De la Puna al Universo: ya hace un año que murió Héctor Tizón
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De la Puna al Universo: ya hace un año que murió Héctor Tizón

 

 

31/07/2013 Fuente revistaenie. Instalado en su lugar en el mundo, y sin pintoresquismo, cruzó las fronteras en su obra. Lo comparan con Rulfo.

 

Hay comienzos de novela que conectan de una forma intempestiva con la vida del lector. Este inicio de La casa y el viento, de Héctor Tizón, es uno de esos inicios que marcan: “… todas mis partidas fueron fugas. Creo que es la única forma de irse. Pero antes de huir quería ver lo que dejaba, cargar mi corazón de imágenes para no contar ya mi vida en años, sino en montañas, en gestos, en ternuras, en furores, en penas y alegrías…” Hoy se cumple un año de la muerte del autor de una treintena de novelas, ensayos y memorias que contaron la Puna, pero hablaron del mundo. El mismo Tizón se refería así a su territorio geográfico nativo, ubicado en el extremo norte de la Argentina, que fue su patria literaria: “La Puna de Tizón es una experiencia, sobre todo una invención ”.

 

Héctor Tizón decía, habiendo viajado bastante, que un escritor no necesitaba irse para encontrar lo que buscaba. Había nacido en Rosario de la Frontera, Salta, en 1929. Formó parte del grupo de artistas de “La carpa” quienes, desde el Norte trascendieron el localismo. Y fue también un hombre de Derecho, pues llegó a juez de la Corte Suprema de Jujuy. Allí, en Jujuy, lo encontró la muerte.

 

Su obra recorre los grandes temas de la condición humana y se inscribe dentro de la universalidad. Si su territorio geográfico inicial fue Yala, entre la Puna y las yungas jujeñas, más tarde no precisó físicamente de aquel pueblo para escribir. Lo hacía en todas partes, con Yala en el corazón, y siempre minucioso con la lengua, la patria de todo escritor.

 

Con motivo del primer aniversario de su muerte, la editorial Alfaguara reedita todos los libros del autor de Fuego en Casabindo en edición normal, lo que equivale a darle a Tizón un lugar prominente en su fondo editorial.

 

El cantar del profeta y el bandido, Luz de las crueles provincias, La mujer de Strassser, Extraño y pálido fulgor, El viejo soldado, La belleza del mundo y El hombre que llegó a un pueblo, entre otras, están entre las novelas disponibles.

 

También están reeditados sus Cuentos completos, publicados entre 2006 y 2013 y sus dos memorias: El resplandor de la hoguera y Memorial de la Puna.

 

“Tizón, el hombre de la Puna, reescribió como nadie la memoria de los ancestros, la más antigua música de las palabras, las voces que lo traspasaban en tanto criatura de un lugar preciso en el mundo, pero que se vuelve centro cósmico desde su imaginario creador”, dijo la escritora María Rosa Lojo, la autora de Bosque de ojos.

 

Y agregó que “en muchos aspectos, por el carácter coral y lírico de sus relatos, por los ámbitos elegidos, por la familiaridad con los fantasmas, por la confluencia de sus símbolos con el horizonte del mito, podría decirse que fue nuestro Juan Rulfo”. Para Lojo “la brevedad y la condensación poética caracterizan la prosa” de Tizón que, desde el cuento y la novela, “se avecina a la música”.

 

También Tununa Mercado conoce bien la obra del escritor jujeño: “Fue un narrador que sabía llevar la escritura sin plegarse a ningún curso canónico y, sin embargo, era un clásico. Sus historias eran de él y salían de él, con la pericia de su mano y el dominio de la lengua;  un castizo del norte, que algo quiere decir en este país que suele hablar y modular sin el pasado compuesto, ni el pluscuamperfecto, ni otros modos verbales”.

 

Recuerda la autora de Yo nunca te prometí la eternidad que Tizón “contaba y regalaba sus relatos. Y conocía, por su compromiso humanista, todo lo que había pasado en la Guerra de España, dilucidando las contradicciones que llevaron a la derrota de la República. Fue un hombre libre”.

 

Graciela Speranza, quien escribió un notable ensayo sobre las Obras escogidas de Tizón, eligió esas mismas palabras para referirse a su literatura: “Como ningún otro escritor argentino, Tizón encontró una forma personal de fidelidad a su historia y a su geografía, despojada de pintoresquismo y nostalgia folklórica. Es posible que el exilio, la filosofía del derecho o la imparcialidad del juez hayan ahondado esa familiaridad distanciada.

 

Pero también lo hicieron las lecturas”.

 

La obra de Tizón se completa con artículos y ensayos recopilados en Tierras de frontera y No es posible callar.