La Dama Boba 1. Primer Acto
Autor: Lope de Vega
Fuente: ciudadseva.
Personas que hablan en ella:
LISEO, caballero galán
TURÍN, lacayo
LEANDRO, estudiante
OCTAVIO, viejo
MISENO, su amigo
DUARDO, caballero
FENISO, caballero
LAURENCIO, caballero galán
RUFINO, maestro
NISE, dama
FINEA, su hermana
CELIA, criada
CLARA, criada
PEDRO, lacayo
MÚSICOS
ACTO PRIMERO
Salen LISEO, caballero, y TURÍN, lacayo,
los dos de camino
LISEO: ¡Qué lindas posadas!
TURÍN: ¡Frescas!
LISEO: ¿No hay calor?
TURÍN: Chinches y ropa
tienen fama en toda Europa.
LISEO: ¡Famoso lugar en Illescas!
No hay en todos los que miras
quien le iguale.
TURÍN: Aun si supieses
la causa...
LISEO: ¿Cuál es?
TURÍN: Dos meses
de guindas y de mentiras.
LISEO: Como aquí, Turín, se juntan
de la corte y de Sevilla,
Andalucía y Castilla,
unos a otros preguntan:
unos de las Indias cuentan,
y otros, con discursos largos
de provisiones y cargos,
cosas que al vulgo alimentan.
¿No tomaste las medidas?
TURÍN: Una docena tomé.
LISEO: ¿E imágenes?
TURÍN: Con la fe
que son de España admitidas
por milagrosas en todo
cuanto en cualquiera ocasión
les pide la devoción
y el nombre.
LISEO: Pues, de ese modo,
lleguen las postas, y vamos.
TURÍN: ¿No has de comer?
LISEO: Aguardar
a que se guise es pensar
que a media noche llegamos;
y un desposado, Turín,
ha de llegar cuando pueda
lucir.
TURÍN: Muy atrás se queda
con el repuesto Marín;
pero yo traigo que comas.
LISEO: ¿Qué traes?
TURÍN: Ya lo verás.
LISEO: Dilo.
TURÍN: Guarda.
LISEO: Necio estás.
TURÍN: ¿De esto, pesadumbre tomas?
LISEO: Pues ¿para decir lo que es...?
TURÍN: Hay a quien pesa de oír
su nombre. Basta decir
que tú lo sabrás después.
LISEO: ¿Entretiénese la hambre
con saber qué ha de comer?
TURÍN: Pues sábete que ha de ser...
LISEO: ¡Presto!
TURÍN: Tocino fiambre.
LISEO: Pues ¿a quién puede pesar
de oír nombre tan hidalgo?
Turín, si me has de dar algo,
¿qué cosa me puedes dar
que tenga igual a ese nombre?
TURÍN: Esto y una hermosa caja.
LISEO: Dame de queso una raja;
que nunca el dulce es muy hombre.
TURÍN: Esas liciones no son
de galán, ni desposado.
LISEO: Aún agora no he llegado.
TURÍN: Las damas de corte son
todas un fino cristal;
transparentes y divinas.
LISEO: Turín, las más cristalinas
comerán.
TURÍN: ¡Es natural!
Pero esta hermosa Finea
con quien a casarte vas
comerá...
LISEO: Dilo.
TURÍN: No más
de azúcar, maná y jalea.
Pasaráse una semana
con dos puntos en el aire
de azúcar.
LISEO: ¡Gentil donaire!
TURÍN: ¿Qué piensas dar a su hermana?
LISEO: A Nise, su hermana bella,
una rosa de diamantes,
que así tengan los amantes
tales firmezas con ella;
y una cadena también,
que compite con la rosa.
TURÍN: Dicen que es también hermosa.
LISEO: Mi esposa parece bien;
si doy crédito a la fama.
De su hermana poco sé;
pero basta que me dé
lo que más se estima y ama.
TURÍN: ¡Bello golpe de dinero!
LISEO: Son cuarenta mil ducados.
TURÍN: ¡Bravo dote!
LISEO: Si contados
los llego a ver, como espero.
TURÍN: De un macho con guarniciones
verdes y estribos de palo,
se apea un hidalgo.
LISEO: ¡Malo,
si la merienda me pones!
Sale LEANDRO, estudiante, de camino
LEANDRO: Huésped, ¿habrá qué comer?
LISEO: Seáis, señor, bien llegado.
LEANDRO: Y vos en la misma hallado.
LISEO: ¿A Madrid...?
LEANDRO: Dejéle ayer,
cansado de no salir
con pretensiones cansadas.
LISEO: Esas van adjetivadas
con esperar y sufrir.
Holgara, por ir con vos
lleváramos un camino...
LEANDRO: Si vais a lo que imagino,
nunca lo permita Dios.
LISEO: No llevo qué pretender;
a negocios hechos voy.
¿Sois de ese lugar?
LEANDRO: Sí, soy.
LISEO: Luego podéis conocer
la persona que os nombrare.
LEANDRO: Es Madrid una talega
de piezas, donde se anega
cuanto su máquina pare.
Los reyes, roques y arfiles
conocidas casas tienen;
los demás que van y vienen
son como peones viles;
todo es allí confusión.
LISEO: No es Octavio pieza vil,.
LEANDRO: Si es quien yo pienso, es arfil,
y pieza de estimación.
LISEO: Quien yo digo es padre noble
de dos hijas.
LEANDRO; Ya sé quién;
pero dijérades bien
que de una palma y de un roble.
LISEO: ¿Cómo?
LEANDRO; Que entrambas lo son;
pues Nise bella es la palma;
Finea, un roble sin alma
y discurso de razón.
Nise es mujer tan discreta,
sabia, gallarda, entendida,
cuanto Finea encogida,
boba, indigna e imperfeta.
Y aun pienso que oí tratar
que la casaban...
Habla LISEO a TURÍN
LISEO: ¿No escuchas?
LEANDRO: Verdad es que no habrá muchas
que la puedan igualar
en el riquísimo dote;
mas ¡ay de aquel desdichado
que espera una bestia al lado!
Pues más de algún marquesote
a codicia del dinero,
pretende la bobería
de esta dama, y a porfía
hacen su calle terrero.
A TURÍN
LISEO: Yo llevo lindo concierto.
¡A gentiles vistas voy!
TURÍN: Disimula.
LISEO: Tal estoy
que apenas a hablar acierto.
En fin, señor, ¿Nise es bella
y discreta?...
LEANDRO: Es celebrada
por única, y deseada
por las partes que hay en ella
de gente muy principal.
LISEO: ¿Tan necia es Finea?
LEANDRO: Mucho sentís que lo sea.
LISEO: Contemplo, de sangre igual,
dos cosas tan desiguales...
Mas ¿cómo en dote lo son:
Que, hermanas, fuera razón
que los tuvieran iguales.
LEANDRO: Oigo decir que un hermano
de su padre la dejó
esta hacienda, porque vio
que sin ella fuera en vano
casarla con hombre igual
a su noble nacimiento,
supliendo el entendimiento
con el oro.
LISEO: Él hizo mal.
LEANDRO: ¡Antes bien!, porque con esto
tan discreta vendrá a ser
como Nise.
TURÍN; ¿Has de comer?
LISEO: Ponme lo que dices, presto.
Aunque ya puedo excusallo.
LEANDRO: ¿Mandáis, señor, otra cosa?
LISEO: Serviros. (¡Qué linda esposa!) Aparte
Vase LEANDRO
TURÍN: ¿Qué haremos?
LISEO: Ponte a caballo
que ya no quiero comer.
TURÍN: No te aflijas, pues no es hecho.
LISEO: Que me ha de matar, sospecho,
si es necia y propia mujer.
TURÍN: Como tú no digas "sí,"
¿quién te puede cautivar?
LISEO: Verla ¿no me ha de matar;
aunque es basilisco en mí?
TURÍN: No, señor.
LISEO: También advierte
que, siendo tan entendida
Nise, me dará la vida,
si ella me diere la muerte.
Vanse los dos
Salen OCTAVIO y MISENO
OCTAVIO: ¿Ésa fue la intención que tuvo Fabio?
MISENO: Parece que os quejéis.
OCTAVIO: ¡Bien mal emplea
mi hermano tanta hacienda! No fue sabio.
Bien es que Fabio, y que no sabio sea.
MISENO: Si en dejaros hacienda os hizo agravio,
vos propio lo juzgad.
OCTAVIO: Dejó a Finea,
a título de simple, tan gran renta
que a todos, hasta agora, nos sustenta.
MISENO: Dejóla a la que más le parecía,
de sus sobrinas.
OCTAVIO; Vos andáis discreto,
pues a quien heredó su bobería
dejó su hacienda para el mismo efeto.
MISENO: De Nise la divina gallardía,
las altas esperanzas y el conceto
os deben de tener apasionado.
¿Quién duda que le sois más inclinado?
OCTAVIO: Mis hijas son entrambas; mas yo os juro
que me enfadan y cansan, cada una
por su camino. Cuando más procuro
mostrar amor e inclinación a alguna,
si ser Finea simple es caso duro,
ya lo suplen los bienes de fortuna
y algunos que le dio Naturaleza,
siempre más liberal, de la belleza;
pero ver tan discreta y arrogante
a Nise, más me pudre y martiriza,
y que, de bien hablada y elegante,
el vulgazo la aprueba y soleniza.
Si me casara agora --y no te espante
esta opinión, que alguno lo autoriza--,
de dos extremos; boba o bachillera,
de la boba elección, sin duda, hiciera.
MISENO: ¡No digáis tal, por Dios!, que están sujetas
a no acertar en nada.
OCTAVIO: Eso es engaño;
que yo no trato aquí de las discretas;
sólo a las bachilleras desengaño.
De una casada son partes perfetas
virtud y honestidad.
MISENO: Parir cada año,
no dijérades mal, si es argumento
de que vos no queréis entendimiento.
OCTAVIO: Está la discreción de una casada
en amar y servir a su marido;
en vivir recogida y recatada,
honesta en el hablar y en el vestido;
en ser de la familia respetada,
en retirar la vista y el oído,
en enseñar los hijos, cuidadosa;
preciada más de limpia que de hermosa.
¿Para qué quiero yo que, bachillera,
la que es propia mujer concetos diga?
Esto de Nise por casar me altera;
lo más, como los menos, me fatiga;
resuélvome en dos cosas que quisiera;
pues la virtud es bien que el medio siga
que Finea supiera más que sabe,
y Nise menos.
MISENO: Habláis cuerdo y grave.
OCTAVIO: Si todos los extremos tienen vicio,
yo estoy, con justa causa, descontento.
MISENO: ¿Y qué hay de vuestro yerno?
OCTAVIO: Aquí el oficio
de padre y dueño alarga el pensamiento.
Caso a Finea; que es notable indicio
de las leyes del mundo, al oro atento.
Nise, tan sabia, docta y entendida,
apenas halla un hombre que la pida;
y por Finea, simple, por instantes
me solicitan tantos pretendientes,
del oro, más que del ingenio, amantes,
que me cansan amigos y parientes.
MISENO: Razones hay, al parecer, bastantes.
OCTAVIO: Una hallo yo, sin muchas aparentes,
y es el buscar un hombre en todo estado,
lo que le falta más, con más cuidado.
MISENO: Eso no entiendo bien.
OCTAVIO: Estadme atento.
Ningún hombre nacido a pensar viene
que le falta, Miseno, entendimiento,
y con esto no busca lo que tiene;
ve que el oro le falta y el sustento,
y piensa que buscalle le conviene,
pues como ser la falta el oro entienda,
deja el entendimiento y busca hacienda.
MISENO: ¡Piedad del cielo! Que ningún nacido
se queje de faltarle entendimiento.
OCTAVIO: Pues a muchos que nunca lo han creído,
les falta, y son sus obras argumento.
MISENO: Nise es aquésta.
OCTAVIO: Quítame el sentido
su desvanecimiento.
MISENO: Un casamiento
os traigo yo.
OCTAVIO: Casémosla; que temo
alguna necedad, de tanto extremo.
Vanse los dos. Salen NISE y CELIA, criada
NISE: ¿Dióte el libro?
CELIA: ¡Y tal que obliga
a no abrille ni tocalle!
NISE: Pues, ¿por qué?
CELIA: Por no ensucialle,
si quieres que te lo diga.
En cándido pergamino
vienen muchas flores de oro.
NISE: Bien lo merece Heliodoro,
griego poeta divino.
CELIA: ¿Poeta? Pues parecióme
prosa.
NISE: También hay poesía
en prosa.
CELIA: No lo sabía.
Miré el principio y cansóme.
NISE: Es que no se da a entender,
con el artificio griego,
hasta el quinto libro, y luego
todo se viene a saber;
cuanto precede a los cuatro.
CELIA: En fin, ¿es poeta en prosa?
NISE: Y de una historia amorosa,
digna de aplauso y teatro.
Hay dos prosas diferentes;
poética e historial;
la historial, lisa y leal,
cuenta verdades patentes,
con frase y términos claros;
la poética es hermosa,
varia, culta, licenciosa,
y escura aun a ingenios raros.
Tiene mil exornaciones
y retóricas figuras.
CELIA; Pues, ¿de cosas tan escuras
juzgan tantos?
NISE: No le pones,
Celia, pequeña objeción;
pero así corre el engaño
del mundo.
Salen FINEA, dama con unas cartillas,
y RUFINO, maestro
FINEA: ¡Ni en todo el año
saldré con esa lección!
CELIA: Tu hermana con su maestro.
NISE: ¿Conoce las letras ya?
CELIA: En los principios está.
RUFINO: ¡Paciencia, y no letras, muestro!
¿Qué es ésta?
FINEA: Letra será.
RUFINO: ¿Letra?
FINEA: Pues, ¡es otra cosa?
RUFINO: No, sino el Alba. ¡Qué hermosa Aparte
bestia!)
FINEA: Bien, bien. Sí, ya, ya;
el alba debe de ser,
cuando andaba entre las coles.
RUFINO: Ésta es "k". Los españoles
no la solemos poner
en nuestra lengua jamás.
Úsanla mucho alemanes
y flamencos.
FINEA: ¡Qué galanes
van todos éstos detrás!
RUFINO: Éstas son letras también.
FINEA: ¿Tantas hay?
RUFINO: Veintitrés son.
FINEA: Ahora vaya de lición;
que yo la diré muy bien.
RUFINO: ¿Qué es ésta?
FINEA: Aquésta no sé.
RUFINO: ¿Y ésta?
FINEA: No sé qué responda.
RUFINO: ¿Y ésta?
FINEA: ¿Cuál? ¿Ésta, redonda?
¡Letra!
RUFINO: ¡Bien!
FINEA: ¿Luego, acerté?
RUFINO: ¡Linda bestia!
FINEA: ¡Así, así!
Bestia, ¡por Dios!, se llamaba;
pero no se me acordaba.
RUFINO: Ésta es erre, y ésta es i.
FINEA: Pues, ¿si tú lo traes errado...?
NISE: (¡Con qué pesadumbre están!) Aparte>
RUFINO: Di aquí: b, a, n; ban.
FINEA: ¿Dónde vas?
RUFINO: ¡Gentil cuidado!
FINEA: ¿Que se van, no me decías?
RUFINO: Letras son. ¡Míralas bien!
FINEA: Ya miro.
RUFINO: B, e, n; ven.
FINEA: ¿Adónde?
RUFINO: ¡Adónde en mis días
no te vuelva más a ver!
FINEA: ¿Ven, no dices? Pues ya voy.
RUFINO: ¡Perdiendo el jüicio estoy!
¡Es imposible aprender!
¡Vive Dios, que te he de dar
una palmeta!
Saca una palmeta
FINEA: ¿Tú, a mí? 350
RUFINO: ¡Muestra la mano!
FINEA: Hela aquí.
RUFINO: ¡Aprende a deletrear!
FINEA: ¡Ay, perro! ¿Aquesto es palmeta?
RUFINO: Pues, ¿qué pensabas?
FINEA: ¡Aguarda!...
NISE: ¡Ella le mata!
CELIA: Ya tarda
tu favor, Nise discreta.
RUFINO: ¡Ay, que me mata!
NISE: ¿Qué es esto?
¿A tu maestro...?
FINEA: Hame dado
causa.
NISE: ¿Cómo?
FINEA: Hame engañado.
RUFINO: ¿Yo, engañado?
NISE: ¡Dila presto!
FINEA: Estaba aprendiendo aquí
la letra bestia y la k...
NISE: La primera sabes ya.
FINEA: Es verdad, ya la aprendí.
Sacó un zoquete de palo
y al cabo una media bola;
pidióme la mano sola
--¡mira que lindo regalo!--,
y apenas me la tomó,
cuando, ¡zas! la bola asienta,
que pica como pimienta,
y la mano me quebró.
NISE: Cuando el discípulo ignora,
tiene el maestro licencia
de castigar.