Arte 3. Amantes de todo tipo de ARTE. Tercera y úl
Biografía

Arte 3. Amantes de todo tipo de ARTE. Tercera y última entrega

 

 

De interés general

 

 

 

Fuente Wikipedia. Psicología del arte

 

Artículo principal: Psicología del arte.

 

Autorretrato con la oreja cortada (1889), de Vincent van Gogh. El psicoanálisis permite comprender ciertos aspectos de la personalidad del artista.

 

La psicología del arte es la ciencia que estudia los fenómenos de la creación y la apreciación artística desde una perspectiva psicológica. El arte es, como manifestación de la actividad humana, susceptible de ser analizado de forma psicológica, estudiando los diversos procesos mentales y culturales que en la génesis del arte se encuentran, tanto en su creación como en su recepción por parte del público. A su vez, como fenómeno de la conducta humana, puede servir como base de análisis de la conciencia humana, siendo la percepción estética un factor distintivo del ser humano como especie, que lo aleja de los animales. La psicología del arte es una ciencia interdisciplinar, que debe recurrir forzosamente a otras disciplinas científicas para poder efectuar sus análisis, desde –lógicamente– la Historia del arte, hasta la filosofía y la estética, pasando por la sociología, la antropología, la neurobiología, etc.

 

También está estrechamente conectada con el resto de ramas de la psicología, desde el psicoanálisis hasta la psicología cognitiva, evolutiva o social, o bien la psicobiología y los estudios de personalidad. Asimismo, a nivel fisiológico, la psicología del arte estudia los procesos básicos de la actividad humana –como la percepción, la emoción y la memoria–, así como las funciones superiores del pensamiento y el lenguaje. Entre sus objetos de estudio se encuentran tanto la percepción del color (recepción retiniana y procesamiento cortical) y el análisis de la forma, como los estudios sobre creatividad, capacidades cognitivas (símbolos, iconos), el arte como terapia, etc. Para el desarrollo de esta disciplina han sido esenciales las contribuciones de Sigmund Freud, Gustav Fechner, la Escuela de la Gestalt (dentro de la que destacan los trabajos de Rudolf Arnheim), Lev Vygotski, Howard Gardner, etc.

 

Una de las principales corrientes de la psicología del arte ha sido la Escuela de la Gestalt, que afirma que estamos condicionados por nuestra cultura –en sentido antropológico–, que la cultura condiciona nuestra percepción. Toman un punto de partida de la obra de Karl Popper, quien afirmó que en la apreciación estética hay un punto de inseguridad (gusto), que no tiene base científica y no se puede generalizar; llevamos una idea preconcebida (“hipótesis previa”), que hace que encontremos en el objeto lo que buscamos. Según la Gestalt, la mente configura, a través de ciertas leyes, los elementos que llegan a ella a través de los canales sensoriales (percepción) o de la memoria (pensamiento, inteligencia y resolución de problemas).

 

En nuestra experiencia del medio ambiente, esta configuración tiene un carácter primario sobre los elementos que la conforman, y la suma de estos últimos por sí solos no podría llevarnos, por tanto, a la comprensión del funcionamiento mental. Se fundamentan en la noción de estructura, entendida como un todo significativo de relaciones entre estímulos y respuestas, e intentan entender los fenómenos en su totalidad, sin separar los elementos del conjunto, que forman una estructura integrada fuera de la cual dichos elementos no tendrían significación. Sus principales exponentes fueron Rudolf Arnheim, Max Wertheimer, Wolfgang Köhler, Kurt Koffka y Kurt Lewin.

 

Crítica de arte

 

Artículo principal: Crítica de arte.

 

 

Denis Diderot, considerado el padre de la crítica de arte.

 

La crítica de arte es un género, entre literario y académico, que hace una valoración sobre las obras de arte, artistas o exposiciones, en principio de forma personal y subjetiva, pero basándose en la Historia del arte y sus múltiples disciplinas, valorando el arte según su contexto o evolución. Es a la vez valorativa, informativa y comparativa, redactada de forma concisa y amena, sin pretender ser un estudio académico pero aportando datos empíricos y contrastables. Denis Diderot es considerado el primer crítico de arte moderno, por sus comentarios sobre las obras de arte expuestas en los salones parisinos, realizados en el Salón Carré del Louvre desde 1725. Estos salones, abiertos al público, actuaron como centro difusor de tendencias artísticas, propiciando modas y gustos en relación al arte, por lo que fueron objeto de debate y crítica. Diderot escribió sus impresiones sobre estos salones primero en una carta escrita en 1759, que fue publicada en la Correspondance littéraire de Grimm, y desde entonces hasta 1781, siendo el punto de arranque del género.

 

En la génesis de la crítica de arte hay que valorar, por un lado, el acceso del público a las exposiciones artísticas, que unido a la proliferación de los medios de comunicación de masas desde el siglo XVIII produjo una vía de comunicación directa entre el crítico y el público al que se dirige. Por otro lado, el auge de la burguesía como clase social que invirtió en el arte como objeto de ostentación, y el crecimiento del mercado artístico que llevó consigo, propiciaron el ambiente social necesario para la consolidación de la crítica artística.

 

La crítica de arte ha estado generalmente vinculada al periodismo, ejerciendo una labor de portavoces del gusto artístico que, por una parte, les ha conferido un gran poder, al ser capaces de hundir o encumbrar la obra de un artista, pero por otra les ha hecho objeto de feroces ataques y controversias. Otra faceta a remarcar es el carácter de actualidad de la crítica de arte, ya que se centra en el contexto histórico y geográfico en el que el crítico desarrolla su labor, inmersa en un fenómeno cada vez más dinámico como es el de las corrientes de moda. Así, la falta de historicidad para emitir un juicio sobre bases consolidadas, lleva a la crítica de arte a estar frecuentemente sustentada en la intuición del crítico, con el factor de riesgo que ello conlleva. Sin embargo, como disciplina sujeta a su tiempo y a la evolución cultural de la sociedad, la crítica de arte siempre revela un componente de pensamiento social en el que se ve inmersa, existiendo así diversas corrientes de crítica de arte: romántica, positivista, fenomenológica, semiológica, etc.

 

Para ser justa, es decir, para tener su razón de ser, la crítica debe ser parcial, apasionada, política; esto es: debe adoptar un punto de vista exclusivo, pero un punto de vista exclusivo que abra al máximo los horizontes.

 

Charles Baudelaire, Salón de 1846.

 

Entre los críticos de arte han habido desde famosos escritores hasta los propios historiadores del arte, que muchas veces han pasado del análisis metodológico a la crítica personal y subjetiva, conscientes de que era un arma de gran poder hoy día. Como nombres, se podría citar a Charles Baudelaire, John Ruskin, Oscar Wilde, Émile Zola, Joris-Karl Huysmans, Guillaume Apollinaire, Wilhelm Worringer, Clement Greenberg, Michel Tapié, etc.; en el mundo hispanohablante, destacan Eugeni d'Ors, Aureliano de Beruete, Jorge Romero Brest, Juan Antonio Gaya Nuño, Alexandre Cirici, Juan Eduardo Cirlot, Enrique Lafuente Ferrari, Rafael Santos Torroella, Francisco Calvo Serraller, José Corredor Matheos, Irma Arestizábal, Ticio Escobar, Raúl Zamudio, etc.

 

Historiografía del arte

 

Artículo principal: Estudio de la Historia del Arte.

 

Johann Joachim Winckelmann, considerado el padre de la Historia del arte.

 

La historiografía del arte es la ciencia que analiza el estudio de la Historia del arte, desde un punto de vista metodológico, es decir, de la forma cómo el historiador afronta el estudio del arte, las herramientas y disciplinas que le pueden ser de utilidad para este estudio. El mundo del arte siempre ha llevado en paralelo un componente de autorreflexión, desde antiguo los artistas, u otras personas a su alrededor, han plasmado por escrito diversas reflexiones sobre su actividad. Vitruvio escribió el tratado sobre arquitectura más antiguo que se conserva, De Architectura. Su descripción de las formas arquitectónicas de la antigüedad grecorromana influyó poderosamente en el Renacimiento, siendo a la vez una importante fuente documental por las informaciones que aporta sobre la pintura y la escultura griegas y romanas. Giorgio Vasari, en Vida de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue hasta nuestros tiempos (1542–1550), fue uno de los predecesores de la historiografía del arte, haciendo una crónica de los principales artistas de su tiempo, poniendo especial énfasis en la progresión y el desarrollo del arte.

 

Sin embargo, estos escritos, generalmente crónicas, inventarios, biografías u otros escritos más o menos literarios, carecían de perspectiva histórica y el rigor científico necesarios para ser considerados historiografía del arte.

 

Johann Joachim Winckelmann es considerado el padre de la Historia del arte, creando una metodología científica para la clasificación de las artes y basando la Historia del arte en una teoría estética de influencia neoplatónica: la belleza es el resultado de una materialización de la idea. Gran admirador de la cultura griega, postuló que en la Grecia antigua se dio la belleza perfecta, generando un mito sobre la perfección de la belleza clásica que aún condiciona la percepción del arte hoy día. En Reflexión sobre la imitación de las obras de arte griegas (1755) afirmó que los griegos llegaron a un estado de perfección total en la imitación de la naturaleza, por lo que nosotros sólo podemos imitar a los griegos. Asimismo, relacionó el arte con las etapas de la vida humana (infancia, madurez, vejez), estableciendo una evolución del arte en tres estilos: arcaico, clásico y helenístico.

 

Durante el siglo XIX, la nueva disciplina buscó una formulación más práctica y rigurosa, sobre todo desde la aparición del positivismo. Sin embargo, esta tarea se abordó desde diversas metodologías que supusieron una gran multiplicidad de tendencias historiográficas: el romanticismo impuso una visión historicista y revivalista del pasado, rescatando y poniendo nuevamente de moda estilos artísticos que habían sido minusvalorados por el neoclasicismo winckelmanniano; así lo vemos en la obra de Ruskin, Viollet-le-Duc, Goethe, Schlegel, Wackenroder, etc. En cambio, la obra de autores como Karl Friedrich von Rumohr, Jacob Burckhardt o Hippolyte Taine, supuso un primer intento serio de formular una Historia del arte basada en criterios científicos, basándose en el análisis crítico de las fuentes historiográficas. Por otro lado, Giovanni Morelli introdujo el concepto del connoisseur, el experto en arte, que lo analiza en base tanto a sus conocimientos como a su intuición.

 

La primera escuela historiográfica de gran relevancia fue el formalismo, que defendía el estudio del arte a partir del estilo, aplicando una metodología evolucionista que otorgaba al arte una autonomía alejada de cualquier consideración filosófica, rechazando la estética romántica y el idealismo hegeliano, y acercándose al neokantismo. Su principal teórico fue Heinrich Wölfflin, considerado el padre de la moderna Historia del arte. Aplicó al arte criterios científicos, como el estudio psicológico o el método comparativo: definía los estilos por las diferencias estructurales inherentes a los mismos, como argumentó en su obra Conceptos fundamentales de la Historia del Arte (1915). Wölfflin no otorgaba importancia a las biografías de los artistas, defendiendo en cambio la idea de nacionalidad, de escuelas artísticas y estilos nacionales. Las teorías de Wölfflin fueron continuadas por la llamada Escuela de Viena, con autores como Alois Riegl, Max Dvořák, Hans Sedlmayr y Otto Pächt.

 

Ya en el siglo XX, la historiografía del arte ha continuado dividida en múltiples tendencias, desde autores aún enmarcados en el formalismo (Roger Fry, Henri Focillon), pasando por las escuelas sociológica (Friedrich Antal, Arnold Hauser, Pierre Francastel, Giulio Carlo Argan) o psicológica (Rudolf Arnheim, Max Wertheimer, Wolfgang Köhler), hasta perspectivas individuales y sintetizadoras como las de Adolf Goldschmidt o Adolfo Venturi. Una de las escuelas más reconocidas ha sido la de la iconología, que centra sus estudios en la simbología del arte, en el significado de la obra artística. A través del estudio de imágenes, emblemas, alegorías y demás elementos de significación visual, pretenden esclarecer el mensaje que el artista pretendió transmitir en su obra, estudiando la imagen desde postulados mitológicos, religiosos o históricos, o de cualquier índole semántica presente en cualquier estilo artístico. Los principales teóricos de este movimiento fueron Aby Warburg, Erwin Panofsky, Ernst Gombrich, Rudolf Wittkower y Fritz Saxl.

 

Historia del arte

 

Artículo principal: Historia del arte.

 

Arte en la prehistoria (ca. 25000-3000 a. C.)

 

Venus de Willendorf.

 

Arte prehistórico: es el desarrollado por el ser humano primitivo desde el paleolítico superior hasta el neolítico, periodos donde surgieron las primeras manifestaciones que se pueden considerar como artísticas por parte del ser humano. En el paleolítico, el hombre se dedicaba a la caza y vivía en cuevas, elaborando la llamada pintura rupestre. En el neolítico, se vuelve sedentario y se dedica a la agricultura, con sociedades cada vez más complejas donde va cobrando importancia la religión, como se puede ver en los monumentos megalíticos, y comienza la producción de piezas de artesanía.

 

Arte antiguo (ca. 3000-300 a. C.)

 

Artículo principal: Arte antiguo.

 

En Egipto y Mesopotamia surgieron las primeras civilizaciones, y sus artistas/artesanos elaboraron complejas obras de arte que suponen ya una especialización profesional.

 

Arte egipcio: su arte era intensamente religioso y simbólico, destacando en arquitectura las mastabas, las pirámides y los hipogeos, como en Guiza y el Valle de los Reyes. La escultura y la pintura muestran la figura humana de forma realista, aunque adolecen de hieratismo y esquematismo a causa de la rigidez de sus cánones simbólico-religiosos.

 

Arte mesopotámico: se desarrolla en la zona comprendida entre los ríos Tigris y Éufrates, donde se sucedieron diversas culturas como los sumerios, acadios, asirios, persas, etc. En la arquitectura destacan los zigurats, grandes templos de forma escalonada piramidal, mientras que la escultura se desarrolla en talla exenta o relieve, en escenas religiosas o de caza y militares, con la presencia de figuras humanas y animales reales o mitológicos.

 

Arte clásico (1000 a. C.-300 d. C.)

 

Victoria de Samotracia, anónimo, 190 a. C.

 

Arte griego: en Grecia se desarrollaron las principales manifestaciones artísticas que han marcado la evolución del arte occidental. Tras unos inicios donde destacaron las culturas minoica y micénica, el arte griego se desarrolló en tres periodos: arcaico, clásico y helenístico. En arquitectura destacaron los templos, donde se sucedieron tres órdenes constructivos: dórico, jónico y corintio. Destaca especialmente el conjunto de la Acrópolis. En escultura predominó la representación del cuerpo humano, con una evolución desde formas rígidas y esquemáticas, pasando por el naturalismo del periodo clásico –con la obra de Mirón, Fidias y Policleto–, hasta el recargamiento y sinuosidad del periodo helenístico.

 

Arte romano: con un claro precedente en el arte etrusco, el arte romano recibió una gran influencia del arte griego. Gracias a la expansión del Imperio romano, el arte clásico grecorromano llegó a casi todos los rincones de Europa, norte de África y Próximo Oriente, sentando las bases del arte occidental. Grandes ingenieros y constructores, destacaron en arquitectura civil, con la construcción de carreteras, puentes, acueductos y obras urbanísticas, así como templos, palacios, teatros, anfiteatros, circos, termas, arcos de triunfo, etc. La escultura, inspirada en la griega, se centra igualmente en la figura humana, aunque con más realismo, no les importaba mostrar defectos que eran ignorados por la idealizada escultura griega. La pintura es conocida sobre todo por los restos hallados en Pompeya, y destacó especialmente el mosaico.

 

Arte en la Alta Edad Media (300-900)

 

Artículo principal: Arte medieval.

 

Arte paleocristiano: con la aparición del cristianismo se generó a lo largo del Imperio el llamado arte paleocristiano, que adquirió estatus oficial tras la conversión al cristianismo del emperador Constantino. El arte paleocristiano reinterpretó tanto las formas clásicas como las judías para servir como vehículo de expresión de la nueva religión oficial, y se produjo una atomización de estilos por zonas geográficas. En arquitectura destacó como tipología la basílica, mientras que en escultura destacan los sarcófagos y continúan como en época romana la pintura y el mosaico.

 

Arte prerrománico: se denomina así a los múltiples estilos desarrollados en Europa desde la caída del Imperio romano hasta alrededor del año 1000, donde la fusión de la cultura clásica con la de los nuevos pobladores de origen germánico generará las diversas nacionalidades que conforman actualmente el continente europeo. Se engloban en esta fase diversos estilos de marcado carácter regional, desde el arte visigodo y de los otros pueblos germánicos, o incluso el arte celta –especialmente en las Islas Británicas– o vikingo, pasando por el arte asturiano, hasta el arte carolingio y otoniano en el centro de Europa.

 

Véanse también: Arte bizantino, Arte islámico y Arte mozárabe.

 

Arte en la Baja Edad Media (900-1400)

 

 

Pantocrátor del ábside de Sant Climent de Taüll, MNAC.

 

Arte románico: representa el primer estilo de carácter internacional de la cultura europea occidental, con una identidad plenamente consolidada tras el paso del latín a las lenguas vernáculas. De carácter eminentemente religioso, casi todo el arte románico está dirigido a la exaltación y divulgación del cristianismo. La arquitectura destaca por el uso de bóvedas de cañón y arcos de medio punto, iniciándose la construcción de grandes catedrales, que seguirá durante el gótico. La escultura se desarrolló principalmente en el marco arquitectónico, de carácter religioso, con figuras esquematizadas, sin realismo, de signo simbólico. La pintura es preferentemente mural, de signo religioso y figuras esquemáticas al igual que la escultura.

 

Arte gótico: desarrollado entre los siglos XII y XVI, fue una época de desarrollo económico y cultural. La arquitectura sufrió una profunda transformación, con formas más ligeras, más dinámicas, con un mejor análisis estructural que permitió hacer edificios más estilizados, con más aberturas y, por tanto, mejor iluminación. Aparecieron nuevas tipologías como el arco apuntado y la bóveda de crucería, y la utilización de contrafuertes y arbotantes para sostener la estructura del edificio, permitiendo interiores más amplios y decorados con vitrales y rosetones. La escultura continuó enmarcada en la obra arquitectónica, aunque comenzó a desarrollarse la escultura exenta, con formas más realistas, inspiradas en la naturaleza. La pintura dejó de ser mural para pasar a retablos situados en los altares de las iglesias, y empezó a desarrollarse la pintura en lienzo, al temple o al óleo. Se sucedieron cuatro estilos pictóricos: el gótico lineal o franco-gótico, el gótico itálico o trecentista (Cimabue, Giotto, Duccio), el gótico internacional (Stefan Lochner, Bernat Martorell) y el gótico flamenco (Jan Van Eyck, El Bosco).

 

Arte en la Edad Moderna (1400-1800)

 

El nacimiento de Venus (1485), de Sandro Botticelli.

 

Artículo principal: Arte de la Edad Moderna.

 

Renacimiento: época de gran esplendor cultural en Europa, la religión dejó paso a una concepción más científica del hombre y el universo, surgiendo el humanismo. Los nuevos descubrimientos geográficos hicieron que la civilización europea se expandiese por todos los continentes, y la invención de la imprenta supuso una mayor universalización de la cultura. El arte se inspira en el arte clásico grecorromano, por lo que se habla de “renacimiento” artístico tras el oscurantismo medieval. Inspirado en la naturaleza, surgen nuevos modelos de representación, como el uso de la perspectiva.

 

La arquitectura recuperó los modelos clásicos, reelaborados con un concepto más naturalista y con bases científicas: destacan Filippo Brunelleschi, Leon Battista Alberti y Bramante. La escultura buscó igualmente la idealizada perfección del clasicismo, como en la obra de Lorenzo Ghiberti y Donatello. La pintura sufrió una notable evolución desde las formas medievales, con formas naturalistas y temáticas profanas o mitológicas junto a las religiosas, destacando Botticelli, Perugino, Piero della Francesca, Andrea Mantegna, Leonardo Da Vinci, Rafael, Alberto Durero, Pieter Brueghel, etc.

 

Manierismo: evolución de las formas renacentistas, el manierismo abandonó la naturaleza como fuente de inspiración para buscar un tono más emotivo y expresivo, cobrando importancia la interpretación subjetiva que el artista hace de la obra de arte. La arquitectura adquiere un signo más efectista y de tenso equilibrio, destacando Andrea Palladio y Miguel Ángel. En escultura, descuella la obra de Miguel Ángel, con obras de tenso dinamismo donde resalta la expresión de la persona representada. La pintura tiene un sello más caprichoso, extravagante, con gusto por la forma sinuosa y estilizada, destacando en primer lugar –como en las otras artes– Miguel Ángel, seguido de Bronzino, Correggio, Parmigianino, Giorgione, Tiziano, Veronese, Tintoretto, El Greco, etc.

 

Barroco: época de grandes disputas en el terreno político y religioso, surge una división entre los países católicos contrarreformistas, donde se afianza el estado absolutista, y los países protestantes, de signo más parlamentario. El arte se vuelve más refinado y ornamentado, con pervivencia de un cierto racionalismo clasicista pero con formas más dinámicas y efectistas, con gusto por lo sorprendente y anecdótico, por las ilusiones ópticas y los golpes de efecto. La arquitectura, bajo unas líneas clásicas, asume unas formas más dinámicas, con una exuberante decoración, destacando Gian Lorenzo Bernini, Francesco Borromini, Fischer von Erlach, José Benito Churriguera, etc.

 

La escultura adquiere el mismo carácter dinámico, sinuoso, expresivo, ornamental, destacando nuevamente Bernini, así como Pedro de Mena, Francisco Salzillo, etc. La pintura se desarrolló en dos tendencias contrapuestas: el naturalismo, basado en la estricta realidad natural, con gusto por el claroscuro –el llamado “tenebrismo”–, donde cabe citar a Caravaggio y Georges de La Tour; y el clasicismo, que es igualmente realista pero con un concepto de la realidad más intelectual e idealizado, englobando a Annibale Carracci, Nicolas Poussin, Claude Lorrain, etc. Aparte de estas dos corrientes, hubieron infinitud de escuelas, estilos y autores de muy diverso signo, destacando dos escuelas regionales: la flamenca (Rubens, Van Dyck), y la holandesa (Rembrandt, Johannes Vermeer). En España destacó la figura excepcional de Velázquez, así como José de Ribera, Francisco de Zurbarán y Bartolomé Esteban Murillo.

 

Rococó: desarrollado en el siglo XVIII, supone la pervivencia de las principales manifestaciones artísticas del barroco, con un sentido más enfatizado de la decoración y el gusto ornamental, que son llevados a un paroxismo de riqueza, sofisticación y elegancia. La arquitectura rococó se desarrolló sobre todo en Francia y Alemania, representado por Ange-Jacques Gabriel y Johann Balthasar Neumann. La escultura tiene un aire grácil, refinado, como en la obra de Jean-Antoine Houdon o los hermanos Asam (Cosmas Damian y Egid Quirin). La pintura se mueve entre la exaltación religiosa o el paisajismo vedutista en Italia, y las escenas cortesanas de Watteau y Fragonard en Francia, pasando por el retratismo inglés de Reynolds y Gainsborough. Figura aparte es el inclasificable pintor español Francisco de Goya, que evolucionó desde un sello más o menos rococó hasta un cierto prerromanticismo, pero con una obra personal y expresiva de fuerte tono intimista.

 

Neoclasicismo: el auge de la burguesía tras la Revolución francesa favoreció el resurgimiento de las formas clásicas, más puras y austeras, en contraposición a los excesos ornamentales del barroco y rococó, identificados con la aristocracia. La arquitectura neoclásica es más racional, de signo funcional y un cierto aire utópico, como vemos en los postulados de Claude-Nicolas Ledoux y Étienne-Louis Boullée. La escultura, de lógico referente grecorromano, tuvo como principales figuras a Antonio Canova y Bertel Thorvaldsen. La pintura mantuvo un sello austero y equilibrado, influido por la escultura grecorromana o figuras como Rafael y Poussin, destacando Jacques-Louis David, J.A.D. Ingres, José de Madrazo, etc.

 

Arte no occidental

 

El puente Ōhashi en Atake bajo una lluvia repentina (1857), de Utagawa Hiroshige, Brooklyn Museum of Art, Nueva York.

 

Arte precolombino: las primeras grandes civilizaciones surgieron en México: los olmecas realizaban esculturas de piedra de gran naturalismo (Luchador, hallado en Santa María Uxpanapán), así como colosales cabezas monolíticas de hasta 3,5 metros de altura; los zapotecas construyeron el magnífico conjunto de la Ciudad de los Templos, en el Monte Albán. Posteriormente, los mayas desarrollaron un arte de signo religioso, donde destacaban los templos, de forma piramidal (Tikal, Uxmal, Templo de Kukulcán en Chichén Itzá).

 

Los toltecas construyeron el Templo del Dios de la Estrella Matutina en Tula, y nos han dejado una de las mejores muestras de escultura precolombina: el Chac Mool. Los aztecas consagraron el arte a la expresión del poder, destacando su capital, Tenochtitlán. En Perú la primera cultura de relevancia fue la de Chavín de Huántar (900 a.C.), complejo religioso donde destaca el templo, edificado sobre tres pisos de galerías. Otras culturas remarcables de la región fueron la de Paracas, la moche y la nazca –con sus enigmáticas líneas de Nazca–. Más adelante, los incas crearon una cultura muy desarrollada, con una notable arquitectura e ingeniería civil, destacando la ciudad de Machu Picchu.

 

Arte africano: su principal peculiaridad ha sido siempre su carácter mágico-religioso, con obras de madera, piedra o marfil, en máscaras y figuras exentas de carácter más o menos antropomórfico. La primera producción de cierta relevancia fue la cultura Nok, en el primer milenio a.C., situada en el norte de la actual Nigeria. En Sudán se desarrollaron las culturas kerma y meroe, caracterizadas por sus monumentales construcciones en barro, sus armas y su cerámica. En Etiopía destacó la ciudad de Aksum, siendo de remarcar sus estelas en forma de pilares monolíticos, de carácter funerario, de hasta 20 metros de altura.

 

En Zimbabue floreció la cultura Monomotapa (siglos XI-XV), cuya capital, Gran Zimbabue, fue una de las ciudades más grandes de toda África. En Ifé (Nigeria), de cultura yoruba, surgió en los siglos XII-XIII una notable escuela de figuras en terracota, de gran naturalismo. De esta época datan también las iglesias talladas en la roca de Lalibela, en Etiopía. En Malí destacaron las construcciones en adobe, como la Gran Mezquita de Djenné, datada inicialmente del siglo XIII pero reconstruida varias veces.

 

Arte indio: tiene un carácter principalmente religioso, sirviendo como vehículo de transmisión de las distintas religiones que han jalonado la India: hinduismo, budismo, islamismo, etc. La primera gran civilización se produjo en la ciudad de Mohenjo-Dāro, que muestra un planificado urbanismo, con edificios públicos construidos en barro cocido y ladrillo. Entre los siglos III y II a.C. se desarrolló el arte maurya, de signo budista, destacando como monumento característico la stūpa, túmulo funerario de carácter conmemorativo, generalmente recubierto de relieves con escenas de la vida de Buda, como la Stūpa de Sānchi.

 

Otras muestras de arte budista fueron: el arte de Gandhāra, con influencia helenística y sasánida; el de Mathurā, que mezclaba elementos tradicionales indios con motivos grecorromanos; y el de Amarāvatī, igualmente de influencia grecorromana, destacando la gran stūpa de Amarāvati, de 50 metros de altura. Entre los siglos IV y VIII se desarrolló el arte gupta, donde destacan los grandes santuarios rupestres o vihara (Ajantā, Ellorā, Elephanta). El arte hindú tuvo su apogeo entre los siglos VIII y XII, con un tipo de santuario característico denominado śikhara, como el de Udaipur. Entre los siglos X y XI se produjo el arte de Khajurāhō, máxima expresión del arte indoario por la elegancia formal y estética de sus templos, así como de la escultura que los adorna. Por último, tras la invasión musulmana se produjo el arte mogol, de formas islámicas, destacando el Taj Mahal (siglo XVII).

 

Arte chino: como la mayoría del arte oriental tiene un fuerte sello religioso –principalmente taoísmo, confucianismo y budismo–. Se suele estudiar por etapas, que coinciden con las dinastías reinantes: la Dinastía Shang (1600-1046 a.C.) destacó por sus objetos y esculturas en bronce, especialmente vasijas decoradas en relieve y máscaras y estatuas antropomórficas, como las halladas en la zona de Chengdu. La Dinastía Zhou (1045-256 a.C.) creó un estilo decorativo y ornamentado, de figuras estilizadas y dinámicas, continuando el trabajo en cobre.

 

La Dinastía Qin (221-206 a.C.) destacó por la construcción de la Gran Muralla, así como el hallazgo arqueológico del Ejército de terracota de Xian. La Dinastía Han (206 a.C.-220 d.C.) vio la introducción del budismo, destacando por la pintura y los relieves en santuarios y cámaras de ofrendas. Durante el Periodo de las Seis dinastías (220-618) se difundió más ampliamente el budismo, construyéndose grandes santuarios con estatuas colosales de Buda (Yungang, Longmen). La Dinastía Tang (618-907) fue uno de los periodos más florecientes del arte chino, destacando por su escultura y sus célebres figuras de cerámica, mientras que en arquitectura la tipología principal fue la pagoda (Hua-yen, Hsiangchi), y en pintura apareció el paisaje.

 

En la Dinastía Song (960-1279) se alcanzó un nivel de elevada cultura que sería recordado con gran admiración en posteriores etapas, destacando igualmente la cerámica y la pintura de paisaje. Durante la Dinastía Yuan (1280-1368) se desarrollaron especialmente las artes decorativas, principalmente alfombras, cerámica y obras de metalistería, y en pintura proliferaron los temas religiosos. En la Dinastía Ming (1368-1644) se construyó el Palacio Imperial (la Ciudad Prohibida), y la pintura era tradicional, de signo naturalista y cierta opulencia; también destacó la porcelana. Por último, la Dinastía Qing (1644-1911) supuso la continuidad de las formas tradicionales: la pintura era bastante ecléctica, dedicada a temas florales (Yun Shouping), religiosos (Wu Li), paisajes (Gai Qi), etc.; continuó la tradición en las artes aplicadas, especialmente ebanistería, porcelana, tejidos de seda, lacas, esmalte, jade, etc.

 

Arte japonés: también cabe estudiarlo por períodos: el Período Jōmon (5000 a.C.-200 a.C.) estuvo marcado por la producción de cerámica, la más antigua producida por el ser humano, decorada con incisiones o impresiones de cuerda. Durante el Período Yayoi (200 a.C.-200 d.C.) se difundió un tipo de sepulturas de gran tamaño con cámara y túmulo ornamentado con cilindros de terracota. En el Período Kofun (200-600) destacan las grandes sepulturas llamadas kofun, así como unas figuras de terracota llamadas haniwa; en arquitectura destaca el santuario de Ise.

 

En el Período Asuka (552-646) se introdujo el budismo, destacando el templo de Hōryū-ji (607) y las estatuas de Buda. En el Período Nara (646-794) tuvo su apogeo el arte budista, plasmado igualmente en arquitectura (Pagoda del Este de Yakushi-ji, templo de Tōdai-ji) y escultura (Buda de Tachibana, Bodhisattva Gakko). El Período Heian (794-1185) fue el más clásico del arte japonés: monasterio de Byōdō-in, escuela pictórica de yamato-e. En el Período Kamakura (1185-1333) se introdujo la secta zen, que influyó poderosamente en el arte figurativo: en escultura destacó Unkei, en arquitectura el conjunto de cinco grandes templos de Sanjūsangen-dō (1266), y en pintura el retrato y el paisaje.

 

En el Período Muromachi (1333-1573) floreció notablemente la pintura, enmarcada dentro de la estética zen, apareciendo el estilo sumi-e, representado fundamentalmente por Sesshū; también se desarrolló el arte de la jardinería, y cobraron importancia los objetos de laca y metal. Durante el Período Momoyama (1573-1615) el arte se alejó de la estética budista, remarcando los valores tradicionales japoneses: se construyeron grandes castillos, como el de Himeji y el de Fushimi-Momoyama; en pintura continuó la tradición épica japonesa, la cerámica alcanzó un momento de gran apogeo, y en laca destacó Honami Kōetsu.

 

En el Período Edo (1615-1868) Japón se cerró a todo contacto exterior, aunque fue una época de gran prosperidad: se desarrolló notablemente la pintura, que adquirió gran vitalidad, destacando Tawaraya Sōtatsu y Ogata Kōrin, así como la escuela de ukiyo-e, que destacó por la representación de tipos y escenas populares ( Kitagawa Utamaro, Katsushika Hokusai, Utagawa Hiroshige).

 

Arte oceánico: está marcado por la multiplicidad de territorios insulares que jalonan el Océano Pacífico, destacando las islas de Australia y Nueva Zelanda, y tres principales áreas de islas y archipiélagos: Polinesia, Melanesia y Micronesia. La primera cultura desarrollada en la zona fue la lapita (1.500-500 a.C.), que se caracteriza por su cerámica decorada con motivos dentados hechos con peines o púas, así como objetos de obsidiana y conchas. En Australia destacan las pinturas rupestres, que son bastante esquemáticas, llegando a la simplificación geométrica.

 

Más adelante continuó la expansión hacia la periferia oceánica, produciéndose una gran diversificación cultural. La mayoría de manifestaciones artísticas eran de carácter ritual, relacionadas con danzas y ceremonias de tipo religioso: en Micronesia se produjeron elaborados complejos arquitectónicos con esculturas de piedra y megalitos; en Guam y las islas Marianas destacan las casas sobre columnas de piedra (latte); en Hawái se construyeron grandes templos (heiau), con esculturas de madera de hasta tres metros que representaban a sus dioses; en Nueva Zelanda, los maoríes desarrollaron un tipo de talla de madera con figuras de líderes políticos y religiosos; en la isla de Pascua se construyeron las famosas cabezas monolíticas (moái) entre el año 900 y el 1600; en Melanesia destacan las grandes casas de reunión o «casas de los espíritus», dedicadas a ceremonias relacionadas con el culto a los antepasados; las máscaras fueron características de Nueva Guinea (mai), Nueva Irlanda (malanggan) y Nueva Caledonia (apuema); los asmat de Irian Jaya (Nueva Guinea) construían unos postes conmemorativos (bisj) de entre 5 y 10 metros de altura, tallados con figuras antropomórficas; en las islas Salomón se dieron estatuas de madera (indalo) de figuras humanas o animales, con incrustaciones de conchas.

 

Arte en la Edad contemporánea (1800-Actualidad)

 

Viajero frente al mar de niebla (1818), de Caspar David Friedrich.

 

Artículo principal: Arte contemporáneo.

 

Siglo XIX

 

Entre finales del siglo XVIII y principios del XIX se sentaron las bases de la sociedad contemporánea, marcada en el terreno político por el fin del absolutismo y la instauración de gobiernos democráticos –impulso iniciado con la Revolución francesa–; y, en lo económico, por la Revolución industrial y el afianzamiento del capitalismo, que tendrá respuesta en el marxismo y la lucha de clases. En el terreno del arte, comienza una dinámica evolutiva de estilos que se suceden cronológicamente cada vez con mayor celeridad, que culminará en el siglo XX con una atomización de estilos y corrientes que conviven y se contraponen, se influyen y se enfrentan.

 

Arquitectura del siglo XIX: la arquitectura decimonónica sufrió una gran evolución debido a los avances técnicos que comportó la Revolución industrial, con la incorporación de nuevos materiales como el hierro y el hormigón, que permitieron la construcción de estructuras más sólidas y diáfanas. Estilísticamente, la primera mitad de siglo vio un cierto eclecticismo de las formas, así como un revival de estilos anteriores reinterpretados según conceptos modernos: es el llamado historicismo, que produjo movimientos como el neorrománico, el neogótico, el neobarroco, etc. A finales de siglo surgió el modernismo, que supuso una gran revolución en terreno del diseño, con nombres como Victor Horta, Otto Wagner, Antoni Gaudí, Lluís Domènech i Montaner, Josep Puig i Cadafalch, etc.

 

Romanticismo: movimiento de profunda renovación en todos los géneros artísticos, los románticos pusieron especial atención en el terreno de la espiritualidad, de la imaginación, la fantasía, el sentimiento, la evocación ensoñadora. En pintura, después de una fase prerromántica donde podríamos citar a William Blake y Johann Heinrich Füssli, destacaron Eugène Delacroix, Théodore Géricault, John Constable, Joseph Mallord William Turner, etc. Una derivación del romanticismo fue el movimiento alemán de los Nazarenos.

 

Realismo: desde mediados de siglo surgió una tendencia que puso énfasis en la realidad, la descripción del mundo circundante, especialmente de obreros y campesinos en el nuevo marco de la era industrial, con un cierto componente de denuncia social, ligado a movimientos políticos como el socialismo utópico. En pintura destacan Camille Corot, Gustave Courbet, Jean-François Millet, Honoré Daumier y Marià Fortuny. En Gran Bretaña surgió la escuela de los prerrafaelitas, que se inspiraban –como su nombre indica– en los pintores italianos anteriores a Rafael, así como en la recién surgida fotografía. En escultura, destacó Constantin Meunier.

 

Impresionismo: fue un movimiento profundamente innovador, que supuso una ruptura con el arte académico y una transformación del lenguaje artístico, iniciando el camino hacia los movimientos de vanguardia. Se inspiraban en la naturaleza, de la que pretendían captar una ‘impresión’ visual, la plasmación de un instante en el lienzo –por influjo de la fotografía–, con una técnica de pincelada suelta y tonos claros y luminosos. Cabe mencionar como principales representantes a Édouard Manet –considerado un precursor–, Claude Monet, Camille Pissarro, Pierre-Auguste Renoir y Edgar Degas. Igual de renovador fue en el terreno de la escultura el papel de Auguste Rodin, que sentó las bases de la escultura del siglo XX.

 

Neoimpresionismo: evolucionando desde el impresionismo, los neoimpresionistas se preocupan más de los fenómenos ópticos, desarrollando la técnica del puntillismo, como se puede apreciar en la obra de Georges Seurat y Paul Signac.

 

Postimpresionismo: son artistas que, partiendo de los nuevos hallazgos técnicos efectuados por los impresionistas, los reinterpretan de manera personal, abriendo distintas vías de desarrollo de suma importancia para la evolución del arte en el siglo XX: Henri de Toulouse-Lautrec, Paul Gauguin, Paul Cézanne, Vincent Van Gogh, Joaquín Sorolla, etc.

 

Simbolismo: corriente de corte fantástico y onírico, surgió como reacción al naturalismo de la corriente realista e impresionista, poniendo especial énfasis en el mundo de los sueños, así como en aspectos satánicos y terroríficos, el sexo y la perversión. Destacaron Gustave Moreau, Odilon Redon, Pierre Puvis de Chavannes y Gustav Klimt.

 

 

Formas únicas de continuidad en el espacio (1913), de Umberto Boccioni.

 

Siglo XX

 

El arte del siglo XX padece una profunda transformación: en una sociedad más materialista, más consumista, el arte se dirige a los sentidos, no al intelecto. Igualmente, cobra especial relevancia el concepto de moda, una combinación entre la rapidez de las comunicaciones y el aspecto consumista de la civilización actual. Surgen así los movimientos de vanguardia, que pretenden integrar el arte en la sociedad, buscando una mayor interrelación artista-espectador, ya que es este último el que interpreta la obra, pudiendo descubrir significados que el artista ni conocía. Las últimas tendencias artísticas pierden incluso el interés por el objeto artístico: el arte tradicional era un arte de objeto, el actual de concepto. Hay una revalorización del arte activo, de la acción, de la manifestación espontánea, efímera, del arte no comercial (arte conceptual, happening, environment).

 

Arquitectura del siglo XX: la arquitectura ha sufrido una profunda transformación desde las formas tradicionales hasta las movimientos de vanguardia, que han supuesto un nuevo concepto constructivo basado en una concepción más racional del espacio, estructurado de forma más depurada y funcional, con especial atención a las nuevas tecnologías y a su ubicación medioambiental. La principal tendencia artística ha sido el racionalismo, representado fundamentalmente por la Escuela de la Bauhaus. Entre los nombres de los más destacados arquitectos del siglo XX sobresalen Walter Gropius, Frank Lloyd Wright, Ludwig Mies van der Rohe, Le Corbusier, José Luis Sert, Oscar Niemeyer, Alvar Aalto, Pier Luigi Nervi, Luis Barragán, Rafael Moneo, Richard Rogers, Robert Venturi, Frank Gehry, Norman Foster, James Stirling, Santiago Calatrava, etc.

 

Vanguardismo (1905-1945):

 

Fovismo: primer movimiento vanguardista del siglo XX, el fovismo supuso una experimentación en el terreno del color, que es concebido de modo subjetivo y personal, aplicándole valores emotivos y expresivos. Destacan Henri Matisse, Albert Marquet, Raoul Dufy, André Derain y Maurice de Vlaminck.

 

Expresionismo: surgido como reacción al impresionismo, los expresionistas defendían un arte más personal e intuitivo, donde predominase la visión interior del artista –la ‘expresión’– frente a la plasmación de la realidad –la ‘impresión’–, reflejando en sus obras una temática personal e intimista con gusto por lo fantástico, deformando la realidad para acentuar el carácter expresivo de la obra. Con precedentes en las figuras de Edvard Munch y James Ensor, se formó principalmente en torno a dos grupos: Die Brücke (Ernst Ludwig Kirchner, Erich Heckel, Karl Schmidt-Rottluff, Emil Nolde), y Der Blaue Reiter (Vasili Kandinski, Franz Marc, August Macke, Paul Klee), destacando igualmente Egon Schiele, Oskar Kokoschka, Amedeo Modigliani, Marc Chagall, etc.

Cubismo: este movimiento se basó en la deformación de la realidad mediante la destrucción de la perspectiva espacial de origen renacentista, organizando el espacio en función de una trama geométrica, con visión simultánea de los objetos, una gama de colores fríos y apagados, y una nueva concepción de la obra de arte, con la introducción del collage.

 

La figura principal de este movimiento fue Pablo Picasso, uno de los grandes genios del siglo XX, junto a Georges Braque, Juan Gris y Fernand Léger, así como Alexander Archipenko, Pablo Gargallo y Julio González en escultura. Una derivación del cubismo fue el orfismo de Robert Delaunay.

 

Futurismo: movimiento italiano que exaltó los valores del progreso técnico e industrial del siglo XX, destacando aspectos de la realidad como el movimiento, la velocidad y la simultaneidad de la acción. Destacan en pintura Giacomo Balla y Gino Severini, y Umberto Boccioni en escultura.

 

Dadaísmo: movimiento de reacción a los desastres de la guerra, el dadaísmo supuso un planteamiento radical del concepto de arte, que pierde cualquier componente basado en la lógica y la razón, reivindicando la duda, el azar, lo absurdo de la existencia. Esto se traduce en un lenguaje subversivo, donde se cuestionan tanto las temáticas como las técnicas tradicionales del arte, experimentando con nuevos materiales y nuevas formas de composición, como el collage, el fotomontaje y los ready-made. Destacan Hans Arp, Francis Picabia, Kurt Schwitters y Marcel Duchamp.

 

Surrealismo: con un claro precedente en la pintura metafísica (Giorgio de Chirico, Carlo Carrà), el surrealismo puso especial énfasis en la imaginación, la fantasía, el mundo de los sueños, con una fuerte influencia del psicoanálisis, como se percibe en su concepto de “escritura automática”, por la que intentan expresarse liberando su mente de cualquier atadura racional, mostrar la pureza del inconsciente. La pintura surrealista se movió entre la figuración (Salvador Dalí, Paul Delvaux, René Magritte, Max Ernst) y la abstracción (Joan Miró, André Masson, Yves Tanguy). En escultura destacan Henry Moore, Constantin Brâncuşi, Alberto Giacometti y Alexander Calder.

 

Arte abstracto: cuestionado el concepto de realidad por las nuevas teorías científicas, y con el surgimiento de nuevas tecnologías como la fotografía y el cine, que ya se encargan de plasmar la realidad, se produce la génesis del arte abstracto: el artista ya no intenta reflejar la realidad, sino su mundo interior, expresar sus sentimientos. El arte pierde todo aspecto real y de imitación de la naturaleza para centrarse en la simple expresividad del artista, en formas y colores que carecen de cualquier componente referencial. Iniciado por Vasili Kandinski, fue desarrollado por el movimiento neoplasticista (De Stijl), con figuras como Piet Mondrian y Theo Van Doesburg.

 

Constructivismo: surgido en la Rusia revolucionaria, es un estilo comprometido políticamente que pretende a través del arte realizar una transformación de la sociedad, mediante una reflexión sobre las formas puras artísticas concebidas desde aspectos como el espacio y el tiempo, que generan una serie de obras de estilo abstracto, con tendencia a la geometrización. Destacan Vladímir Tatlin, Lissitzky, Anton Pevsner y Naum Gabo. Una variante fue el suprematismo de Kasimir Malevich.

 

 

Liberación de 1001 globos azules, “escultura aerostática” de Yves Klein. Las últimas tendencias han sido propensas a un arte más desmaterializado, donde importa más el concepto, el mensaje, la acción.

 

Últimas tendencias (1945-Actualidad):

 

Informalismo: conjunto de tendencias basadas en la expresividad del artista, renunciando a cualquier aspecto racional del arte (estructura, composición, aplicación preconcebida del color). Incluye diversas corrientes como el tachismo, el art brut y la pintura matérica. Destacan Georges Mathieu, Hans Hartung, Jean Fautrier, Jean Dubuffet, Antoni Tàpies, Lucio Fontana, Antonio Saura, Manolo Millares, etc. En escultura cabe citar a Jorge Oteiza, Pablo Serrano y Eduardo Chillida. En Estados Unidos se desarrolló el expresionismo abstracto, caracterizado por la utilización de la técnica del dripping, el chorreado de pintura sobre la tela, sobre la que intervenía el artista con diversos utensilios o con su propio cuerpo. Entre sus miembros figuran Jackson Pollock, Mark Rothko, Franz Kline y Willem de Kooning.

 

Pop-art: surgió en Estados Unidos como movimiento de rechazo al expresionismo abstracto, englobando una serie de autores que vuelven a la figuración, con un marcado componente de inspiración popular, tomando imágenes del mundo de la publicidad y de los medios de comunicación de masas. Con un precedente en el llamado New Dada (Robert Rauschenberg, Jasper Johns), destacaron en el pop-art Andy Warhol, Roy Lichtenstein, Tom Wesselmann, James Rosenquist, Eduardo Paolozzi, Richard Hamilton y, en escultura, Claes Oldenburg.

 

Nuevo realismo: movimiento francés inspirado en el mundo de la realidad circundante, del consumismo y la sociedad industrial, del que extraen –al contrario que en el pop-art– su aspecto más desagradable, con especial predilección por los materiales detríticos. Sus representantes fueron Arman, César Baldaccini, Yves Klein, Jean Tinguely, Piero Manzoni, etc.

 

Arte cinético: también llamado op-art (‘arte óptico’), es un estilo que pone énfasis en el aspecto visual del arte, especialmente en los efectos ópticos, que son producidos bien por ilusiones ópticas (figuras ambiguas, imágenes persistentes, efecto de moiré), bien mediante el movimiento o los juegos de luces. Destacan Víctor Vasarely, Jesús Rafael Soto, Yaacov Agam, Julio Le Parc, Eusebio Sempere, etc.

 

Arte de acción: son diversas tendencias basadas en el acto de la creación artística, donde lo importante no es la obra en sí, sino el proceso creador, en el que además del artista interviene a menudo el público, con un gran componente de improvisación. Engloba diversas manifestaciones artísticas como el happening, el fluxus la performance, el environment, la instalación, etc. Entre sus figuras destacan Joseph Beuys, George Maciunas, Allan Kaprow, Wolf Vostell, Yōko Ono, Nam June Paik, etc.

 

Videoarte aparece en los años 1960 con artistas como: Nam June Paik, Joseph Beuys, Wolf Vostell, Charlotte Moorman entre otros.

 

Minimalismo: con un antecedente en la Nueva abstracción (o Abstracción postpictórica) el minimalismo fue una corriente que supuso un proceso de desmaterialización que desembocaría en el arte conceptual. Son obras de carácter abstracto, de acusada simplicidad, reducidas a un mínimo motivo, depurado al planteamiento inicial del autor, la base sobre la que habría desarrollado la idea que, sin embargo, queda plasmada en su fase inicial. Destacaron los pintores Robert Mangold y Robert Ryman, y los escultores Carl Andre, Dan Flavin, Donald Judd y Sol LeWitt.

 

Hiperrealismo: como reacción al minimalismo surgió esta nueva corriente figurativa, caracterizada por su visión superlativa y exagerada de la realidad, que es plasmada con gran exactitud en todos sus detalles, con un aspecto casi fotográfico. Destacan Chuck Close, Richard Estes, Antonio López García y, en escultura, George Segal, famoso por sus figuras humanas en yeso.

 

Arte conceptual: tras el despojamiento material del minimalismo, el arte conceptual renuncia al sustrato material para centrarse en el proceso mental de la creación artística, afirmando que el arte está en la idea, no en el objeto. Incluye diversas tendencias: el arte conceptual lingüístico, el más purista de la conceptualidad, centrado en la relación arte-lenguaje (Joseph Kosuth); el arte povera, centrado en las instalaciones, generalmente de materiales detríticos (Mario Merz, Jannis Kounellis); el body-art, con el cuerpo humano como soporte; el land-art, que utiliza la naturaleza como soporte, con un marcado componente efímero; el bio-art, que usa técnicas biológicas; etc.

 

Arte postmoderno: por oposición al denominado arte moderno, es el arte propio de la postmodernidad. Asumen el fracaso de los movimientos de vanguardia como el fracaso del proyecto moderno: las vanguardias pretendían eliminar la distancia entre el arte y la vida, universalizar el arte; el artista postmoderno, en cambio, es autorreferencial, el arte habla del arte, no pretenden hacer una labor social. Destacan artistas individuales como Jeff Koons, David Salle, Jean-Michel Basquiat, Keith Haring, Julian Schnabel, Miquel Barceló, etc.; o también diversos movimientos como la transvanguardia italiana, el neoexpresionismo alemán, el neomanierismo, la figuración libre, etc.