“Sin Confucio ni Mao, no quedó nada más que el dinero”
De interés general

“Sin Confucio ni Mao, no quedó nada más que el dinero” De interés general

 

 

20/08/2013 Fuente revistaenie. El escritor chino estadounidense Qiu Xiaolong se convirtió naturalmente en una de las estrellas del último festival BAN!. A sus policiales escenificados en Shangai les agrega poesía y una mirada sociológica sobre los años de transición económica en China.

 

“Fue culpa mía, el chef no era chino”, dice el escritor Qiu Xiaolong (Shangai, 1953) sobre su malograda experiencia en un restaurante oriental porteño. Por suerte, se desquitó con los churros. “Son parecidos a los nuestros, me gustaban mucho de chico”, recuerda. Poeta, traductor y amante de la buena cocina, como su personaje el inspector jefe Chen Cao, el escritor dice que en comida china no pasamos de lo que para ellos es fast food. Xiaolong vive en los Estados Unidos, donde emigró tras la masacre de Tiananmen, aprovechando una beca para estudiar a T. S. Eliot. Aún así, y siendo un aplomado crítico de la realidad socio política de su país, vuelve a China un par de veces al año. Lo dejan. Allí, sus libros llegan censurados, sin fechas, nombres ni contextos precisos, pero mantienen el tono de oscuro retrato sobre la acelerada transición político económica de la segunda potencia mundial. Habla del pasado, sufre y analiza la Revolución cultural (impulsada por Mao en 1966) que signó la persecución de su familia, pero sobre todo, marca las contradicciones de una economía de mercado imparable en un sistema unipartidista cuyos crujidos son minimizados por el trepidante crecimiento económico. Devenido en una de las estrellas del festival de novela policial BAN! Xiaolong, dio charlas y presentó su última novela traducida al español, El crimen del lago (Tusquets), que se suma a títulos como El caso Mao o Muerte de una heroína roja, policiales sociológicos con el tono particular de un poeta que cruza a Confucio con sus versos modernos.

 

¿Se considera un escritor americano?

 

Chino y americano, pero ni lo uno ni lo otro.

 

Como usted, el protagonista de sus novelas es poeta y traductor, pero tiene que trabajar de policía. Muestra su insatisfacción discursivamente, pero a la hora de actuar no se aparta del sistema, ¿sufrió usted esa misma contradicción?

 

Sí, antes de irme a EEUU soñaba con la posibilidad de hacer algo en China para quedarme en el sistema, cambiarlo desde adentro. Creí eso durante un tiempo, pero luego entendí que en China son otros quienes lo hacen todo, y a veces tienes que comprometerte, moverte en un área gris. Quería que mi personaje hiciera algo y al mismo tiempo que sobreviviera, por eso es un anti héroe.

 

Sobrevive porque siempre evalúa los riesgos, pero usted los cuenta, y va más allá…

 

Hasta hace unos años, cuando iba a China, tenía sentimientos encontrados. Veía todos los problemas, pero por otro lado, veía la mejora económica. En la ciudad de Shangai, cada año ves nuevas autopistas, y las condiciones de vida mejoran para la mayoría de la gente. Muchos intelectuales chinos como yo veíamos esa dualidad. Pero un intelectual debería ser más cínico, más pesimista, descreer de esta clase de futuro. La parte económica va bien, pero los problemas políticos y sociales cada vez son más.

 

Por las tradiciones de una sociedad milenaria, ¿el capitalismo chino podría ser distinto al estadounidense?

 

Sí, es diferente. Hay una expresión oficial usada en los diarios, dicen que es capitalismo primitivo, eso significa que no es materialista, y también que es menos humano. En este país, puedes hacer cualquier cosa con tal de obtener beneficios. Pero eso no es todo, en términos de ideología política no tenemos un sistema legal confiable, eso es un problema, porque acá o en EEUU el sistema es legalmente confiable, al menos puedes ver algo de justicia. Pero en China, si algo envuelve al partido comunista, si amenaza su posibilidad de mantenerse en el poder, es un secreto a voces que no pasará de allí.

 

Es paradójico. China es un país comunista amenazado por la lucha de clases, dicho en términos marxistas…

 

Gran paradoja.

 

¿Cómo se puede resolver esa contradicción?

 

Es una buena pregunta. Están resucitando las ideas de Mao, alguna gente incluso dice: “La Revolución cultural, bien!”. Y con Mao, todo el país era pobre.

 

Sus novelas son críticas de la revolución cultural, pero nostálgicas de los primeros tiempos del comunismo, ¿es una idea mía?

 

Creo que tienes razón, pero no es exactamente nostalgia. Pongámoslo así, durante muchos años el pueblo chino creyó en Confucio. Había algo en que creer y eso le daba sentido a todo lo que hacías. Después de que el Partido Comunista tomara todo el poder en 1949 la gente creyó en Mao, en Marx, otra vez, y no importaba si estaba bien o mal, pero al menos creías en algo. Tras la revolución cultural ¿en qué se podía creer? Sin Confucio ni Mao, no quedó nada sino el dinero. A mí me parece que está bien que la gente crea en algo, uno debería tener algún tipo de sistema de valores, pero en China todo corre al ritmo del dinero y el beneficio.

 

En sus libros esa oscuridad es evidente, ¿qué le dicen los lectores chinos?

 

Primero, no tienen acceso a las versiones sin censurar de mis libros; segundo, soy consciente de un cambio entre los lectores. Cuando mi  primer libro fue traducido al chino, hace como diez años, muchos se enojaron, pensaron que solo escribía sobre las partes oscuras de la sociedad, que debería escribir de todos los logros que ha tenido China, pero este tipo de opiniones cada vez son menos, y ahora me dicen que hice un trabajo muy honesto, así es como la gente empieza a cambiar, es algo, y me gusta.

 

Después de la Revolución cultural, Deng Xiaoping introdujo la economía de mercado en un marco ideológico comunista…

 

Xiaoping introdujo el mercado. Cuando yo era chico, los libros de la escuela contaban que eso era la explotación de la clase obrera, y ahora es simplemente algo más. En tiempos de Mao todo era del Estado, ahora es como acá, hay compañías del estado, compañías privadas… y tienes tu propia casa o departamento, muchas cosas son incluso más capitalistas que en EEUU. Pero ideológicamente aún hay un sistema unipartidista que controla todo. Sucede con los medios, no puede haber otras voces.

 

Pero el sistema no puede controlar Internet

 

Exacto, aunque el gobierno chino pone mucho dinero para hacerlo. El título en francés de mi nuevo libro de esta serie (sin traducción al español) es Cyber China. La gente toma de allí la información pese a las trabas del gobierno, que en cierto modo, son efectivas. Voy a China una o dos veces por año y no puedo usar Google o Facebook, no te lo permiten. Claro que hay gente que igual accede, los hackers, si lo necesitas, pero tengo que ser muy precavido, así que no los uso.

 

¿El inspector Chen descubre ese mundo?

 

Puede desafiar los controles del Partido, ya veremos si tiene éxito. Pero en este momento en China, donde la corrupción es un gran problema, la gente está haciendo un trabajo muy inteligente exponiendo esto, posteando las evidencias, fotos en la web, porque los diarios no lo van a publicar. Incluso si detectan y bajan la información, no importa, en cinco minutos ya lo vio todo el mundo. Es interesante.

 

Su inspector es siempre un mediador entre las viejas y nuevas generaciones, entre la vieja y la nueva China ¿es optimista respecto al futuro?

 

No, pero no soy pesimista tampoco, hay cosas que me sorprenden, por ejemplo esa lucha en Internet de los ciudadanos, la mayoría es gente joven, veinteañeros. Hay mucha gente que no cree en nada, pero no es lo general. La lucha de estos jóvenes en Internet es algo alentador.