“Todo el bienestar económico chileno beneficia sólo al uno por ciento de la población”
De interés general

“Todo el bienestar económico chileno beneficia sólo al uno por ciento de la población”

 

 

En “Fuerzas Especiales”, décima novela de Diamela Eltit, la protagonista es una prostituta que usa el espacio del cíber para el comercio sexual en una población que vive bajo el hostigamiento  policial. “En Chile hay algo destructivo con las escritoras emergentes”, dice la autora.

 

14/07/2013 Fuente revistaenie. Un pequeño perro hiperquinético salta de un lado a otro en el recibidor de la apacible casa de Diamela Eltit. En una sala con ventanales y con vista a un patio interior, la escritora apura el primer café de la mañana antes de comenzar la entrevista.

 

Su mirada lúcida parece intacta. Esa que siempre está en la vereda de la crítica social y así lo avalan Lumpérica (1983), Mano de obra (2002) e Impuesto a la carne (2010). Relajada, repasa varios temas, entre ellos la representatividad femenina en la literatura y apunta a los escritores a quienes llama “la pandilla”. Para ella es un patrón que se repite y que tiende a silenciar a las nuevas narradoras chilenas.

 

En Fuerzas Especiales (Seix Barral), que ya es su décima novela, la protagonista es una joven de un barrio marginal que se prostituye por muy poco dinero. Su padre está cesante y su madre agoniza. Pero con estas palabras que usó para el título, visibiliza a las Fuerzas Especiales (grupo especializado de Carabineros) que desalojan estudiantes de los colegios en toma,  la misma unidad encargada de los allanamientos en las comunidades mapuches. Pero aclara que también alude a las fuerzas que se necesitan para resistir en una población periférica y sus espacios habitacionales minúsculos. Allí, la prostituta está inmersa en el cíber como escape, un espacio oscuro y opresivo de comercio sexual. “Voy al cíber como mujer a buscar en las pantallas mi comida. Todos se comen. Me comen a mí también, me bajan los calzones frente a las pantallas. O yo misma me bajo mis calzones, me los bajo atravesada por el resplandor magnético de las computadoras”.

 

Otra vez, la violencia y las marcas que deja en el cuerpo, son las claves de Diamela Eltit y su lenguaje es la navaja afilada con la que relata la brutalidad en medio de anhelos familiares, enfermedades y el asedio policial. Allí se castiga como en la realidad. Chile como una tierra signada por contextos represivos, que a veces, parecen cíclicos.

 

-Llama la atención la contingencia del título Fuerzas Especiales, el día anterior al lanzamiento del libro, Carabineros  reprimió y desalojó a  los  estudiantes de los colegios que estaban en toma.

 

-En realidad, jugué con la ambigüedad del título, por un lado muy elocuente para la historia del país, hoy se llama Fuerzas Especiales lo que antes se llamaba Grupos Móviles. Esto siempre ha estado vigente en los escenarios sociales, en las rebeliones obreras, en las huelgas, pero también pensé en las fuerzas especiales que se requieren para resistir ciertas condiciones de vida. Entonces, no es solamente una referencia a las Fuerzas Especiales de Carabineros como un escenario, también aludo al registro de otras vidas que necesitan de estas fuerzas para sobrevivir en sus contextos.

 

-Esta policía que actúa como esbirros del poder, se dijo en la presentación de su novela…

 

-Son fuerzas represivas del Estado y son normalmente sacadas de esos espacios, ahora hay que entender que existe un fascismo popular, que los sujetos no son homogéneos y que más allá de los lugares sociales en que se encuentren, ellos representan las fuerzas represivas. La historia ha demostrado que existe de manera bien poderosa un fascismo popular, un sujeto que internaliza las voces de los dominadores y actúa como dominador, de esa manera se fuga de su condición de subalterno (…) ¿Cuánto tiempo lleva intervenida por la policía la población La Legua? Otro ejemplo es la muerte del joven mapuche Matías Catrileo, a él lo mataron por la espalda. Esto es el síntoma de una ley que está al límite de un crimen estatal.

 

-En Fuerzas Especiales se presenta el cíber como espacio de consumo de intercambio sexual. ¿Por qué lo eligió como escenario?

 

-Es una vía,  un flujo que ingresa y que hace posible accesos para un grupo que tradicionalmente no cuenta con tecnologías y en ese sentido me parece interesante que exista.  No hay una persona que no haya pasado por un cíber por el motivo que sea, es un espacio transversal. Aún en la condición de vulnerabilidad de esos sectores, hay globalización. Esa gente compra en la feria, compra duplicados e imitaciones, es un nuevo sujeto que tiene una vulnerabilidad muy alta, aunque tenga nuevos conocimientos. En el cíber hay muchos mundos oscuros, hay encuentros y quise ponerme en ese lugar y  de cómo funciona como sitio de intercambio sexual.

 

La escritura como tumba

 

Eltit es profesora de la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM) y también imparte clases  de escritura creativa en la Universidad de Nueva York. Premio José Donoso 2010 y finalista del Rómulo Gallegos el 2011, los reconocimientos siguen. La semana pasada, la Universidad norteamericana de Princeton cerró la compra de sus archivos para conservarlos, material que se compone de manuscritos, cartas y fotografías. "Se separa al autor de la obra, creen que mi obra va a sobrevivir a mí”, confiesa Eltit. Pero es modesta, prefiere no extenderse en esa respuesta y pasa rápido a otros temas.

 

-A 40 años del golpe en Chile. ¿Es esa pobreza tan violenta la marca más profunda de la dictadura?

 

-Si bien hay ciertos progresos en las mediciones internacionales que ubican a Chile en un lugar muy favorable, tenemos una peste social de gran envergadura que es la desigualdad y es la más grande de la historia. Es ahí donde está el sello más rotundo y si bien se pueden haber reducido los niveles de pobreza, el punto es que la desigualdad ha crecido. Todo el bienestar económico chileno beneficia a un uno por ciento de la población. Y entre ese último beneficiado hay un abismo con este otro grupo. En Chile no hay límite para la riqueza, es un laboratorio del neoliberalismo, no hay otro que tenga ese valor en la atención de salud y que no tenga Universidad pública y gratuita. Esas son las articulaciones de la Constitución de Pinochet.

 

-Ya se dio a conocer la iniciativa de la universidad de Princeton de conservar sus escritos…

 

- Eso se cerró esta semana, las universidades americanas conservan algunos materiales de autores para investigación, para que pueda ser consultado si se quiere seguir una línea de trabajo. Esa Universidad apuesta que la obra va a sobrevivir tu muerte biológica. No creo mucha en la trascendencia, no soy fetichista, no me considero una persona importante y no hay nada más aburrido que una persona ensalzándose. Tengo claro que no hay que sobredimensionar el hecho,  pero es estimulante que se esté coleccionando obras de escritores latinoamericanos. Mis  archivos son muy precarios, son libretas, blocks  y cartas que están más cerca de cachureos. Por otro lado, los franceses siempre han hablado de la escritura como tumba.

 

-¿Cómo ve a los escritores jóvenes en Chile?

 

- Hay una línea novelística muy marcada, pero también controles discursivos muy influyentes y equivocados que se van repitiendo. Tenemos escritores y escritoras contundentes desde hace mucho tiempo, pero en un nivel de género muy prehistórico como el nuestro, existe el escritor pandillero, la pandilla.  Por otro lado, me gusta que la gente amplíe esa línea más allá de la trazada por el mercado de agentes literarios y editoriales. Le tengo desconfianza a la escritura de consenso. Allí, prefiero las fugas, sin desconocer que puede haber cosas interesantes. Siempre voy a preferir la literatura en una dosis de contracorriente y locura, entonces en ese sentido, no hay nadie que me resulte un escritor perturbador. Los problemas que veo son otros, grupos de poder dentro de lo literario que tienen contactos y ordenan también lo mediático en un dirección, pero tal vez lo más complicado, es la negación de las escritoras. Hay algo destructivo ahí, sobre todo con las emergentes. La falta de democracia mental en los escritores jóvenes, a veces me recuerda a los viejos más viejos del mundo literario.