"La creación poética de Pablo Neruda" 1 Ensayo le
de Pablo Neruda

"La creación poética de Pablo Neruda" 1  Ensayo leído en la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile el lunes 10 de agosto de 1964, durante el Ciclo de Conferencias sobre

 

 

Fuente Neruda.uchile. Pablo Neruda es un poeta que ha hecho de su vida la materia y la sustancia de su poesía, como bien lo ha subrayado Fernando Alegría. Y fue exacto el propio Neruda en 1943, cuando inició una conferencia suya con estas palabras

 

"Si ustedes me preguntan qué es mi poesía, debo decirles: no sé; pero si le preguntan a mi poesía, ella, les dirá quién soy yo".

 

En efecto, Neruda ha sido siempre el poeta de su propia vida, pero no a la manera de un biógrafo de sí mismo, sino realizando su vida a través de su poesía, quizás un poco a la manera de Whitman, de Victor Hugo o de Proust.

 

La poesía de Neruda no es un biografía anecdótica, aunque recoja a menudo la anécdota: es ante todo la historia de una conciencia humana en su proceso de integración, en su proceso de formación, de crecimiento y desarrollo, en sus orígenes, en su incorporación al mundo, en su vinculación cada vez más profundizada con la naturaleza, con los objetos, con los hombres, con la cultura, con el movimiento de la historia, con el sentido del esfuerzo humano, con el impulso del hombre hacia la plenitud.

 

Toda la obra de Pablo Neruda, desde sus comienzos, ha sido siempre el reflejo artístico y paralelo de la vida del poeta, determinada en cada paso por su circunstancia histórico-personal más concreta. Pero sucede que al comentar poéticamente el despliegue de su propia existencia, Neruda ha venido recogiendo las vidas de muchos otros hombres, por no decir la vida del hombre contemporáneo de América, con sus hechos, con sus objetos, con sus gestos y con sus esperanzas. A través de la sinceridad, y del manejo dialéctico de la razón y la intuición, Neruda ha logrado universalizar su personal y única experiencia hasta un nivel muy rara vez alcanzado en la literatura.

 

En esta ocasión nos ocuparemos de los modos de autorreferencia en la obra de Pablo Neruda. Esto es queremos mostrar hasta qué punto, dentro de una poesía tan coherente y consecuente como es la de Neruda, las referencias explícitas que el poeta hace respecto de sí mismo, las autoalusiones, van documentando también, como otros signos claves lo pueden hacer de un modo parecido, la historia y el desarrollo de la conciencia del mundo en Pablo Neruda.

 

Al hacerlo, queremos apoyarnos en tres pilares básicos de la obra de Neruda, y rogamos tenerlos en cuenta: 1) Es una poesía de fundamentación autobiográfica; 2) Es una poesía de realidades concretas, no sólo referida a los objetos o cosas (el "cosalismo" de que hablaba Mario Osses sino también a los hombres, a los países, a las instituciones, a los partidos políticos: una poesía llena de impurezas, por lo tanto, y afortunadamente; 3) Es una poesía concebida como quehacer, como trabajo, cómo actividad suprema y básica a través de la cual Neruda quiere realizarse en su existencia.

 

Así, las autorreferencias de Neruda, o alusiones explícitas que el poeta hace de sí mismo a lo largo de su obra, irán detallando y jalonando los intentos de Neruda por autodefinirse en relación con el mundo concreto que lo rodea. Pero estos intentos no obedecerán a una mera inquietud intelectual que vendría a resolverse en el plano del conocimiento, ni mucho menos a un impulso de vanidad, sino que revelan desde el comienzo una inquietud práctica y concreta de acción. Podríamos decir que a Neruda no le ha interesado sólo "ubicarse" en el mundo, sino ubicarse creadoramente en el mundo. Veamos cómo se manifiesta este interés desde sus primeros versos.

 

Un cuaderno manuscrito que conserva en su poder la señora Laura Reyes, hermana del poeta, contiene mas de 160 poemas compuestos por Neruda entre 1918 y 1920, o sea entre los 14 y los 16 años de edad, y de los cuales sólo cinco fueron incorporados al libro Crepusculario y unas pocas decenas aparecieron impresos en revistas, periódicos y diarios de la época. Poemas prácticamente inéditos, por lo tanto, en cuyas autorreferencias el poeta tiende en primer lugar a examinarse, a describirse o a descubrirse a sí mismo. Los títulos hablan de "Mis ojos", o "De mis horas", o de "mis desesperanzas" o de "pequeña alegría". Es significativo que en el más antiguo de los poemas de ese cuaderno, escrito a mediados de 1918, muestre el joven Reyes tener conciencia de su condición visionaria: "Pero estos ojos míos son cándidos y tristes, / no como yo los quiero ni como deben ser. / Es que a estos ojos míos mi corazón los viste, / y su dolor los hace ver". ("Mis ojos").

 

A menudo, y también en autorreferencia indirecta de tercera persona, Neruda se designaba como "el viajero", aludiendo ya al sentido móvil de su vida y de su poesía, y sintiendo su existencia como un camino por recorrer, lleno de quién sabe qué estaciones. Y sus tristezas de adolescente, tantas veces evocadas después por Neruda, aparecen documentadas (por ejemplo) en esta imagen: "Yo soy un árbol viejo, estoy cansado, / tiene mi llanto sal de mi aflicción, / y aunque tengo mis brazos levantados / no viene nunca una consolación". Cuarenta años más tarde, en el libro Estravagario de 1958, Pablo Neruda recordará justamente ese momento de su vida "Yo tenía catorce años / y era orgullosamente oscuro, / delgado, ceñido y fruncido, / funeral y ceremonioso: / yo vivía con las arañas, / humedecido por el bosque, / me conocían los coleópteros / y las abejas tricolores, / yo dormía con las perdices / sumergido bajo la menta" (del poema "¿Dónde estará la Guillermina?").

 

En unos versos escritos en clase de Química el 30 de julio de 1919, Neruda se designa por primera vez “poeta”, en un título de poema que tiene un agregado bien significativo: "El poeta que no es burgués ni humilde". Por otra parte, ya por esos años Neruda auscultaba el paso del tiempo y registraba el transcurso de su existencia en alusiones autobiográficas, que más que al poeta mismo se refieren al camino recorrido. Y hablará entonces de "Estos Quince Años Míos", o de "mi juventud", o dirá "Ya siento que se va mi adolescencia". Pero el más curioso "sumario" o "Memorial de Temuco" se encuentra en este soneto escrito el 12 de julio de 1920, al cumplir los 16 años.

 

Hace dieciséis años que nací en un polvoso

pueblo blanco y lejano que no conozco aún,

y como esto es un poco vulgar y candoroso,

hermano errante, vamos hacia mi juventud.

 

Eres muy pocas cosas en la vida. La vida

no me ha entregado todo lo que yo le entregué,

y ecuacional y altivo me río de la herida…

¡el dolor es a mi alma como dos es a tres!

 

Nada más. ¡Ah! me acuerdo que teniendo diez años

dibujé mi camino contra todos los daños

que en el largo sendero me pudieran vencer:

 

haber amado a una mujer y haber escrito

un libro. No he vencido, porque está manuscrito

el libro y no amé a una sino que a cinco o seis...

 

Habrán observado que las autorreferencias aparecen en primera y en segunda persona, mezcladamente. Pero de mayor importancia aún son las autorreferencias contenidas en un poema titulado "El Liceo", escrito también en julio de 1920, y que subraya con asombrosa claridad el alto grado de conciencia que tenía Neruda acerca de su vocación de poeta y de las dificultades que debería vencer en su largo camino. Obsérvese en especial que Neruda, ya a los 16 años, entendía la poesía como una profesión, como un oficio, como un trabajo capaz en sí mismo de realizar y llenar una existencia, y no como una actividad marginal o superflua, no como una actividad para las horas libres, ni mucho menos como una distracción de ociosos satisfechos. Oigamos al joven Neftalí Reyes:

 

Llegué cuando tenía seis años al Liceo.

Tenía en las vertientes de mi vida el deseo

de conocer siquiera lo que era la alegría.

¡Y pensar que no puedo sentirla todavía! ...

…………………………………………………………………….

¡Pero, claro! es inútil, porque en un cierto día

compraré una maleta y sin una alegría

me iré donde van todos estos "que han estudiado".

 

 

¿Qué me importa? Ingeniero, médico o abogado,

siempre seguiré siendo lo que hasta ahora he sido:

un muchacho que tiene mucho de dolorido,

mucho de candoroso, mucho de desgraciado...

 

…………………………………………………………………….

¡El Liceo, el Liceo! Toda mi pobre vida

en una jaula triste, ¡mi juventud perdida!

Pero no importa, ¡vamos! pues mañana o pasado

seré burgués lo mismo que cualquier abogado,

que cualquier doctorcito que usa lentes

y lleva cerrados los caminos hacia la luna nueva…

!Qué diablos, y en la vida, como en una revista,

un poeta se tiene que graduar de dentista!

 

Pues bien: ahora ya sabemos que Neftalí Reyes no llegó a graduarse ni de dentista ni de profesor de francés, y que en cambio persistió tenazmente en graduarse de poeta y en vivir de su profesión. Y sabemos también que al cabo de mil esfuerzos y dificultades, finalmente triunfó en su empeño. Pero ahora volvamos a 1920. Las autorreferencias citadas, que corresponden a lo que podríamos llamar la prehistoria poética de Pablo Neruda, engranan ya con los más antiguos poemas del libro Crepusculario. Es en esta época, justamente, cuando Neftalí Reyes comienza a autodesignarse con el nombre que lo hará famoso. En el CUADERNO 1918-1920, citado, el poeta escribió de su puño y letra en una contratapa interior: "Pablo Neruda desde octubre de 1920".

 

 

PERIODO 1920-1927:

 

EL HABITANTE Y SU ESPERANZA

 

Los poemas del libro Crepusculario fueron compuestos entre 1920 y 1923. Revisando los cuadernos manuscritos de Neruda y las publicaciones de la revista CLARIDAD se puede establecer la cronología de casi todos los poemas de ese libro, y ello revela un fenómeno muy notable. Los poemas compuestos entre 1920 y mediados de 1922 muestran un tono, un temple de ánimo muy diferente al de los compuestos en la segunda mitad de 1922 y comienzos de 1923. Al primer grupo pertenecen "Esta Iglesia No Tiene", "Pantheos", "Viejo Ciego, Llorabas" (que es tal vez el poema más antiguo del libro), "El Nuevo Soneto a Helena", "Sensación de Olor", "Oración", "Barrio sin Luz", "Maestranzas de Noche", "Campesina", "Sinfonía de la Trilla", "Grita", y algunos otros. Al segundo grupo pertenecen "Playa del Sur", "Los Crepúsculos de Maruri", "Morena la Besadora", "Farewell", "El Castillo Maldito", "El Estribillo del Turco", etc.

 

Los poemas del primer grupo revelan una sensibilidad abierta al dolor y al sufrimiento de los demás, un ánimo de identificación y de redención de las tristezas ajenas. En suma, hay en esos poemas un entusiasmo romántico, una actitud juvenil y generosa, ávida de vincularse entrañablemente a la naturaleza, como queriendo coparticipar en su fecunda y silenciosa gestión creadora, y ávida de convivir la alegría y el dolor de los hombres. Poemas que muestran un comienzo de superación de aquella antigua tristeza y escepticismo de su primera adolescencia, y que reafirman en el joven Neruda el ánimo de permanecer en el mundo del hombre, repudiando toda forma de evasión, declarándose residente en la tierra. Poemas que traen, además, una fe enorme en el poder activo y eficaz de la palabra poética, un propósito confiado y entusiasta de oponer el poderío del canto lírico a las fuerzas sórdidas que envilecen la realidad. En cambio, como buen anarquista, desconfiaba de la acción y de la lucha organizada.

 

Atendamos a estas autorreferencias: "Cuando voy por los campos, con el alma en el viento, / mis venas continúan el rumor de los ríos" ("Aromos Rubios en las Campos de Loncoche"). Y más claro en "Sinfonía de la Trilla"

 

Que la tierra florezca en mis acciones

como en el jugo de oro de las viñas,

que perfume el dolor de mis canciones

como un fruto olvidado en la campiña.

Que trascienda mi carne a sembradura

 

ávida de brotar por todas partes,

que mis arterias lleven agua pura,

¡A g u a  q u e  c a n t a  c u a n d o  s e  r e p a r t e!...

 

Yo quiero abrirme y entregar semillas

de pan, ¡y o  q u i e r o  s e r  d e  t i e r r a  y  t r i g o!

 

Y el famoso pasaje del poema "Oración": "No sólo es seda lo que escribo, / que e l verso mío sea vivo / como recuerdo en tierra ajena / para alumbrar la mala suerte / de los que van hacia la muerte / como la sangre por las venas. / De los que van desde la vida / rotas las manos doloridas / en todas las zarzas ajenas; / de los que en estas horas quietas / no tienen madres ni poetas / para la pena". Vale la pena subrayar en estos versos la persistente identificación entre el SER y el QUEHACER: yo soy lo que hago.

 

Tal vez las lecturas de libros de fervor anarquista por un lado, como el SACHKA YEGULEV del novelista ruso L. Andréiev, y por otro la influencia de ese muchacho puro, íntegro e idealista que fue Juan Gandulfo, determinaron esta orientación transitoria en los versos de Neruda. Pero ya dentro del mismo Crepusculario, a partir de 1922, se observa un cambio. Los poemas más cercanos a 1923 revelan una progresiva sensación de fracaso en aquella ambición romántica de ejercer, con su poesía, con su canto, una influencia transformadora sobre el mundo exterior. Por alguna razón, todavía oscura para Pablo Neruda en ese entonces, su ímpetu lírico no encontraba resonancias ni respuestas. Incapaz de caer en posiciones negativas de evasión o de desesperación, incapaz de rengar de la vida o de sumirse en paraísos artificiales la poesía de Neruda se refugió con desconcierto en el rincón del amor. Este regreso a la amargura y luto escéptico, este proceso de restricción hacia lo erótico, es muy visible en poemas de 1922-1923, como “El Estribillo del Turco", "El Castillo Maldito" "Morena la Besadora", "Farewell", "Hoy, que es el Cumpleaños de mi Hermana", "Playa del Sur".

 

Estos poemas muestran que Neruda está ya en a pendiente de la angustia que comenzará a traducirse, de inmediato, en los libros El Hondero Entusiasta y Veinte Poemas de Amor. La tónica de lo erótico es; excluyente en estos libros: en ellos sólo existen la amada, o las amadas. Reaparece en su poesía el escepticismo, la desolación, y el afán insistente por autodescribirse, cual si el joven. Neruda buscara reencontrarse o recuperar su firmeza: "Soy el desesperanzado, la palabra sin ecos" (Poema 8), o bien "Soy el más doloroso y el más débil", en El Hondero Entusiasta. Entonces viene a proponer lo erótico como única razón de su existir, tal vez al encontrar en el deseo una resistencia acogedora y tibia que todo lo demás le niega: "Bésame, / muérdeme, / incéndiame, / que yo vengo a la tierra / sólo por el naufragio de mis ojos de macho / en el agua infinita de tus ojos de hembra!" ("Canción del Macho y de la Hembra"). En el fondo de tan extrema voluntad de aislamiento, insólita en Neruda, nos parece ver la expresión de una agresiva y desconcertada protesta, al mismo tiempo que una incapacidad para aceptar el fracaso de sus anhelos.

 

Viene entonces un período de tentativas, o tal vez de fugas compensatorias, que representan claros intentos por escapar de esta situación de aislamiento y derrota, y que se encarnan en los libros Tentativa del Hombre Infinito, Anillos y El Habitante y su Esperanza, editados en 1926. Nótese que dos de estos títulos implican, en mayor o menor grado, fórmulas de autorreferencia que evidencian esfuerzos de escape: tentativas y esperanzas. La idea del "hombre infinito" es constante en esos años, y refleja sin duda una conciencia de desolación sin límites, sin horizontes, como lo dice bien una frase inédita manuscrita por Neruda en un álbum: "Nada sabría decir de mí ni de nadie. Es la hora de siempre. Mi alma, una raya derecha e infinita, sin comienzo y sin fin".

 

En 1925, impulsado por la angustia económica pero también por la desolación, Neruda escapa de Santiago hacia Ancud, con su amigo Rubén Azócar. Allí escribirá el libro El Habitante y su Esperanza. Poco después, en 1927, Neruda intentará una nueva búsqueda de horizontes, un nuevo asedio a sus raíces, un nuevo esfuerzo para ubicarse en el mundo y hallar el territorio propicio a sus inquietudes, a sus sueños, a su poesía. Casi ciegamente, marchará hacia lejanos destierros, desempeñándose como cónsul de Chile en diversos países y ciudades del Asia sudoriental.

 

 

PERIODO 1927-1945:

 

EL TESTIGO

 

a) 1927-1937

 

Los dos volúmenes de Residencia en la Tierra, la Tercera Residencia y algunos poemas de Canto General son la obra compuesta por Pablo Neruda entre 1927 y 1945. Sin embargo, varios poemas de la primera Residencia fueron escritos en Chile entre 1925 y 1927, antes de abandonar el país, especialmente mientras vivió en la pieza de pensión que compartía con Tomás Lago y con Orlando Oyarzún en la calle García Reyes 25, de Santiago. En junio de 1927 se embarcó en el vapor "Baden", en Buenos Aires. Desde fines de 1927 hasta comienzos de 1932, Neruda vivió en Rangún, en Colombo, en Singapur y en otros lugares del extremo sudoriental del Asia. En aquellas tierras lejanas se agudizó su sentimiento de soledad, de sin-sentido, de angustia y desconcierto, aunque en buena medida, por otro lado, esa experiencia contribuyó a adelantarlo en el descubrimiento de su definitiva conexión con la naturaleza, con la historia, con la gente, con la tradición cultural de su patria. En el Memorial de Isla Negra, recordando esos años, entregará esta retrovisión de sí mismo "Así fui yo por esas calles / del Asia, un joven sin sonrisa, / sin hallar comunicación / entre la pobre muchedumbre / y el oro de sus monumentos" (III, p. 68, "Recuerdo el Este").

 

Dentro de la complejísima y densa estructuración de Residencia en la Tierra, los modos de autorreferencia son particularmente variados en sus formas y ricos en su multiplicidad intencional. En cuanto avariedades formales, es posible registrar una gama que va desde la presencia rotunda del YO hasta las más extrema desubjetivación. Considerando el carácter móvil y viajero de la poesía de Neruda, su determinación fluyente y temporal, no puede resultar extraña la abundancia de autoalusiones en primera persona ni el propósito evidente en éstas de reflejar el movimiento biográfico del poeta, el decurso de su intimidad y de las circunstancias externas que lo perfilan. "Paso entre documentos disfrutados, entre orígenes, / ... / Yo destruyo la rosa que silba y la ansiedad raptora: / yo rompo extremos queridos: y aún más, / aguardo el tiempo uniforme," ("Caballo de los Sueños"). O bien: "Yo lloro en medio de lo invadido, entre lo confuso, / entre el sabor creciente." (I, "Débil del Alba"). También: "He vencido al ángel del sueño..." (I, "Colección Nocturna"), "O recuerdo el día primero de la sed" (I, "Serenata"), "De pasión sobrante y sueños de ceniza / un pálido palio llevo..." (I, "Diurno Doliente"), "Un esfuerzo que salta, una flecha de trigo / tengo..." (I, ibid.).

 

Se muestra muy clara, en los ejemplos citados y en muchos otros de la primera Residencia, la intención básica de autodescribirse o autodefinirse a través de un relato introspectivo y pormenorizado en el que predominan, por lo mismo, los verbos transitivos. (amo, oigo, acecho, divido, llevo, hago, visito, llamo, sostengo, recuerdo, tengo, busco, examino, reconozco ...). Esto ocurre, sobre todo, en los poemas que integran la primera de las cuatro partes de la primera Residencia. En las restantes zonas del volumen (que parecen reflejar más directamente las vivencias de Neruda a lo largo de sus años asiáticos) cobrarán mayor predominio verbos intransitivos con sentido de movimiento, de actividad, de circunstancias desplazándose, de procesos en desarrollo, de anécdotas: "Paso entre mercaderes mahometanos, entre gentes que adoran la vaca y la cobra" (I, "La Noche del Soldado") ; "sueño, de una ausencia a otra" (I, "El Deshabitado") ; "Yo trabajo de noche, rodeado de ciudad, / de pescadores..." (I, "Entierro en el Este") ; "He llegado otra vez a los dormitorios solitarios" (I, "Tango del Viudo") ; "sobrevivo en me dio del mar" (I, "Cantares"). Y es significativo que los verbos transitivos que, por supuesto, también ocurren en estas mismas zonas de la primera Residencia, tengan igualmente una orientación anecdótica y temporal: "A menudo, de atardecer acaecido, arrimo la luz a la ventana, y me miro, sostenido por maderas miserables, tendido en la humedad ..." (I, "El Deshabitado") ; "Difícilmente llamo a la realidad, como el perro..." (I, "Establecimientos Nocturnos"); "Cómo amaría (yo) establecer el diálogo del hidalgo y el barquero, pintar la jirafa ..." (I, ibid.) ; "largamente he permanecido mirando mis largas piernas..." (I, "Ritual de mis Piernas"); "y otra vez tiro al suelo los pantalones y las camisas" (I, "Tango del Viudo"); "Daría este viento del mar gigante por tu brusca respiración" (I. ibid).

 

La desolación física y anímica; la angustia del espíritu y del sexo; la incomunicación; la miseria económica del cargo consular; la nostalgia de la familia, de los amigos, de la tierra propia; los recuerdos de antiguos amores; la vigilia del aislamiento, la constante espera de una carta o de un beso que vinieran de su patria lejana; los eventuales contactos eróticos y los imposibles contactos con una atmósfera extranjera cuya naturaleza, cuya historia, cuya tradición, cuya gente lo rechazaban con violencia, cerrándose frente a sus anhelos de comprender y de incorporarse: tal es el múltiple drama que relatan, en su mayor porcentaje, los versos de la primera Residencia. El segundo volumen de esta obra desenvuelve un clima similar, una, parecida presión lírica,, una cierta continuidad de estilo, pero reflejando con claridad una diferente circunstancia biográfica, enraízan o en otro decurso anecdótico. Al regresar a Chile en 1932 Neruda venía casado, sin dinero y con dudosas probabilidades de trabajo seguro. Durante un tiempo desempeñará cargos oficinescos en el Ministerio de Trabajo, para luego ser trasladado inestablemente a Buenos Aires y de ahí, ya con pie más firme, a Barcelona y a Madrid. En medio de ajetreos y de pagos atrasados nacerá su hija Malva Marina, después de un parto muy difícil que afectará decisivamente el desarrollo físico de la niña. Desacuerdos hogareños, amores repentinos y torturantes, envidias y hostilidades, la muerte de un gran amigo (Rojas Jiménez). Toda esta línea subterránea de acontecimientos (1932-1935) alcanzará un trasunto lírico de gran poderío en el segundo tomo de Residencia en la Tierra, que en cierta medida, sobre todo en aquellas partes que se apoyan en la biografía del poeta transcurrida entre el regreso a Chile y la estabilización en Madrid en 1934, presenta un tono de angustia y desconcierto (jamás de desesperación) similar al de la primera Residencia. Una lenta maduración humana, una mejor comprensión de los procesos sociales y culturales, el ingreso de Neruda a un círculo de escritores y de amigos entrañables (en Madrid), una atmósfera simpática y propicia para su trabajo literario, confieren a la segunda Residencia un acento nuevo, más despejado, que resulta ostensible en los últimos poemas del libro.

 

Las autorreferencias en primera persona tienen, en Residencia 2, un predominio de la dirección móvil, del desplazamiento temporal, sin que desaparezcan del todo las detenciones introspectivas, de autodefinición: "Sucede que me canso de ser hombre /... / Sucede que me canso de mis pies y mis unas / y mi peló y sombra (II, "Walking Around"). Pero las imágenes de movimiento dominante: "Yo veo, solo, a veces / ataúdes a vela / zarpar con difuntos pálidos..." (II, "Sólo la Muerte); "yo no sé, yo conozco poco, yo apenas veo / pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas" (II, ibid.) ; "Es una región sola, ya he hablado / de esta región tan sola, / donde la tierra está llena de océano" escribirá el poeta al contemplar otra vez, al cabo de varios años, la playa de Puerto Saavedra (II, "El Sur del Océano") ; Sucede que entro en las sastrerías y en los cines / ...sólo quiero un descanso de piedras o de lana" (II, "Walking Around") ; "Voy por las tardes, llego/ lleno de lodo y muerte" (II, "Melancolía en las Familias"); "Es sólo un comedor abandonado, / y alrededor hay extensiones, / fábricas sumergidas, maderas / que sólo yo conozco, / porque estoy triste y viajo, / y conozco la tierra, y estoy triste" (II, ibid.) ; frente a la enfermedad de su hijita recién nacida: "Estoy cansado de una gota, / estoy herido en solamente un pétalo, / ... / y por una sonrisa que no crece, por una boca dulce, / por unos dedos que el rosal quisiera, / escribo este poema que sólo es un lamento, / solamente un lamento" (II, "Enfermedades en mi Casa") ; "Estoy mirando, oyendo, / con la mitad del alma en el mar y la mitad del alma en la tierra, / y con las dos mitades del alma miro el mundo" (II, "Agua Sexual") ; "soy yo emprendiendo un viaje funerario / entre tus cicatrices amarillas" (II, "Entrada a la Madera").

 

Estos modos de autorreferencia en primera persona compiten, en una dialéctica tentativa de representación integral, con otras formas autoalusivas que transitan desde la simple mención de sí mismo en tercera persona hasta la metáfora desubjetivadora. En tercera persona, Neruda se describe en el pasado: "el insensible joven diurno" (I, "Fantasma, o en el presente móvil: "con espesas garras sujeta / el tiempo al fatigado ser" (I, "Cantares") ; "el vigía", "el testigo", "el deshabitado", "el viudo",, "el soldado", "el joven monarca", "el solitario poeta, el "caballero solo", "el melancólico varón varonil", etc. Un segundo grado de desubjetivación se da por las vías comparativa o atributiva: "como un camarero humillado, como una campana un poco ronca, / como un espejo viejo..." (I, "Arte Poética") "como un párpado atrozmente levantado a la fuerza / estoy mirando" (II, "Agua Sexual"); "loor al nochero, al inteligente que soy yo, sobreviviente adorador de los cielos" (I, "Establecimientos Nocturnos"); "no quiero continuar de raíz y de tumba, / de subterráneo solo, de bodega con muertos" (II, "Walking Around"). Y un grado más avanzado aún de desubjetivación, lleno de matices intermedios, se verifica en Residencia en la Tierra a través de la sinécdoque o de la metáfora desubjetivadora: "arranco de mi corazón al capitán del infierno" (I, "Caballo de los Sueños") ; "lo que mi corazón pálido no puede abarcar" (I, "Galope Muerto") ; "Ven a mi alma vestida de blanco ... / ... / porque allí hay una sala oscura y un candelabro roto, / unas sillas torcidas..." (II, "Oda con un Lamento"); o cuando el poeta se identifica con su canto: "mi gradual GUITARRA resuena" (I, "Cantares"), o con sus cualidades: "y que MI OBEDIENCIA se ordene con tales condiciones de hierro" (I, "Significa Sombras").

 

No comienzan en Residencia en la Tierra estas formas de desubjetivación en las autorreferencias nerudianas. Encontramos antecedentes de ellas, por la vía de la mención en tercera persona, del desdoblamiento o de la sinécdoque, en obras anteriores del poeta: "Y las miro lejanas mis palabras... /... / Ellas están huyendo de mi guarida oscura (Veinte Poemas de Amor, "Poema 5"); "Caen sobre mis ruinas las vigas de mi alma" (El Hondero Entusiasta, "Alma mía! Alma mía!") ; "Libértame de mí. Quiero salir de mi alma. / Yo soy esto que gime, esto que arde, esto que sufre. / Yo soy esto que ataca, esto que aúlla, esto que canta. / Yo no quiero ser esto" (Ibid., "Llénate de mí"); por la vía comparativa, una autoalusión en segunda persona: "te pareces al árbol derrotado y al agua que lo estrella" (Tentativa del Hombre Infinito). Y este caso de verdadera gradación desubjetivadora:

 

"Sufro, sufro y deseo. Cimbro y zumban mis hondas.

E l v i a j e r o que alargue su viaje sin regreso.

E l h o n d e r o que tiene la frente de la sombra.

L a s  p i e d r a s  e n t u s i a s t a s  que hagan parir la noche.

L a  f l e c h a,  l a  c e n t e l l a,  l a c u c h i l l a,  l a  p r o a".

 

                                                           (El hondero Entusiasta, "Hago girar mis brazos").

 

Ahora bien, ¿qué representan, qué significan, qué hay detrás de estas variedades formales de la autorreferencia en Residencia en la Tierra?. Dentro de la orientación general que hemos señalado más arriba, las autorreferencias del libro se mueven en dos planos intencionales básicos, interdependientes, que se apoyan mutuamente, y que sólo son separables en el análisis teórico:

 

a) El plano  de las autorreferencias circunstanciles, o situacionales, conectadas de un modo mas o menos inmediato a los acontecimientos biográficos del poeta, a sus anécdotas o circunstancias concretas. En este plano, Neruda se sitúa a ratos en el nivel del recuerdo, de la evocación o de la lejanía nostalgiosa. Así ocurre con el YO del verso: "desde ahora (desde aquí) lo veo precipitándose en su muerte" (I, "Ausencia de Joaquín"), donde el poeta, para expresar con más energía su dolor, configura una "visión", a la distancia, de la muerte de su amigo Joaquín Cifuentes Sepúlveda, fallecido en Buenos Aires en 1929. O bien cuando evoca, desde su destierro asiático quizás, a dos antiguos amores que quedaron en la patria lejana, la muchacha de Temuco (llamada "Terusa" en Memorial de isla Negra) y la muchacha de Santiago, la "pálida estudiante" de la boina gris (llamada "Rosaura" en el Memorial), las mismas que compartieron los Veinte Poemas de Amor de 1924. Es curioso que en ambos casos el poeta se mencione a sí mismo en tercera persona y a través de fórmulas muy semejantes: "En la altura de los días inmóviles/ el insensible joven diurno en tu rayo de luz se dormía / afirmado como en una espada" (I, "Fantasma"), evocando a Rosaura; y asociándola a las amapolas de su provincia, Neruda recuerda a Terusa mencionándose a sí mismo en estos versos: "el joven sin recuerdos te saluda, te pregunta por su olvidada voluntad, / las manos de EL se mueven en tu atmósfera como pájaros" (I, "Serenata").

 

Es concreta y circunstancial también la automención que Neruda incluye en el título de la prosa "La Noche del Soldado". En el destierro, él se sentía como un soldado en el frente, luchando por su vida y por su destino, con riesgos, pero lleno de nostalgias, ávido de cartas, de notcias, de contactos, viviendo de recuerdos y de sueños. La misma conciencia de su soledad y de su aislamiento en el Oriente se percibe en las autorreferencias "El Deshabitado", "El Joven Monarca", títulos de otras prosas de la primera Residencia y "el nochero". En los relatos autobiográficos de Pablo Neruda publicados en la revista "O Cruzeiro Internacional", (1962), el propio poeta ha aclarado, al recordar sus amores con la birmana Josie Bliss, el sentido de la autoalusión contenida en el título "Tango del Viudo". Claramente alusivas a circunstancias eróticas son las autorreferencias "Hoy me he tendido junto a una joven pura" (I, "Angela Adónica") y "De pie como un cerezo sin cáscara ni flores, / especial, encendido, con venas y saliva, / y dedos y testículos, / miro una niña de papel y luna" (II, "Materia Nupcial"). Y ya nos referimos al acontecimiento determinante de las autorreferencias contenidas en "Enfermedades en mi Casa".

 

b) El plano de las autorreferencias esenciales o fundamentales, en las que Neruda se describe, o mejor, se relata a sí mismo en el transcurrir de su más profunda condición humana, en lo que él percibe de más hondo, subterráneo y decisivo en la creciente conformación de su conciencia del mundo y, por ende de su poesía. Por una parte, estas autoalusiones prosiguen sin tregua la inabarcable tarea de fijar la imagen que el poeta va logrando acerca de sí mismo, imagen fluyente que sin cesar se le escapa por entre los dedos. Es notable que este asedio al propio perfil interior se realice, en primer término, a través de continuas y abundantes referencias a rasgos físicos, mediante el detalle minucioso -pero siempre funcional- de la propia geografía corporal. Sobre todo en la primera Residencia. Situado en el nadir de su decurso interior, en el punto extremo de la angustia, de la desolación y del desconsuelo, y sintiendo que la realidad le niega implacablemente el apoyo y el calor que necesita, Neruda ve en su cuerpo el último aglutinante de su individualidad, lo único sólido, tenaz e inconmovible. Hasta el frenesí erótico le ha fallado. De nada le sirvió replegarse al refugio del amor. Sólo le queda el territorio de su propio cuerpo como último factor cohesionante que lo resguarde de la desintegración definitiva. Sólo en el plano de su piel, de su ser físico, se siente vivir aún. Bien claro lo atestigua el poema que, significativamente, se titula "Ritual de mis Piernas"

 

Siempre,

productos manufacturados, medias, zapatos,

o simplemente aire infinito,

habrá entre mis pies y la tierra,

extremando lo aislado y lo solitario de mi ser

algo tenazmente supuesto entre mi vida y la tierra,

algo abiertamente invencible y enemigo.

 

El poeta dirá "a veces su canasto negro (el de sus angustiados sueños) cae en m i pecho, / sus sacos de dominio hieren mi hombro" (I, "Colección Nocturna"), o se definirá como "mi piel" o "mi corazón (ibid.), como "mi desesperada cabeza (I, "Tiranía"), o como "mis venas" (II, Enfermedades en mi Casa"). Y con inequívoca claridad y abundancia en estos versos:

 

Ahora, qué armas espléndidas mis manos,

digna su pala de hueso y su lirio de uñas,

y el puesto de mi rostro y el arriendo de mi alma

están situados en lo justo de la fuerza terrestre.

Qué pura mi mirada...

y mi boca de exilio...

mis brazos de varón, mi pecho...

mi cara blanca...

mi pelo hecho de ritos...

mi frente...

mi piel de hijo maduro...

mis ojos de sal ávida...

mi lengua...

mis dientes de horario blanco...

la piel... mi frente...

...mi espalda... mis párpados...

...mis dedos...

...mi mentón de huesos... mis pies...

 

                                                           (I, "Juntos Nosotros").

 

Y para expresar un sentimiento de suprema derrota, relatará "Sucede que me canso de mis pies y mis uñas / y mi pelo y mi sombra" (II, "Walking Around"). Pero Neruda no se abandonará jamás a la desesperación. Una tenaz voluntad de sobrevivir, un persistente anhelo de plenitud establece, frente al íntimo desconsuelo; el dramático conflicto que hace de Residencia en la Tierra un documento de tan singular altivez humana. Preguntas invencibles, la búsqueda ansiosa -pero exigente- de salidas, plantean un contrapunto de combate frente a la desolación: "Ahora bien, de qué está hecho ese surgir de palomas / que hay entre la noche y el tiempo... ?" (I, "Galope Muerto") ; "Qué reposo emprender, qué pobre esperanza amar ... ?" (1, "Monzón de Mayo") ; "Qué vitales, rápidas alas de un nuevo ángel de sueños /instalar en mis hombros dormidos para seguridad perpetua...?" (I, "Significa Sombras"). Y cuando el poeta parece haber llegado al fondo de su derrota, con ese- desolado : "Sucede que me canso de ser hombre", vemos cómo resurge a verso seguido la más patética -y-conmovedora expresión de esperanza;, "Sin embargo, sería delicioso /asustar a un notario con un lirio cortado /o dar muerte a una monja con un golpe de oreja. /Sería bello /ir por las calles con un cuchillo verde /y dando gritos hasta morir de frío. /No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas, / ... no quiero continuar e raiz y de tumba, / de subterráneo sólo, de bodega con muertos, / aterido, muriéndome de pena". (II, "Walking Around").

 

De estas mismas vivencias conflictivas surgen las más importantes autorreferencias del libro, que por un lado perfilan al luchador desolado, al solitario sustentador de sus sueños, al acongojado pero incansable perseguidor de horizontes, y que por otro definen el sentido que Neruda asignaba entonces a su labor poética, a su canto. Por un lado,cómo él se siente vivir y transcurrir; por otro, cómo él concibe su función lírica. Tal visión que el poeta tiene de sí mismo en dos planos conjugados, en las dimensiones interdependientes del SER y del QUEHACER, en un hecho de la más extraordinaria importancia.

 

Sintiéndose candado, abrumsdo por la sensacion insoslayable de un reiterado fracaso -su inquietud no encontraba asidero ni resonancia, no brotaba ningún eco para sus anhelos desde la realidad circundante-, parece apuntar en algunas autorreferencias de Neruda un gesto de dolorida resignación: "Innecesario, viéndome en los espejos,/ con un gusto a semanas, a biógrafos, a papeles, / arranco de mi corazón al capitán del infierno, / establezco cláusulas indefinidamente tristes" (I, "Caballo de los Sueños"); "De Pasión Sobrante y Sueños de Ceniza / un pálido palio llevo, un cortejo evidente" (I, "Diurno Doliente"). A esta altura de sus versos, Neruda desciende a veces a un tono de angustiada humildad: "Yo no sé, yo conozco poco, yo apenas veo" (II, "Sólo la Muerte"), o bien : "Yo busco desde antaño, Yo Examino sin Arrogancia, / conquistado sin duda por lo vespertino" (I, "Colección Nocturna"). Pero hay en él un empecinado amante de la vida, un impulso irresistible de amor a lo terrestre, aunque entonces, por razones que el poeta no veía, ese impulso se frustraba sin cesar: "Un esfuerzo que salta, una flecha de trigo / tengo, y un arco en mi pecho manifiestamente espera" (I, "Diurno Doliente") ; o, con mayor precisión, en un poema cuyo título implica una valiosa confirmación de lo aquí expuesto:

 

Entre sombra y espacio, entre guarniciones y doncellas,

dotado de corazón singular y sueños funestos,

precipitadamente pálido, marchito en la frente

y con luto de viudo furioso por cada día de mi vida,

ay, para cada agua invisible que bebo soñolientamente

y de todo sonido que acojo temblando,

tengo la misma sed ausente y la misma fiebre fría,

un oído que nace, una angustia indirecta ...

 

                                                           (I, ¡"Arte Poética"!)

 

Neruda no intentó, ni  quiso entonces renegar de la realidad ni evadirse. El era explícitamente un residente en la tierra. Los objetos, los dolores, los esfuerzos humanos, el placer y la muerte, el transcurso trabajoso del tiempo en todo lo que a su alrededor existía y devenía, todo lo llamaba, lo apuraba, lo exigía, le pedía ser registrado en su canto, lo instaba a preocuparse de todas las cosas: "pero, la verdad, de pronto, el viento que azota mi pecho, / las noches de substancia infinita caídas en mi dormitorio, / el ruido de un día que arde con sacrificio / Me piden lo profético que hay en mí..." (I, "Arte Poética"). Misión humilde y solemne al mismo tiempo, porque el poeta sentía que la realidad que él cantaba no lo incorporaba a su curso con la plenitud anhelada desde su intimidad, permaneciendo impermeable a sus sueños. El quedaba al margen. El era "solitario poeta" (II, "Vuelve el Otoño"), el "melancólico varón varonil" (II, "Oda a Federico García Lorca"), "el deshabitado", el "caballero solo" que insistía en su tarea "solo y tan locamente herido, / tan solamente persistiendo, / heridamente abandonado" (I, "Cantares"). Misión que para el poeta consistía en atisbar y registrar lo que sucede, "cediendo sin rumbo el paso a lo que arriba, / a lo que surge vestido de cadenas y claveles" (1, "Débil del Alba"), "como un vigía tornado insensible y ciego, / incrédulo y condenado a un doloroso acecho" (I, "Sistema Sombrío").

 

Tal era el singular testimonio que Neruda se sentía llamado a sostener (cfr. I, "Sonata y Destrucciones"), y él fue obediente a ese llamado. De ahí que en Residencia en la Tierra Neruda insistió en hablar de sí mismo denominándose "el vigía" y, muy especialmente, "el testigo", en numerosos pasajes y poemas : "Trabajo Frío", "Josie Bliss", y de un modo especial en estos versos:

 

Ay, que lo que yo soy siga existiendo y cesando de existir,

y que mi obediencia se ordene en tales condiciones de hierro

que el temblor de las muertes y de los nacimientos no conmueva

el profundo sitio que quiero reservar para mí eternamente.

 

Sea, pues, lo que soy, en alguna parte y en todo tiempo,

establecido y asegurado y ardiente testigo,

cuidadosamente destruyéndose y preservándose incesantemente,

evidentemente empeñado en su deber original.

 

                                                           (I, "Significa Sombras")

 

El propio Neruda, sin embargo, no imaginó que de pronto los hechos históricos se encargarían de poner al rojo su ardiente testimonio. En julio de 1936, con el apoyo de Hitler y de Mussolini, los generales Mola y Franco desencadenaron sobre España el huracán sangriento del fascismo. El impacto de la guerra civil sacudió brutalmente a Neruda. Su condición diplomática lo obligaba a no mezclarse en la lucha. Pero el asesinato de García Lorca, los bombardeos sobre Madrid y la sangre que el poeta ve correr por las calles lo sitúan de golpe en el corazón del combate, entregándose a él con todas sus potencias y recursos.

 

Neruda viaja a Francia, organiza la solidaridad en torno a la República amenazada, funda la revista "Los Poetas del Mundo Defienden al Pueblo Español", va y viene, incansable, impulsado por la indignación y por la cólera. Su testimonio es ahora denuncia, dentellada de venganza. Pero en esta vorágine de sangre y de metralla ha descubierto algo muy importante

 

Yo de los hombres tengo la misma mano herida,

yo sostengo la misma copa roja

e igual asombro enfurecido:

                                                un día

palpitante de sueños

humanos, un salvaje

cereal ha llegado

a mi devoradora noche

para que junte mis pasos de lobo

a los pasos del hombre.

 

                                                           (Tercera Residencia, "Reunión Bajo las Nuevas Banderas").

 

Si la declaración en primera persona es importante y explícita, más significativa aún es la autorreferencia indirecta "mis pasos de lobo". No es la primera vez que Neruda alude a sí mismo mediante imágenes tomadas del mundo de la naturaleza, pero sí es la primera vez que se autodescribe desde una perspectiva histórica extrapersonal. O mejor, es la primera vez que Neruda abandona el ángulo ético-subjetivo en que se situaba para el examen de la realidad exterior y de sí mismo, y comienza a explicarse desde un plano ético-objetivo, desde un mirador histórico. No desde su ensimismamiento vivencial y sentimental, sino desde afuera, y no sólo sin­tiéndose transcurrir en la línea de su exclusiva biografía sino viéndose como un hombre entre los hombres. Compárese el sentido de la expresión "mis pasos de LOBO" con el de estos pasajes de Residencia en la Tierra: "mi pardo CORCEL de sombra se agiganta" (I, "Colección Nocturna"); "escucho a mi TIGRE" (I, "El Joven Monarca"); y con mayor nitidez: "Difícilmente llamo a la realidad, como el PERRO, y también aúllo" (I, "Establecimientos Nocturnos"). Es una cuestión de la más extrema importancia: el poeta ha descubierto que la realidad en que vive no sólo es naturaleza sino también historia. Bajo el impacto de la guerra civil española, Neruda se encontró a sí mismo en la historia, pudo al fin comprenderse como elemento de un paisaje histórico. Es por eso que entonces escribió su "España en el Corazón". Y por eso es que, al regresar a su patria, Neruda comienza a componer un "Canto General de Chile" que más tarde, en cuanto se des­arrolló en él la conciencia de su naturaleza histórica, se hizo Canto General. Y así, también, se nos aclara el hondo sentido de su Viaje al Corazón de Quevedo, conferencia escrita justamente en esos años:

 

"Quevedo fue para mí la roca tumultuosamente cortada, la superficie sobresaliente y cortante sobre un fondo de color de arena, sobre un paisaje histórico que recién me comenzaba a nutrir. Los mismos oscuros dolores que quise vanamente formular, y que tal vez se hicieron en mí extensión y geografía, confusión de origen, palpitación vital para nacer, los encontré detrás de España, plateada por los siglos, en lo íntimo de la estructura de Quevedo" (Viajes, pág. 17). En este mismo documento, tan revelador y tan poco estudiado, y cuya primera versión data de 1939, aproximadamente, Neruda se siente identificado con Quevedo y por lo tanto las denominaciones con que alude al poeta español configuran la imagen de sí mismo, el sentido que busca para su vida y para su poesía. Son también, en suma, autorreferencias:

 

Siempre fue Quevedo el sabio subterráneo, el explorador de tanto laberinto que se impregnó de luz hasta darla para siempre en las tinieblas... Sólo un poeta tan carnal pudo llegar a tal visión espectral del fin de la vida (y trazar) la amarga fotografía no sólo del estado de un hombre sino del estado de una nación desventurada... El gran testigo sigue mirando, más allá de los muros, más allá de los tiempos...

 

(Viajes, págs. 31, 35 y 36).