Disparen sobre los rockstars
De interés general

Disparen sobre los rockstars

 

 

03/04/2014 Fuente revistaenie. Fotografía. Kevin Cummins retrató a los grandes del rock en Manchester. Michael Cooper, la intimidad de los Stones. Sus muestras coinciden en el Borges.

 

En el centro de la sala reina Morrissey durante la gira promocional de su segundo disco solista Kill uncle (1991). Sólo unos pocos retratos se valen del color, en todos los demás Kevin Cummins hace eso que más sabe hacer: honrar la nobleza de la película en blanco y negro, la inmensa expresión de las altas luces y los sutiles detalles de las zonas bajas en un espectro amplísimo de grises, en composiciones que parecen poder fundir en la copia los rasgos vitales de sus retratados. Fotografías que funcionarían con precisión aun si quien mirara viera por primera vez a Morrissey, a Lian Gallagher, a Ian Curtis. La retrospectiva del británico Kevin Cummins, en el Centro Cultural Borges, recoge un puñado de fotografías de The Smiths, Joy Division, New Order y Oasis que son testimonio de lo que Manchester dio a la música, instantáneas que trascienden la escena, avanzan sobre las vidas de los músicos y que son, además, obras con voz propia, expresiones de una estética.

 

“Oh Manchester, so much answer for”, la frase, cita de “Suffer little children”, de The Smiths, inscripta en verde bajo los retratos de Morrissey, es el único marco que sirve a la muestra; luego sólo hablan las imágenes. Con una remera blanca bajo un suéter de amplísimo escote, recortado sobre una pared de ladrillos de vidrio, con una luz por detrás y por delante, Morrissey apunta con sus cejas tupidas directamente hacia la cámara mientras adelanta una mano y lanza la otra hacia atrás, en gesto de pedido y resistencia a la vez. Tal vez sea ese el pasen y vean de la muestra.

 

Al frente del departamento de fotografía de New Musical Express, la inmensa revista de rock, durante diez años Cummins es el responsable de ponerle cuerpos, rostros y gestos a la movida musical de Manchester. Sus relatos visuales contribuyeron a la creación de la escena artística británica, ilustraron decenas de portadas de discos y libros.

 

Como hay tantos recorridos como gente la visite, la muestra puede empezarse por The Smiths, para luego ir a Morrissey; o pasar directo a Joy Division o New Order. Como sea que se prefiera andarla, vale la pena detenerse frente a la fachada de The Factory, mítico escenario de las bandas de la movida de Manchester. La foto es de 1979, a pleno día, con un cielo de nubes densas. Es interesante el punto de toma, porque bien podría ser la imagen de un anuncio inmobiliario. El club, no más que un galpón, la calle desolada, los monoblocks detrás y el sitio baldío al lado, tal vez una canchita improvisada por los pibes del barrio. Una bella foto, ya por entonces cargada de nostalgia.

 

Imperdible una serie de retratos de Ian Curtis que parecen desnudar el universo detrás de sus ojos y otra de Joy Division que es una inmensa composición en perspectiva, con la banda en Princess Parkway, Hulme. De New Order hay cuatro retratos en los que cada uno de sus integrantes se recortan en la oscuridad mientras los demás miembros aparecen en un absoluto contraluz. Hay una fotografía de Peter Hook de 1987 que en la copia reproduce los bordes de la película, una Kodak TMX, una forma de tributo a la nobleza de una gigante en 35 milímetros.

 

Suena “Girlfriend in a coma” y se hace difícil dejar la sala. Pero a pocos metros, otras instantáneas llaman. Esta vez es Stones 50 , de Michael Cooper, que estará en el Borges unas semanas más. “Michael fue el fotógrafo que mejor documentó la fabulosa década de los 60”, dijo en alguna oportunidad John Lennon. La muestra, curada por Adam y Silvia Cooper, recoge el testimonio del fotógrafo de una década andada junto a The Rolling Stones. En contraste con los retratos de Cummins, las fotos de Cooper bien podrán leerse, en su mayoría, como páginas de un álbum de familia. El no sólo buscaba imprimir una escena, un momento: también hacía parte de él, lo constituía. Algunas de las más bellas instantáneas muestran a Keith Richards –tal vez el favorito de Cooper– como sólo podría mostrarlo un amigo, o a Mick Jagger en una cocina, rodeado de botellas vacías, entre el lavabo y el horno, sobre un fondo de azulejos en los que rebota la luz del flash. Los Stones bañados de humanidad, lejos de las imágenes de escena en que se ha basado la construcción simbólica de la banda.

 

Entre las muchas que componen la muestra hay una serie de instantáneas que recogen momentos de la producción de portada de Sus majestades satánicas (1967), diseñada por Cooper. Son pasajes de alto vuelo, tanto como los retratos en blanco y negro y a color de Brian Jones, tomados dos días antes de su muerte, en 1969. Una foto captura una tarde juegos al aire libre, Jagger hace volar a un pequeño Adam Cooper. Una página que bien cierra el álbum de familia.