Bioy fotógrafo: el lado de la luz
De interés general

Bioy fotógrafo: el lado de la luz

 

 

02/09/2014 Fuente revistaenie. Durante diez años, el autor indagó en la fotografía y registró cada hallazgo en sus diarios. Anticipamos parte de esa obra secreta, que se desplegará en la muestra por el centenario de su nacimiento.

 

Entre fines de la década de 1950 y principios de la de 1970, Adolfo Bioy Casares desarrolló en paralelo a su narrativa una incesante actividad fotográfica. Respondiendo a un impulso íntimo, que veía en la fotografía un mecanismo para detener el tiempo y preservarlo en su sentido fáustico, llegó a obsesionarse, como revelan estas páginas inéditas de su diario personal. Exploró varias cámaras, Contarex, Contaflex, Rolleiflex, Hasselblad, Argus, Bessamatic; hacía toda una cuestión del revelado, que confiaba a Casa Capri, de la calle Arenales, y Foto Simón, de la calle Paraguay, a la vuelta de Harrod´s. Identificado con figuras como Lewis Carroll y Samuel Butler, escritores-fotógrafos, nos ha dejado un formidable testimonio de su época. Y un tesoro ignorado hasta hoy.

 

En el marco de los homenajes de la ciudad de Buenos Aires, la muestra “El lado de la luz”, curada por Daniel Martino, ofrecerá una gran selección de sus fotografías en el Centro Cultural Gral San Martín. Más adelante se espera el catálogo de imágenes, editado por Planeta. En sus diarios, inéditos en su mayoría a excepción de Descanso de caminantes y el Borges , Bioy releva con su habitual microscopía las reflexiones que le motivan la práctica fotográfica y sus objetos de registro. Aquí, un anticipo de esas páginas privadas.

 

6 mayo 1959: Para siempre lo fugitivo . Lo que encontré patético en aquella fotografía fue ese reloj de pared marcando las cinco menos cuarto: tenía algo de símbolo de nuestras ilusiones. El reloj parece absurdo, porque entendemos que nada importaría si marcara otra hora. La fotografía parece ilusoria, ya que es tan incapaz de retener el sentido de la escena: la recordamos bien, pero que haya ocurrido a las cinco menos cuarto nos sorprende un poco, porque la imaginamos en el pasado y fuera del tiempo. Nosotros resultamos ingenuos, ya que nos dejamos engañar por fotografías y por relojes.

 

23 octubre 1959: El portero de la casa de Claudia me dijo que quería que fotografiara la fiesta de la primera comunión de su hijo. Allí fui. La gente me tomaba por fotógrafo profesional. “Tal vez podamos convenir con el hombre para que venga a casa, el domingo que viene, a fotografiar al nene para su primera comunión”, dijo uno. Iban y venían, con poca atención para mí y para mi máquina. No entendían (ni escuchaban) mis indicaciones: desde medio metro el foco no abarca al grupo de las cincuenta personas que había en ese cuartito. (...) Yo no temía que las fotografías salieran mal; temía que no salieran; porque ¿qué sabe uno de lo que ocurre en las misteriosas entrañas de una máquina? Salieron satisfactoriamente.

 

20 noviembre 1959: Comen en casa mi amigo y su mujer; Gloria Alcorta, con tanto bigote que por pudor bajo los ojos y Omar del Carlo, a quien confundo con Hellén Ferro. Antecedentes peronistas, comunistas, nacionalistas, me irritaban en este marica, pero con su falsete y su barba tiene algún don social y al rato lo trataba ya como a un amigo: hasta cometí indiscreciones. Que me amparen la confusión y el olvido universales. Fotografío a este zoológico.

 

27 enero 1961: Fotografiar . Conocer las caras. Ver, entre multitud, imágenes que deben perdurar, como el cuentista ve en el acaecer los hechos que forman un argumento.

 

1 abril 1962:  Casi todos los días escribo, reflexiones o hechos, en estos cuadernos, o, fuera de ellos, algún cuento. Frecuentemente invento argumentos (o argumentos se inventan en mí; después yo los formo, como a oseznos). Ay, además está el hobby, el caballo pasuco de la locura, el pensamiento triste, porque no comunica a ninguna parte, pero tentador quién sabe por qué: la fotografía. Fotografío; me doy trabajo para encargar ampliaciones y revelaciones; para ordenar los resultados, pienso en la materia.

 

27 abril 1962: Con (Enrique) Pezzoni y Silvina, vamos a almorzar a San Isidro, donde se agasaja a Vivien Leigh. A los postres Victoria me exige perentoriamente que la fotografíe con la actriz. Yo, de buena fe, creí que serían grandes amigas; luego supe que se habían conocido un rato antes. Tan apurado y empujado cometí errores en serie; no sé si alguna fotografía habrá salido. Lo más probable es que si alguna salió, no podrá mostrarse. Yo no me atrevía a ordenar a las celebridades: “Levante la cara para que no se le derramen los ojos en las vejigas. Proponga el otro perfil, porque en éste cuento doce arrugas mayores”. Imaginé que por lo menos conocerían su cara y la presentarían del mejor modo.

 

22 junio 1962: Fotografía. Con desconfianza considero este hobby. Como con un nuevo amor, no sabe uno hasta dónde lo arrastrará.

 

22 junio 1962: Diálogo en la casa de fotografía . Hay allí un cliente con el que suelo encontrarme frente al mostrador. Sé que tiene dos o tres máquinas. Por lo menos una Contarex y una Rollei. Ahora está examinando, y por comprar, una Leica. Como quien descubre a un hermano, comento: –Hay en esto algo de locura.

 

–Una locura cara –responde–. Pero yo siempre digo: es más barato coleccionar cámaras que coleccionar polleras. Ja, ja.

 

Siguió imbuido en el examen de la Leica. Yo reflexioné que no éramos hermanos y que yo tenía razón al describir esta afición como locura. Una locura tenebrosa. Dios mío, que las cámaras nunca reemplacen, para mí, a las mujeres, seres vivos, mundos. Irreparable cretino te dejo con tus cámaras; las mujeres que me levantan la pollera son mi patria.

 

24 junio 1962: Fotografía . Un hobby, una locura; como toda locura, un fondo desolado. Si pienso en un argumento para cuento, progreso y evoluciono; si pienso en estas cosas, quedo donde estoy. Y sin embargo me cautivan. Por locura.

 

24 junio 1962: El fotógrafo verdadero descubre los fragmentos de la superficie del mundo que son fotografías, como el cuentista descubre los momentos del suceder que son fábulas.

 

24 junio 1964: En Buenos Aires la gente bien llama máquina , máquina fotográfica o de fotografiar , a las cámaras. La palabra cámara sólo figura en el vocabulario de la gente cursi y de (nosotros) los fotógrafos.

 

24 junio 1964: En los peores momentos de duda recuerdo que Samuel Butler y que Lewis Carroll eran fotógrafos. Si ellos eran fotógrafos, yo puedo ser fotógrafo. De la mano de Butler no tengo miedo.

 

24 junio 1964: Si la visión determina modificaciones en la realidad, como lo demuestra el hecho fotográfico, donde el modelo, a través de una cámara, modifica la placa, ¿por qué no seguir por ese camino? Seguir en el mundo y en la literatura fantástica...

 

27 junio 1962: ¡Escribir! Me parece un lejano paraíso. A lo mejor el próximo año me retiro a escribir. Ahora me gustaría irme de vacaciones. Un largo viaje o una larga rusticatio sin mujeres. Llevaría a mi exilio unos pocos libros, cuadernos para escribir y dos máquinas fotográficas. En seguida pensé que con las máquinas fotográficas seguiría la locura de las fotografías, el perdedero de tiempo para elegir los negativos, la ansiedad en el correo. Nada de fotografías. Pero también, irme sin una máquina...

 

17 julio 1962: Viaje a San Telmo . Consulto a un peluquero italiano de la calle Cochabamba sobre los límites de San Telmo.

 

–Mire –dijo– yo soy viejo del barrio, yo siempre viví aquí, así que no me ocupo de esas macanas. El señor consulte con algún recién llegado y de seguro que encontrará la información al pelo.

 

Un marino, un portero, una señora reconocieron sus dudas sobre cuál era y dónde quedaba la iglesia de San Telmo.

 

Aparte de algunos niños, de cuya ciencia desconfié, sólo el cura pudo informarme sobre los límites de la parroquia. “¿Usted es Bioy Casares? –preguntó–. Conozco su nombre por los articulitos del diario, pero la máquina esa me despistó.” Como los habitantes de tal ciudad europea, que se mantienen gracias a la industria local, como era en el siglo XII, los niños de San Telmo están un poco corrompidos. Quiero decir que no señalan con ingenuo orgullo las nuevas casas de departamentos. Nos encaminan hacia las casuchas que se caen a pedazos. “Hay otra más derrumbada a la vuelta”, insisten con lúcida generosidad.

 

En el barrio, y en los inmediatos de La Concepción y Monserrat, abundan las enseñas que alardean con el nombre San Telmo: Saldería San Telmo, Fonda y Pajarería San Telmo.

 

Hay un falto en el barrio. Encarecidamente me rogó que cuando saliera el libro le mandara uno.

 

–¿Dónde? –pregunté.

 

–Ando por acá –aseguró–. Por toda la vereda de la iglesia. Mándeme uno, no se olvide. –Dándose su lugar, agregó: –Uno chiquito, no más.

 

Alegra ( Dei gratia ) al indígena (peor sería que lo sacara a uno al trote) que lo registre la cámara. Adopta actitudes optimistas y después de que usted apretó el disparador, lo saluda como si lo vivara, con grandes ademanes, y se aleja jocoso.

 

Encontré casas de comercio en cuyas enseñas no hubo renovación en lo que va del siglo. En el escaparate de los fabricantes (o importadores) del vino Gran Señor, los vidrios tienen debajo el dibujo en colores de un high-life , de monóculo, bigote y puños con gemelos. Sobre la entrada de la Guitarrería Tenorio cuelga una guitarra que parece, por lo demás apócrifamente, de otro tiempo.

 

29 noviembre 1963: Visto en el Rosedal: El fotógrafo de cajón, en el momento de apretar la pera del disparador, se descubre solemnemente.

 

30 enero 1963:  Creo que la respuesta a “¿cuál es el placer que obtengo de la fotografía?” es, evidentemente, el placer que emana de la contemplación de las imágenes producidas; el placer de producir imágenes bellas, de quien tuvo siempre vocación por el dibujo, pero no habilidad. Desde la más tierna infancia produje infatigablemente dibujos expresivos, notables por la fealdad infalible y el desorden incurable.

 

3 febrero 1963: ¿A las mujeres feas o indeseables (digamos) no las veo, o las veo en la penumbra de mi distracción? Hasta que voy a interponer el lente, hasta que interpongo el lente de la máquina fotográfica, yo no debería abrir juicio. Bueno, saco un rollo, “Mire para allá, mire para acá”, pero sin demasiado esmero, de cualquier manera. Debí tomar las cosas en serio y buscar el ángulo en que su cara es linda. Para toda cara hay un ángulo de belleza; porque sé esto, porque no desfallezco en la busca, soy buen fotógrafo de mujeres.

 

24 febrero 1963: Llama Bonifacio del Carril; que tiene que darme algo. Voy y, para interesarlo en el libro de fotografías, le llevo los álbumes. “¿Por qué no me los dejás?”, pregunta. Me da su libro de versitos. Propone que mi libro no sea sólo de retratos; que tenga también lugares: Buenos Aires: personas y lugares . O: Personas y lugares de Buenos Aires .

 

25 febrero 1963: La vanidad lo blinda de coraje y da a la imprenta versitos de los diecisiete años; no niego, desde luego, que los de ahora no desentonan con aquéllos. En fin, es un libro indefenso –lejos de él las oscuridades modernas– en que el autor se revela urbi et orbi (no habrá niño que no lo advierta) en toda su crudeza, chapucería y bobería. Estas coplas rengas parecen de papelitos de crackers . Resumiendo, a cambio de mi admiración por su librejo, admira mis fotografías, se aviene a publicar en Emecé un libro de veinte o veinticuatro fotografías. Modifica mi proyecto de un libro de retratos, porque vio por ahí un libro inglés titulado Faces and Places , y propone: Personas y lugares . Al día siguiente me dice: “He pensado mejor. Podría ser un álbum de veinte o veinticuatro fotografías, por mitades, de personas, lugares de Buenos Aires.

 

Buenos Aires literario (personas y lugares) ”. En seguida, afectuosamente me pide que lo fotografíe y yo veo la seguridad de publicar el libro: entre la élite de escritores, Bonifacio incluido. Pienso: “Pero si incluyo a Bonifacio, me pongo en ridículo si hay muy pocos. Si él está y otros, evidentes, faltan”. Hago listas: Borges, Peyrou, Silvina, Mallea, Ghiano, Bioy, Bonifacio, Victoria Ocampo, Etchebarne, Murena, que ya están. Tengo que fotografiar a Mastronardi, Capdevila, Ledesma, Carmen Gandara, González Lanuza, Pepe Bianco, Beatriz Guido. Incluir la de Omar del Carlo porque es excelente. Lugares: Florida (grupo de Florida, ¡casi imposible! Juntar fuerza e ir a sacar la calle)...

 

3 marzo 1963: Me explica el proceso de ampliación fotográfica; me convence de que toda mi actividad como fotógrafo, porque no amplío yo, queda un poco renga y en el aire. De todos modos, sigo viendo mentalmente el cuarto oscuro como engorrosa prolongación de esta locura, un poco triste, por la fotografía, en que pierdo tiempo y acaso empobrezco la inteligencia.

 

27 marzo 1963: La máquina fotográfica, o la óptica de Zeiss, restablece la pretérita noción de que la gente es joven hasta los veinticinco años, madura hasta los treinta, después vieja.

 

1 agosto 1963: Compro un libro de fotografías de Cecil Beaton, a quien siempre tuve por fotógrafo inferior a su fama: juicio, por no decir prejuicio, muy equivocado. Beaton logra de la cámara excelencias que la cámara en otras manos no da. Quiero decir: excelencias que no se alcanzan meramente por conocimientos técnicos, sino por un ojo humano que sabe ver, una imaginación que compone significativamente.

 

8 agosto 1963: Cecil Beaton es buen fotógrafo, pero no demasiado bueno. Larga serie de retratos: o convencionales o deliberadamente histriónicos o decorativos.

 

7 diciembre 1963: Voy con Silvina a la carnicería; fotografío, por pedido de Silvina, que adula a los poderosos, al peón. “Espero que no le rompí la máquina”, dice el hombre, halagado.

 

25 marzo 1964:  Un crudo golpe de luz de flash o una sombra tenue del poniente con suerte disimularían arrugas y manchas; una inclinación hacia arriba absorbería parte de la papada; seriedad, impavidez por cierto eran de rigor. “¿Por qué –preguntó ella– no me sacás una fotografía riendo?”. Al preguntar nomás relucieron largos y verdinegros colmillos que evocaron fauces de jabalí.

 

1 mayo 1964: Fotógrafos y cuentistas . Así como el cuentista sabe qué hechos y qué parte de los hechos le convienen –dónde poner el comienzo y dónde el final, en sucesos inventados o en anécdotas reales que recoge– así el fotógrafo sabe qué sector de la realidad visible le conviene para una buena fotografía.

 

1 mayo 1964: El fotógrafo . Hasta que la miras a través del lente no sabes si te gusta o te disgusta.

 

14 agosto 1964: Berlín. Después del almuerzo salimos para una tournée en ómnibus por Berlín Oeste y Este. Un guía previene: “No fotografíen el Check Point Charlie en el viaje de ida; del otro lado podrían enojarse; cuando vuelvan, fotografíen todo lo que quieran”. (...) Ya son las seis pasadas y volvemos al punto de cruce. Entra el guía. Voy a fotografiar y me dice: “Todavía no. Ya le diré cuándo pueda sacar una buena fotografía”. Efectivamente tiene razón el guía. Es mejor fotografiar a pie, que a través de los vidrios del ómnibus en marcha. Estoy en el mismo lugar donde me dijo: “Todavía no”. Fotografío a centinelas ingleses, americanos, franceses. Nos llevan a un mirador sobre el muro. Fotografío el muro, el lado carcelario, los Vopos : los Vopos en lo alto de casas, con ametralladoras y prismáticos.

 

29 junio 1968:  Alguien, comentando la manera de servirse de algún comensal, citó la frase “ A little too much is enough for me ”. Cuando pienso retrospectivamente en mi vida me pregunto si no halla su clave en esa frase.

 

A little too much, un poco de exceso, parecería que siempre fue mi aspiración y mi práctica. La fotografía, el tennis, algún período de vida en el campo, los automóviles Auburn, en la niñez Pinocho y Dick Turpin, siempre las mujeres, fueron otras tantas obsesiones, otros excesos. La composición literaria no me afectó como una obsesión: no tuvo el mecanismo de caída y remordimiento, propio de las manías y de los vicios; no, no fue una servidumbre triste, sino al contrario, una función agradable y espontánea de mi mente.

 

Fragmentos inéditos de ABC reproducidos por cortesía del editor Daniel Martino. La muestra “El lado de la luz” es organizada por el Min. de Cultura de la Ciudad de Bs. As.