Contra valor no hay desdicha 4. Cuarta entrega
Fuente artelope. Autor Lope de Vega
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que la sangre sosiegue mis desvelos
del labrador valiente
que quiere los laureles de mi frente
trasladar a la suya!
Que no es justicia que a maldad se arguya
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que, a quien quiere matarme al mediodía,
le mate yo a la aurora.
(EVANDRO.)
EVANDRO
¿Qué manda Vuestra Alteza?
REY
Evandro, agora
mandé partir a Ciro sin castigo.
EVANDRO
¿Así guardas justicia?
REY
Evandro amigo,
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no fue sin ocasión, porque no quiero
parecer tan severo
a los ojos del pueblo, aficionado
a ese mancebo loco y alentado.
Hoy se parte, y hoy quiero que le mates.
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Sólo va con el viejo Mitrídates:
síguele con soldados de mi guarda,
y de noche le aguarda
al paso más oculto deste monte.
Pero a pensar disponte
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que has de traerme su cabeza fiera,
que el frontispicio de mi templo espera,
como del oso o jabalí le adorna
el cazador que torna alegre de la presa.
EVANDRO
De que se tarde el claro sol me pesa,
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de partirse al ocaso.
REY
Ya te espero:
por verlo muerto, muero.
(Aparte.)¡Oh cielos, no os canséis de asegurarme
de un hombre que nació para matarme!
(Vanse.)
(FILIS y BATO.)
FILIS
Como si fuera la ausencia
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fácil pena al sentimiento,
añadieron mis desdichas
el peligro a mis deseos.
¿Cómo dejas, Bato, a Ciro?
Que amor, en tales sucesos,
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del mal temiendo lo más,
del bien espera lo menos.
BATO
Aunque el Rey le recibió
a los principios severo
por enojo o por costumbre
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(que es la majestad en ellos
como un vínculo real),
después, con rostro risueño
templó la deidad; que mueve
mucho al airado el discreto.
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Así diez años Ulises,
matador de Polifemo,
aquel gigante de un ojo,
anduvo por varios reinos.
¡Oh, si le vieras hablar
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con atrevido despejo,
pensaras que era Sibila
o el oráculo de Delfos!
Finalmente, le mandó
regalar: y así, le dejo
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en un cuarto de palacio
tan metido a caballero,
que parece que lo ha sido
toda su vida.
FILIS
El ingenio
lo alcanza todo: y así,
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muchos hombres que subieron
en brazos de la fortuna
a ocupar honrosos puestos,
saben presto ser señores.
BATO
Y aún saben serlo tan presto,
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que cuanto fueron humildes,
parecen después soberbios.
Finalmente, por quitarte,
Filis, del peligro el miedo,
me ha enviado a que te diga
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que no le tengas en esto;
porque aunque lamenta Evandro
los azotes de Fineo,
espera Ciro del Rey
en vez de castigo, premio.
FILIS
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¿Qué dice mi hermano Arpago?
BATO
¡Por Júpiter que no entiendo,
Filis, si verdad te digo,
el alma destos enredos!
El y el Rey y Mitrídates
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andan hablando en secreto.
Ayer comió con el Rey.
FILIS
¡Con el Rey! ¿Qué dices?
BATO
Puedo
asegurar lo que vi,
y que entré a verlos comiendo.
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¡Tanta plata, tantos platos,
de tantos manjares llenos,
tanto servicio y criados,
éste entrando, aquél saliendo,
todos atentos al Rey,
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y alguno, por dicha, atento
más al capón que comía
que a la deidad del imperio!
¡Oh, bien haya, dije yo,
debajo de un pobre techo
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la olla de un labrador,
los rotos manteles puestos
sobre una tabla de pino,
y aquel ver salir hirviendo
el repollo en el verano,
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los nabos en el invierno,
a su lado su mujer
con el hijo tierno al pecho,
el gato por mayordomo,
y por maestresala el perro!
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Porque los contentos, Filis,
si hay en el mundo contentos,
no están en las ceremonias,
sino en el gusto y el sueño.
FILIS
¡Bueno vienes de la corte!
BATO
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Filis, este poco seso
de acá le llevé; que allá
no venden entendimientos.
FILIS
Y ¿cuándo piensas volver?
BATO
Esta noche volver pienso;
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que sólo a verte he venido.
FILIS
Escucha un atrevimiento.
BATO
¿Cómo?
FILIS
Yo he de ver a Ciro;
que secretamente quiero
irme contigo esta noche.
BATO
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A no estar el monte en medio,
fuera fácil la jornada
con recato y con silencio.
FILIS
Entra, y despacio en mi casa
la venida trataremos;
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que amor no permite espacio
donde le lleva el deseo.
BATO
Míralo, Filis, mejor.
FILIS
No gusta amor de consejos.
BATO
Pues ¿de qué gusta el amor?
FILIS
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De ejecutar los remedios.
(Vanse.)
(MITRÍDATES y CIRO con espada.)
CIRO
Apenas de la licencia
del Rey, padre, me informé,
cuando, de la corte fue,
y para siempre, mi ausencia.
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¡Bien haya mi pobre aldea,
que me falte o que me sobre,
porque no hay contento pobre,
ni bien que sin él lo sea.
MITRÍDATES
Sólo me causa cuidado,
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Ciro, de Evandro la queja,
pues sin venganza le deja,
el Rey, del hijo azotado.
No hay satisfacción que cuadre
a injuria tan afrentosa,
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y ya sabes que es la cosa
mas ciega del mundo un padre;
que el amor con que le viene
a estimar su pensamiento,
le quita el entendimiento;
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pues ¿qué hará si no le tiene?
Temo, al fin, un padre airado,
Ciro, y aumenta mi pena,
saliendo en noche serena,
haberse el cielo turbado;
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Que, aunque no está del aldea
este monte muy distinto,
no hay Creta ni laberinto,
que como su centro sea.
Las nubes, rotos los senos,
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las estrellas amenazan,
que el campo desembarazan
del cielo, huyendo los truenos.
Alguna desdicha temo
entre tanta oscuridad.
CIRO
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Si vos, de tan larga edad
llegando, padre, al extremo,
teméis, con mayor razón
temiera mi juventud
la muerte, sin la virtud,
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que es alma del corazón.
¿Qué monte, que padre airado,
qué cielo tempestuoso,
qué enemigo poderoso
en obscura noche armado;
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qué voraz actividad
del fuego, ni qué violencia
de agua o viento, o negra ausencia
de la solar claridad;
qué relámpagos y truenos,
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qué rayos ni qué centellas?
Que, si huyeren las estrellas,
estará firme a lo menos
la que nació con mi dicha.
Venga el mundo contra mí;
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que si con valor nací,
contra valor no hay desdicha.
MITRÍDATES
¡Ay, hijo! ¿Qué estás diciendo?
Aunque de valor te armas,
con rumor de gente de armas
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está el monte estremeciendo.
Pienso que sale verdad,
Ciro, el rigor que temí.
CIRO
Pues padre, escondeos allí,
entre aquella oscuridad;
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que si no habéis de ayudarme,
mejor es que viváis vos.
MITRÍDATES
Eso no permita Dios.
Vengan primero a matarme,
y ¡ojalá pudiera ser
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que me transformara en ti,
porque, matándome a mí,
te pudiera defender!
Que es mi amor tan excesivo,
que, si por ti me matara,
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pienso que resucitara
con saber que estabas vivo.
CIRO
Padre, retiraos allí:
mirad que se acercan ya.
(EVANDRO, FINEO y soldados.)
EVANDRO
Aquí suenan.
CIRO
Y aquí está
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quien buscáis.......
EVANDRO
¿Es Ciro?
CIRO
Sí.
EVANDRO
¡Muera!
MITRÍDATES
¡Ay, hijo de mi vida!
(Riñen.)
(Aparte.)¿Cómo te diré quién eres
antes que mueras, pues mueres?
FINEO
¿Tienes, hombre, revestida
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la furia de Flegetonte,
en ese pecho?
CIRO
¡Villanos,
mal conocéis estas manos!
(Mételos a cuchilladas.)
MITRÍDATES
Huyendo van por el monte.
¿Quién pensara tal valor?
(Dentro.)
FINEO
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¡Padre, muerto soy!
MITRÍDATES
Fineo
es aquél. No es éste Ciro.
Marte, de su quinto cielo
debió de bajar armado
de diamante. Ya no siento
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las voces. ¡Ay de mí, triste?
¿Si por dicha Ciro es muerto?
¡Ciro!... Nadie me responde.
Sólo, de lástima, el eco
repite su amado nombre.
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Subir por el monte quiero.
¡Ánimo, caducas fuerzas!
(Súbese por el monte.)
(CIRO, sangriento, con la espada desnuda.)
CIRO
Tres de los villanos dejo
entre las peñas tendidos,
y los demás van huyendo.
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Herido estoy; pero poco.
Sólo de mi padre siento
la pena, porque habrá sido
la espada con que le han muerto.
¡Qué terrible obscuridad!
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Si ignorar pudiera el cielo
que no habían de matarme,
pensara que lo había hecho
por cubrir su gran teatro
de paños de luto negro.
(Dentro y lejos.)
BATO
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¡Ciro!...
CIRO
¿Qué voz es aquella?
Pensara que destos cerros
era pastor si mi nombre
no pronunciara tan presto.
(Dentro.)
MITRÍDATES
¡Ciro!
CIRO
Otra voz diferente:
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que es de mi padre sospecho.
Por acá, por acá, padre.
No responde: mi deseo
debió de burlarme.
(Dentro y lejos.)
FILIS
¡Ciro!...
CIRO
¡Júpiter santo! ¿Qué es esto?
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Parece voz de mujer,
y si el alma no hace enredos
(porque no es mujer el alma,
si en el nombre, no en los hechos),
Filis es la que me llama.
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¡Qué pensamiento tan necio!
¡En un monte... a media noche!
(Dentro.)
FILIS
¡Ciro!...
CIRO
Más cerca la siento.
Quiero responder. ¿Quién es?
¿Quién llama a Ciro?
(Salen por tres partes a un tiempo, FILIS, MITRÍDATES y BATO.)
FILIS
Yo.
MITRÍDATES
Yo.
BATO
1440
Yo.
CIRO
¡Cielos! ¿Quién respondió?
FILIS
Yo soy.
CIRO
¡Filis!
FILIS
¿No me ves?
MITRÍDATES
Si hay para un padre después
brazos, aquí estoy contigo.
CIRO
¡Padre!...
BATO
Y después un amigo.
CIRO
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¡Bato! ¿Es posible que os veo,
o es burla de mi deseo
que los tres estéis conmigo?
FILIS
¡Ay, mi bien! ¿Herido estás?
CIRO
De tu amor, Filis hermosa.
FILIS
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No de balde tu dichosa
presencia, ¡oh Ciro!, me das;
pero pudiendo ser más
entre enemigos tan fieros,
que el eco de sus aceros
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llevaba el aire al oído,
dichosa desdicha ha sido.
CIRO
¡Ay, bellísimos luceros!
Cese el aljófar que os baña;
que más me podréis vencer
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que los que pueden volver
con más gente a la montaña.
Aún pienso que amor me engaña;
que cuando tu voz oí,
que era el alma presumí,
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que con la imaginación,
hurtando a tu voz el son,
hablaba dentro de mí.
¿Cómo vienes desta suerte?
FILIS
Llevando a Bato por norte,
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me llevaban a la corte,
Ciro, las ansias de verte.
Era el estruendo tan fuerte
de las armas y las voces
de tus contrarios atroces,
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que en hielo me transformaron,
y aun pienso que se espantaron
los animales feroces.
Y si en aquesta ocasión
vives, yo pienso que fue
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porque tu vida pasé
desde el campo al corazón;
que entre aquella confusión,
fiero y bárbaro tropel
de tanta gente cruel,
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con el alma enternecida,
dije: «Aquí estará su vida,
y me matarán por él.»
CIRO
Con este favor, mi bien,
que amor trujo a mis oídos,