Crítica de la razón hincha
De interés general

Crítica de la razón hincha

 

 

14/06/2014 Fuente revistaenie. Cultura popular. Si el fútbol es tan hermoso como la filosofía, según afirma Tomás Abraham, quizá se pueda ver el Mundial como un estoico, sin esperar nada. ¿O no?

 

Hay una palabra maravillosa que lo seguirá siendo mientras no se malgaste por un uso excesivo: futbolero. Es como tanguero o fullero. Tiene una buena sonoridad viril. Mucho mejor que “hincha” que ya perdió el sentido original que le daba Mordisquito. Son tiempos de Barra Brava.

 

Me identifico: soy un futbolero en vísperas del primer partido de la selección nacional en un mundial de fútbol. Siempre fui hincha de la selección argentina. Soy ciudadano con camiseta azul y blanca. Estoy en contra de todos los nacionalismos. Pero soy hincha. No sé cuántas veces diré hincha después de descalificar la palabra, pero evidentemente no puedo decir que soy futbolero de la selección.

 

Por otra parte, me declaro aficionado a la filosofía. Nada de profesional, magíster, ensayista, profesor, escritor; la designación que evoca el amateurismo y una inclinación por un ejercicio y una práctica desinteresadas, se lleva bien con una historia que siempre vinculó al amor con el saber. Pero jamás se me ocurriría identificarme como aficionado al fútbol.

 

Soy futbolero por género, y por especie me defino como hincha de la selección argentina y del club Atlético Vélez Sarsfield (que su grato nombre se mantenga en la gloria).

 

Una de las características del hincha es su malhumor y su permanente queja. No soporta las fallas de su equipo. Siempre tiene mejores ideas que el director técnico, y casi siempre tiene un chivo emisario encarnado en un jugador particular al que le adjudica todos los males del universo.

 

El futbolero no es así, no se lamenta, no es agrio ni fanático. Quiere ser inteligente, buen analista, fino observador, objetivo, sin pasiones viles ni puntos de vista arbitrarios. Sólo le interesa el arte, se entusiasma con el talento de los jugadores y reconoce la sapiencia de los directores técnicos. Aunque también puede ser inflexible con los vicios y defectos de cualquier equipo y no es el apellido o la fama lo que determinan su juicio. Sólo la verdad y nada más que la verdad, aunque duela, y si duele mejor, porque a veces no hay otro modo que extremar atributos y azuzar la sensibilidad para que las cosas cambien.

 

En términos de la historia de la filosofía, futbolero e hincha remiten a Aristóteles y Nietzsche; uno por el justo medio en el punto de equilibrio argumentativo, y el otro por decir la palabra precisa y después reventar. ¿Cómo quieren que les hable… como futbolero o como hincha? ¿Cómo los dos a la vez? Si es como los dos a la vez, entonces este ser híbrido y bicéfalo, evoca a Michel Foucault –tan edificante como el Estagirita y sísmico como el alemán– a los treinta años de su fallecimiento a cumplirse en pleno campeonato mundial. El filósofo francés muere un 25 de junio, el mismo día en que nuestra selección juega contra Nigeria en Porto Alegre. Se merece nuestro homenaje.

 

Después de lo que pasó en Sudáfrica, espero el Mundial con temor. El equipo se parece demasiado al que fue goleado por los alemanes. Por otra parte siento un cierto disgusto que se incrementa con cada día que pasa. Y este displacer se convierte en franco rechazo cuando la publicidad del evento me llena la pantalla. Otra vez los argentinos en camiseta abrazados, la familia unida frente al televisor, los amigos juntos como hermanos, el pueblo en un solo grito, el himno cantado hasta en el baño, los mensajes de unión nacional, la ternurita popular, la fanfarronería del coro que dice que nos vamos a clasificar porque el grupo está para ser comido.

 

Les dije a mis amigos futboleros que por despecho escucharía el Mundial por radio. Lo que pasa es que a veces dan ganas de balearse en un rincón cuando veo a Sabella con un traje mal cortado posar junto a funcionarios del gobierno a los que les proclama su lealtad. Que manía ésa de ponerse la camiseta partidaria y declamar su amor por Cristina. ¿Acaso se vio a Vicente del Bosque darle un besito a la duquesa de Alba? Ese sí que sería un gesto patriótico. ¿Existe algún testimonio que pruebe que Scolari estuvo abrazadito a Dilma? ¿Sampaoli la sacó a bailar a Michelle? Joachim Low, ¿se montó a caballito de la Merkel?

 

¿Por qué la dirigencia para ganarse a cierta muchachada divide a la afición proclamando adhesiones que nada tienen que ver con la celeste y blanca? Sabella es un técnico designado por la AFA. La asociación es autárquica. Representa a los clubes. Los clubes tienen dirigentes. Los dirigentes representan a los socios. Los socios somos los que pagamos la cuota a los que se suman los hinchas sin carnet.

 

Esto que acabo de escribir es una mentira. La realidad es otra. Sabella es cristinista. Lo nombra la AFA. La AFA es una dependencia del gobierno. Al gobierno lo votamos nosotros. Sabella nos representa porque representa al gobierno que nos representa. Es un círculo perfecto como una pelota pinchada.

 

Esta armonía era la que se vivía durante el Proceso. El Mundial era de los jerarcas y como ellos querían que el pueblo fuera feliz y ellos eternos, nosotros decidimos ser felices. Y la opinión pública por medio de voceros, llámense periodistas, intelectuales y entrenadores, sostenían que la felicidad del pueblo no se mancha.

 

Por eso a veces me da ganas de escucharlo por radio. Con este sinsabor por el modo en que una vez más nos preparamos a ganar la copa con la esperanza de que no nos pase lo que nos pasa hace veinticuatro años, decidí programar mi indiferencia haciendo uso de You Tube, y vi con ojo de botanista la final del 90, además de las eliminaciones del 94-98-2002-2006-2010. También volví a ver la final del 78; había que ver lo que corrió el Matador Kempes, y las pelotas que sacó Galván, los diez mil cabezazos de Pasarella para alejar el peligro.

 

Es el futbolero el que trabaja mientras el hincha rezonga. Antes de enunciar mi tesis, propongo la siguiente reflexión correspondiente a la pasión futbolera: hay dos tipos de hinchas: el que sufre y el triunfalista, es decir el necio, la insoportable pesadez del ser ganador que abunda en el rubro.

 

Si el objetivo es ganar el Mundial, he llegado a la siguiente conclusión: es necesario que los diez jugadores que están en el campo corran no sólo para adelante sino para atrás cuando no tienen la pelota, y que el arquero salga del área, agarre fuerte la pelota cuando vengan los centros y disponga bien la barrera en los tiros libres.

 

Lo que digo no es ninguna novedad, parece obvio, en apariencia, porque no todo lo que brilla es oro. La gambetita está bien, pero el sacrificio, la entrega, la humildad, el cristianismo, el ideario de Benjamin Franklin, la ética protestante, la del indocumentado, la tauromaquia, la obcecación, la del Cholo, sin eso, vamos mal.

 

En una final del juvenil lo vi a Maxi Moralez con la cabeza vendada por una herida, corriendo como jefe de malón hacia el arco de enfrente. Eso es ser exquisito. Vale más que una pisadita. Es la rebelión de los esclavos de Espartaco.

 

El jugador de genio es admirable, adorable. El que no lo tiene pero pone todo, es respetable, encomiable. De modo análogo, los equipos también tienen personalidad, ejercen una autoridad, no se definen por atesorar lo que los italianos llaman un “fantasista”.

 

Pero noto un cierto cambio. Creo que estamos silbando un poco más bajito. Messi anduvo flojo. El Duende estuvo ausente y desganado en la liga. Hoy lo vemos algo mejor pero ya no se le pega la pelota al empeine en plena velocidad. Es más previsible. Nadie confía en nuestra defensa. Se dice que no tenemos arquero. Gago está entre algodones. Rojo tiene una timidez fatal, como si pidiera permiso para desbordar. Zabaleta no tiene cuarta ni quinta. Mascherano ya no puede controlar el medio campo, lo ha loteado, ocupa la conocida cueva que resguarda con cierta comodidad en el Barça. Di María si se le pide una ida y vuelta sin pausa es una gacela con cuerda para tres cuarto de hora. En el Napoli, Higuain parece que tuviera el catalizador un poco tapado ya que no acelera como antes. El Khun canta, baila, se peina, y le hace ojitos al camarógrafo. En el banco no hay casi nadie, hay un silencio de Lehman Brothers.

 

Puedo imaginar que toda onda regresiva o talante derrotista, provoca reacciones negativas. Pero sucede, como ya dije, que en una misma persona el futbolero analiza y el hincha sufre. ¿Saben lo que me gustaría? Que ganemos el Mundial y que lo festejemos con una sonrisa. No se trata de hacerse el nórdico y moderar pasiones. No es ninguna pose que pretende que el hincha de fútbol esté a la altura de la vida civilizada. Es un deseo de un futbolero solitario. No soy el único. Hay miles que ven el fútbol por televisión, solos, a distintas horas, los distintos días de la semana. Hay decenas de futboleros solitarios por cada hincha que va a la cancha. Luego, en el café o en la oficina, los futboleros solitarios se cuentan el partido para volverlo a ver en el sillón.

 

Sin gritos, sin cantar “la putá que lo parió le rompimo bien el culo”, que no sólo es anacrónico sino berreta. Sin poner la voz en función de tribuna ni hacerse el grasita diplomado. Prefiero una escena con la sonrisa de las madres y sus hijos en la plaza con camisetitas que digan: somos campeones. Con mi nieto vestido con la diez azul y blanca de Messi que le regalé cuando cumplió seis meses. La alegría de mi nieta que vive en Brasil con su perra Tita vestida con la verdeamarela, esa foto que me mandó por Ipad para ver mi cara de espanto. Hay una saturación de fanatismo. Ya no se sabe lo que es la pasión. Sin duda que nada de lo que pasa en la platea norte de Vélez tiene que ver con la pasión. Es más del orden de la defecación.

 

No voy a insistir con las imágenes de hinchas del Atlético y del Real mezclados en la platea. No hay ejemplos impolutos, pero no viene mal de tanto en tanto mostrar imágenes de humanos normales, aunque sólo fuere para no perder del todo las coordenadas de la vida en común.

 

Eso quiero, ganar sin ser ganador, o perder sin ser perdedor. No más el divertimiento burgués que se hace un carnaval de fin de semana con el nombre de pueblo.

 

Voy a prender la radio. La tele también. No puedo las dos al mismo tiempo porque la voz llega antes y me grita gol cuando la imagen viene de atrás. Espero que no me llenen de obras públicas ni de crecimiento con inclusión. Un poco de oxígeno sin hegemonía, sin secretarías, sin inclusión, sin pedagogos, sin fotos de Messi haciendo de punto de nadie, sin Malvinas Argentinas ni Olivos vaticanos, sin bajada de línea, con ventilación y un poco más de dignidad.

 

Si perdemos sólo le pido a Dios que nadie clame venganza ni pidan la cabeza de Grondona –lo más redituable– ni la de Romero, lo más cruel. Hay que ser compasivo con los que no han podido. Y nadie tiene derecho a arrojar la primera piedra, está en la Biblia, lo debe decir hasta el mismo Francisco.

 

Pero quiero ver si los “millonarios prematuros” como Marcelo Bielsa definió a los ídolos del deporte, saben ser pobres, si recuerdan lo que es tener hambre en el alma. Eso que trasmite el Cholo que sabe combinar Armani con revuelto gramajo.

 

Ha llegado el momento en que me pregunto cuántos mundiales podré llegar a ver antes de pasar mis días en el purgatorio. Si la salud me acompaña, creo que serán suficientes como para hartarme de fútbol.

 

Vi a Maradona, a Pelé, a Messi. Pero no vivo del pasado. Cuando hay un partido como el del otro día entre el Bayern Munich y el Real Madrid, y después de quedar arrobado por los tres goles de los merengues en el primer tiempo, me dije que en el fútbol siempre hay algo que aprender.

 

Los madrileños le entregaron la pelota a los de Guardiola, para que la tengan, la saboreen, la amasen, y cuando se la sacaron, un zapatazo de setenta metros para Cristiano, otro para la bestia galesa, y un rayo atravesó la cancha.

 

Así jugaba el Santos de Pelé, así boxeaba Muhamad Alí, un pestañeo, una nada de tiempo, y un fogonazo. Era tan lindo como el setenta por ciento de control de pelota del Barça de hace poco tiempo.

 

El fútbol es tan hermoso como la filosofía. En ambos hay una multiplicidad de estilos. Sólo la pobreza espiritual habla de la nuestra, de vivir con lo nuestro, de la identidad, de seriedades, consistencias y rigores. Me gustaría ver el Mundial sin esperar nada, como un estoico. Disfrutando del que llaman el deporte más lindo del mundo, como puede decir Quique Wolf, que nos recuerda que el fútbol es un juego en el que la protagonista es la que llama “la caprichosa”.

 

He sufrido demasiado por el fútbol, la selección me ha retorcido las entrañas con sus correspondientes caídas de pelo. Quizás el Mundial del 98 fue el que más padecí. No me gustó el del 2002, pero no por el resultado sino por la actitud de su técnico que ni siquiera se despidió de nosotros. En el 2006 tuvimos un aceptable Mundial con un buen equipo. El 2010 fue el final de un sueño, el de creer que ganábamos por estar superdotados.

 

No creo más en laureles, ni que nada cambie por un mundial más o un mundial menos. Busco un nuevo entusiasmo un poco menos mediático, una serenidad a la griega, meditación y amistad. Tengo un amigo futbolero, periodista, que lo estará viendo junto a su hijo en una isla griega. Buena decisión, la tuya, Martín.Un gol de Messi y a brindar por Apolo.