El Sexto sentido. The Sixth Sense
de Night Shyamalan

El Sexto sentido. The Sixth Sense

 

 

Fuente Wikipedia. El sexto sentido es una película estadounidense del género de suspense de 1999 dirigida por el realizador hindú M. Night Shyamalan, sobre un guion original propio y que relata la experiencia que un psicólogo intenta descubrir al tratar de ayudar a un niño acerca de la terrible verdad de los poderes sobrenaturales que éste posee. Su estreno provocó un fenómeno de público y de crítica, algo poco visto en ese entonces con respecto a las películas de su género, que mezcla el drama con el suspense y el terror. Su protagonista Haley Joel Osment cobró fama mundial por su interpretación del pequeño Cole, que se ve atormentado por extraños sucesos paranormales. Su rol le proporcionó una nominación al Premio Oscar al mejor actor de reparto. La película obtuvo un total de seis nominaciones, incluida la de mejor película.

 

Argumento

 

El Dr. Malcolm Crowe (Bruce Willis), un psicólogo infantil en Filadelfia, regresa a su casa una noche con su esposa, Anna Crowe (Olivia Williams), después de haber sido honrado por su trabajo. Anna le dice a Malcolm que todo está en segundo lugar a su trabajo. Los dos entonces descubren que no están solos: un joven aparece blandiendo una pistola. Dice que ya no quiere tener miedo y acusa a Malcolm de no ayudarlo. Malcolm lo reconoce como Vincent Grey (Donnie Wahlberg), un ex paciente a quien trataba cuando era un niño por sufrir alucinaciones. Vincent le dispara a Malcolm en el abdomen, antes de dispararse a sí mismo.

 

En el siguiente otoño, Malcolm comienza a trabajar con otro paciente, un niño de ocho años llamado Cole Sear (Haley Joel Osment), cuyo caso es similar al de Vincent. Malcolm se dedica al niño, a pesar de que es perseguido por las dudas sobre su capacidad para ayudarlo después de su fracaso con Vincent. Mientras tanto, se ha distanciado de su esposa y Malcolm cree que Anna puede estar contemplando un romance con un compañero de trabajo que sigue apareciendo en la casa, aunque esto le provoca tristeza, en lugar de ira. Al mismo tiempo, en varias ocasiones intenta abrir la puerta de su oficina en el sótano con dificultad.

 

Una vez que Malcolm gana la confianza del niño, Cole finalmente habla con él, "Veo gente muerta... caminando como gente normal .... Ellos no saben que están muertos." Un ejemplo de esto es alguien que intenta hacer daño a Cole y que sólo se escucha como una voz que le pide al niño ayuda para dejarlo fuera de un armario oscuro, entonces grita que él no robó "el caballo del Maestro" y amenaza con atacar a Cole. Otro fantasma que aparece ante Cole es una mujer con exceso de trabajo, maltratada por su marido, que se ha cortado las muñecas. Un tercer fantasma es un niño con una gran salida de la herida de bala en la parte posterior de su cabeza, que invita a Cole para ver la pistola de su padre.

 

Al principio, Malcolm piensa que Cole es delirante y planea dejar su tratamiento. Recordando a Vincent, el psicólogo escucha una cinta de audio que Malcolm había salvado de una sesión de psicoterapia entre él y Vincent (entonces un niño) en 1987. En la cinta, Malcolm salió de la habitación y cuando regresó Vincent estaba llorando. Al subir el volumen hasta el final, Malcolm alcanza a oír la voz de un hombre llorando y suplicando. Es así como cree que Cole está diciendo la verdad y que Vincent pudo haber tenido la misma capacidad de percibir a los fantasmas. Él le sugiere a Cole que él debe tratar de encontrar un propósito por su don de comunicarse con los fantasmas y tal vez ayudarles con sus asuntos sin terminar en la Tierra. Al principio, Cole no está dispuesto ya que los fantasmas lo aterrorizan, pero finalmente decide probarlo.

 

Habla con uno de los fantasmas, una niña muy enferma que aparece en su habitación y vomita inmediatamente en su tienda. Él decide escuchar a la chica y ella Kyra Collins (Mischa Barton)le pide que vaya a su casa durante la recepción de su funeral. Él entonces va hasta allá en compañía de Malcolm. Kyra murió después de una enfermedad prolongada y se escuchan los comentarios de los asistentes al funeral que cuentan que la hermana menor de Kyra está empezando a enfermar también. El fantasma de Kyra aparece y le da una caja a Cole, que éste entrega al padre de Kyra para revelar una cinta de vídeo. Cuando el padre observa el video, se muestra a la madrastra de Kyra poner piso líquido limpiador en la comida de Kyra, mientras aparentemente cuida de Kyra durante su enfermedad.

 

Aprendiendo a vivir con los fantasmas, Cole empieza a encajar en la escuela y obtiene un papel importante en una obra de teatro, a la que asiste Malcolm. El médico y el paciente aparecen muy contentos después la representación y Cole le sugiere a Malcolm que debe tratar de hablar con Anna mientras está durmiendo. De camino a casa, Cole le confiesa su secreto a su madre, Lynn (Toni Collette). Aunque su madre en un principio no le cree, para que Lynn crea en él, Cole le confiesa que ve a su abuela muerte y le dice a Lynn que ella fue a verla actuar en un recital de baile una noche, cuando ella era una niña, y que Lynn no estaba al tanto de esto porque su madre se quedó en la parte posterior de la audiencia donde no podía ser vista. También le dice que la respuesta a una pregunta que hizo cuando estaba sola en la tumba de su madre, "¿Te hago sentir orgullosa?", fue "Todos los días". Lynn acepta esto con lágrimas como la verdad.

 

Malcolm regresa a su casa, donde encuentra a su mujer dormida en el sofá con la reproducción de vídeo de la boda de la pareja, video que varias veces Anna observa. Mientras ella duerme, Anna le pregunta a su marido por qué la dejó. Entonces de su mano cae el anillo de bodas de Malcolm, quien de repente descubre que no lo lleva puesto. Malcolm recuerda lo que Cole dijo acerca de los fantasmas y el psicólogo se da cuenta de que él realmente fue asesinado por Vincent y era sin saberlo un fantasma todo el tiempo que estaba trabajando con Cole. Gracias a los esfuerzos de Cole, Malcolm consigue terminar sus asuntos, rectifica su falta de comprensión y ayuda a Vincent a estar finalmente completo, a través de la ayuda que le proporciona a Cole. Recordando el consejo de Cole, Malcolm habla a su esposa dormida y cumple la segunda razón por la que regresó, diciendo que "nunca estuvo en segundo lugar", y que él la ama. Al dejarla vivir su propia vida, él es libre de dejar el mundo de los vivos.

 

Reparto

 

Bruce Willis: Dr. Malcolme Crowe.

Haley Joel Osment: Cole Sear.

Toni Collette: Lynn Sear (la madre de Cole).

Olivia Williams: Anna Crowe (la esposa de Malcolm).

Donnie Wahlberg: Vincent Grey.

Glenn Fitzgerald: Sean.

Mischa Barton: Kyra Collins.

Trevor Morgan: Tommy Tammisimo.

M. Night Shyamalan: Dr. Hill.

 

 

Fuente claqueta.es. El Dr. Malcom Crowe es un conocido psicólogo infantil obsesionado con el doloroso recuerdo de un joven paciente desequilibrado al que fue incapaz de ayudar. Cole Sear es un aterrorizado y confuso niño de 8 años que necesita tratamiento, y Crowe ve la oportunidad de redimirse haciendo todo lo posible por ayudarle. Sin embargo, el psicólogo infantil no está preparado para conocer la terrible verdad acerca del don sobrenatural de su paciente: recibe visitas no deseadas de espíritus atormentados.

 

Unos años después de mantener una experiencia traumática con un paciente, el psicólogo infantil Malcolm Crowe (Bruce Willis), quien pasa un mal momento en su relación sentimental con su esposa Anna (Olivia Williams), afronta su próximo caso: un niño aislado e inadaptado de seis años llamado Cole Sear (Haley Joel Osment), que se encuentra aterrorizado ante la visión de espíritus.

 

Excelente muestra de lo que tiene que ser una película de suspense, escrita y dirigida por M. Night Shyamalan (quien también aparece brevemente en una escena), autor de origen hindú que manifiesta con este título un distinguido tacto en el proceder narrativo y en el dibujo de personajes, trasladando al espectador su absorbente relato sin prisas pero sin pausas, eliminando cualquier tipo de información inútil para el desenlace de su obra y delineando con precisión un camino culminado con uno de los giros más sorprendentes y efectivos de la historia del cine.

 

Otro punto a favor de Shyamalan es su gran dirección de actores, consiguiendo la mejor interpretación de Bruce Willis hasta la fecha, confirmando las virtudes de esa fenomenal actriz que es Toni Collette y logrando excepcional trabajo por parte del niño Haley Joel Osment, auténtica revelación del filme en su parte interpretativa.

 

Esta fabulación sobre la muerte y la vida, la dualidad existente de la realidad, el destino de nuestra existencia, la incomunicación familiar y la inadaptación social permanecerá como un claro ejemplo de la primacía del intelecto sobre los efectos especiales y las películas del mismo género sustentadas en orgías hemoglobínicas con vísceras varias de acompañamiento.

 

De muy interesante se puede calificar esta película del hasta ahora desconocido M. Night Shyamalan. Ciertamente, esta producción de la Disney va atrapando al espectador según avanza su metraje, e incluso al principio desconcierta bastante, pues todo transcurre con lentitud, el realizador se toma su tiempo para explicarnos el argumento. Y éste, por cierto, no se limita a ser una historia de fantasmas y de sustos. Es mucho más que eso. No es que se trate de un filme complejo, pero al menos plantea cuestiones que hacen que el espectador salga del cine pensando, reflexionando sobre todo lo que ha visto.

 

No quiero contar de qué va la trama. Hacerlo significaría, para el lector que aún no la ha visionado, destripar en parte el contenido (supuestamente sorprendente) que encierra el filme. Lo que de verdad me ha interesado es el estudio que de las relaciones humanas ha realizado el director, enfrentándose así a múltiples cuestiones que nos rodean en nuestra vida cotidiana. Y todo ello envuelto, claro está, con un inquietante aunque tópico trasfondo del más allá. Observar los padecimientos de los protagonistas es sufrir con ellos, sentir sus aflicciones como propias, comprender aquello que los tortura como si nos estuviera pasando a nosotros. Es, en definitiva, una película que emociona. Por ejemplo, el tema de la diferencia de un ser humano frente a la masa social que lo rechaza es muy interesante, a pesar de que el mensaje final es el de siempre: la aceptación sólo se produce cuando el que es distinto actúa como aquéllos que lo excluyen. Volviendo al tema de los sustos, comentar que hay muy buenas escenas, de esas que, aunque no ponen los pelos de punta, al menos sí sirven para inquietar, para desasosegar al que las ve (como cuando aparece la niña que vomita).

 

Desde luego, aparte de resaltar la labor del director (que, por cierto, nos muestra una imagen de familia americana muy atípica, con cocinas y casas desordenadas, más a la europea y lejos del perfeccionismo habitual en el cine estadounidense), cabe alabar la aportación que a la historia, profundamente humana, llevan a cabo los intérpretes.

 

Con gran expectación por parte del público, llega a nuestras pantallas la primera de las nominadas al Oscar a la mejor película. Lo más probable y justo es que no lo gane, pero aún con todo, este fin de semana no podemos perder la oportunidad de ver uno de los filmes de terror más redondos de los últimos años: El sexto sentido.

 

Esta historia de terror sobrenatural ha conseguido la difícil tarea de renovar el género con unos ingredientes que evitan ante todo el taquillazo fácil del miedo adolescente. Nos encontramos ante un terror adulto y mucho más trascendental: la sobrecogedora historia de un niño que es capaz de conectar con el más allá y se ve superado por esa pavorosa situación. A comprenderla le intentará ayudar un psiquiatra que, asimismo, se encontrará ante un caso más complicado de lo que creía. Y es que a través del niño encontrará respuesta a una de las cuestiones eternamente reiteradas y retóricas de la Humanidad a lo largo de toda su historia: ¿hay vida tras la muerte?

 

La trama de El sexto sentido se desarrolla con un pulso lento pero firme, sin demasiados sobresaltos, ya que prefiere recurrir a las largas y difíciles secuencias que clavan al espectador en su butaca y a atrapar por la desasosegante historia. A ello ayuda de manera impagable la soberbia interpretación de Haley Joel Osment, un niño de once años que es un verdadero prodigio en un papel complejísimo. √âl roba la película a un Bruce Willis que se esfuerza al menos por permanecer discreto, aunque cualquier actor con un poco más de carisma (Harrison Ford, por citar alguno) habría sacado mucho más jugo a su personaje. Además Toni Collette borda su papel de madre impotente y algo incrédula ante el problema de su hijo. El primero y la última quizá ganen el Oscar, pero Willis es ahora el actor mejor pagado gracias al porcentaje de beneficios, que ha multiplicado por cinco su sueldo hasta rozar los cien millones de dólares.

 

Todos los aspectos de la película hacen de El sexto sentido una obra notable, pero tampoco nada del otro mundo. Sin embargo en los últimos minutos del filme, asciende por méritos propios al sobresaliente. Cuando creemos que todo acaba (y muy satisfactoriamente, por cierto), el guión nos sorprende con un as en la manga que se convierte en uno de los finales más inesperados y brillantes que hemos visto en mucho tiempo. Un giro argumental con el que el nominado director nos hace tener que retroceder en la narración y plantearnos toda la película de principio a fin para descubrir así su verdadera esencia. Este desenlace dota a la película de una profundidad insospechada en este tipo de largometrajes y además resulta una estrategia, por otro lado inteligente: para los más quisquillosos supondrá tener que volver al cine a encontrar algún fallo. Vana tarea, pues el guión está calculado al milímetro.

 

Así, El sexto sentido ha sido el éxito sorpresa en Estados Unidos, recaudando la friolera de doscientos ochenta millones de dólares y provocando respectivos fenómenos de masas allí donde se ha estrenado. Y es que, a pesar de estar protagonizada por Bruce Willis, en principio no era más que uno de los tantos intentos (fallidos normalmente) del actor por escapar del encasillamiento. Pero la apuesta se ha saldado con excelentes críticas y seis candidaturas al Oscar, una por cada sentido.

 

“Después de chocar contra una pared los primeros seis años de mi carrera me puse a pensar cuál era mi problema, y entonces me di cuenta de que no estaba siendo honesto conmigo mismo, porque a mí siempre me gustó lo sobrenatural, siempre me gustó el suspense, siempre me gustaron las emociones fuertes. Y luego me puse a revisar cuáles eran las películas que habían despertado en mí el deseo de hacer cine, Tiburón, El exorcista, En busca del arca perdida, y comprendí que no estaba haciendo ese tipo de cine. Me pregunté por qué. Y entendí que consideraba que ese tipo de cine sólo lo podía hacer la gente que tiene un talento mágico. Pero esa fue la razón por la que yo me enamoré del cine. Y entonces me pregunté por qué estaba haciendo películas que no hubiera puesto en mi misma colección. Tengo una colección de películas que amo, y nunca habría puesto Praying with Anger o Los primeros amigos [sus anteriores películas] en esa colección porque no me entusiasmaban como espectador. Entonces me di cuenta de que tenía que hacer una película que sí pudiera pertenecer a mi colección. Y así llegó

 

El sexto sentido” (M. Night Shyamalan).

Después de este coherente razonamiento, M. Night Shyamalan comenzó la elaboración de un guión que tiene el curioso récord de haber conseguido financiación tan sólo veinticuatro horas después de haber sido entregado a los productores. Y no es de extrañar, ya que El sexto sentido -dejando a un lado análisis pormenorizados- es un filme que, sobre el papel, debió de resultar tremendamente atractivo, más aún para un par de productores como Frank Marshall y Kathleen Kennedy, creadores junto a Spielberg de los estudios Amblin, a tenor del celebrado final del filme. Sin embargo, es en el efecto o consecuencia de este final donde reside buena parte de los méritos de El sexto sentido más allá del furor popular que causó en su día el final en sí.

 

A lo largo de toda la proyección de El sexto sentido el espectador tiene la sensación de estar asistiendo a una correcta historia de fantasmas, donde todos los convencionalismos del género se dan la mano, tanto los argumentales -los fantasmas, como en las películas más populares del género, La mansión encantada (1963, Robert Wise) o Al final de la escalera (1970, Peter Medak), se manifiestan por la necesidad de esclarecer o corregir algo que les sucedió en vida- como visuales (el plano de Haley Joel Osment orinando de espaldas a la cámara que es atravesado por una misteriosa figura). Sin embargo, una vez concluye el filme el sentido del mismo cambia diametralmente, y lo que parecía ser una convencional historia de fantasmas se convierte en una búsqueda de cariz existencial. El Dr. Malcolm (Bruce Willis) es un hombre que está muerto y no lo sabe por una razón muy sencilla, por la carencia de comunicación, por la ausencia de relación con la propia realidad que lo rodea. Si Malcolm, nada más empezar el filme, se hubiera comportando de forma consciente, se hubiera comunicado coherentemente con la realidad que lo rodea, El sexto sentido hubiera durado cinco minutos.

 

Paralelamente, Cole es un niño introvertido que parece tener un problema similar al de Malcom, la ausencia de comunicación con la que es su única familia, su madre (una espléndida Toni Collette). Ambos personajes, Malcolm y Cole, confluirán en una relación, esta vez sí, con comunicación, con relación interpersonal, coherente y consciente. La finalidad última de esta relación será la de conseguir que Cole, se comunique/relacione con los fantasmas y de ese modo deje de tenerles miedo y pueda empezar a comunicarse/relacionarse con su madre y con la extraña realidad que le ha tocado vivir. Por su parte, Malcolm, tras el fracaso de una comunicación/relación con un antiguo paciente, ve en Cole la posibilidad de enmendar ese error, a partir del cual se resquebrajó la comunicación/relación con su esposa y tratar así de recuperar la comunicación/relación que ambos cónyuges disfrutaban con anterioridad.

 

Ya lo dijo en su día M. Night Shyamalan, El sexto sentido es ante todo una película sobre la comunicación, y entendida así lo cierto es que el filme no sólo resulta tremendamente coherente con el resto de su filmografía, sino que el largometraje adquiere un cariz distinto, o al menos peculiar, que lo diferencia del resto de las películas de terror del momento.

 

Quizá lo más sorprendente sea con qué coherencia y habilidad trasladó Shyamalan esta historia a la pantalla, cómo transformó estas ideas en imágenes. El filme está plagado de calles desiertas, cubiertas de hojas muertas sobre la acera y de un marcado tono grisáceo. Malcolm representa a la perfección a esa figura cuya espera por la muerte resulta inútil, porque ésta ya se halla ahí, un personaje angustiado por culpa de no querer ver lo que sucede a su alrededor, por no querer contemplar con conciencia la realidad (uno de los peores males de nuestra sociedad). Paradoja la de la ceguera más o menos voluntaria de Malcolm tratándose de un personaje racionalista, un psicólogo, que en un primer momento atribuye los miedos de Cole a un desequilibrio mental y que por ello se aproxima al problema de Cole desorientado. Y es de hecho esa óptica racionalista la que impedirá en primera instancia a Malcolm ver cuál es la auténtica esencia de su propia naturaleza.

 

El sexto sentido es por ello un filme poco característico no solo del cine de terror de los últimos veinte años, sino de la propia factoría de Hollywood. Shyamalan articula su película en torno a sentimientos, personajes, sensaciones, experiencias y angustias “reales” en contra de la tónica general que hoy día domina el cine norteamericano, en la que los personajes y sus entramados psicológicos quedan relegados a un segundo plano, cuando no son tratados con desvergonzada superficialidad.

 

M. Night Shyamalan también parece querer decirnos algo acerca del mundo en el que vivimos, del caos que nos controla y de las personas que nos rodean. Y quizás el ejemplo más evidente sea el de la madre de Cole, Lynn, un personaje que parece no tener tiempo para vivir, para condensar algún sentimiento vital o existencial. Lynn nos es presentada como una madre soltera demasiado atareada con su trabajo y su hijo como para poder existir; hasta tal punto esto es así que el personaje nunca es llamado por su nombre a lo largo de todo el filme. Para muchas de las culturas más antiguas de la historia (como la egipcia y también de forma muy especial en Roma), la carencia de nombre era la ausencia de existencia, arrebatarle el nombre a un individuo venía a ser como arrebatarle su alma. Lynn parece carecer de alma, su prioridad es su hijo y su trabajo, es decir, lo físico y lo material, por eso se siente impotente a la hora de tratar de ayudar a su hijo ante un problema cargado de resonancias espirituales. Ahora bien, cuando en mitad de un accidente de tráfico, Cole le confiesa a su madre su secreto, ésta no puede sino desnudar su, hasta el momento, vaga existencia y poner de manifiesto su angustia, que yacía latente en su interior camuflada bajo las exigencias de su complicada situación social.

 

Sin embargo, y pese al tono mortecino que invade todo el filme, El sexto sentido es un filme -en última instancia-, como la filmografía de Shyamalan en general, optimista. Una vez el círculo se ha cerrado y sus tramas han quedado perfectamente ensambladas, las experiencias vitales de todos los personajes regresan a su camino original, pero en esta ocasión mejoradas: Cole aprende a convivir con sus espectros y acepta su don con naturalidad y coherencia, y el niño es aceptado por sus compañeros de clase; el Dr. Malcolm, por su parte, descubre la verdad, una realidad que le obliga a deja de ser un amago de existencia para convertirse en lo que realmente es, quizá un cadáver, de hecho una existencia psíquica y no física, razón por la cual la óptica racionalista de Malcolm era incapaz de vislumbrarla. Tuvo que abrirle los ojos el pequeño Cole para que finalmente Malcolm pudiera “abrir los ojos”, ver quién era en realidad. Un tema en el que Shyamalan seguirá incidiendo con especial esmero en su siguiente película.