Donde pervive lo que hacemos, lo que sufrimos, lo que amamos
De interés general

Donde pervive lo que hacemos, lo que sufrimos, lo que amamos

 

 

15/08/2015 Fuente revistaenie. Entrevista al escritor José Manuel Fajardo. El autor dice que estamos en los objetos, en los lugares y en los olvidos de quienes nos conocieron.

 

Es un escritor sorprendente, cuyas historias anclan en honduras inimaginables cuando el lector apenas se asoma a sus libros. José Manuel Fajardo vino al país a presentar Mi nombre es Jamaica y a participar en el Foro de Fomento del Libro y la Lectura, que empieza hoy en Chaco.

 

Mi nombre es Jamaica se interroga sobre el dolor, la crueldad, la mentira tan presentes en la Historia como en las pequeñas historias humanas. Por sus páginas pasan los judíos expulsados de España, la conquista española (que él llama el Descubrimiento de América), la situación de Israel y Palestina en la actualidad, la civilización inca, la situación de los inmigrantes en París hoy….Todo tejido a través de la vida de un historiador que pierde la razón durante un congreso de judíos conversos en Tel Aviv y una profesora francesa que procura rescatarlo sin caer en ese abismo.

 

Sin quererlo, el escritor español que vive junto a su mujer Karla Suárez, también escritora, en Portugal, ha creado una trilogía que comenzó con Carta del fin del mundo, siguió en El converso y cierra con Mi nombre es Jamaica.

 

“No pensaba en ninguna trilogía. Sólo necesitaba tomar distancia en el tiempo para intentar responderme algunas preguntas sobre temas y conflictos que me interesaban. Me gustan las novelas históricas como Memorias de Adriano o Yo, Claudio, porque cuentan historias sobre la condición humana. Como soy un hombre de izquierdas, me interesaba reflexionar sobre el conflicto entre libertad e igualdad, el yo y el otro, el yo y el nosotros, la búsqueda de la felicidad y el derecho a ser feliz. Todos esos temas son parte del núcleo de la modernidad. Y los veía vinculados a dos acontecimientos: el Descubrimiento de América y la publicación de Utopía, de Tomás Moro. Mi nombre es Jamaica es un puerto de llegada de todas mis novelas y ensayos.

 

-¿Cómo busca sus escenarios narrativos?

-Es curioso, no soy consciente de esa elección. Muchas veces me vienen por los elementos de la propia historia o los acontecimientos históricos reales. Pero tengo una idea que me obsesiona desde que empecé a escribir: hacer visible el paisaje invisible. Todo paisaje, sea una calle, las ruinas de un castillo o un bosque contiene otro invisible: es el paisaje del tiempo. Cada lugar es un depósito de tiempo. Eso se ve en las excavaciones arqueológicas, por ejemplo. Lo que quiero mostrar en la literatura es el paisaje de las memorias. Lo que hacemos, sufrimos, amamos se queda ahí. Pervive en los objetos, en los lugares y en los olvidos de quienes nos conocieron.

 

-¿Es una novela sobre la búsqueda, la construcción o la reconstrucción de la identidad?

-Todas mis novelas tratan sobre la identidad, pues mis personajes se fingen otros, se apropian de experiencias, emociones e historias. Si fuera creyente diría que es una novela sobre la reconstrucción de identidad. Un ser humano no tiene por qué ser lo que recibe como herencia, sino que tiene la capacidad de construir su identidad.

 

-¿Podría decirse que “Mi nombre…” es un cruce de géneros?

-La literatura de nuestro tiempo va en esa dirección. Es una literatura mestiza. Estamos viviendo una época bastante barroca. Más bien es una época de transición, en la que las apariencias -son fundamentales, la mercantilización del mundo es feroz, el poder exige de continuo y gran parte de la calidad artística está obligada a transar con una realidad horrible. Cada uno necesita guardar un espacio de dignidad. En nuestra época estamos haciendo una relectura de la novela de género, para crear un espacio de libertad en un mundo que discursea sobre la libertad pero la practica poco. Lo que busco es crear mi propio espacio literario.

 

-¿El futuro no resulta sin el pasado?

-Lamento que el cine haya ganado tanto en cromatismo y efectos especiales y que eso no se traslade al mundo. Porque la vida está llena de matices. Vivimos en un presente perpetuo que termina cuando nos morimos. El nacimiento y la muerte son en presente. Vivimos enamorados de lo que nos gustaría en el futuro y prisioneros de un discurso del pasado. Somos una especie muy rara, porque esos dos universos que fabricamos -el de la memoria y el de los sueños- hacen que nos extraviemos en el presente.

 

-¿Cómo articula tantos hechos históricos con lo que les pasa a los personajes?

-Asimilo toda la documentación que puedo, mucha y obsesiva, y luego procuro olvidarme, para que sólo permanezca lo que me ha afectado emocionalmente. Cuando escribo no consulto las notas que he tomado. Trabajo con la memoria, como cuando hablo de sentimientos. Trato que lo asimilado se convierta en material emocional y no de erudición. Así se pueden mezclar hechos del siglo XVI y del siglo XXI, porque hablamos de la misma emoción, de la misma estupefacción ante la violencia. Y después todo está unificado por la voz del narrador.

 

-El dolor y la crueldad parecen dos motores que impulsan la trama y la Historia en su novela.

-Sí, y agrego un tercero que los unifica: la mentira. En el desarrollo de los acontecimientos históricos ha habido aportaciones muy interesantes en los últimos tiempos. Pero falta escribir una historia de la mentira para examinar cuál ha sido su papel en la Historia. Hay acontecimientos brutales basados en la mentira. Es como una gran señora con sus dos perros: el dolor y la crueldad. La pregunta es cómo se puede sobrevivir a lo peor. Y si se sobrevive, cómo se puede volver a ser feliz.

 

FAJARDO BASICO

Granada, 1957

Escritor

 

Aunque nació en Andalucía, creció en Madrid. Como estudiante de Derecho, fue parte del movimiento estudiantil antifranquista. Integró -y dejó- el Partido Comunista y se hizo periodista. En 1990 sacó su primer libro, La epopeya de los locos, un relato histórico. Su primera novela, Carta del fin del mundo, salió en 1996. Desde 2011 publica el blog "Fuera del juego", donde hace comentarios en 777 caracteres.