Las verdades de un tal Louie
De interés general

Las verdades de un tal Louie

 

 

27/09/2015 Fuente revistaenie. Series. En la tradición de la comedia estadounidense clásica, Louie C.K. hace reír buscando llegar al fondo de las cosas.

 

Louie es una serie de TV estadounidense protagonizada por Louis Szekely (mejor conocido por Louie C.K) haciendo de un tal Louie que luce exactamente igual a él. ¿Es o no es? Por supuesto que esto suena a conocido; un comediante de stand up haciendo de un comediante divorciado, padre de dos hijas y viviendo en una Nueva York que también es (y no es). Desde Woody Allen (a quien Louie admira), pasando por Seinfeld (quien aparece en la serie en momentos memorables) y Larry David hay una buena y larga tradición de la comedia del neurótico obsesivo; del psicoanálisis a cielo abierto. Camuflar la propia vida para decir una clase de verdad o ir a lo profundo de sí para crear una clase de ficción, dos métodos venerables cada uno a su modo.

 

El escritor francés Michel Tournier, amantes de las dicotomías, decía que había dos clases de escritores, los que sólo pueden hablar de sí mismos y los que inventan mundos absolutamente nuevos (Proust y Borges por ejemplo). Pero en Louie estamos en el terreno de lo indeterminado (seguramente siempre lo estamos). Tan es así que a pesar de que él es un comediante y casi nadie dudaría que se trata de una comedia, el malestar es constante y sólo a veces tenemos la recompensa a la que la comedia nos tiene acostumbrados. La vida cotidiana de Louie pareciera tratarse de los restos diurnos freudianos con los que él construye posteriormente sus monólogos de artista de stand up. La serie muestra ambos mundos; Louie llevando a sus hijas al colegio, lidiando con su ex esposa y su exitoso marido y Louie ofreciéndonos fragmentos deshilachados de sus monólogos en un sótano de Nueva York (con personajes tan entrañables apareciendo aquí y allá que recuerdan al Cigarros de Paul Auster, otro amante de esta ciudad de ensueño).

 

La paradoja del artista de stand up es que mientras lamenta lo mal que le va en la vida ese lamento hace que esté sobre un escenario y le vaya bien; incluso muy bien. En especial en las relaciones amorosas y con el dinero. Darwin jamás lo hubiera creído (en verdad Darwin sí, pero esa es otra historia). Parece que en un momento de la evolución ser un perdedor se convirtió en una estrategia ganadora. Entonces el problema del artista de stand up (el problema de todo artista, en fin) se trata de cómo no perder credibilidad y cómo ir al fondo del asunto. Porque esa es la cuestión; llegar a la verdad de las cosas. Louie lo logra a fuerza de bucear en lo más profundo de sí mismo sin concesiones; en ir al fondo de las cosas en el tema que sea, pero en inventarse mundos posibles de igual modo (en algunas temporadas tiene un hermano, en otras no; en algunas temporadas su madre es de una forma, en otras de otra; en algunas temporadas sus hijas son de un modo, en otras de otro e incluso son representadas por distintas jóvenes actrices). Realidad y ensueño entrelazados, como la aparición de David Lynch en una serie de capítulos que por sí solo para muchos puede justificar la inmersión en el mundo Louie.

 

Louie (quien escribe, dirige, actúa y edita su show) viene de terminar la quinta temporada y es uno de los pocos casos en la nueva televisión con control total de lo que realiza. Tan es así que incluso entre temporadas se tomó un año sabático para poder pensar cómo continuar. Por lo que (afortunadamente) no sabemos qué nos depara el futuro. Bueno, como la vida misma.

 

Como diría el comediante Larry David en un episodio memorable de Curb your enthusiasm: “Having said that” habiendo dicho todo esto), lo que de innovador tiene Louie respecto a la indeterminación en la que nos sume, en los procedimientos con los que lo logra, por otro lado, en su constante búsqueda de la felicidad (paralela a la búsqueda de la verdad), en su necesidad de volver a encontrar una compañera luego del fin de su matrimonio (final con el que logra hacer las paces), Louie pertenece a lo que el filósofo estadounidense Stanley Cavell llamó la comedia de re matrimonio ( remarriage ), es decir, la tradición de la mejor comedia estadounidense clásica.