La heroína oculta de la guerrilla mexicana
De interés general

La heroína oculta de la guerrilla mexicana. De interés general

 

 

09/10/2013 Fuente revistaenie. En "El rumor del incendio", la compañía mexicana Lagartijas tiradas al sol, rescata la figura de Margarita Urías Hermosillo, desconocida para la Historia. “El papel que se dio a la mujer dentro de los grupos revolucionarios era mínimo”, dicen su hija Luisa Prado y Gabino Rodríguez.

 

El asalto al cuartel Madera en Chihuahua, el Partido de los Pobres, el Frente Urbano Zapatista, la Liga Comunista 23 de Septiembre, las redes de organización armadas activas como las FRAP y las FLN, los guerrilleros y los movimientos estudiantiles son parte del recorrido inacabado por las guerrillas mexicanas de los años 60 y 70 que propone El rumor del incendio, la obra que trae al FIBA el grupo mexicano Lagartijas Tiradas al Sol.

 

Aunque su teatro incursiona en la historia de su país, no está contada a través de los héroes mexicanos. La protagonista esta vez es Margarita Urías Hermosillo, una maestra originaria de Chihuahua, desconocida para los manuales. Como tantos otros mexicanos que batallaron entre 1965 y 1978, fue apresada y torturada por luchar contra el mundo que quería transformar. A raíz de su participación en los movimientos sociales, fue condenada a no ejercer su derecho al voto y allí su lema: “No es necesario votar para ser ciudadano”.

 

Una vez que consiguió la libertad, abandonó las armas. Sin embrago, nunca dejó la lucha, sólo cambió de forma: decidió ingresar a la Academia y, a partir del conocimiento histórico y social, extender sus ideas revolucionarias en todos los ámbitos posibles. Una noche, Margarita entró corriendo al cuarto de sus hijos y gritó: “Hay un Golpe de Estado”. Después de lo que les había contado sobre el poder, los comunistas y la burguesía, sus hijos se escondieron en silencio. Luego, riéndose, aclaró: “Es una broma”. Además de todo, Margarita también fue madre, y ahora es su hija, Luisa Prado, la que se pone su ropa y representa su historia en El rumor del silencio, una obra que transita el borde entre lo real y lo ficticio.

 

De aquellos años, El rumor del incendio trae fotografías, videos, testimonios, entrevistas de primera mano y hasta maquetas (una pecera, soldaditos de plomo, un tren de juguete) para dar cuenta de los hechos. La investigación completa también puede verse en el blog El rumor del oleaje –que presenta la investigación completa, tanto la iconográfica como la escrita–, y el libro El rumor del momento –que contiene el texto de la obra de teatro, más colaboraciones de 25 personas que escribieron sobre el futuro y el pasado de la disidencia en México. Todo el material forma parte del proyecto La Rebeldía. “El teatro permite la experiencia; el blog, la profundización y el libro es una especie de anzuelo hacia el futuro”, resume Gabino Rodríguez, co-fundador de la compañía junto a Prado.

 

-Además del detalle de que Margarita Urías Hermosillo es la madre de Luisa, ¿por qué deciden hablar de la guerrilla de los 60 y 70 a través de su participación en los movimientos armados?

-Gabino Rodríguez: El personaje de Margarita funciona porque fue un personaje que tuvo un contacto con la guerrilla de manera muy tangencial y luego direccionó rápidamente su vida a un terreno distinto, relacionado con las instituciones, la Academia, la vida electoral. Ella en sí misma representaba un personaje que no era heroico, sino que fue secundario en la historia de la guerrilla y, además, era una mujer. El papel que se le dio a la mujer dentro de los grupos revolucionarios era mínimo, por eso nos interesaba abordar la historia desde el punto de vista de alguien que no era uno de los grandes protagonistas, grandes héroes o grandes villanos.

 

-Luisa Prado: En cierto sentido, abordar una historia de lucha, de héroes de sacrificados, a través de una mujer que siguió viva y tuvo un proceso mucho menos radical es importante porque promueve otra perspectiva dentro de una sociedad machista, que encumbra héroes hombres. En retrospectiva, se los llama los “machistas-leninistas”.

 

-¿Cuándo te enteraste del pasado revolucionario de tu madre?

-L.P.: Mientras estuvo viva, mi madre nunca me contó nada. Yo sólo sabía que había estado en la cárcel como presa política. El día que murió encontré los papeles de los juicios. Ahí hubo una semilla que se sembró en mí para averiguar por qué la habían acusado de conspiración y disolución social. Tiempo después empecé a buscar a sus amigos, a sus hermanas, pero nadie me supo decir cómo fue que ella entró al movimiento armado. Lo que intuyo es que había un movimiento rural en Chihuahua y entró con los maestros normalistas para apoyar a las fuerzas revolucionarias armadas, pero como un grupo de apoyo, no de armas. Pero cuando pierden el día en que fueron a asaltar el cuartel Madera en Chihuahua, ella decide meterse de lleno en la guerrilla y se entrena. Su objetivo era derrocar al poder, pero finalmente fueron apresados después de un año. Fue muy efímero. Ahí ella entendió que la lucha no tenía que ser armada. Entró a la Academia y extendió sus ideas desde el conocimiento histórico y social. Yo la recuerdo como una persona muy radical, muy austera, muy rigurosa y muy disciplinada.

 

 

-En la obra, Margarita dice: “Sin conciencia no hay revolución” y propaga el marxismo entre el campesinado. ¿Esas ideas tuvieron alcance en todos los integrantes de la guerrilla?

-G.P.: Sí, para nosotros es muy interesante la fuerza de penetración que tuvieron esas ideas en jóvenes que tenían nuestra edad, que los llevaron a vislumbrar la posibilidad de transformar el país. Es algo que hoy los jóvenes no tenemos. Fue igual en toda Latinoamérica: en mayor o menor medida, hubo una penetración muy fuerte en ciertas capas sociales que generó la radicalización de ciertos movimientos. Pero para nosotros no hay una añoranza de esa radicalidad, sino una añoranza de la posibilidad de transformar al país que hoy francamente no luce tan a la mano como llegó a parecer para ciertas personas en esa época.

 

-L.P.: En México, la diferencia con el resto de los países es que no hubo un Golpe de Estado. Teníamos un régimen de estado con un partido hegemónico muy fuerte que después de las guerrillas y este lapso que se llamó la “guerra sucia” en México –que fueron los 60 y los 70–, tuvo que admitir que había que abrir la posibilidad a la izquierda. Finalmente la ganancia de la guerrilla, aunque no fue el derrocamiento de un sistema o un Estado, fueron los avances democráticos. Eso nos permite ahora tener ciertas libertades políticas de expresión, pese a sus deficiencias.

 

-¿Qué sucede con la base teórica de los movimientos sociales actuales?

-L.P.: Son movimientos que se van generando sin una ideología previa y van construyendo conforme a la experiencia y como se van consolidando ciertos objetivos. Creo que a diferencia de las guerrillas y los luchadores sociales anteriores, que había un bloque comunista muy fuerte en el mundo, ahora no hay nada que lo haya reemplazado.

 

-G.R.: Hoy los movimientos sociales en México tienen que inventar sus propios programas. Antes había un programa a seguir, que fue marcado por la Revolución cubana. Las guerrillas en general en Latinoamérica se inspiraban en ese modelo para tratar de reconstruir al Estado. Hoy no hay movimientos que quieran derrocar al Estado capitalista burgués e instaurar uno de extracción comunista, sino que su objetivo es crear un espacio dentro de ese Estado, con ciertas demandas y alianzas.

 

-¿Es aplicable a movimientos como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) o el Ejército Popular Revolucionario (EPR)?

-L.P.: El EZLN está construyendo un proyecto alterno de Nación. Ellos dicen que no pertenecen a este Estado y construyen su proyecto social, educativo, asambleario paralelo, con todos los problemas que eso implica.

 

-G.R.: Es un movimiento armado, pero es pacífico en la medida en que a partir del ‘94 y algunos episodios de violencia muy fuerte que se vivieron, no recurrieron a mecanismos de terrorismo. El EPR o el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI) son movimientos más de acción directa.

 

-L.P.: También, el año pasado, frente a las elecciones, se creó un movimiento a partir de que el actual presidente Enrique Peña Nieto fue a la Universidad Iberoamericana y lo corrieron por un momento de represión que tuvo como gobernador del Estado de México. Ese movimiento luego se dispersó y se le puso el nombre “Yo soy 132”. Aunque no hay pautas muy concretas, es un movimiento muy importante que defiende la libertad de expresión y la no manipulación mediática. Ahora también hay un movimiento de resistencia de maestros, muy polémico, que refleja un estado de cosas del sindicalismo mexicano que ha tenido a los trabajadores como entes que sirven a las elecciones en apoyo de los candidatos. El sindicato magisterial es un gran bloque que está pactado con el gobierno.

 

-¿Cuál es la situación en el país con la vuelta del Partido Revolucionario Institucional (PRI) de la mano de Peña Nieto, tras 12 años de alternancia política?

-L.P.: Ha habido eventos que sugieren que puede crecer la represión. Por ejemplo, la represión de las manifestaciones del 1 de diciembre en contra de su toma de posesión, la de la manifestación de los maestros en El Zócalo capitalino. Cada vez hay más eventos caóticos en los que la Policía encapsula gente y se la lleva presa.

 

-G.R.: Después de los 2000, que fue un tiempo de mucha esperanza porque tras 70 años del PRI se pudo cambiar el régimen, ahora estamos en un momento de poca esperanza política.

 

-L.P.: No hay nada. Y, además, todas las problemáticas del país están cayendo encima. Acaba de haber dos huracanes y ahora sale a flote que las carreteras se construyen sin planeamiento; que, por cuestiones de corrupción, se dan permisos de construcción a viviendas de interés social en lugares donde no se debería dar permiso; que no hay prevención, no hay orden humano, no hay un programa de vivienda y de salud real. Todo se está cayendo encima y este hombre llega a la presidencia muy enaltecido tras una gran campaña en la que se derrocharon millones y millones. Lo que está pasando es que toda la estructura sucia, corrupta, en la que está fundado México, se está viniendo encima.

 

-G.R.: Es un momento de desazón por este presidente que llegó con promesas muy fuertes, como un sistema de salud pública universal, que a un año de su mandato es evidente que no va a suceder.

 

 -¿Hay algún intersticio que habilite la posibilidad de recuperar cierto discurso crítico sobre el pasado en el arte contemporáneo mexicano?

-L.P.: Hay grupos que trabajan en la investigación histórica, pero no es una cosa de la que la sociedad tenga conocimiento. Esto es así porque el régimen que reprimió a estos movimientos se llamaba a sí mismo el Régimen revolucionario, que se instaura después de la Revolución mexicana. Ese Régimen revolucionario fue muy ambiguo porque también fue el dador de todas las cosas, entonces tenía cooptada a buena parte de la población. Muchos de los campesinos estaban cooptados, entonces los guerrilleros, para la generalidad de la opinión pública no eran guerrilleros: eran narcotraficantes, delincuentes o secuestradores.

 

-G.R.: En México no hubo una dictadura con un inicio y un final, para que después de ese final se pudiera recuperar la memoria. En nuestro país hay una continuidad del régimen, no existió ese momento de ruptura como en Argentina y Chile. En México, sin ese quiebre, no existió tampoco la valoración posterior. Hasta hace algunos años muchas personas que participaron en la represión estaban en cargos públicos. Hay algunas manifestaciones, aunque no es tan común, sobre la época que abordamos nosotros. Sin embargo, lo contradictorio del PRI es que apoya manifestaciones críticas de su poder. En general hay muchas experiencias o búsquedas que expresan puntos de vista críticos, no tanto sobre las guerrillas, pero sí sobre temas actuales: el narcotráfico o la crisis económica.

 

-L.P.: Hay algo de la Argentina que es muy importante y es que hay fuertes bandos capaces de discutir y dialogar y partirse la madre ahí. No sabemos si en México eso es tan posible. A partir de “Yo soy 132” y el regreso del PRI a México se han despertado ciertas sensibilidades, pero no diría que hay un movimiento en el cual los artistas busquen algo concreto.

 

-¿El arte en general y el teatro en particular debe tener un rol en la construcción de la conciencia política?

-G.R.: El teatro es político en la medida en que hay decisiones que tienen que tomar los que toman la palabra, y establecer cierta relación con quienes están enfrente. Hay una posición política en todos los tipos de teatro determinada por dónde se pone el foco. El teatro es político por naturaleza, pero no creo que sea el territorio para ejercer el cambio social. El teatro es el lugar para ensayar los cambios sociales, más que para realizarlos.

 

-L.P.: Augusto Boal decía que la imagen, el sonido y la palabra están del lado de los opresores, que son los que tienen el poder. Entonces, decía que todo ciudadano y artista tiene la responsabilidad de crear una versión alterna y contestataria de ese dominio de la palabra, el sonido y la imagen. Como artistas, creemos que es posible abrir el panorama.