para lo demás dependían de la caridad o de sus propios recursos.

 

De esta forma, al principio sólo los marinos y después muchos hombres dominaron el paciente arte de meter barcos en botellas, a cambio del tabaco y las copas. Llenaron los bares del barrio de aquellas miniaturas. En la Navidad de 1916 celebraron un banquete en La Paloma de la calle del Tigre, para esa fecha se hallaban concentrados unos dos mil hombres de los imperios Centrales. La Casa de los Alemanes funcionó hasta la finalización de la guerra, sólo para convertirse acto seguido en un campamento sanitario para enfermos de la terrible gripe española. Tras lo cual se transformo en el actual cuartel de la Guardia Civil, en la Travessera de Gràcia esquina con la calle Hipólito Lázaro (un lugar que cuando vivían allí los militares germanos era conocida como calle del Matadero).