Entrevista con Javier Alonso: "la entrada en Jerusalén el Domingo de R
Bienes arqueológicos, paleontológicos

Entrevista con Javier Alonso: "la entrada en Jerusalén el Domingo de Ramos es una declaración político-mesiánica que Roma no podía pasar por alto"

 

 

24/12/2013 Fuente mediterraneoantiguo. Jesús de Nazaret ha sido probablemente uno de los personajes más influyentes de la historia, hasta el punto de que buena parte de la humanidad le considera una divinidad. Este carácter sagrado ha sumergido en el anonimato buena parte de su historia personal, de su personalidad histórica, que permanece oculta entre los velos del mito. Aprovechamos estas fechas navideñas, en las que la cristiandad celebra su nacimiento, para profundizar más en el Jesús histórico. Lo hacemos de la mano del historiador Javier Alonso López, especialista en el mundo hebreo y autor de obras como La última semana de Jesús, editada por Oberon.

 

 

Pregunta - La cristiandad celebra estos días el nacimiento de Jesús, que marca todavía hoy nuestro calendario, pero ¿sabemos realmente cuándo nació Jesús?

Respuesta - Los llamados Evangelios de la Infancia, es decir, las narraciones de los dos primeros capítulos de Mateo y los tres primeros de Lucas, son elaboraciones tardías que pretenden construir unas circunstancias de nacimiento e infancia de Jesús acordes con lo que de él ya se cree años después de su muerte: que es hijo de Dios, nacido de una virgen y que es el Mesías que esperaba Israel y se anunciaba en el Antiguo Testamento. Son, por lo tanto, más teológicos que históricos. Sin embargo, hay datos que podrían aceptarse como ciertos, como el hecho de que Jesús naciese en los últimos años de reinado de Herodes el Grande (37-4 a. C.). Sin poder precisar demasiado, resultaría aceptable afirmar que Jesús nació, quizás, entre el año 6 y el 4 antes de nuestra era.

 

Pregunta - ¿Qué podemos decir de su infancia a nivel histórico?

 

 Respuesta - A los primeros cristianos no les preocupó demasiado esta cuestión, pues pensaban que el fin del mundo era inminente y lo importante del mensaje de Jesús se encontraba en su predicación y, sobre todo, en la interpretación de su muerte en la cruz. Todos los relatos sobre la infancia de Jesús son relativamente muy tardíos, con muy poca o ninguna base histórica, y se limitan a desarrollar hasta el infinito una serie de mínimas informaciones o asunciones teológicas que se presentan en los Evangelios: por ejemplo, las circunstancias milagrosas de su nacimiento, una estancia más o menos prolongada en Egipto y las excepcionales cualidades de un niño que, desde el primer momento, parecía tener su destino perfectamente claro. De ahí a que los hechos fuesen tal y como nos los cuentan los Evangelios apócrifos de la infancia, como el Evangelio árabe de la infancia, el Pseudo Tomás o el Protoevangelio de Santiago, hay un largo trecho. Creo que lo más honrado es decir que, desde el punto de vista histórico, no podemos saber prácticamente nada de Jesús, salvo, quizás, que era judío, de Nazaret, que su padre se llamaba José, su madre María y que tenía varios hermanos.

 

Pregunta - Precisamente acabas de tocar un tema muy controvertido. El hecho de que pudiera tener hermanos (Juan y Santiago) e incluso estar casado (María Magdalena) ha generado mucho debate ¿qué fundamentos tienen estas teorías?

Respuesta - Tanto Mateo (12, 46 y 13, 55), como Marcos (3, 31-35 y 6, 3) mencionan con absoluta naturalidad este hecho. Jesús tenía cuatro hermanos, Santiago (su nombre hebreo sería Jacob), José, Judas y Simón, y un número indeterminado de hermanas. El problema surge cuando, años después de la muerte de Jesús, comienza a interpretarse la profecía de Isaías 7, 14 (“He aquí que una muchacha dará a luz un hijo), pero, en lugar de tomar el texto hebreo original, se hace a partir de la incorrecta traducción griega de los LXX (“una virgen dará a luz un hijo”). Sin embargo, tanto en los Evangelios (entre otros Lc 4, 22 o Jn 1, 45) como en los textos cristianos más antiguos, las cartas de Pablo (por ejemplo, Gál 4, 4 y Rom 1, 3), encontramos numerosos indicios de que los contemporáneos de Jesús pensaban que su nacimiento había sido normal. La teoría de que la palabra hebrea que designaba a un hermano también podía referirse a un primo no tiene peso en este caso, pues los Evangelios fueron redactados directamente en griego, lengua en la que el término adelphós utilizado en los Evangelios designa clara e inequívocamente a un hermano.

 

 

Pregunta - Una de las pocas referencias históricas a la figura de Jesús la encontramos en la obra de Flavio Josefo, el historiador judío que luchó contra Roma en Jotapata, pero luego se cambió de bando ¿hasta qué punto es fiable esta fuente?

Respuesta - Flavio Josefo es un historiador judío de finales del siglo primero de nuestra era. Preguntarnos si es fiable nos remitiría, entre otras cosas, a su biografía, por la que sabemos que durante la primera guerra judía contra Roma, comenzó siendo el jefe de los rebeldes en Galilea y acabó convertido en una especie de consejero y observador muy próximo a Vespasiano y Tito. Sus contemporáneos lo consideraron en muchos casos un traidor. Respecto al llamado Testimonium Flavianum, es decir, la mención que Josefo hace de Jesús en su obra Antigüedades Judías XVIII, 63-64, debo confesar que no soy un experto en el tema. En cualquier caso, me parece improbable que la mención sea original de Josefo en su totalidad, lo que implicaría que admitía la condición de Jesús como Cristo. Quizás Josefo mencionó a Jesús en un tono más neutro o incluso con una opinión negativa y, posteriormente, algún escriba cristiano modificó el Testimonium Flavianum para adecuarlo a su gusto y presentarlo como un argumento extrabíblico de la existencia y el carácter divino del Nazareno.

 

Pregunta - ¿Podemos llegar a saber realmente qué hay de cierto en las declaraciones atribuidas a Jesús en los Evangelios y qué hay de creación posterior?

Respuesta - Entre los que se ocupan de estas cuestiones hay difeentes posturas sobre la posibilidad de llegar a saber cuáles fueron las ipsissima verba Iesu, es decir, las autenticas palabras de Jesús, y las opiniones varían desde un crédito muy amplio a los textos de los Evangelios hasta la declaración de imposibilidad absoluta. Creo que, como suele ocurrir, la virtud está en el término medio. No debemos considerar propias de Jesús todas las palabras que se le atribuyen en los Evangelios, pero sí hay formas de discernir cuáles de ellas tiene más probabilidades de ser auténticas. Por ejemplo, todo aquel acto o mensaje de Jesús que vaya en contra del dogma cristiano tiene grandes posibilidades de ser cierto, y sólo se explica su pervivencia en los textos por la certeza que tenían los autores de que se trataba de una tradición fiable o cierta sobre Jesús. El hecho de que Jesús recibiese un bautismo de penitencia (Mc 1, 4) por parte de Juan a pesar de que el dogma afirma que nació libre de pecado, o el famoso “¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15, 34), que muestra debilidad y dudas en un ser presuntamente divino, o la afirmación de Jesús en el sentido de ignorar cuándo llegaría el fin del mundo (Mc 13, 32). No es casual que la mayoría de estos ejemplos “incómodos” se encuentren en el Evangelio de Marcos, el más antiguo y, por lo tanto, el que menos elaboración teológica sufrió.

 

 

Pregunta - ¿Era Jesús un celota, como han apuntado algunos estudiosos?

Respuesta - Los celotas estaban, desde el punto de vista ideológico y religioso, muy próximos a los fariseos: compartían con ellos sus creencias en la venida de un mesías y en la resurrección, mantenían distancias con la élite sacerdotal saducea, no eran literalistas en la interpretación de la ley y se mostraban contrarios a la ocupación de la tierra de Israel por parte de exranjeros y a sus novedades/imposiciones culturales. Sin embargo, les distinguía de ellos el convencimiento de que debían ayudar a que llegase cuanto antes el reino de Dios, y para ello se sentían autorizados al empleo de la violencia. En el caso de Jesús, hay ciertos puntos que lo ponen en relación con esta corriente: entre sus seguidores se cuenta Simón el celota, así como dos hombres apodados “hijos del trueno”. También encontramos en los Evangelios varios episodios en los que percibimos el ruido de sables, como la violencia que rodea el prendimiento, o el tumulto/motín al que se alude como si el lector debiera saber de qué se trata (Mac 15, 7). Ciertas palabras de Jesús resultan incómodas por su ambigüedad respecto a la violencia, en especial el hecho de que, después de la agresión de uno de sus seguidores a un esclavo, no condene el empleo de la fuerza (Mc 14, 46-49). Creo que los defensores de esta teoría tienen, por lo menos, parte de la razón en sus argumentos, aunque pienso que Jesús fue mucho más que un “apóstol de la degollina”. En mi opinión, fue un profeta de formación farisea que predicó la preparación de los hombres ante lo que él consideraba que era el inminente final de los tiempos y que se consideraba elegido para esa misión. No era un celota, pero su actitud frente a la violencia resulta a veces poco clara y profundamente incómoda para el dogma cristiano posterior.

 

Pregunta - La crucifixión era un castigo reservado generalmente a los enemigos políticos de Roma. Fernando Bermejo ha publicado recientemente un estudio sobre la posibilidad de que Jesús hubiera sido crucificado junto con otros colaboradores ¿no apuntan estos indicios a que la entrada de Jesús en Jerusalén que nos relatan los Evangelios fuera en realidad una rebelión que tuvo que ser reprimida por la fuerza?

 

 Respuesta - No tengo ningún problema en admitir la tesis de mi amigo Fernando Bermejo. De hecho, Eugenio Gómez me sugirió hace tiempo la misma idea y así la reflejé en mi libro La última semana de Jesús (Madrid, 2004). La entrada en Jerusalén el Domingo de Ramos es una declaración político-mesiánica que las autoridades romanas no podían pasar por alto, y otro tanto ocurre con el tema del tributo al emperador. Ambos casos constituyen delitos de sedición contra Roma que conducen a Jesús a la cruz. Los que murieron junto a Jesús eran, según Mateo y Marcos, lestais, un vocablo griego mal traducido como “ladrones”, pues, en realidad, significa “sediciosos”, es decir, personas que, igual que Jesús, han cometido un delito contra la autoridad romana. Lucas, sin embargo, cambia esta palabra por kakurgoi, que designa un tipo de maldad moral, no política. Que unos hombres a punto de morir se dediquen a insultar al que está crucificado a su lado en lugar de volcar su frustración contra los romanos sólo se explica si ese crucificado, Jesús, es el responsable de su destino, el hombre al que han seguido creyendo que era el Mesías de Israel y que, en su fracaso, los ha arrastrado con él hasta la cruz.

 

Pregunta - ¿Cuándo se gesta el episodio de la resurrección?

Respuesta - Los textos más antiguos del Nuevo Testamento son las cartas de Pablo, en concreto las que se consideran auténticas (Rom, 1 y 2 Cor, Flp, Gál, 1 Tes, Fil) y no pseudónimas. Aproximadamente en el año 57 d. C., Pablo expone su creencia en la resurrección (1 Cor 15, 3-8) pero no ofrece ningún detalle concreto sobre la misma. Parece más una cuestión de fe que un testimonio histórico. Sin embargo, poco después del año 70 d. C., el Evangelio de Marcos, el más antiguo, ya presenta una versión de los hechos en la que ya aparece un sepulcro vacío, el testimonio de la mujeres y la presencia de ángeles.  Poco después, quizás un decenio, Mateo introduce una guardia romana en la puerta del sepulcro y la presencia de Pedro como testigo de prestigio y fiabilidad incuestionable. Parece que el relato se va elaborando poco a poco, añadiendo nuevos detalles a medida que los exige la necesidad de responder a las preguntas de los fieles sobre las circunstancias de un hecho tan sorprendente. Al fin y al cabo, el deseo de conocer todos los detalles es un rasgo plenamente humano en cualquier época.

 

 

Pregunta - ¿En qué momento pasa Jesús de ser un personaje histórico a una divinidad?

Respuesta - En el momento en el que los seguidores de Jesús sienten la necesidad de explicar lo que, a primera vista, parece un monumental fracaso: la muerte en la cruz. Comienza una revisión, por una parte, de lo que se sabe de Jesús y, por otra, de los textos del Antiguo Testamento, en busca de respuestas. La clave se encuentra en la reinterpretación de cierta terminología como “Hijo de Dios” o "Hijo del Hombre” atribuyendo a estos términos valores divinos que no tenían en su concepción original. No era lo mismo participar en cierto grado de la divinidad que ser hijo biológico de Dios, y no era lo mismo ser un “hijo de hombre”, es decir, un ser de carne y hueso, que pensar que ese título se refería a un ser divino que anuncia el reino de Dios. La resurrección como un hecho físico constatable y los relatos milagrosos alrededor de la concepción, nacimiento e infancia de Jesús completan el cuadro de un judío de carne y hueso del siglo primero que se convierte en el hijo de Dios.