¿Lo peor ya pasó?: con dólar controlado, el Gobierno busca convencer d
Comercio Exterior

¿Lo peor ya pasó?: con dólar controlado, el Gobierno busca convencer de que se llegó a un "oasis cambiario"

 

 

17-03-2014 Fuente iprofesional. Las reservas dejaron de caer aceleradamente, el blue no trepa como antes y el billete verde oficial descansa en los $8. Se respira mayor tranquilidad en filas oficiales. Pero los analistas ponen el foco en otras cuestiones a la hora de responder si la tregua cambiaria llegó para quedarse

 

Son días de moderado festejo en el Gobierno: tras los momentos turbulentos vividos por la devaluación que tuvo lugar en enero, hay una sensación de alivio por haber recuperado el control de la situación.

 

Lo cierto es que ni siquiera los más recalcitrantes críticos del "modelo K" se animan a pronosticar una crisis en el corto plazo. Y hasta se permiten ciertas palabras de elogio para Juan Carlos Fábrega por la firmeza con la que está manejando el timón del Banco Central.

 

Lo cual, claro, no significa que no se sigan pronosticando problemas a mediano plazo. Algo que -con la vorágine con la que transcurren las cosas en Argentina de hoy- puede ocurrir en la segunda parte del año.

 

"Que el Gobierno haya contenido en el último tiempo el drenaje de reservas y el tipo de cambio no es poco. Pero la dinámica inflacionaria es preocupante y puede trasladarse al tipo de cambio", apunta Gastón Rossi, ex miembro del equipo económico de Martín Lousteau, en una frase que sintetiza el pensar del gremio de los economistas.

 

En este contexto, la consigna obligada en filas oficiales es imponer la idea de que "lo peor ya pasó" y que la devaluación de enero fue apenas una turbulencia aislada, un momento de estrés financiero que ya está en vías de superación.

 

El argumento opuesto a esta visión viene por el lado del "establishment" económico, que no ve en la actual estabilidad del dólar más que una tregua pasajera, destinada a terminarse más temprano que tarde.

 

Es así que el Gobierno encara esta nueva etapa con sus armas tradicionales: intervencionismo económico y "relato".

 

Con el primero, logró contener la caída de reservas del Banco Central y dominó la inestabilidad del tipo de cambio.

 

La principal herramienta utilizada fue la "invitación" a que los bancos liquidaran parte de sus activos dolarizados, gracias a lo cual ganó un oxígeno de u$s1.500 millones.

 

Este avance, sumado a la fuerte suba de las tasas de interés -con títulos ya en torno del 30%- logró devolverle la paz al equipo económico.

 

Y luego viene la nunca abandonada "batalla cultural".

 

Como afirma el economista Enrique Szewach, la política oficial combina "cosas que sirven para calmar la situación" con "cosas que no sirven para nada, como los Precios Cuidados", cuyo objetivo es compensar las medidas antipáticas.

 

Así, si las cosas salen bien "dirá que es por lo que le sirve al relato, y si sale mal dirá que es por un complot de los especuladores", señala.

 

El hecho de que la demanda de dólares "legales" por parte de ahorristas -bajo el nuevo régimen de cepo semiabierto- no se haya disparado aporta buen argumento para el lado oficialista.

 

Esto va en línea con el discurso oficial según el cual no es la demanda de los pequeños ahorristas sino los movimientos especulativos propiciados desde los grandes bancos lo que hizo tambalear la moneda.

 

Un moscardón "color blue"

Claro que el alivio no es completo, porque persisten señales preocupantes.

 

Y hay algo que sigue molestando al Gobierno mucho más que aparecer como ejemplo de modelo fallido en The Economist y en The Wall Street Journal, o los informes de los analistas donde dicen que el plan oficial apenas ha logrado "comprar tiempo".

 

El festejo no puede ser completo, porque allí persiste, obstinado y fastidioso como el zumbido de una mosca, la brecha entre el tipo de cambio oficial y el dólar blue, que se muestra dura de bajar.

 

Aun después de la devaluación -que supuestamente devolvió la competitividad perdida a los exportadores- y aun luego del permiso para volver a comprar dólares para atesoramiento, el gap no baja del 40%, en una clara demostración de que el mercado no está convalidando del todo un billete verde a $8.

 

De hecho, el festejo por la abrupta baja que el blue tuvo la semana pasada -y que lo puso durante un día al mismo nivel que el "dólar turista"- fue de corta duración. Lo cual implica un recordatorio de que todavía no hay una gran estabilidad cambiaria.

 

"La distancia actual entre ambos billetes indica que, si la dinámica económica sigue siendo la misma  tras la cosecha de soja de marzo, el tipo de cambio fijado por el Central difícilmente pueda mantenerse en torno a los $8", observa Ramiro Castiñeira, analista de la consultora Econométrica.

 

Desde su punto de vista, el mensaje del blue es claro: "No cambió mucho el problema de fondo: el déficit fiscal sigue siendo importante y la inflación escala a un ritmo alto".

 

Una pregunta, cuatro claves

La gran pregunta que surge en este momento es, una vez más, si esta suerte de "oasis o tregua cambiaria" que se vive por estos días tiene chances de perdurar en el tiempo o si será inexorable otra dosis de medicina amarga -incluyendo otro salto devaluatorio- en un futuro más o menos cercano.

 

Cuando se les plantea esta cuestión a los economistas, destacan que la respuesta depende de cuatro puntos clave:

 

1. La voluntad que el Gobierno tenga para realizar un ajuste fiscal. Especialmente en el rubro de los subsidios a los servicios públicos, de manera de atenuar la dependencia que el Tesoro tiene respecto de "la maquinita" del Banco Central.

 

2. La evolución de la inflación. De no moderarse el ritmo actual, toda la ganancia de competitividad cambiaria lograda con la última devaluación quedará neutralizada en cuestión de meses (como insisten los analistas, esta medida resulta exitosa si sólo sube el dólar y dicha suba no es acompañada por el resto de los precios).

 

3. La capacidad de conseguir divisas del exterior, ya sea en forma de crédito al sector estatal por parte de organismos internacionales (como el FMI y el Banco Mundial) o bien bajo la forma de inversiones privadas en grandes proyectos de inversión como la exploración petrolera. En ambos casos, esto constituiría un bálsamo para las castigadas reservas del BCRA.

 

4. Las expectativas del público, ante un año que se presenta como recesivo y con inflación creciente. El mayor riesgo que ven los economistas es el de una caída en la demanda de pesos, si el Gobierno no logra contener una espiral de salarios y precios.

 

Es que, de ocurrir, el índice inflacionario puede aumentar no porque se emita más, sino porque el dinero pasa más rápido de mano en mano, por la alta desvalorización

 

¿Lo peor ya pasó?

A la hora de responder qué ocurrirá con estos puntos, vuelve a imponerse el pesimismo entre analistas, de cara a la segunda parte del año.

 

Ya sea por descreimiento sobre la voluntad del Gobierno a pagar "costos políticos" ligados al ajuste, o bien por escepticismo sobre que el contexto internacional ayude.

 

Hay analistas, como Gabriel Caamaño Gómez, economista jefe de la consultora Ledesma, que creen que el Gobierno sólo podrá gozar de mayor tranquilidad cambiaria en la primera parte del año, si es que no resuelve los problemas de fondo, como déficit e inflación.

 

Gómez pronostica que las iniciativas tomadas junto con la llegada de los sojadólares le permitirán al Gobierno mantener la calma financiera durante las tres cuartas partes del año.

 

En la misma línea opina Facundo Martínez, economista jefe de M&S, la consultora de Carlos Melconian: "Esta tranquilidad lograda es transitoria, porque la política monetaria tiene un deterioro".

 

Y si bien coincide respecto de que "no se ve en el corto plazo un colapso de la economía ni un riesgo de default financiero", también aclara que la calma actual debe ser relativizada.

 

"Es una paz lograda a un costo alto, porque es una estabilidad con alta inflación, brecha cambiaria, devaluación y tasas de interés del 30% que afectarán la actividad".

 

Su pesimismo está centrado en el rojo fiscal. Si bien el Gobierno redujo la emisión monetaria, cree que no podrá bajarla mucho más por las necesidades que tendrán las provincias de más presupuesto para afrontar los aumentos salariales.

 

En este contexto de "calma de corto plazo y pesimismo a mediano", el interrogante es cuál puede ser la variable que amenace con ponerle fin al actual clima de mayor estabilidad cambiaria.

 

Y es allí donde no se descarta una nueva corrección del dólar.

 

Para Pedro Rabassa, director de la consultora Empiria y ex jefe de reservas del Banco Central, "un precio de $8 no puede mantenerse hasta fin de año", producto de la alta inflación.

 

El ex funcionario advierte que el costo de la estabilidad actual es el de "estar jugando con cosas delicadas, porque lo que se ha hecho afecta el respaldo de la moneda".

 

Su crítica es que no se ha evitado la sensación de que "el Central es una caja de financiamiento gratis" y que, además, la imposición a los bancos para limitar su patrimonio dolarizado ha debilitado al sistema financiero.

 

Otras advertencias apuntan a que, en aras de defender la estabilidad, se agudice la tendencia al enfriamiento de la actividad.

 

Por el lado de las reservas, la consultora de Rogelio Frigerio señala que la recomposición "sería posible sí y sólo sí el Gobierno siguiese manteniendo las importaciones totalmente ‘pisadas', lo cual no es sostenible ni siquiera en el mediano plazo".

 

Lo que falta

En definitiva, la crítica más difundida es que siguen sin aparecer las medidas para resolver los problemas de fondo. Algo que ya no sólo reclaman los habituales críticos del kirchnerismo sino también economistas que en su momento han apoyado al "modelo".

 

Como Aldo Ferrer, quien considera que el inconveniente más grave del momento es "el error de diagnóstico que hace el Gobierno".

 

"La devaluación es una demostración de que aceptaron una realidad  que habían estado negando. Pero falta el resto, un conjunto de políticas convergentes y tener un buen diagnóstico. Porque si piensan que esto que pasa es por los conspiradores que se quieren llevar la plata y tumbar al Gobierno, no ven el problema real", apuntó.

 

Su advertencia fue que si la atención se pusiera en la teoría conspirativa, "entonces la respuesta son los controles, y esto ya hemos visto que no funcionan".

 

Por lo visto hasta ahora, no parece que su prédica haya sido escuchada, dado que tanto en el discurso como en las medidas concretas hay una tendencia a profundizar el intervencionismo.

 

El plano fiscal, en cambio, no ha dado señales de moderación. Y esto es lo que hace que, en el ranking de las preguntas, el consabido "¿aguanta el dólar?"  haya sido remplazado por "¿en qué condiciones llegaremos a 2015"?

 

Porque, como dice Aldo Pignanelli, ex titular del Central, "en economía, más que el presente, lo que importa es la tendencia".

 

Por eso, no se deja entusiasmar demasiado por la calma del dólar: "Si estás todo el tiempo solucionando problemas de último momento, no es buen augurio para el futuro. En cambio, si se marca tendencia de un cambio de política, cambia el humor".