Contra valor no hay desdicha 3. Tercera entrega
Fuente artelope. Autor Lope de Vega
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en la mano la bandera.
FILIS
(Aparte.)¡Mi hermano! ¿A qué viene al monte?
Irme quiero, no me vea.
(Quítese de la ventana.)
ARPAGO
¿Eres Ciro?
CIRO
Yo soy Ciro.
ARPAGO
¿Qué gente de guerra es ésta?
CIRO
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Los mozos deste lugar,
que para tiempos de veras
se ejercitan en las burlas.
Por eso, cuando se ofrezca
en qué sirvamos al Rey,
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no hayáis miedo que nos vean
bisoños, sino enseñados.
ARPAGO
¿De qué doctrina y escuela
has aprendido a ordenar,
Ciro, ese campo, que llevas,
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y que tan diestro conduces?
CIRO
Naturaleza me enseña
la inclinación; lo demás
he aprendido de un poeta
que arte militar escribe.
ARPAGO
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El Rey te llama: no seas
rebelde a su mandamiento.
CIRO
Por dicha le ha dado quejas
de mí el padre dese mozo;
y supuesto que pudiera
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defenderme con mi gente
de que castigarme pueda,
no quieran los dioses, no,
que a la corona suprema,
aunque aventure la vida,
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el justo respeto pierda.
MITRÍDATES
Oye, Ciro.
CIRO
¿Qué queréis,
padre?
MITRÍDATES
Escucha.
CIRO
Si es que tema,
perdonadme.
MITRÍDATES
Si allí vas,
hijo, no espero que vuelvas.
CIRO
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¿Por qué?
MITRÍDATES
Yo sé la ocasión.
CIRO
Si me echasen a las fieras
o me diesen dos mil muertes...
MITRÍDATES
Pues no pienses que me dejas,
que allá tengo de ir contigo.
CIRO
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Matarán las dos ausencias
a mi madre.
MITRÍDATES
No lo excuso.
deponed todos las armas.
Tú, Bato, avisa a la reina
de que se va el rey de burlas
CIRO
800
Dejad, soldados, la guerra,
porque le llama el de veras.
Acto II
El REY, ARPAGO y acompañamiento.
REY
¿Tan obediente ha llegado,
Arpago, el fingido rey?
ARPAGO
Merece, por justa ley,
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la muerte si está culpado;
pero cuando a pensar llego
que esta villana invención
no ha sido conspiración,
sino sólo burla y juego,
810
libre le siento de culpa,
y el venir sin resistencia
declara más su inocencia.
REY
(Aparte.)Mi temor no le disculpa.
No me atrevo a declararme
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con éste, porque he pensado
que le disculpa culpado
para volver a engañarme.
No ha de penetrar mi intento
hasta que sepa si ha sido
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cómplice en el rey fingido.
ARPAGO
Algún grave pensamiento
molesta al Rey con temor
de tales fingidos nombres.
REY
(Aparte.)Fue siempre el alma en los hombres
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el adivino mejor.
¡Cuántos, por no haber creído
su divina profecía,
lloraron, cual yo la mía,
después de haber sucedido!
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Que cuando el temor en calma
tiene un pensamiento impreso,
se ve pintado, un suceso
en el espejo del alma.
¿Quién viene con él?
ARPAGO
Su padre,
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que allá tus ganados guarda.
REY
Y ¿tiene madre?
ARPAGO
Lisarda
se llama, señor, su madre,
labradora como él.
REY
(Aparte.)Diles que entren.
(Vase ARPAGO.)
REY
(Aparte.)Vil temor
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me oprime, porque en rigor
no siento malicia en él,
pues padres tiene en su aldea,
tan rústicos labradores.
(ARPAGO, MITRÍDATES y BATO.)
CIRO
(Aparte a MITRÍDATES.)Padre, no temas ni llores.
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Entra, y lo que fuere sea.
MITRÍDATES
(Aparte a él.) ¡Ay, Ciro! Temblando, voy.
ARPAGO
Ya están, señor, a tus pies.
REY
(A CIRO.)
¿Eres tú el rey?
CIRO
¿No me ves?
Rey de los mancebos soy,
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que se juntan en mi aldea
a jugar y entretener;
porque, ¿cómo puede ser
que de otra manera sea?
Es verdadera en ti solo,
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gran señor, la majestad;
sólo tu imperio es verdad,
que, como en el cielo Apolo,
eres único monarca,
cuya vida de justicia,
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come al ave de Fenicia,
siempre respeta la Parca.
Reina entre los animales
el león; el campo alegra
del aire el águila negra
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con plumas y alas reales;
el sol, en sus luces bellas
reina; la luna en la noche,
que de su argentado coche
son vasallos las estrellas;
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el delfín, en el rigor
del mar, que asombra a las naves;
y entre domésticas aves
el gallo, madrugador.
De sierpes, naturaleza
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al basilisco le dió
imperio, y así nació
coronada la cabeza;
y porque las monarquías
del tiempo más claras vieses
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mayo es el rey de los meses
y el jueves rey de los días;
En las flores, el clavel,
y en las semillas, el trigo,
y el tiempo, de cuanto digo,
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porque está sujeto a él.
Reinan, con mucha razón,
de los humanos despojos,
en las facciones, los ojos,
y en el cuerpo, el corazón.
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De las pasiones mayores
rey quieren que el amor sea,
y yo también en mi aldea
soy rey de los labradores.
REY
(Aparte.) ¡Vive Júpiter sagrado,
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que tanto a Mandane imita,
que tiene en el rostro escrita
la verdad de mi cuidado!
Este sin duda es mi nieto;
que en aquel rudo horizonte
900
no fuera el parto de un monte
tan atrevido, y discreto;
porque son precisas leyes,
de que tengo claras señas,
que peñas engendran peñas,
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y reyes producen reyes.
No le quisieron matar
traidores que me engañaron,
o los dioses le guardaron
porque les quiso estorbar
910
el intento que tenían
de que me matase a mí:
oráculo que temí,
y adivinos me decían.
Mas no salió muy adversa
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entonces la astrología,
de que éste trasladaría
mi cerro y corona al persa.
quitándola de mi frente.
Pero ya el cielo, aplacado
920
de sacrificios, me ha dado
remedio piadosamente,
pues que vino a mi poder
cuando en su primera edad
intentó la majestad,
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reino que pudiera ser
verdadero, aunque fingido,
de los juegos de la aldea,
en que puede ser que sea
el pronóstico cumplido.
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Por lo menos, con secreto
haré matar al villano:
sin ser abuelo inhumano,
hoy he de matar mi nieto.
Dime tu nombre, mancebo.
CIRO
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Ciro me llamo, señor.
REY
¡Breve nombre!
CIRO
A mi valor
y virtud pienso que debo
hacerle con obras grande.
REY
Con notable libertad
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hablas. Ello fue verdad.
(Aparte.)¡Que lo que su rey le mande
no cumpla un vasallo! ¡Ah, cielo!
mas yo me sabré vengar.
¿Por qué mandaste azotar,
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bañado de sangre el suelo,
un labrador inocente?
CIRO
Porque no me obedecía,
ni como a rey me tenía
el respeto conveniente.
950
Dos acciones de los reyes
son premiar y castigar.
REY
Y ¿no, se han de moderar
con justa piedad las leyes,
como lo hacemos nosotros?
CIRO
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Había poco que era rey,
y echéle toda la ley
para ejemplo de los otros.
No tengáis por nueva cosa
mi exceso, si se reprueba,
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porque la justicia nueva
entra siempre rigurosa.
Después que pase algún mes
de jüez y de señor,
templarán este rigor
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el amor o el interés.
Tiene el gobierno, pasadas
las horas de la opinión,
del amor la condición,
que es más fuerte en las entradas.
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Temer y amar ha de ser
la ley del buen gobernar:
con beneficio el amar,
y con castigo el temer;
que aunque el beneficio hallo
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por la ley más provechosa,
un buen castigo es gran cosa
para que tema un vasallo;
porque si un delito es grave
y éste el rey no le castiga,
980
mucho al cielo desobliga
y al reino, que ya le sabe.
REY
¿Adónde aprendiste, Ciro,
esas razones de Estado?
CIRO
Los libros me han enseñado.
REY
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Tu virtud e ingenio admiro,
porque cavar y leer
no caben en un sujeto.
(Aparte.)¿Qué dudo de que es mi nieto,
y de que pudiera ser
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mi muerte si la piedad
del cielo, no me librara,
y el pronóstico cesara
fingiendo la majestad?
¿Tu padre?
MITRÍDATES
Yo soy, señor.
REY
995
Quedaos aquí tú y Arpago.
Llevad a Ciro vosotros
donde, con mucho regalo,
quiero que tenga aposento
algún tiempo en mi palacio.
CIRO
1000
Beso tus reales pies.
(Aparte a él.)¿Qué te ha parecido, Bato,
de lo que le he dicho al Rey?
BATO
(Aparte a CIRO.)No te quisiera tan sabio,
los reyes son como el sol,
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que han de deslumbrar sus rayos;
que es tener en poco el cetro
mirarlos de claro en claro.
CIRO
Engañaste, que yo sé
que me queda aficionado.
1010
Así son los hombres hombres;
que, letrados o soldados,
sin favor del Rey, ¿qué importan?
BATO
¡Por azotar un villano
quieres que te dé favor!
1015
Yo me holgaré que volvamos
al monte como venimos.
(Vanse CIRO, BATO y el acompañamiento.)
REY
Solos habemos quedado,
porque me importa el secreto.
MITRÍDATES
(Aparte.)En el pecho me está dando
1020
mil saltos el corazón.
REY
Dime, labrador honrado,
tu patria y tu nombre.
MITRÍDATES
Soy
tu ganadero, y me llamo
Mitrídates.
REY
Este Ciro,
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¿es tu hijo? ¡Por el santo
Júpiter que, si me engañas,
que de Agrigento el tirano
no ha de haber formado toro
que te abrase a fuego manso
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como le haré para ti!
MITRÍDATES
En la lealtad de vasallo
pienso que hallaré mejor
la respuesta, que en el daño
que me puede suceder
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de no respetarte airado.
Arpago está presente, que a mi aldea
trujo un niño, señor, entre mantillas
ricas, en quien naturaleza emplea
pinceles de sus altas maravillas.
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Como suele en la copia de Amaltea
azucena entre humildes florecillas,
así, entre los pañales primitivos,
del rostro en el marfil dos soles vivos.
Llegó, en efeto, con secreto y prisa,
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y me mandó que a fieros animales,
adonde planta de pastor no pisa,
le echase entre peñascos y jarales.
Apenas le tomé, cuando con risa
de su inocencia me mostró señales,
1050
porque fuese testigo en su inocencia
el recibir con risa la sentencia.
¡Cruel decreto, dar la muerte a vida
que de la ejecución se está riendo!
Pero como de mí no fue admitida
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la apelación, calló, perlas vertiendo.
Fuése Arpago, señor; yo, infanticida,
llevéle al monte, aunque entre mí diciendo:
«¿Qué más fiera que yo?» Pues no pudiera
ninguna de aquel monte ser más fiera.
1060
Echéle entre dos peñas, que parece
que piadosas entonces se abrazaban.
Aun agora decillo me enternece,
y entonces ellas pienso que lloraban.
La hierba así que en sus espacios crece,
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y las flores, parece que ocultaban
el tierno niño, en ocasión tan fuerte,
porque no le pudiese ver la muerte.
Volví a mi casa, que con tierno llanto
la senda apenas de aquel monte vía,
1070
donde hallé mi mujer, ¡oh cielo santo!
que un hijo muerto malparido había.
Contéla el caso, y afligióse tanto,
que me dijo, llorando que tendría
consuelo si aquel niño le trujese,
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si Júpiter vivir le permitiese.
Al monte parto con ligero paso,
que apenas con los pies tocaba al suelo,
cuando al bordar el sol de oro el ocaso,
hallo mi niño y mi dolor consuelo.
1080
Una perra le daba, ¡extraño caso!,
piadosa el pecho por piedad del cielo,
y de aves y animales defendía,
que en torno dél la muerte conducía.
Alzole en brazos de la dura tierra,
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imprimiendo en su cara tiernos besos.
Voy por el monte, sígueme la perra
entre las peñas y árboles espesos.
Llego a mi casa, en fin... ¡Oh cuánto yerra
quien piensa que impedir puede sucesos
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que tienen ya los cielos decretados,
ni reprimir la fuerza de los hados!
Crióle mi mujer, púsole Ciro
por la perra que el pecho le había dado
(que así se llama en nuestra lengua), y miro
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el cielo a su favor determinado,
porque cuando fingido rey le admiro,
y saber su valor te da cuidado,
conoces que es el niño que ha vivido
para hacer verdadero el rey fingido.
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Conocíase bien que era tu nieto
en tanta discreción y valentía,
que no pudiera ser menos efeto
el que tan alta causa producía.
Ya de las cielos se cumplió el decreto
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en el reino de burlas que fingía;
si el haberle criado culpa ha sido,
de mi inocente error perdón te pido.
REY
Dame tus brazos, dignos justamente
de un rey; que por piedad ninguno ha sido
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castigado en el mundo, ni ha perdido
el premio de librar a un inocente.
¡Oh Arpago! ¿De qué temes, cuando siente
tu pecho que mi amor te ha perdonado
no haber ejecutado
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mi necio mandamiento?
ARPAGO
Señor, yo le cumplí; que sólo siento
no verte el alma agora.
REY
Pues ¿puede ser traidora
alma de un rey?
ARPAGO
El pensamiento humano
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sólo del cielo se defiende en vano.
REY
Por mi corona, que te debo, Arpago,
la vida, y que te pago
con la verdad que debo,
agradecido a sucesor tan nuevo.
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Y porque lo que digo verdad sea,
vuélvase Ciro, vuélvase a la aldea;
váyase libremente
hasta que llegue tiempo conveniente
que pueda declaralle por mi nieto;
1130
pero advirtiendo que ha de estar secreto,
porque, por todo el coro
de los dioses que adoro,
que si le declaráis quién es, que luego
os abrase a los dos en vivo fuego.
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¿Daisme aquesta palabra?
ARPAGO
Yo la juro
a Marte, protector del patrio muro.
MITRÍDATES
De mí no tengo yo que asegurarte;
que bien puede obligarte
lo que he tenido tanto tiempo oculto.
REY
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Pues ya no dificulto
que con estar secreto
haré jurar por sucesor mi nieto.
Tú parte, Mitrídates,
porque de volver trates
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con Ciro al monte donde se ha criado.
MITRÍDATES
¿Diréle alguna cosa?
REY
Que me he holgado
de conocer en rústico sujeto
un mozo tan valiente y tan discreto.
MITRÍDATES
Guarde tu vida el cielo.
(Vase.)
REY
De tu piadoso celo
1150
satisfecho, con justa confianza,
Arpago generoso,
te quiero dar de Ciro la crianza;
que espero harás un rey tan belicoso,
que ponga nuestra media monarquía
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en los últimos límites del día.
ARPAGO
Tan justas confianzas
puedes tener de mí como de Ciro,
mancebo de tan altas esperanzas
que al resplandor de tus hazañas miro
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águila caudalosa.
REY
Para pagarte la amistad piadosa
que con él has usado,
hoy, Arpago, serás mi convidado;
hoy comerás conmigo, que es muy justo.
ARPAGO
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Beso tus reales pies.
REY
Por este gusto
no sé qué honras hacerte,
llámame a Evandro.
ARPAGO
Voy a obedecerte.
(Vase.)
REY
¿Habrá maldad que como aquésta sea?
¡Oh, fementido Arpago!
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¿Así mi imperio tu traición desea?
Pero yo te daré tan justo pago
que sea mas dolor que el darte muerte.
Villano, ¿desta suerte
obedeces tu Rey? ¡Viven los cielos,