Bienvenido a nuestra tribu
De interés general

Bienvenido a nuestra tribu

 

 

06/06/2014 Fuente revistaenie. Antropología. El análisis biológico de la historia humana es un campo en el que el estadounidense Jared Diamond es pionero y best-séller. Sepa por qué.

 

El pueblo kaulong de Nueva Bretaña tenía un recurso extremo para resolver el problema de las familias que estaban de luto. Hasta la década de 1950, las mujeres que quedaban viudas en la isla ubicada frente a Nueva Guinea eran estranguladas por los hermanos de su esposo o, en su ausencia, por uno de sus propios hijos varones. La costumbre no disponía ninguna otra forma de proceder. El incumplimiento significaba deshonor, y las viudas se aseguraban de exigir la estrangulación tan pronto como expiraban sus maridos.

 

El impacto en las familias era emocionalmente devastador, como aclara Jared Diamond en su último libro, The World Until Yesterday (El mundo hasta ayer). “En un caso, la viuda –cuyos cuñados estaban ausentes– ordenó a su hijo que la estrangulara”, cuenta. “Pero él no tuvo ánimo para hacerlo. Fue horrible. Así que, para avergonzarlo al punto de querer matarla, la viuda fue por todo el pueblo gritando que su hijo no quería estrangularla porque quería acostarse con ella”. Humillado, el hijo luego mató a la madre.

 

El estrangulamiento de las viudas ocurría porque los kaulong creían que los espíritus de los hombres necesitaban la compañía de mujeres para sobrevivir a la vida de ultratumba. Es una idea grotesca pero por cierto no la única fantástica que haya imperado en las sociedades tradicionales, afirma Diamond. Otros hábitos eran el infanticidio y el estallido de guerras entre vecinos, aunque esto se compensaba con muchos casos de cuidado y compasión, en particular por los ancianos, y una preocupación por el medio ambiente que avergüenza a Occidente.

 

“Prácticamente hemos dejado de vivir en sociedades tradicionales”, explica Diamond cuando nos encontramos. “Pero esa era la única forma de vida que conocieron los seres humanos durante sus primeros 6 millones de años en el planeta. Al renunciar a ella en los últimos miles de años, perdimos nuestra vulnerabilidad a las enfermedades, el frío y los animales salvajes pero también perdimos una buena forma de criar a los hijos, de cuidar a los viejos, de evitar la diabetes y las enfermedades cardíacas y de comprender los peligros de la vida cotidiana”.

 

Diamond lleva un saco rojo brillante, pantalones a cuadros, una camisa cuidadosamente planchada y corbata. Con su barba sin bigote, parece más un predicador menonita renegado que un destacado antropólogo. Su libro, que lleva el subtítulo de “¿Qué podemos aprender de las sociedades tradicionales?”, es una forma de antropología de rescate, explica, una apuesta a salvar los últimos vestigios útiles de la vida tribal antes de que la destruya la difusión de las naciones y los Estados.

 

El mundo hasta ayer es la última incursión de Diamond en un campo del que prácticamente se ha adueñado, el análisis biológico de la historia humana, y será esperado con gran interés por un ejército mundial de leales lectores. Mientras que los historiadores tradicionales se concentran en los tratados y las sucesiones, Diamond se ocupa de las limitaciones ecológicas que influyen en el destino de una nación o Estado particular.

 

Pensemos en el asombrosamente exitoso Armas, gérmenes y acero , que vendió más de un millón y medio de ejemplares en 1998. Lo escribió para dar respuesta a una pregunta elemental: ¿por qué España conquistó a los incas y no al revés? O para expresarlo en términos más generales: ¿por qué los países de Occidente prosperan a expensas del resto del mundo?

 

Los historiadores suelen evitar esta pregunta o hacen referencia al vigor intelectual innato y la fuerza genérica que, según sugieren, poseen los occidentales. Diamond no quiere saber nada de esa tesis. Europa se convirtió en una base de poder porque sus países dejaron atrás las primeras sociedades agrícolas, que surgieron en Oriente Medio hace 8.000 años, sostiene. Y la agricultura apareció por primera vez allí porque los animales más domesticables del mundo, como las ovejas, el ganado vacuno y los caballos, se encontraban allí. Con esa ventaja, Europa pudo mantener un nivel de producción de alimentos que permitió que se materializaran los primeros Estados políticos y las bases de poder militar. Las armas y el acero se inventaron allí y luego se usaron para conquistar el resto del mundo. Al carecer de estas tecnologías, los incas tenían pocas chances contra los españoles. Los gérmenes –“el siniestro regalo de Europa a los demás continentes”– siguieron nuestros pasos.

 

El mensaje del libro es simple pero de fuertes implicancias políticas: los occidentales no tienen nada de especial ni de innatamente superior. No son la raza superior. Simplemente son geográficamente privilegiados.

 

Armas, gérmenes y acero ha sido elogiado por su erudición, su prosa clara y sus elegantes síntesis de múltiples fuentes, de la arqueología a la zoología. Un crítico estadounidense lo alabó por ser “darwiniano por su autoridad”, mientras que The Observer de Londres lo calificó de “libro de extraordinaria visión y confianza en sí mismo”. El libro obtuvo el Premio Pulitzer, fue mal citado por Mitt Romney en las campañas electorales estadounidenses del año pasado y dio lugar a una serie de obras de título parecido, como la historia del Estados Unidos moderno de Peter Nowak: Sexo, bombas y hamburguesas .

 

A Diamond hoy se lo ve en buena forma y confiado y, aunque ahora tiene 75 años, me asegura que todavía hace viajes de estudios de campo cada un año o dos a Nueva Guinea. Durante varias décadas, acampó en la selva con las tribus locales, estudió sus costumbres y los observó embarcarse en interminables ataques y reconciliaciones.“Fue una experiencia sumamente fascinante”, señala, “y lo que primero me motivó a escribir El mundo hasta ayer fue compartir lo que viví cuando estuve en Nueva Guinea en los últimos cincuenta años y mostrar lo que me enseñaron sus habitantes”. Diamond llegó a este campo desde un ángulo poco común. Su padre, Louis, era un destacado pediatra y un especialista en enfermedades de la sangre, en tanto su madre, Flora Kaplan, era concertista de piano y lingüista. Ambos provenían de familias judías de Europa oriental que habían escapado de los pogromos de comienzos del siglo XX y se habían establecido en Boston.

 

Jared siguió los pasos de su padre en la medicina y estudió fisiología en Harvard y más tarde en Cambridge, antes de hacerse experto en los procesos de transferencia de la sal en la vesícula biliar humana. A los veintipico, Diamond cambió de especialidad y se dedicó a la ornitología, lo que lo llevó a Nueva Guinea. Quedó fascinado por las diversas sociedades nativas y finalmente se volcó al campo de la antropología cultural y la sociología. Actualmente es profesor de geografía de la Universidad de California en Los Angeles.

 

Desde que se mudó a Los Angeles, Diamond produjo una serie de libros que lo han catapultado a la fama. El primero, El tercer chimpancé , se publicó en 1992 y su título hace referencia al homo sapiens , que es descrito por Diamond como una especie de chimpancé que está cada vez más en conflicto con el mundo natural, en particular desde la invención de la agricultura, “una catástrofe de la cual nunca nos recuperamos”. Con la llegada de los cultivos, afirma Diamond, la mujer fue sometida a la monotonía de las labores domésticas, las personas empezaron a acumular recursos y riqueza y nuestra proximidad con los animales provocó epidemias de enfermedades que todavía amenazan con abatirnos. “Con la agricultura llegaron una enorme desigualdad social y sexual, la enfermedad y el despotismo, esa maldición de nuestra existencia”, asegura.

 

El tercer chimpancé ganó el premio de la Royal Society para libros de ciencia de ese año.

 

Luego vino Armas, gérmenes y acero , en el que Diamond suma un nuevo pecado a los introducidos por los primeros agricultores: el colonialismo, que incluyó, como ya mencionamos, el avasallamiento del pueblo inca por los conquistadores españoles. En 2005, llegó Colapso: Cómo las sociedades eligen fracasar o sobrevivir . En él, Diamond intenta responder otra pregunta elemental sobre la especie humana: ¿por qué algunas culturas implosionan y se desintegran porque sus miembros destruyen sus propios hábitats mientras que otras mantienen un cuidadoso equilibrio ecológico? ¿Por qué perecieron los vikingos en la Groenlandia del siglo XVI mientras que los inuit prosperaron? ¿Por qué los antiguos mayas destrozaron su ecología despojando sus tierras de bosques y provocando así la erosión del suelo y las hambrunas que llevaron a la caída de su civilización? ¿Y por qué los habitantes de la isla de Pascua talaron hasta el último árbol de esa lejana isla y de ese modo quedaron perdidos en medio del Pacífico, donde con el tiempo cayeron en la guerra civil y el canibalismo?

 

Para abordar esa pregunta, Diamond señala varios factores que ayudan a explicar por qué se desintegran las sociedades: la intransigencia política, el cambio climático, la pérdida del comercio, los ataques de pueblos vecinos y la degradación ambiental autoimpuesta. Un hecho crucial, sostiene, es que estos factores ahora operan a escala mundial. Representado en un lienzo más grande, el destino de los habitantes de la isla de Pascua podría repetirse en todo el planeta si no tomamos medidas. De acuerdo con los relatos de Jared Diamond, no hay grandes héroes o líderes. Las páginas de El tercer chimpancé , Armas, gérmenes y acero y Colapso no contienen ningún Churchill ni Hitler ni Genghis Khan. Es una historia despojada de sus personalidades con sus protagonistas humanos anónimos al borde de la extinción en un mundo hostil en lo ambiental. A algunos antropólogos les disgusta la hipótesis de Diamond de que los individuos no tienen un verdadero papel en el gran tapiz de los hechos históricos. Esos críticos sostienen que Diamond presenta a los hombres y las mujeres no como agentes conscientes sino como impotentes peones de su medio ambiente y que subestima la importancia de la iniciativa humana.

 

Otros críticos lo acusan de cosas más específicas. Varios impugnan la afirmación de Diamond de que el destino que sufrieron los habitantes de la isla de Pascua fue autoinfligido, por ejemplo. Sin embargo, las reseñas de todos los libros de Diamond en general han sido favorables. En una nota de The New Yorker (sobre Colapso ), el periodista y escritor Malcolm Gladwell alabó la importancia que Diamond atribuía a las cuestiones biológicas a la hora de estudiar las culturas y las sociedades. Vanagloriarnos de ser civilizados no es garantía de supervivencia, dice Gladwell. “Podemos ser respetuosos de la ley y amantes de la paz y tolerantes e ingeniosos y comprometidos con la libertad y fieles a nuestros valores y aun así comportarnos de maneras que son suicidas desde el punto de vista biológico”.

 

“Creo que las pocas tribus y grupos nómadas que quedaron en el planeta tienen mucho que enseñarnos”, sostiene. A algunas costumbres tribales, como el estrangulamiento de las viudas, naturalmente no habremos de extrañarlas. “No debemos ofrecer una imagen romántica de las sociedades tradicionales”, dice. “Hay cosas horribles que queremos evitar pero hay cosas maravillosas que deberíamos imitar”. Tomemos el ejemplo de la crianza de los hijos. Lejos de ser duros con los niños, muchas tribus y grupos adoptan actitudes sumamente permisivas. “Digo permisivas en el sentido de que está totalmente prohibido castigar a un chico. Si una madre o un padre de los pigmeos africanos le pega a un chico, es motivo de divorcio. No se permite el castigo físico en estas sociedades. Si un niño juega con un cuchillo filoso y lo agita en el aire, que así sea. A veces se cortarán, pero la sociedad considera que es mejor que el chico aprenda a los golpes desde temprana edad. ” Diamond tiene hijos varones mellizos, Max y Joshua. Ambos fueron tratados como pigmeos honorarios por sus padres. “Los dejamos hacer lo que querían en la medida de lo posible y nunca les dimos un chirlo o les pegamos”, cuenta Diamond. Pero dar rienda suelta a los intereses de sus hijos tuvo consecuencias inesperadas. A los 3 años, Max se apasionó por las serpientes y el hogar de los Diamond terminó alojando a más de 150 reptiles y anfibios. Joshua, por su parte, trasladó su amor inicial por las mariposas a las piedras y por último a la II Guerra Mundial y los campos de batalla de la guerra civil. “Una vez lo llevé a Guam”, recuerda con cariño Diamond. Hoy Joshua estudia abogacía. Max es chef. “Lo crucial es que se les permitió seguir su propio camino. Eso lo aprendí de los pueblos de Nueva Guinea”.

 

La cuestión de los riesgos de la vida cotidiana es otro tema que los hombres y las mujeres occidentales modernos han sacado absurdamente de contexto, argumenta Diamond. “Nos preocupamos por los peligros de acontecimientos que matan a numerosas personas de una vez: accidentes aéreos, explosiones en centrales nucleares, atentados terroristas. Pero las probabilidades de que muramos en uno de esos hechos son sumamente escasas”.

 

En cambio, las personas de las sociedades tradicionales se preocupan por riesgos locales de pequeña escala. “En uno de mis viajes a Nueva Guinea, quise armar una carpa bajo un árbol seco. Mis guías pensaron que estaba loco. El árbol podía caer y matarme durante la noche, me dijeron. Argumenté que el riesgo era bajo pero más tarde me di cuenta de que, si uno pasa largo tiempo en la selva, estos se acumulan. Ocurre lo mismo en la vida occidental. De modo que deberíamos arrancar una página del manual de los neoguineanos y preocuparnos por las duchas, las veredas y los autos y no por los accidentes aéreos o los atentados terroristas. Obviamente, la mayoría de mis amigos estadounidenses piensan que soy paranoico pero, como les digo, sigo aquí”.

 

© The Guardian. Traducción de Elisa Carnelli.