Drogas: nunca rendirse
Droga

Drogas: nunca rendirse

 

 

03/10/2014 Fuente lanacion. El titular de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar), el sacerdote Juan Carlos Molina, sostuvo que estaría dispuesto a habilitar "el consumo de todo", al propiciar un proyecto para la "no criminalización" del consumo de drogas. Para fundamentar su idea, agregó que "no estamos agarrando a los grandes narcotraficantes, sino a perejiles".

 

La gravedad de su improvisada propuesta y el falso argumento empleado para intentar fundamentarla no hacen más que confirmar lo que venimos repitiendo en esta columna desde hace varios años: por falta de voluntad política, el Gobierno es responsable del incesante avance del narcotráfico en todo el país, que trae aparejada una constelación de gravísimos delitos, como el lavado de dinero, la compra de funcionarios judiciales y policiales, y los asesinatos en la pugna entre bandas por dominar zonas para la venta de droga. Tiene razón Molina cuando sostiene que en nuestro país no capturamos a los grandes narcotraficantes. Pero concluir que por esa razón debemos rendirnos ante el negocio de la droga y liberar su consumo equivale a un suicidio. Sería bajar los brazos para siempre.

 

Si no capturamos a los grandes narcotraficantes es mayormente por la falta de voluntad del Gobierno, traducida en falta de estrategias consensuadas con las provincias para llevar a cabo una lucha sin cuartel contra el flagelo de la droga y de todas sus actividades conexas, y en segundo lugar, por la ineptitud con que esa lucha se encara.

 

El Gobierno no quiso ni quiere librarla. Una clara señal de esa falta de voluntad es el escaso presupuesto de la Sedronar, que luce ridículo si se lo compara con el del Fútbol para Todos. Y ahora nada menos que el titular de esa secretaría propone blanquear la derrota oficializando estupefacientes.

 

Es bien sabido que así como la droga destruye de a poco el organismo de quien la consume, hace otro tanto con el organismo social al ir adueñándose y corrompiendo sus instituciones. La contaminación policial con el narcotráfico es, por desgracia, un tema casi cotidiano en la crónica policial. Pero también crece la información sobre la vinculación del narcodinero con el financiamiento de la política. Lo hemos visto hasta en el máximo nivel del Poder Ejecutivo, a raíz del triple crimen de General Rodríguez, que costó la vida de tres jóvenes vinculados con el contrabando de efedrina. Luego se descubrieron aportes destinados a la campaña presidencial de Cristina Kirchner presuntamente provenientes de aquel ilícito. Es más, un ex titular de la Sedronar se halla procesado por no haber controlado las inusitadas importaciones de efedrina destinadas al contrabando.

 

Sólo la vinculación entre el negocio de la droga y ciertos organismos de control puede explicar que un jet privado, el de los hermanos Juliá, haya podido despegar de un aeropuerto militar, hacer escala en Ezeiza y partir a Barcelona con una tonelada de cocaína sin haber sido revisado por el personal de la Aduana en nuestro principal aeropuerto internacional. De no haber sido por las autoridades españolas, nada de esto habría salido a la luz.

 

Si es por desidia que nuestras autoridades no combaten el narcotráfico, entonces nos hallamos ante una desidia criminal por sus consecuencias. Es decir, ante una verdadera mala praxis. No es posible que a ella le sumemos la mansa entrega que propone el titular de la Sedronar, mediante la cual toda la sociedad quedaría al alcance de la droga. Es a la inversa como debe plantearse la relación que esbozó Molina. Si las autoridades fallaron y siguen fallando en el combate a los grandes criminales del narcotráfico, es porque ese combate no es tal, y el fracaso es el efecto buscado.

 

No debemos ser cómplices de planteos ingenuos, erróneos o hipócritas. Hay que luchar contra la droga y sus mercaderes con todas las herramientas de la ley. No será fácil, pero nos va la vida como sociedad en esa lucha y a la larga se podrá vencer, como ha ocurrido en otros países. Lo contrario significaría nuestro suicidio como sociedad..